Pensar la universidad para el cambio social

Pensar la universidad para el cambio social

Un recorrido por los distintos modelos de universidad a lo largo de la historia y su función social, entendiendo a la universidad como un ámbito de disputa en la producción y reproducción del conocimiento. Entender la historia para pensar el futuro, cambiando el presente.

| Por David Levitán y Martha Linares |

Una ampliación de este texto será publicado próximamente
en “Universidad para el Cambio Social” junto con otros artículos.

En los párrafos siguientes intentaremos dar respuesta a una pregunta que podríamos resumir en pocas palabras: ¿por qué construir una universidad distinta de la actual? Quizá partamos de una cuestión muy sencilla como intentar responder, a través de un recorrido histórico sobre los modelos universitarios, por qué creemos necesaria la construcción de una universidad diferente. Como estudiantes de la Universidad de Buenos Aires (UBA) tomaremos a la misma como ejemplo, entendiendo que a partir de allí pueden pensarse algunos nudos problemáticos extensibles a otras universidades para pensar el rol político y social que las mismas deben cumplir hoy.

Pensar la universidad para el cambio social es una invitación a pensar la universidad que queremos partiendo de la base de la universidad que tenemos. No creemos que la universidad sea una isla, sino que la consideramos un campo en disputa y por eso mismo sostenemos que su realidad es producto de un devenir histórico, con victorias y derrotas, con actores políticos, con quiebres y por sobre todas las cosas con las potencialidades que su misma historia le otorga.

Históricamente las universidades han cumplido diferentes roles en relación a las clases dominantes, y es a partir de cada sistema político y económico que en su seno se han librado numerosas batallas de ideas. Proponemos la lectura de estos modelos universitarios que creemos aún hoy se encuentran expresados en mayor o menor medida y son parte de lo que denominamos el modelo empresarial. Los modelos de universidad que abordamos son el que llamaremos escolástico, el modelo profesional, el modelo científico y por último el modelo empresarial. No proponemos estos modelos con la intención de analizarlos históricamente sino que lo hacemos como parte de una reflexión que nos permita pensar las bases de una nueva universidad.

Los primeros pasos de las universidades: el modelo escolástico y su crisis

La universidad es desde hace 800 años una de las principales instituciones en la que el conocimiento se ha transmitido, reproducido y creado. Las primeras universidades surgen en Europa durante el Medioevo creadas por el rey o el papa, a partir de grupos de profesores y estudiantes que conformaban una corporación, con el objetivo de formar a la jerarquía de la Iglesia Católica en los campos del conocimiento en que esta se iba a desempeñar, principalmente en la preparación para el ejercicio de la autoridad en la iglesia, el gobierno y la sociedad. Su contenido y organización tenía como objetivo central el legitimar los pilares básicos de la dominación que ejercían los monarcas y los señores feudales sobre sus siervos.

Este modelo de universidad, al que denominamos escolástico, se caracterizaba por un método de enseñanza vertical. A su vez, la posibilidad de acceso a esta educación estaba restringida a los hijos de las elites. Otra característica central era su relación directa con la autoridad central (la Iglesia Católica) que se encargaba de la formación de sus estudiantes. Los títulos otorgados por esta universidad no tenían otro propósito que el de legitimar un saber (es decir, uno no estudiaba para trabajar o buscar algún rédito particular como ocurre en la actualidad), que permitía reproducir y fortalecer a los sectores dominantes.

Si bien no es nuestro objetivo hacer un análisis detallado, no podemos dejar de lado que cada modelo de universidad y de educación en general se construye a partir de los cambios de los sectores dominantes de la sociedad y la correlación de fuerzas de los mismos con las clases subalternas, por lo que sería impensable que la universidad no haya cambiado ante el terremoto que sentó las bases para el paso del sistema feudal al capitalista.

El modelo profesional vs. el modelo científico

La universidad empezó a tener pequeños cambios que vislumbraban una crisis que luego daría fruto a un cambio más profundo. Con el surgimiento del Humanismo (S. XVII) se modificó la forma en la que se leían y estudiaban los textos, aportando como novedad una forma dialéctica de vincularse con el conocimiento. Al mismo tiempo se dio un cambio en la relación entre los Estados locales, las universidades y la Iglesia, acompañando las variaciones en la estructura de la sociedad de la época, otorgándoles a los primeros un mayor poder sobre las segundas.

La revolución científica del siglo XVIII tuvo su origen en las universidades de la época, y fue llevada a cabo principalmente por profesores y estudiantes o ex estudiantes universitarios. Sin embargo, su epicentro se dio por fuera de las instituciones universitarias, en las sociedades científicas regionales, o las de las surgentes naciones europeas. Este hecho da cuenta de una crisis de la universidad como institución, que tiene consecuencias luego durante la Ilustración y en el siglo XIX, con la aparición de los modelos de universidad moderna.

El modelo llamado “profesional” surge a principios del 1800 en Francia a partir de la reorganización estatal llevada a cabo por Napoleón. Se reabrieron las universidades (cerradas durante la Revolución Francesa) pero con una construcción original que compartió muchos de los rasgos burocráticos del nuevo Estado laico. El principal objetivo de la educación superior según este modelo era la formación de profesionales especializados para el ejercicio de trabajos aplicados, muchas veces dentro del mismo Estado. Son características del modelo napoleónico la fuerte regimentación de la vida interna, y la competencia entre pares. Esta universidad no tenía como tarea la producción de conocimiento, que se reservaba para las academias de ciencias.

Casi al mismo tiempo, surgía un nuevo modelo alrededor de la Universidad de Berlín, fundada en 1810 con fuerte influencia del idealismo alemán. Este modelo, denominado “científico”, en varios aspectos se contrapone al modelo francés, y es explicado de manera acabada por Alexander von Humboldt en su texto “Sobre la organización interna y externa de los establecimientos científicos superiores en Berlín”. Se caracterizó por el énfasis en la investigación por parte del cuerpo docente, la búsqueda del conocimiento por sí mismo, alejado de las aplicaciones prácticas, y una idea de relativa libertad y autonomía académica y administrativa respecto del Estado central.

Surgimiento de la UBA

La historia de la UBA se remonta a los comienzos de la construcción del Estado-nación en el marco de las revoluciones independentistas liberales de principios del siglo XVIII. En ese contexto, en el año 1821 se firma el edicto ereccional de la UBA, que nace como un “núcleo organizador” que se reduce a administrar un conjunto de instituciones educativas ya establecidas en un marco unificado. La UBA nace como un centro de estudios netamente instrumental, con un modelo profesional que imitaba a la reciente universidad napoleónica y cuya principal función fue resolver las necesidades inmediatas de instrucción general: estudios primarios, formación de abogados, médicos y profesionales con conocimientos técnicos.

La Ley Avellaneda es la primera en brindar una mínima estructura a las universidades nacionales. El gobierno de cada facultad quedó en manos de las “Academias”, con sólo un tercio de sus miembros conformado por profesores, siendo el resto personalidades políticas. Esa normativa dio forma legal a las castas de poder que dirigían las facultades. También se le reconocía una relativa autonomía a la universidad, sin democracia interna, claro está, sino bajo la dirección de las Academias.

En ese contexto se dan dos importantes crisis en la UBA (en 1903 y 1905), desatadas a partir de conflictos estudiantiles pero que al crecer terminaron reclamando la disolución de las Academias y la renovación de los programas de estudio, poniendo en evidencia el carácter oligárquico del sistema de gobierno vigente. Fruto de estas protestas se realiza una reforma del estatuto que establece que el gobierno de las facultades quede en manos de un Consejo Directivo. Por primera vez, las facultades de la UBA son dirigidas por los mismos miembros que ejercen la tarea docente.

En la UBA, la expresión jurídica de la Reforma fue el estatuto de 1918, que incorpora a los Consejos Directivos representación de estudiantes. La universidad no abandonó su perfil profesional, pero la necesidad de hacer ciencia dentro de la institución quedó instalada en un espíritu de época, que duró hasta que la dictadura de Uriburu, en 1930, puso fin a los estatutos reformados, en una época signada por la persecución y presiones a los profesores y estudiantes que no estuviesen con el régimen.

La década peronista introduce cambios muy importantes en el modelo de universidad. La Ley Universitaria 13.031 le pone marco jurídico al intento de controlar desde el Poder Ejecutivo Nacional las casas de altos estudios. Al mismo tiempo, Perón manifiesta explícitamente la intención de abrir la universidad a los sectores populares y la de vincular la formación con las necesidades del sistema productivo. La prohibición de la actividad política y el ninguneo hacia el sector estudiantil abrieron un enfrentamiento frontal y virulento con los reformistas. Se buscó orientar las prácticas universitarias en función de las necesidades del gobierno, lo que no era compatible con la libertad de cátedra o la libre elección de temas de investigación necesaria para la investigación básica. Ese enfrentamiento llevaría a los reformistas a apoyar el golpe del ’55, lo que los dejaría en posición de negociar con la dictadura sus propios términos para el siguiente período de la universidad.

A partir de 1955 y hasta 1966 se lleva a cabo una etapa donde la visión reformista es hegemónica, signada por las propuestas de promover la producción científica dentro de la universidad, abriéndose una etapa de fuerte politización y disputa de modelos dentro de la universidad.

En esta etapa se da un proceso de consolidación institucional y científica de la UBA. En 1958 la asamblea universitaria de la UBA sanciona un nuevo estatuto que, con modificaciones menores, es el vigente hasta hoy. En ese estatuto se reconocen como funciones de la universidad la docencia, la producción de conocimiento científico y la extensión universitaria. Se establece un gobierno tripartito, la selección de profesores por concurso público, la libertad de investigación y las cátedras libres. También se explicita que la universidad “no se desentiende de los problemas sociales, políticos e ideológicos”.

Las experiencias de investigación científica apuntaron a desarrollar conocimientos nuevos y aportar también a proyectos de interés para el Estado nacional, generalmente con empresas públicas como YPF, o institutos nacionales como el INTA. Fue una época muy fértil en cuanto a desarrollo científico e innovación, lo que le valió renombre internacional a varios institutos y facultades de la UBA.

Otro de los ejes del modelo reformista implementado fue la extensión, siendo el proyecto insignia la editorial universitaria EUDEBA, que editó libros de alta calidad a precios populares en tiradas masivas que se distribuían en todo el país. La experiencia fue una ventana de la universidad al pueblo argentino y latinoamericano.

Uno de los ejemplos paradigmáticos de la disputa por el modelo de educación superior fue la lucha por la “laica o libre”, por la no reglamentación de la ley que habilitaba a las universidades privadas a emitir títulos habilitantes. El movimiento reformista realizó marchas de hasta 160 mil personas, llegando el rector de la UBA, Risieri Frondizi, a encabezar varios de esos actos. La ley terminó reglamentándose, lo que abrió la puerta al proceso de mercantilización de la educación universitaria, que se daría con gran ímpetu a partir de los ’80.

Este proceso llegó a su fin con la dictadura de Onganía, que interviene la UBA en la famosa Noche de los Bastones Largos y establece nuevamente un modelo regresivo con prohibición de actividad política. El saldo de esta etapa suscita debates sobre el modelo de universidad que se extienden hasta hoy en día.

La universidad empresarial en contexto

A partir de mediados del siglo XX se produce un fenómeno a nivel mundial de ampliación de la matrícula universitaria. Al mismo tiempo la mayor tecnificación de la producción hace que las empresas pasen a requerir cada vez más de profesionales altamente especializados, y de la generación de conocimientos propia de las universidades. En particular en la UBA encontramos los primeros debates respecto de la injerencia de empresas y fundaciones vinculadas en el período que va de 1955 a 1966. Risieri Frondizi, en su libro La Universidad en un mundo de tensiones, plantea al respecto que “no faltan quienes hayan pensado que las universidades deberían obtener sus recursos por cuenta propia (…) prestando servicios retribuibles”. Fuera de nuestro país comienzan a adoptarse formas típicas del mundo de la administración, con un énfasis en la calidad y una visión de competencia entre universidades a nivel global. Este proceso se vio interrumpido a fines de la década de 1960 con las protestas del Mayo Francés entre cuyas conquistas se encontraba el cogobierno universitario y la concepción de la educación como un derecho.

Las dos tendencias (aumento de la matrícula y mayores requerimientos técnicos por parte de las empresas) hacen crisis hacia mediados de la década de 1980, cuando los gobiernos de varios países deciden recortar el presupuesto en educación. Junto con este ahogo presupuestario se propusieron una serie de medidas tendientes a reducir la duración de las carreras de forma de aumentar la cantidad de graduados, introduciendo varios mecanismos de competencia y autofinanciamiento. En el año 1994 el Banco Mundial publica “La Educación Superior, las lecciones de la experiencia”, que sintetiza varias de estas transformaciones, y coloca como criterio para los países del tercer mundo una reforma de este tipo con el objetivo de disminuir el presupuesto universitario.

La metodología que permitió imponer en nuestro país estos cambios estuvo íntimamente vinculada a la cuestión presupuestaria, dado que en un contexto de ajuste general se destinó un presupuesto importante al Ministerio de Educación para que sea otorgado a través de la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) a las universidades selectivamente según criterios de calidad y productividad académica. Entre otras transformaciones, se crean los programas de incentivos para investigadores en 1993, con requisitos cuantitativos de producción. Otra característica del período es la proliferación de carreras de posgrado, que a la vez de satisfacer la demanda de especialización requerida por las empresas, funcionaron como forma de ingreso de recursos propios para las universidades. En 1995, con un fuerte rechazo por parte de docentes, estudiantes y en el marco de una serie de movilizaciones importantes al Congreso nacional, se aprueba la Ley de Educación Superior (LES) y se crea la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), conformada por miembros de las universidades públicas y privadas, y con preeminencia del poder político, siguiendo de forma muy cercana los criterios propuestos por el BM. En esta ley, la educación es presentada como una mercancía, que como cualquiera de ellas se produce, se compra y se vende al mejor postor. Ya en el segundo artículo se nomina a la educación como un servicio. Además, en el primer artículo de la LES se establece que la norma legisla para todo el sistema de educación superior, colocando a las instituciones públicas y privadas en pie de igualdad.

En nuestro país actualmente la CONEAU y la LES no sólo siguen vigentes, sino que siguen siendo incentivadas, y también se ha dado continuidad al otorgamiento selectivo de fondos a través de los Proyectos de Mejoramiento de la Enseñanza, direccionados desde la SPU (ProMeI en Ingeniería, ProHum en Humanidades, ProSoc en Ciencias Sociales).

Actualmente la UBA transita un cambio de etapa. Lastimosamente se trata de un cambio regresivo en términos académicos y políticos. La universidad empresa que viene a instalarse adquiere características específicas; si bien podemos homologarla al modelo empresarial es importante decir que el resto de los modelos que definimos a modo de categorías de análisis se encuentran todavía presentes en mayor o menor medida.

Es decir que el modelo de universidad empresa plantea hoy un mix complejo donde diferentes modelos continúan en disputa. Por ejemplo, si analizamos la relación de la UBA con el resto de la sociedad podemos ver que la universidad se ubica en una ciudad con problemáticas como el déficit de vivienda, inundaciones, un sistema de transporte colapsado, y sin embargo no realiza aportes como usina de pensamiento a la resolución de estas problemáticas. Su vetusto estatuto es el arma de doble filo que si bien le otorga autonomía, deja grietas por las que se cuela la búsqueda de recursos propios en nuestras casas de estudios. Los recursos propios son aquellos que cada facultad se lanza a conquistar en el mercado, que como cualquier mercado tiene competidores, teniendo estos como objetivo principal la maximización de sus beneficios.

Como ejemplo de lo que queremos expresar, tomemos el acuerdo que firmara la UBA en 2008 y que le permitiría recibir cuantiosas sumas de dinero de YMAD, el ente a cargo del yacimiento Bajo La Alumbrera. Posteriormente el Consejo Superior de la UBA apoyaría a las poblaciones de Famatina, Chilecito, Belén, Tinogasta y Andalgalá en sus reclamos en defensa de la vida digna en un ambiente saludable, en contra de la instalación y permanencia de empresas mineras que saquean los bienes naturales de la región dejando a su paso contaminación y una importante deuda ambiental. Para nosotros esto puede sonar contradictorio pero el dato que debe tenerse en cuenta es que antes de recibir los fondos, una comisión de expertos de la universidad dictaminó que La Alumbrera no contaminaba. El financiamiento externo nunca será gratuito, dado que en este sistema de producción ninguna empresa invierte sin un cálculo costo-beneficio. Y es allí donde decimos que la autonomía de nuestra universidad se encuentra vulnerada. En pocas palabras podemos decir que la universidad empresa es aquella que produce el conocimiento a medida de quien puede pagarla y sólo para quien puede pagarla.

¿Por qué construir una universidad para el Cambio Social?

Habiendo repasado la historia de la UBA y de la universidad como institución en general, podemos en primer término vislumbrar cómo la misma no es un ente aislado ni tampoco instrumento de las clases dominantes únicamente. Es fruto de las distintas luchas y correlaciones de fuerza entre los distintos sectores de la sociedad que pugnan por su orientación y su contenido. Los distintos cambios, en el modelo escolástico, el cientificista o profesionista, y luego el modelo empresarial, hegemónico en la actualidad, son fruto de conflictos y pujas de poder. Ninguno se instauró por el orden “natural de las cosas” y libre de luchas políticas que se dieron en las calles, en las aulas, en los comedores universitarios.

Cada tema necesita una lupa especial para poder comprenderlo en profundidad, pero debe estar enmarcado en un contexto más general, para que no caigamos en el error de hacer pequeños recortes que nos limiten al momento de ver la construcción de la universidad en su totalidad, que a su vez tampoco puede estar escindida del contexto socio-político argentino, latinoamericano y mundial. Es decir, ver los movimientos de clase, y los conflictos entre ellas como también entre fracciones de las mismas, nos habilita a poder analizar en mayor profundidad la universidad en su complejidad histórica.

Ahora bien, ¿por qué analizamos su historia, conflictos y cambios? Porque es fundamental para pensar cómo, por qué y para qué cambiar la universidad actual. Podríamos analizar la universidad como lo ha hecho el marxismo estructuralista de Althusser en Ideología y aparatos ideológicos y caracterizarla como un Aparato Ideológico del Estado más, que tiene como único objetivo y finalidad posible la reproducción del orden social vigente y de su hegemonía, y entonces nuestra única opción sería destruirla por completo. También podríamos ver la LES, la CONEAU y las herramientas mediante las cuales se mercantiliza el conocimiento y decidir que sólo nos queda resistir y abrazarnos a una idea de “un pasado mejor”. Pero ninguna de esas opciones es la que elegimos para nuestra construcción cotidiana. Al contrario, nosotros, como planteaba Gramsci, vemos a la universidad como una trinchera en donde se disputa poder y es posible construir contrahegemonía. Es decir, la universidad no es una mera reproductora de la estructura, sino que es un campo de batalla de la cultura, la cual es una parte central a la hora de pensar en un cambio social. No podemos pensar en un cambio social escindido de la esfera cultural y del conocimiento, al contrario, es necesario disputar ese ámbito como uno más, que tiene que ser parte de las estrategias de las clases subalternas. Son sobrados los autores que han traído este debate sobre la cultura y la ideología a América latina, hablando incluso en particular de la universidad, como es el caso de Julio Antonio Mella, fundador de la Universidad Popular José Martí en Cuba; Mariátegui, con sus estudios culturales; Jauretche y la descolonización pedagógica, o el mismo Che Guevara en sus palabras a los estudiantes de la universidad cubana luego de la Revolución.

Es en este sentido que hacemos este aporte para pensar y repensar una Universidad para el Cambio Social. Esperamos poder contribuir con este artículo a la construcción de un proyecto alternativo. Sólo reconstruyendo la historia de los modelos universitarios a lo largo de la historia es que creemos posible pensar una universidad para nuestro tiempo. Perseguir la construcción de un conocimiento crítico para la emancipación social es la tarea. Nuestra corta historia en las universidades del país nos otorga una sola certeza: disputar el rol histórico que han cumplido las universidades y ponerla al servicio de nuestro pueblo es parte de la lucha por una alternativa de los sectores subalternos.

Autorxs


David Levitán:

Consejero Superior UBA. Estudiante de Ingeniería Química.

Martha Linares:
Presidenta FUBA. Estudiante de Trabajo Social.