Deudas de la democracia con la salud

Deudas de la democracia con la salud

Con la vuelta de las políticas neoliberales vuelve también la idea de la enfermedad como negocio. El complejo médico industrial genera en la población falsas necesidades, lucrando con el sufrimiento de las personas. Para poner un freno a la profundización de la desigualdad vinculada a la salud es necesaria la participación popular y la revalorización del rol del Estado como garante de la creación e implementación de un sistema universal de salud.

| Por Horacio Barri |

La democracia tiene muchas deudas con diversos temas y sectores sociales, pero antes tiene deudas consigo misma.

¿Es esto un galimatías? No, incluso cuando buscamos su definición encontramos tantas como intereses en juego existen o las que en distintas épocas predominaban, pues entonces se consideraban de acuerdo con la experiencia histórica que atesoraban, al punto que algunas son antagónicas entre sí. Una dice que es “el ejercicio de la razón pública”; no muy lejana en el tiempo pero menos circunspecta es la que dice que es “el gobierno por discusión”. Pero se hizo famosa una conferencia pública de uno de sus defensores, quien contó un ¿chiste? lleno de seriedades: “Solo es efectiva si uno puede evitar que la gente hable…”.

Quizá por eso y ante la aparición de contradicciones antagónicas entre lo que dice defender y lo que hace, aparezcan definiciones cada vez más duras como algunas recientes: “La democracia representativa es esa institución nacida de las revoluciones burguesas del siglo XVIII, que ahora se encuentra en estado de descomposición avanzada…” o “la democracia lo es políticamente, pero socialmente es fascista…”.

En nuestra propia Constitución vigente, con algunas reformas desde hace 163 años, se constata la falacia de las definiciones en cuanto se considera que “en democracia el pueblo no delibera ni gobierna si no es por medio de sus representantes…”. ¿Se encontró así la manera de evitar que la gente hable?

Debemos reconocer que fue en estos marcos limitados que ha habido intentos genuinos de profundizar las democracias o de que se autorrealicen, como la Constitución de 1949, que fue rápida y autoritariamente suplantada por la anterior de 1853. O el último gobierno nacional que pretendió más democracia que fue suplantado con el voto “democrático” por otro con intenciones opuestas, que está despedazando lo logrado en la última década mucho más rápido de lo que insumieron aquellas respetuosas reformas.

Es que la situación de los tres actores que contiene la democracia no es equiparable: el Mercado cuenta con un aliado invalorable para manipular la producción de subjetividad como son los medios masivos de desinformación. Como dice Amartya Sen, el Nobel de Economía, “muchos dictadores en el mundo han conseguido enormes victorias electorales sin coacciones abiertas sobre el proceso de votación, sino haciéndolo con técnicas de manipulación muy elaboradas sobre la opinión pública y sobre la libertad de información y con la generación de climas de miedo y ansiedad”, y podemos agregar nosotros: a la vez, aunque parezca contradictorio, creando esperanzas ilusorias (esa pasión triste diría Spinoza) que se demuestran rápidamente falsas, pero que a muchos les cuesta admitir todavía.

A la luz del espectáculo mundial de cómo se volatilizan democracias populares ante las presiones del Imperio es que muchos afirman que “la deuda externa y el predomino de las fuerzas del mercado en la política transforman las instituciones y las leyes sociales y reemplazan a la soberanía popular por la soberanía del mercado” como lo estamos sufriendo en carne propia y en forma vertiginosa.

Quizás es por ello que un filósofo y profesor italiano, de reciente visita en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), especialista en Baruch Spinoza, uno de los genios que ha tenido la humanidad (1632/1677), cuando le preguntaron qué pensaría de las democracias actuales el célebre autor de la Ética y el Tratado Político, contestó sin dudar que “las consideraría gobiernos de aristocracias”.

Entendemos que si esto no se cambia, incluso a los sufridos y condicionados intentos que conocemos les resultará imposible saldar las deudas que se contraen con el pueblo, cada vez más profundamente en esta etapa neocolonial. Por lo tanto, estas reflexiones nuestras deben estar orientadas de ahora en más a pensar cómo hacer efectivos esos cambios que se necesitan: transformar los legítimos que construyen los pueblos en legales que respete el mercado.

Pongamos ejemplos de las deudas en salud y analicemos si están efectivamente ligadas al desarrollo o al tipo de democracia que efectivamente tenemos, sin participación protagónica de las mayorías, donde el problema es que los representantes no lo son, en general, más que de sus propios intereses o de quienes los financian.
En el hecho mismo de cómo entendemos el concepto de salud se pone en evidencia la primera “deuda”: en el capitalismo se entiende que salud es una cuestión predominantemente biológica, unicausal, asocial, ahistórica, que necesita fundamentalmente asistencia o reparación y que esta debe ser lucrativa, como tan bien lo marca la definición del modelo médico hegemónico. Por eso nos preguntamos: ¿se puede considerar deuda algo que hace al sentido de este tipo de democracia?

Queda claro entonces que se permite esta “democracia por discusión preprogramada” por los medios, el sistema o el mercado –todas formas de nombrar lo mismo– en tanto y en cuanto no cuestione la realidad así como ellos la proponen, porque tienen una herramienta con amplios poderes: lo legal, que como veremos debería ser evaluado permanentemente. No es posible que los estudiantes de abogacía, entre otros, repitan el sonsonete que les enseñaron en las academias de formación: “Todo lo legal es legítimo”, en lugar de empezar a pensar si no es exactamente al revés y por qué, como abundamos en el Nº 41 de esta revista.

La definición post Segunda Guerra Mundial que realiza la OMS: “La salud no es la mera ausencia de enfermedad sino el completo estado de bienestar físico/síquico y social…”, se entiende como una fantasía utópica para parar la destructividad humana que generó ese perverso fenómeno que es la guerra. Pero no se sostiene luego de siete décadas donde se ha comprobado que el desarrollo de las contradicciones humanas entre clases, sectores y hombres debe ser tratado para su resolución “democrática” por una discusión profunda y respetuosa. Situación que no se puede ignorar o soslayar, si no se quiere que esa “discusión” aparezca naturalmente por medio de la violencia.

La fantasía que generó y genera constantemente el capitalismo, de que el progreso es inevitable y que debemos confiar ciegamente en él como el superador de todos los males que nos aquejan y que la ciencia es su sustento, nos ha demostrado su falacia absoluta, convirtiéndolos a ambos conceptos, así entendidos, en sostén valorativo del lucro como motor natural y único de la humanidad.

Restarle valor al rol del Estado (Sistema Público Universal en Salud como columna vertebral) y proponer como alternativa la Cobertura Universal, ocultando que lo que se propone es un Seguro Privado con cuotas de acuerdo a la billetera del cliente, lo que por lo tanto profundizará aún más la desigualdad, y que solo se atenderá a la reparación dejando para el Estado lo no redituable, o sea la prevención, es impedir actuar sobre las causas profundas del fenómeno que rodea al proceso de salud/enfermedad mientras se explota y se mantiene la enfermedad como negocio.

¿Cómo podemos plantearle a nuestra población que lo que se pretende desde nuestra concepción es abocarse en conjunto a mantener su salud y enfrentar las enfermedades atendiendo a su erradicación o control, si lo que ella considera, reiterado por los formadores de opinión que lo plantean como lo científico, es que la salud es una responsabilidad de los médicos y del resto de los trabajadores de la salud y que las causas de las enfermedades son el destino, la mala suerte, el llamado de Dios, etc.?

Los elementos auxiliares del diagnóstico y tratamiento (medicamentos y tecnología) producidos por el Complejo Médico Industrial son propiedad del mercado prácticamente en todas las situaciones, lo que no solo fija precios irreales absurdos e inalcanzables para las poblaciones e incluso para las obras sociales y los Estados (el último caso famoso fue el del medicamento Sofosbubir, que cura una enfermedad incurable hasta el momento y cuyo costo de venta al público es de 1.000 dólares para cada una de las 84 cápsulas que dura el tratamiento de la hepatitis C, cuando el costo real es de 2 dólares) sino que mantiene instalado en el mercado un 70% del total de las drogas sin necesidad científica alguna y que van desde las de eficacia no comprobada, pasando por las de eficacia dudosa, las similares más caras, hasta las de perfil de riesgo inaceptable… lo que configura un desprecio absoluto por la vida y el sufrimiento de las personas.

El recurso mano de obra intensiva –los trabajadores de la salud– está subvalorado y explotado, producto de una enseñanza que repite y valora todos los conceptos que venimos criticando, y por lo tanto vive una situación de riesgo e incertidumbre, al sentirse parte de un engranaje comercial que no controla y que le impone reglas de juego inhumanas. Como no vivencian otra alternativa la creen imposible, por lo que muchos terminan adaptándose, hasta terminar siendo solo una pieza más del engranaje.

En 1978 la Organización Mundial de la Salud propuso a todos los países del mundo un replanteo profundo de la concepción predominante en salud que describimos antes, por otra estratégica y revolucionaria, que era un avance fundamental, porque en sus fundamentos sostenía que la prioridad en salud es abocarse a las condiciones y medio ambiente de vida y trabajo o no trabajo de las poblaciones, que es donde están la mayoría de las causas de las enfermedades, sin abandonar para nada la reparación por ello. Se le llamó Atención Primaria de la Salud (APS) y bajo esa sigla participaron la inmensa mayoría de los países, que como por arte de magia estuvieron de acuerdo y la aprobaron.

Entonces, como suele ocurrir cuando todos están sospechosamente de acuerdo en algo, lo que se hizo fue convertirla en atención médica primaria en lugares donde habita la gente más humilde, lo que está muy bien pero no alcanza para modificar las condiciones que generan enfermedad.

La experiencia que hemos acumulado en la enseñanza de la medicina preventiva y social nos ha demostrado que solo se pueden transformar los que se involucran con el cuerpo todo, en experiencias compartidas con la comunidad. Con trabajadores y habitantes de los distintos territorios pasa igual con respecto a la comprensión de la salud enfermedad como proceso dinámico, en permanente movimiento.

En una de mis comisiones de alumnos de Medicina participaba, sin yo saberlo, el abanderado de la facultad, lo que significa que era el mejor para los cánones de la academia. Era serio, responsable y estudiaba mucho, en forma muy razonable. Un día me esperaba visiblemente emocionado porque me tenía que contar lo que le había pasado: “Yo odiaba a los que cirujean por las calles, revolviendo la basura y dejando todo tirado. Estaba convencido de que no querían trabajar y solo querían vivir de los planes sociales… Hasta que usted nos llevó y ellos dieron el práctico, allí entendí… Ahora cuando pasan por mi casa yo les tengo separada la basura y me doy cuenta de que los miro distinto y su mirada hacia mí también cambió, hasta nos sonreímos”.

Concurríamos a los centros médicos de los gremios respectivos para conocer el diagnóstico epidemiológico previo de los profesionales que allí atendían a los trabajadores, como una manera de orientarnos sobre lo que nos esperaba, teniendo en cuenta que solo sabíamos la gravedad de las situaciones de salud por parte de los trabajadores y sus representantes gremiales, pero sin muchas precisiones. Ellos nos ofrecían sumatorios de diagnósticos individuales, lo que no nos permitía entender el proceso de su producción.

Solo cuando trabajamos codo a codo con los trabajadores de cada sector sobre sus problemas de salud laboral, pudimos descubrir las causas de las caídas de andamios en albañiles y modificarlas, la razón profunda de los problemas físicos y psíquicos de los trabajadores de cementerios, los porqués de la cantidad de accidentes en empleados precarizados de las fábricas, etcétera.

La tarea compartida en los barrios permitió que los habitantes del luego famoso Barrio Ituzaingó hicieran una experiencia espontánea que les permitió cambiar sus vidas y sus conocimientos cuando decidieron seguir el rastro de una sospecha: ¿por qué las mujeres de su barrio usaban pañuelos en la cabeza en tan alta proporción? Como contamos en el Nº 41 de esta revista…

Reiteramos, las deudas evidentes son muchas y graves. No hay camas ni turnos en los hospitales públicos, profesionales desbordados que tratan inequitativamente a los pobladores, falta de insumos básicos; aquí en Córdoba los pacientes deben llevar sus propias sábanas y colchones, lo que sospechamos pasa en muchos lugares del país. Las epidemias se instalan con una facilidad absoluta, más allá de que el cambio climático global dependa del capitalismo mundial y su lógica. Los laboratorios, en su posición dominante del mercado, fijan sus precios, como lo hacen los productores de tecnología, por arriba de toda lógica y atentando contra la vida de los que necesitan sus productos.

Estas, y tantas otras, son deudas de la democracia que no se podrán saldar aunque se lograra el milagro de fondos suficientes para estas inversiones, si no actuamos por incrementar el conocimiento de las personas sobre sus propios problemas y no intentando culparlos por problemas ligados a sus condiciones de vida.

Como dijimos, el gobierno nacional actual anunció su propuesta de “Cobertura Universal de Salud” como se le llama eufemísticamente al Seguro Privado Universal Obligatorio que propone el Banco Mundial (BM) en nuestros países como ejemplo de la “racionalidad mercantil”; y en los centrales como “oportunidades de negocios”. Vendrá acompañado de una profusa propaganda de sus supuestas “virtudes” como ocurrió con la jubilación privada y los riesgos del trabajo en la etapa anterior del neoliberalismo, el mismo que hoy va recuperando sus espacios.

En aquellos momentos hubo una experiencia en nuestra provincia con el gerenciamiento de la obra social provincial a la que se convirtió además en una mera aseguradora de riesgos, y con el autofinanciamiento y la descentralización de muchísimos hospitales, entre el ellos el Hospital Escuela de la Universidad Nacional de Córdoba, el Clínicas. La misma fue una experiencia de transferencias de recursos públicos a lo privado y terminó con el vaciamiento de las entidades.

Esta experiencia debería bastar para oponernos a la “Cobertura Universal de Salud” que es más de lo mismo, tanto que el propio BM la incluye entre las “Reformas de Segunda Generación” con las que vienen por todo y donde participarán los grandes seguros mundiales, que vienen impulsando estas propuestas. Son los mismos que apoyaron la inmensa campaña de agresión y desinformación para impulsar al gobierno nacional actual y el reendeudamiento externo, que les garantice a futuro las presiones a las que nos tuvo acostumbrados el poder financiero internacional, se les llame unas veces buitres y otras organismos multilaterales de crédito.

En la vereda opuesta está nuestra propuesta, que a lo largo y ancho del mundo se viene conociendo como “Sistema Universal de Salud”, con conducción y financiación del Estado, que mantiene la columna vertebral del sistema sanitario en el sistema público universal, que no se reserva la exclusividad de los servicios, conserva los subsistemas de obras sociales y privado, pero reserva para sí la capacidad rectora de las políticas públicas de salud que garanticen igual calidad de prevención y atención a la población.

No será fácil lograr entonces que comprendan este problema tan grave sobre el futuro de la prevención y atención de los problemas de salud de nuestros compatriotas las personas que no saben la diferencia de contenidos de terminologías tan similares.

Hasta ahora los que más lo comprenden son los que participaron en alguna de las experiencias que describimos u otras tantas similares.

La participación popular en salud es la única alternativa para que el proceso comience a revertirse.

Autorxs


Horacio Barri:

Médico Diplomado en Salud Pública. Presidente del Movimiento por un Sistema Integral de Salud (MOSIS). Miembro fundador del Grupo Argentino por el Uso Racional del Medicamento (GAPURMED). Prof. Fac. Med. UNC. Ex secretario de Salud de la Ciudad de Córdoba.