Cultura en Córdoba: efervescencia y cuentas pendientes

Cultura en Córdoba: efervescencia y cuentas pendientes

Revitalizada luego de la crisis del 2001, la vida cultural de la provincia mediterránea ofrece luces y sombras: de un lado, la intensa actividad de protagonistas y vecinos, y ciertas obras y normativas alentadoras. Por el otro, los problemas presupuestarios que se avizoran para el futuro, más las intenciones privatistas de algunos funcionarios del área.

| Por Jorge Felippa y Graciela Bialet |

El interrogante tan ambicioso acerca del estado de la cultura en Córdoba obliga a restringir el análisis acotando a lo “artístico” en todas sus manifestaciones. Y desde allí, intentar responder un interrogante, crucial por cierto: ¿qué hace el Estado –provincial y municipios– por sus artistas, sus obras, el patrimonio y por el acceso mayoritario de la población al arte?

Después de la crisis generalizada del 2001, en la provincia y la ciudad de Córdoba se inició un lento proceso de recuperación y/o creación de espacios destinados a la producción y exposición de obras teatrales y cinematográficas, recitales musicales, y apertura de salas pluriartísticas. Para eso se conjugaron políticas estatales con una proliferación de iniciativas privadas, la mayoría de ellas de carácter cooperativo o mini pymes. En paralelo, no sin dificultad, se reactivaron leyes y ordenanzas sancionadas en la década del ’90, sobre todo en la Municipalidad de Córdoba.

El gobierno provincial, con cuatro períodos encabezados por el peronismo (“cordobesismo”) liderado por José Manuel de la Sota, y su principal alfil Juan Schiaretti, lleva adelante muchas de sus políticas “más vistosas” a través de las llamadas Agencias. Las áreas de Cultura, Turismo y Deportes incluyen la gestión pública privada en el diseño de sus prioridades. En sus directorios conviven –no siempre armoniosamente– funcionarios de carrera y políticos con aspiraciones hacia algún ministerio, con “famosos” deportistas o artistas de cierta trayectoria de probada militancia partidaria (radical o peronista y sus mutaciones camaleónicas). Tal es el caso de Gustavo Santos, quien fue secretario de Cultura (luego de Gobierno) del intendente radical Rubén A. Martí. De la Sota lo puso al frente de la Agencia Córdoba Turismo y ahora terminó a la cabeza del Ministerio de Turismo en el gobierno macrista.

Este funcionario comenzó en los ’90 con una actitud que concebía el apoyo estatal a la industria cultural promoviendo la gestión particular de pequeñas editoriales de libros, y de música, como lo fueron las aún vigentes ordenanzas de los Fondo Estímulo para la industria editorial, y para las producciones teatrales y discográficas. Son ordenanzas con fuerza de ley que, lamentablemente, los gobiernos que sucedieron a Martí, peronistas o radicales, incumplieron, restringieron o demoraron su aplicación según las necesidades presupuestarias de los funcionarios de turno. Cabe destacar que mientras este interesante apoyo a la industria artística se asignó (consistía en la compra por parte del Estado de 50% de la producción de la editorial o productora generadora de obras), en la ciudad de Córdoba se crearon dos decenas de nuevos emprendimientos y se promovió o dio a conocer a alrededor de sesenta nuevos hacedores.

Puntualmente en el campo de la producción de libros para niños –una novedad para Córdoba, dado que hasta entonces la producción se concentraba y legitimaba solo en Buenos Aires– se crearon, al calor de este impulso, editoriales e incluso librerías especializadas, lo que a su vez movilizó el surgimiento de bibliotecas específicas, como la Sala Malicha Leguizamón montada en el propio Cabildo de la ciudad (hoy centro cultural), y la visibilización de autores e ilustradores hasta entonces ignotos.

El cordobesismo en obra permanente

El delasotismo, que gobierna la provincia desde hace más de dieciséis años, sostiene su gestión en la cantidad de obras públicas que realiza y en leyes, a veces de algún modo “progresistas”, y en otras, en sentido claramente inverso.

El ámbito cultural y artístico recibió obras y un par de leyes que beneficiaron a los creadores. La provincia inauguró instalaciones en lo que fueron ex predios militares, como la Ciudad de las Artes, donde hoy funciona la Universidad Provincial, que cobija entre otras a la Facultad de Arte y Diseño: allí se nuclearon las preexistentes Escuela Superior de Artes Aplicadas “Lino Enea Spilimbergo”, la Escuela Superior de Bellas Artes “Dr. José Figueroa Alcorta”, el Conservatorio Superior de Música “Félix T. Garzón”, la Escuela Superior de Cerámica “Fernando Arranz”, y la Escuela Superior Integral de Teatro “Roberto Arlt”.

También se abrieron nuevos espacios, no sin polémicas en cuanto a los costos de las obras. Los más llamativos y espectaculares fueron la transformación de la ex cárcel de mujeres en el Paseo del Buen Pastor, donde conviven salas de exposición, ferias y muestras artísticas con un minishopping. Se siguió así la visión neoliberal del gobierno radical de Angeloz, que ya había expropiado la Escuela Olmos, donde funcionaba también la de Artes y Oficios, para convertirla (“venderla”) en el “yopin” llamado Patio Olmos, que entre otras cosas restringió los talleres y salas de ensayo del teatro lírico más importante de la ciudad, el Rivera Indarte, aledaño a dicha ex escuela.

Bellísimas residencias de innegable valor arquitectónico, en lugar de ser declaradas patrimonio de la ciudad, comenzaron a ser demolidas cuando se inició la “sojización” de la provincia, construyéndose allí horrendos edificios donde vinieron a vivir los hijos de los sojeros, ya que la ciudad universitaria (nacional, pública y gratuita) les queda al lado.

De la impiadosa demolición se salvó el Palacio Ferreyra, expropiado por la provincia, que lo transformó en el Museo Superior de Bellas Artes “Evita/Palacio Ferreyra”. Un modo de hacer justicia, a la manera delasotista, con la “aristocracia” local. Ocurrió en el año 2005, pero recién el pasado mes de febrero de este año la provincia anunció la finalización del juicio por aquella expropiación. Finalmente, por el inmueble se pagarán cerca de 127 millones de pesos.

Y hace menos de dos años, al lado mismo del emblemático Museo Caraffa, que también fue remodelado y ampliado, se construyó el Centro Cultural Córdoba: un conjunto arquitectónico que alberga amplias salas de exposición y un minianfiteatro para actividades teatrales, cinematográficas y conciertos.

La ciudad universitaria

El otro gran polo de irradiación cultural y artística fue siempre la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Es innegable que a partir del 2003 los presupuestos universitarios crecieron exponencialmente, y ello repercutió también en las actividades artísticas y culturales que desde la Secretaría de Extensión Universitaria se llevaron adelante durante los dos períodos que encabezó como rectora Carolina Scotto, y luego su sucesor, Francisco Tamarit.

Consultado un ex funcionario de esas gestiones en “estricto off the record” –lo que también nos indica cómo cambió el “clima universitario” a partir de la reciente asunción como rector del radical Hugo Juri– señaló: “Lo primero a destacar y diferenciar es que los esfuerzos están puestos en las políticas artísticas, por sobre las culturales. Aún está pendiente la dedicación y los compromisos presupuestarios para aquellos hacedores que no necesariamente se dedican a las artes profesionales. Ejemplo de esto es la ausencia de políticas destinadas a fortalecer los trabajos que realizan las organizaciones de la sociedad civil”.

Es evidente la reorientación de la política cultural de la Subsecretaría de Cultura, dependiente de la Secretaría de Extensión de la UNC. Desaparecieron programas emblemáticos de las últimas tres gestiones rectorales como lo fueron Derechos a la Cultura, el Programa de Diversidad Cultural creado por la gestión del Dr. Tamarit destinado a articular acciones con las organizaciones indígenas, afro y migrantes. También fueron discontinuados el Programa Coro y Orquestas del Bicentenario. Estos tres proyectos –que integraron a colectivos artístico culturales de jóvenes de barrios urbano marginales– dejaron de tener financiamiento de la Nación y pasaron a la órbita de la provincia. La visión de la cultura como derecho humano no parece ser parte de los ejes estratégicos de la nueva gestión rectoral de la UNC.

Córdoba siempre de temporada

En la provincia de Córdoba durante todo el año se realizan más de 350 festivales. Se podría decir que casi no existen municipios que no realicen uno. Todo vale para atraer turistas. Porque más allá de los reconocidos festivales de Cosquín, de Doma y Folclore de Jesús María, el de Peñas de Villa María, hay festivales para todos los gustos, donde se celebra la cultura gastronómica de cada lugar: el cabrito en Quilino, el salame en Oncativo; en Villa General Belgrano, la fiesta nacional de la cerveza; en San Marcos Sierras, el Festival de la Miel; en Luyaba, el ¡Festival de la Gallina Hervida! Y para no ser menos, el secretario de Cultura de la ciudad de Córdoba inventó su propio festival: el 3 y 4 de marzo pasados se llevó a cabo el IV Festival Mundial del Humor y el Choripán Cordobés. Reiteramos: esto lo organiza la Secretaría de Cultura de la municipalidad cordobesa (254/1473).

Para atraer turistas se apela a artistas “consagrados” que tienen escenarios y cachets para hacerse su agosto en pleno verano. En esto, no hay diferencias con lo que ocurre en otras provincias. Ojalá los artistas locales pudieran cobrar el uno por ciento de lo que embolsan “los famosos”. Igual sucede en la temporada teatral de Carlos Paz, dejando de lado talentosos jóvenes y obras locales multipremiadas.

La otra Córdoba: marginal o contestataria

Como apunta Patricia Cóppola, ex secretaria de Extensión Cultural de la UNC, “…a pesar de contar esta ciudad no solo con una infraestructura enorme (salas, museos, casonas, etc.) sino con un capital cultural y artístico relevante, los gobiernos nunca estuvieron a la altura del capital cultural de la ciudad. Así, la ‘vanguardia cultural’ o la ‘cultura contrahegemónica’ se ha desgastado y se desgasta en esfuerzos individuales y gestiones independientes, moviéndose, en general, por circuitos marginales a quienes el Estado no presta demasiada atención”.

Esa “cultura contrahegemónica”, más allá de la desatención estatal y un natural desgaste, persiste en su quehacer creativo a través de distintos eventos que tienen una continuidad estimulante. Así lo advierten los editores de la revista Desterradxs. Para ellos, “Córdoba está pasando por uno de sus mejores momentos culturales, en todas las áreas, música, escritura, cine, teatro”. Marcelo López y Cristina Gallardo sostienen esta publicación que refleja exclusivamente el quehacer artístico local desde febrero de 2010, y se los suele encontrar en cuanto evento cultural acontece en la ciudad. Tal vez por eso sus opiniones son tan optimistas.

Ellos destacan estos eventos que han surgido, muchos, por iniciativa privada de sus actores, a los cuales los gobiernos de turno se les fueron sumando con diversos grados de apoyo. El más importante, sin dudas, es la Feria del Libro, que ya lleva 34 ediciones consecutivas en la plaza San Martín, corazón histórico de la ciudad, nacida al calor de intelectuales apasionados como una expresión popular, y que la gestión “radicalpro” está convirtiendo en una entelequia a expensas de curadores y contrataciones de agencias de publicidad y gestión. Después nacieron EGO, el Mercado de arte, el Festival de Jazz, Disco es Cultura, el Ciclo de Tango en los bares, el Encuentro de Cantautores de Alta Gracia, el Encuentro de San Antonio y el Festival Internacional de Poesía.

Por su parte, Patricia Cóppola señala también algunos espacios y ciclos oficiales como La Noche de los Museos, el Cine Club Municipal, el ciclo de “Mujeres al Griego” (teatro griego en el Parque Sarmiento), “Señores Niños al Teatro”; el Festival Latinoamericano de Teatro. Estos espacios, gestados en dependencias oficiales, ya sean provinciales o municipales, permanecen gracias a la “presión” de los artistas para que no sean discontinuados.

Lo que falta: las cuentas pendientes

En junio de 2016, en una charla con La Voz del Interior, el secretario de Cultura de la municipalidad, Francisco “Pancho” Marchiaro, y Cecilia Salguero, directora de emprendimientos creativos de la Municipalidad de Córdoba, precisaron que el monto del presupuesto para los ocho sectores dependientes de la dirección de emprendimientos creativos (editorial, gastronomía, música y danza, teatro, artes visuales, artesanía, diseño y audiovisuales) es de 3.080.600 pesos. Si tenemos en cuenta que en su discurso de apertura de sesiones del Concejo Deliberante de este 2017, el intendente Ramón Mestre (h) anunció que “en solo un año vamos a invertir 5.000 millones de pesos, en 150 frentes de obra abiertos”, a la luz de la cantidad de trabajadores de la cultura involucrados, un poco más de tres millones de pesos aparecen como exiguos, por no decir irrisorios.

El actual secretario de Cultura municipal es el ex director del Centro Cultural España-Córdoba, desde donde manejó discrecionalmente sustanciosos aportes en euros provenientes de la península ibérica, que nunca fueron blanqueados ni instrumentados para impulsar proyectos de la comunidad cultural cordobesa. Para este tipo de gestores culturales pareciera que el secreto del éxito es el amiguismo. Apenas asumió como secretario de Cultura lanzó un proyecto que, después de muchos años, consiguió unificar en su contra al más amplio espectro de trabajadores de la cultura. ¿Qué propuso? La creación de una fundación con amplias atribuciones para la administración y disposición del patrimonio cultural de la ciudad. Un ente autárquico sobrepuesto a las estructuras orgánicas municipales tendiente a provocar una concentración (léase privatización) de la gestión cultural en pocas y exclusivas manos. ¡Ay!… tan a tono con las medidas liberales pro-radicales…

La oposición del campo cultural no impidió que el proyecto se sancionara como ordenanza, únicamente con los votos radicales, pero se lo cajoneó en su implementación a la espera de tiempos más propicios.

Entre las obras que el sector artístico y cultural le reclama desde que asumió están el Teatro Municipal Comedia, incendiado hace más de diez años y cuya restauración se encuentra paralizada por falta de fondos. Ocurre lo mismo con el Centro Cultural Gral. Paz que –luego de firmarse un convenio marco con el Instituto Nacional del Teatro que implicaba, a la fecha, 11 millones de pesos– también fue dejado sin fondos desde Nación. El deterioro continúa y no hay expectativas de que esa obra resulte prioritaria.

Donde hay más avances es en el rescate y puesta en valor del antiguo Cine Teatro Moderno, más conocido como La Piojera, ubicado en el corazón del barrio Clínicas. Declarado en la gestión anterior Monumento Histórico Nacional, y gracias a la lucha permanente de los vecinos organizados, hoy se han reanudado los estudios para su restauración, y al parecer es el espacio que cuenta con mayores posibilidades de recibir ayuda concreta del gobierno nacional. Ojalá antes del 2019 por fin en La Piojera se corra nuevamente el telón.

Y a nivel provincial, además de las obras citadas, lo único novedoso son dos leyes largamente reclamadas por los artistas de Córdoba. Una de ellas es la ley 9.578 de Reconocimiento Artístico, que se sancionó hace poco más de seis años. Por la misma se estableció un régimen destinado a beneficiar a quienes se hayan destacado en el ámbito artístico de la provincia de Córdoba, como creadores, intérpretes o de cualquier otra manera. En su artículo 2º se establece que los artistas reconocidos gozan de una gratificación mensual, equivalente a tres veces y media (3 y 1/2) el haber mínimo de una jubilación ordinaria establecido por la Caja de Jubilaciones, Pensiones y Retiros de Córdoba. La duda sigue siendo cómo mejorar la equidad en la asignación de estos justos beneficios, porque en varios casos solo recaen en los amigos del gobierno de turno.

Por otro lado, en octubre de 2016 fue sancionada la Ley de Fomento y Promoción de la Industria Audiovisual de Córdoba, que declara la actividad audiovisual como una actividad industrial. La norma implicará exenciones impositivas para productoras locales, subsidios a tasa de crédito para infraestructura, equipamiento y para la creación de empleo directo. Se prevé contar con un presupuesto de 30 millones de pesos. Además, la ley crea el Polo Audiovisual Córdoba, dependiente del Ministerio de Industria de la provincia.

Colofón y andante

Hay y habrá hacedores del quehacer cultural que confían en estos proyectos, tanto del intendente reelecto como en los de quienes trabajan en las políticas culturales a nivel provincial. Con ellos habrá que debatir intensamente y, en todo caso, discutir alternativas, con ejemplos creativos diferentes: como el de los Puntos de Cultura en Brasil (que se ha replicado en Paraguay, Perú y en nuestro país) o las políticas culturales llevadas adelante en los municipios de Cali o Medellín, y dejar de mirar solo y de manera excluyente los modelos culturales de Europa, un continente que se encierra en los escudos del miedo y la xenofobia. Una política cultural, como enuncia el ideario del Manifiesto Argentino, que recupere y fortalezca los organismos y nucleamientos de artistas y creadores, reconozca los derechos y las expresiones de todos los pueblos originarios y afroamericanos (que los hay también en Córdoba y se los sigue invisibilizando), con especial énfasis en el desarrollo cultural de cada una de las regiones de nuestra provincia.

Guiados por este cuerpo de ideas, convendremos en afirmar que los funcionarios “pro-radi-cordobesistas”, aunque sean la cabeza visible de un proyecto con claros criterios de exclusión, no son necesariamente irrefrenables. Lo que debemos enfrentar de manera decidida es el criterio de producción privatista y rentístico con que se ha conducido y se pretende continuar conduciendo la actividad cultural del municipio y el Estado provincial cordobés. No demonizamos el aporte de fondos privados a la vida cultural de la ciudad y la provincia. Se trata de que el Estado, en su rol de administrador de los bienes tangibles e intangibles de los cordobeses, oriente, diseñe y establezca políticas culturales públicas definiendo las prioridades para la asignación de esos recursos: un proyecto de políticas culturales públicas abarcativo, sustentable y abierto a la sociedad. Para que la cultura sea un vital bien social, que resuena y recrea en cada quien, como dice Neruda: “Aquí tengo una hoja, / una oreja, un susurro, / un pensamiento / voy a vivir otra vez”.

Autorxs


Jorge Felippa:

Autor de las novelas Trampas de la colmena (2013), También la verdad se inventa (2009), El que avisa no es traidor (2007) y Quiero volver a casa (2005). Como poeta ha publicado Yo no diría la última palabra, El orden de los factores, A brazo partido y Que veinte años. En 1991 fundó Op Oloop Ediciones, que dirigió hasta 2001. Colaborador del suplemento cultural de La Voz del Interior, de la revista La Intemperie y de la página digital El Ojo con Dientes. Desde 1985 dicta talleres de escritura creativa y narrativa en diversas instituciones.

Graciela Bialet:
Escritora y educadora cordobesa. Coordinó diversos planes de lectura a nivel público como el Programa Volver a Leer y el Plan Nacional de Lectura. Es licenciada en Educación, Comunicación Social y Master en Literatura infantil y promoción de la lectura. Integra el Comité Académico de la Maestría en literatura para niños de la UNR. Entre sus libros figuran: Los sapos de la memoria, Si tu signo no es cáncer, El jamón del sándwich, Un Cuento GRRR, Rap para gato multicolor, Metamorfosis, Lagartija sin cola, El que nada no se ahoga, Hada desencantada busca príncipe encantador.