Editorial: Un futuro posible

Editorial: Un futuro posible

| Por Abraham Leonardo Gak |

Una vez más, nuestro país enfrenta un escenario muy conocido, una crisis económica que trae aparejada la crisis social y, naturalmente, una crisis cultural.

Otra vez, las voces del poder nos aconsejan, nos empujan, nos obligan a llevar a cabo acciones derivadas de la única receta que conocen para encarar un proceso restaurador ante un supuesto presente ominoso que solo ellos saben cómo resolver. Nos ofrecen recorrer un camino que es doloroso transitar y que se encuentra repleto de medidas que ya hemos conocido y sufrido, y que solo nos han hecho conocer la hondura de sus efectos.

Hoy, cuando hablamos de globalización debemos no solo festejar el logro de poder comunicarnos, estemos donde estemos, unos con otros, y de avanzar en el conocimiento científico, sino también tener conciencia de que el capital concentrado y las grandes transnacionales han logrado eliminar las fronteras hasta hacer que sus ganancias primen por encima de las conveniencias de los Estados.

La evolución del sistema financiero internacional en las últimas décadas ha adquirido un alto grado de perfeccionamiento en sus rasgos más perversos, al extremo de erigirse por sobre los intereses de los países, incluso en las naciones más desarrolladas.

Frente a esta sujeción que nos afecta, sabemos hoy que hay otros métodos menos dolorosos para las grandes mayorías, y que en definitiva el bienestar de nuestros conciudadanos dependerá de los niveles de independencia y soberanía que sepamos alcanzar y que nos permitirán encarar otro camino diferente al que hoy se nos plantea como el único posible.

Evidentemente, esa búsqueda tiene condicionalidades complejas de superar. La primera de ellas es la liberación de las ataduras de una deuda externa que hoy vuelve a verse incrementada bajo el servil argumento de honrar los compromisos adquiridos, sin importar la estatura moral de nuestros acreedores. Una segunda condición es el equilibrio de las variables macroeconómicas. La tercera sería el logro de un paulatino y constante mejoramiento de la equidad. En cuarto lugar (el orden numérico no implica prioridades), promover la igualdad de oportunidades para enfrentar los requerimientos de la vida contemporánea. En quinto lugar, la necesidad de generar un sistema educativo que tienda a la igualdad de oportunidades de cada uno de nosotros, circunstancia que solo el Estado puede asegurar. Sexto, el acceso al sostenimiento de la salud para todos/as con igualdad de posibilidades. Séptimo, un sistema judicial que garantice justicia en plazos razonables. Octavo, una búsqueda incansable de medidas para reducir las adicciones, tanto las legales como las ilegales, tanto de origen natural como de origen artificial, pero que en definitiva ayude a la comunidad a crecer con salud y en paz.

Seguramente, cada uno de nosotros podrá agregar otros puntos omitidos en el listado anterior, pero lo más probable es que ninguno de los mencionados pueda ni deba faltar.

Si bien los discursos conservadores han sabido disfrazar eficazmente sus ropajes, y las medidas que instrumentan han perfeccionado su maquillaje a través del tiempo, logrando constituir una realidad virtual en la cual el rey mercado conquista el círculo virtuoso mediante el cual el derrame de la riqueza alcanza a toda la población, la evolución de la humanidad nos marca diferencias con procesos anteriores. Ya no partimos del mismo punto y nuestro piso está mucho más elevado que 32 años atrás. Traemos un saber acumulado y una dignidad que no conoce el significado del verbo claudicar.

Cuando decidimos realizar un número doble de nuestra revista dedicado a las deudas de la democracia, nos interrogamos respecto de su pertinencia, porque dentro de nuestro natural optimismo no queríamos plantear problemáticas que podrían ser interpretadas como irresolubles y quedarnos absortos, sin esperanza ni futuro.

Lejos de ello, al leer los casi cuarenta artículos que hemos editado entendemos que estas deudas no son irreparables y, por el contrario, que la sola idea de trabajar para saldarlas debería ser aliciente suficiente para seguir luchando por el permanente mejoramiento de la comunidad.

Nuevos problemas se presentarán, y con ellos nuevas deudas; ese es quizás el destino manifiesto del devenir de la humanidad. Por nuestra parte, estamos ansiosos de bregar para convertirnos en verdaderos acreedores de la vida. En este camino, como el andar de los zapatistas, caminamos preguntando.

Autorxs


Abraham Leonardo Gak:

Director de Voces en el Fénix.