Las deudas de nuestra democracia en el tratamiento de los adultos mayores

Las deudas de nuestra democracia en el tratamiento de los adultos mayores

Nuestro país se dirige hacia el envejecimiento de su población, y si bien nuestra democracia ha generado muchos avances sociales y leyes protectoras, aún quedan muchos problemas por resolver. El desarrollo urbano, el acceso al mercado laboral, la educación, la participación ciudadana, el sistema de salud, y la pérdida de roles sociales después del retiro laboral son temas pendientes de mejoras. Debemos ser más inclusivos y respetuosos, no solo por lo que nos han dado, sino porque también ese es el futuro de todos.

| Por José R. Jauregui |

“Los abuelos son la sabiduría de la familia, son la sabiduría de un pueblo. Y un pueblo que no escucha a los abuelos es un pueblo que muere”.
Papa Francisco, Encuentro Mundial de las Familias, Roma, 27/10/2013.

Nuestra joven democracia ha generado muchos avances sociales y leyes protectoras, así como promulgación de derechos para los adultos mayores. Sin duda alguna la Argentina tiene uno de los sistemas de protección social y sanitario más inclusivos de Latinoamérica. Tenemos estamentos gubernamentales, instrumentos legales, secretarías y subsecretarías en distintos ministerios, ONGs orientadas a responsabilidad social y envejecimiento, sociedades científicas y universidades trabajando en el tema y profesionales de los más diferentes campos del conocimiento investigando, trabajando, promulgando, interesando a la sociedad civil y comunicando sobre el tema, así como un sector de la prensa cada vez más proclive a tratar diferentes aspectos relativos al envejecimiento y sus características e impactos sociales.

Debemos preguntarnos todos hoy si los adultos mayores tienen reconocimiento social, roles definidos, están exentos de caer en situaciones donde prevalece el prejuicio o los mitos sobre la vejez, si la narrativa imperante es la adecuada en el tratamiento de los diferentes temas asociados, si hay iniciativas sociales, tecnológicas, comunitarias que sean amigables con personas con características particulares en esta etapa de la vida o si todavía impera una falta de visibilidad social, un encasillamiento de roles, o un para qué si total es la última etapa de la vida.

Pues bien, caminando la cuarta década de democracia, en la Argentina todavía tenemos deudas pendientes como sociedad. El contexto es el de un país que inexorablemente va al envejecimiento de su población. Hoy más del 10% de la población general de la Argentina es mayor de 65 años, más de 4.000.000 de personas. De estas, el 10% aproximadamente tiene más de 100 años, 55% es autónoma, más de 30% tiene una enfermedad crónica, menos del 2% vive en un hogar de ancianos y 5% está postrada en una cama. En este escenario discurre la vejez; en este escenario, quienes aún no hemos alcanzado esa edad vamos a desenvolvernos en el futuro.

El sistema de salud y de cuidados aún presenta un grado de fragmentación de la atención que dificulta los cuidados progresivos, no tenemos diseñado el sistema de soporte socio-sanitario orientado adecuadamente a esta población y en materia de prevención y promoción de la salud en general prima el modelo materno-infantil sobre el de cuidados crónicos. La excesiva medicalización de los servicios sanitarios no ha demostrado ser todo lo efectivo que se esperaba para atender y mejorar la salud de este grupo etario.

El desarrollo urbano en general sigue siendo poco afín a poblaciones con necesidades diferentes, el medio ambiente tampoco contribuye (exceso de contaminación sonora, por ejemplo), y el acceso al mercado laboral, la educación o la participación ciudadana tampoco son áreas donde tenemos un gran desarrollo.

De todos modos hay aspectos que son un poco más sutiles, como la pérdida de roles sociales después del retiro laboral; la falta de preparación para el mismo o para comenzar una nueva etapa que puede ser laboral o no; el encasillamiento social al que una vez llegados a esta etapa, cual profecía autocumplida, debemos someternos a pasar a un segundo plano, estar disponibles para tareas típicas asociadas con este momento de la vida, como pasar a ser cuidadores de los hijos de nuestros hijos, a no expresar nuestras elecciones de la vida ( formar nuevas parejas, disfrutar del tiempo libre, vivir una sexualidad plena, etc.), a que todo es menos.

Nuestro país ha tenido grandes conquistas sociales y de derechos en estos años de democracia, pero la natural inclusión social de todos los miembros de nuestra comunidad sin importar quiénes somos, nuestra identidad sexual o nuestra edad, entre otros, va a mi entender un poco más despacio.

Qué deudas tenemos con quienes en pocas décadas serán casi el 25% de nuestra comunidad. Pues bien, quizá naturalmente ser más inclusivos, respetuosos de la identidad de todos, protectores y cuidadores de aquellos que ya están perdiendo sus capacidades para desenvolverse en la vida cotidiana, cuidadosos de que tengan lo necesario para vivir dado que fueron quienes trabajaron y se educaron para legarnos el presente, entender que la vida empieza y termina y que en toda esa trayectoria somos nosotros.

La democracia es el gobierno de todos, los adultos mayores también votan y eligen, cada vez son más y es probable, como casi siempre ocurre, que su empoderamiento los lleve desde la sociedad a generar los cambios que se necesitan. Somos nosotros dentro de unos años, ¿cómo querríamos vivir?, ¿qué vamos a hacer para seguir plenos, activos y vitales? Hay responsabilidades personales de cuidarnos y hay responsabilidades sociales de generar espacios y cuidados amigables con la edad.

Pensemos que los que nos trajeron la democracia hace más de treinta años son muchos de los que hoy están en este momento de la vida. Honrarlos es construir y mejorar lo hasta aquí alcanzado.

Autorxs


José R. Jauregui:

Médico Geriatra. Presidente de la Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría.