| Por Martín Schorr | El desarrollo fabril constituye una condición de posibilidad del desarrollo en su sentido más amplio. En ese marco, la deuda de nuestra democracia es alcanzar una intervención estatal planificada, sostenida y dinámica que promueva y asegure en el mediano y largo plazo un reparto equitativo de la renta nacional y la conformación de un sistema industrial integrado, único mecanismo capaz de revertir los efectos regresivos de los largos años de neoliberalismo extremo y los aspectos críticos de la trayectoria fabril bajo la experiencia “neodesarrollista”.