La cabeza de la hidra y el lugar del sujeto migrante en los medios de comunicación

La cabeza de la hidra y el lugar del sujeto migrante en los medios de comunicación

Los medios de comunicación cumplen un rol central en la construcción del “otro”. Tras años de vincular a los grupos migrantes con aspectos negativos, hoy en día los discursos discriminatorios son más sutiles y velados; sin embargo, continúan presentes, aportando a la identificación del extranjero con un “todo ajeno”.

| Por Celeste Castiglione |

Dentro de nuestra cadena de sentidos, todos recordamos cómo hace más de diez años se publicaban en los medios de comunicación noticias que vinculaban a diferentes grupos migrantes con aspectos negativos. En la década de los noventa el migrante limítrofe y peruano era relacionado con la desocupación, la pauperización del sistema de salud por sobresaturación y la pérdida de calidad educativa en las escuelas públicas, así como con el aumento de la inseguridad y las zonas liberadas.

Todos esos argumentos focalizaban en el migrante la culpabilidad de este deterioro atrapándolo en un lugar fijo: como alguien indeseable que sólo buscaba “usar” alguna ventaja que podía ofrecer el país, e irse. Esta forma de presentación en donde todas las miradas estaban posicionadas sobre él, tenía una función. Desviar la atención del núcleo que lo generaba: un modelo neoliberal que se expandió de manera particularmente cruenta en ese período.

A partir del 2001, en La Nación, Clarín y Página 12 la forma de referirse a los migrantes no resultó tan explícita como en la década de los noventa. Sin embargo, los diarios no dejaron de asociarlos a categorías discriminatorias así como mostraron una relativa indiferencia frente a las políticas de población, tanto nacionales (Ley 25.871/03) como regionales, que resultaban auspiciosas en cuanto al reconocimiento de derechos, contrariamente a lo que sucedía en Europa y Estados Unidos durante el mismo período.

Es decir, la presentación de las migraciones no poseerá la forma descarnada y directa de años anteriores, en donde el migrante constituye el elemento catalizador de la criminalidad y el “chivo expiatorio” de la falta de trabajo: la forma de presentación y nombramiento se encuentra inserta en narraciones que atraviesan la temática migratoria de manera mucho más sutil. El discurso se fragmenta y se posiciona dentro de los artículos y secciones variadas (desde deporte hasta turismo), como “datos de la realidad” que, inmersos y mezclados dentro de un escenario, se diluyen.

Veamos cómo. Una de las estrategias de los diarios consistía en recurrir permanentemente a la comparación de la migración limítrofe y peruana con la europea de fines del siglo XIX y principios y mediados del siglo XX. Estas relaciones, que evocan épocas pasadas con relatos mítico-épicos, construyen una idealización de la vida cotidiana: una sucesión lineal de esfuerzos y logros, idílica y romántica. No se omiten las historias de vida ni las literaturizaciones sobre familias tradicionales que hasta el presente poseen un poder económico significativo gracias al “esfuerzo y la forma del trabajo” que los diarios atribuyen a sus abuelos.

En estas formas de contar y reconstruir la historia, se manifiesta con narrativas vinculadas al tango, la identidad porteña, incluso, con variados elementos sarmientinos y de la Generación del Ochenta que sirven para marcar la estética asimilacionista y abierta del país hacia los migrantes de principios de siglo. A menudo, relatado por un narrador omnisciente que acerca al lector hacia una historia compartida de la que todos nos sentimos parte.

De esta manera se construye un juego especular, un dispositivo de comparación que busca relevar una genealogía y una recreación de la memoria con efectos y funciones ejemplificadoras para el presente (en donde hay otra migración). El pasado, entonces, cargado de recuerdos y evocaciones se encuentra atravesado por la variable afectiva que interviene activamente: allí la imagen de la abuela, el barrio y los perfumes de la comida aparecen constantemente. Asimismo, la feminización de las migraciones recientes o características intrínsecas a cuestiones de género no surgen como tema autónomo o específico en el presente, en ninguno de los tres diarios. Asimismo, cuando estos se refieren a la migración limítrofe, algunas descripciones se acercan a un “realismo mágico”, a relatos novelados o “culebrones”, o bien a narraciones en donde intervienen elementos de cierta “irracionalidad” así como alusiones a cuestiones religiosas y creencias.

La relación entre el ayer y el hoy se manifiesta en los tres diarios mencionados en relatos cuyas adjetivaciones unificadas y unificantes estructuran y expresan, por oposición, que hoy no se cumple con los contratos, no hay honor, ni deseos de trabajar, no se respeta la familia y rige la espontaneidad. Dentro de la reconfiguración discursiva en torno a la figura del migrante europeo, el concepto de trabajo es el pilar fundamental de la “gesta” migratoria.

A esta relación migrante/trabajo/ganancia, los diarios le suman “algo” cultural y contextual, que hace la diferencia, y que permitió a aquellos europeos integrarse y asimilarse. Sin embargo, los diarios omiten datos muy concretos del pasado. El camino no fue sencillo, ni aquí los esperaba Eldorado. Esos migrantes atravesaron numerosos conflictos y tuvieron que luchar por cambios en las condiciones laborales, incluyendo grandes dificultades en una tierra que, al principio, sólo “prometía”. La diferencia fue que dentro del modelo agroexportador había trabajo, contrariamente a la situación que se da en el presente, en el marco del modelo neoliberal. Por otro lado, ellos encontraron un Estado que pujaba por “expandirse”, que los proveyó de salud y que homogeneizó a sus hijos bajo la educación laica y gratuita así como del Servicio Militar, ambos de carácter obligatorio.

En el presente, los diarios ponen en evidencia que el naturalismo biológico o genético es un factor que determina los comportamientos humanos, a lo que le suman una situación explicándola en el marco de una conducta grupal aprendida: aquí la “cultura” funciona y opera como una “naturaleza”, encerrando a los individuos y los grupos en una determinación de origen. Por ejemplo, cuando los diarios relatan el incendio del taller de la calle Luis Viale en 2006 donde murieron dos adultos y cuatro niños, lo hacen sin un contexto que lo explique en su justa dimensión. Narran la tragedia no sólo en clave “cultural” sino también “étnica”, relacionándolo con el hayllú: situando al migrante en un otro, que se encuentra en las antípodas del nosotros, “bolivianizando” el discurso.

Es allí donde viven y crecen los migrantes actuales. En contraposición, los hijos de la migración histórica no sólo eran potenciales ciudadanos y trabajadores, para quienes la escuela era algo indiscutido; en las narraciones del presente el lugar de los niños no se encuentra definido.

Es decir, cuando los diarios presentan y describen los lugares y espacios en donde desarrollan su vida los migrantes, lo hacen con un exceso de detalles que los cristalizan en un lugar de “exotización”. Las descripciones, más allá de ser un marco de referencia de la noticia, contribuyen a conformar y construir concepciones y escenarios que el lector actualizará y tendrá presentes, explícita o implícitamente, al relacionarse con ellos en la Argentina.

Por otra parte, el concepto de “usurpación” con el que se asoció a los migrantes en la década de los noventa, se encuentra presente cuando se hace referencia concreta a partir de los puestos de trabajo, vacantes en escuelas, turnos en hospitales y presencia en espacios públicos, amén de estar constantemente sospechados de un trasfondo de ilegalidad, pero en notas diversas y muchas veces insertas en temas más generales.

Es así como, una vez que el migrante cruza la frontera territorial y se encuentra dentro del país, sus ciudades y sus barrios, aparece otra muralla que divide a los individuos en dos grupos separados por el maniqueísmo legalista: por un lado, el nosotros, encarnando la ley y el orden; por el otro, ellos formando parte de la transgresión y la irregularidad. Los diarios sostienen permanentemente este discurso aunque con distintos matices. Le otorgan al migrante un sistema normativo propio y paralelo y esta forma de “encapsularlo” contribuye a separarlo de la sociedad en la que está inserto.

Los espacios en donde desarrollan actividades los migrantes no sólo se constituyen como lugares de reproducción de la fuerza de trabajo sino que también abarcan todas las posibilidades del asco: olores, el polvillo intangible que se respira en los talleres, la descripción de las cucarachas y la mención de enfermedades. De manera que todo el conjunto provoca una “sensación” de abyección que aleja al lector, que desplaza y condensa en la figura del migrante todo lo que no quiere ser ni parecer.

Esto le permite separarlo de la propia subjetividad, y la distancia tiene que ser necesariamente producida y justificada por “alguna razón”: la nacionalidad, la historia, la cultura, las costumbres, o las “mentalidades”. En consecuencia, las descripciones de las torturas, la forma de trabajo en los talleres y los espacios en donde viven migrantes pobres, lejos de promover cierta empatía con el lector, profundizan la distancia, porque concentran “todo” aquello de lo que el ser humano se quiere alejar.

Pero esta estrategia también se relaciona con niveles más simbólicos, que remiten a “formas de vida”, usos y costumbres, llegando hasta detalles que apelan a despertar sensaciones en el lector opuestas a las del pasado (los olores de la comida, las manifestaciones culturales, la descripción del hacinamiento, etc.). El mismo cuerpo del otro ocupa, atraviesa y convive en nuestro espacio.

Es decir, la definición política de los cuerpos es la estrategia que cada sociedad adopta para disponer de los sujetos. Está determinada, por una parte, por una estructuración social del poder. Y, por otra, se establecen también las “políticas de las emociones”, una oferta de sensibilidades construidas y configuradas. En este sentido, los diarios se constituyen como grandes arquitectos y cánones que guían, otorgan permisos y ponen hitos en la transmisión de las emociones. El abordaje empleado por los diarios es anteponerle la condición étnica a la situación que describen; intercalar, dentro del nivel de narración, las costumbres, conformando capas de información e imágenes de distinto orden que, combinadas, conforman un todo ajeno.

Las referencias a los migrantes en el espacio público y sus manifestaciones culturales se encuentran frecuentemente asociadas a las clásicas: la comida, el folklore y las festividades. Asimismo, las celebraciones son descriptas como espacios de interacción, de interculturalidad, en los que el grupo migrante “elige” qué mostrar de su cultura como “visitante” y la sociedad receptora es “anfitriona”.

Con respecto a la actividad política, los colectivos limítrofes y peruanos, en su presentación por los diarios, no son investidos de agencia. Se filtran asociaciones que restan legitimidad a los migrantes y que inhabilitan a que se conviertan en sujetos con capacidad de efectuar reclamos y transformar su entorno.

La relación entre migración y economía global tampoco surge en los artículos. En ninguno de los tres diarios se percibe una relación entre la migración y el modelo de producción neoliberal y la relación que ambas variables comparten, a excepción de algunos artículos en Página 12 del suplemento Cash.

A partir del estudio comparativo realizado, consideramos que al migrante latinoamericano se lo presenta en los diarios más en su denominación de nacionalidad que como sujeto. Se lo muestra como responsable de su situación, completamente escindido no sólo de las condiciones de trabajo a las que está sometido sino también de la estructura social en la que está inmerso.

En La Nación se percibe una distancia con respecto a los colectivos a los que se refiere, anclada en un discurso legal normativo y economicista, en el que todos los aspectos vinculados a la noticia encajan en los carriles que propone el diario, que en definitiva simplifica y moldea la visión. Cuando se lee este diario centenario, todo se articula en una lógica que constituye y se ensambla en el perfil ideológico y estilístico del diario. Es el único de los tres que exhibe cifras en los titulares y que, de acuerdo con nuestro análisis, por abundancia de noticias y por estilo, sumerge al lector en un ambiente lógico, amable y tan racional que la crítica o un mero cuestionamiento resultan inconvenientes.

Asimismo, una vez que el lector se sumerge cotidianamente en la lectura de Clarín, se asombra ante la superficialidad en el tratamiento de los temas. Las migraciones presentan una gran complejidad por la cantidad de esferas políticas, sociales y económicas que atraviesan y la atraviesan. Sin embargo, Clarín hace caso omiso de esto y presenta los artículos de manera acotada, recurriendo en muchos casos a explicaciones monocausales y simplistas de los fenómenos.

Página 12 aborda los temas desde un enfoque mucho más latinoamericanista. En su narrativa, las personas tienen un lugar y se hace énfasis en los aspectos humanos. Se reconoce que las políticas migratorias no son una decisión e implementación automática, que existen conflictos de intereses, pujas de poder y que las comunidades migrantes no representan a sujetos pasivos. Este diario plantea por momentos una visión más compleja de la realidad, sin subestimar al lector. Sin embargo, la tensión por ser fieles a la estética originaria, de acuerdo con lo observado, banaliza temáticas y construye estrategias asociativas que obturan acercamientos por fuera del contrato de lectura.

En ese sentido, la postura de los periodistas en las notas de los tres diarios, así como las diferentes estrategias y los pactos con el lector, se nutren con la configuración cultural de nuestro país respecto de la diversidad que sirve como parámetro para las concepciones y valoraciones de la otredad.

En definitiva, la representación del migrante a partir del 2000 muestra una continuidad con los grandes tópicos de la década de los noventa, pero se le agregan niveles de complejidad mayores y las alusiones a la temática son ubicadas en diversas secciones, contribuyendo a su dilución. Se puede decir que los discursos discriminatorios son más sutiles, velados, disfrazados de cierta racionalidad y de cierta “pretendida” objetividad. Es decir, “la caja de herramientas conceptuales” para referirse a los migrantes permanece con los mismos instrumentos, pero modernizados, dentro de la maraña informativa.

Cualesquiera sean las categorías presentadas y los contratos de lectura de los diarios, la figura del migrante se encuentra atrapada en su nacionalidad. La mirada de los medios de comunicación escrita (más intensa en los casos de La Nación y Clarín) contribuye a la homogeneización del lenguaje en el plano migratorio. Los géneros, en este caso el periodístico, llevan a una visión del mundo en donde hoy prevalece la lógica de la globalización en la construcción de grandes asimetrías y alta concentración de capital.

El lenguaje es una forma de construir, narrar y presentarme en el mundo. Lo que “se dice” y las “formas del decir” contribuyen a conformar las relaciones entre los grupos en las sociedades no sólo desde las representaciones, sino también en la convivencia cotidiana. En estos casos, ninguno de los tres diarios deja de contribuir con el discurso hegemónico o a la doxa cotidiana, dirigido a públicos diferentes, pero sin lugar para la voz del otro. El lenguaje parte de una imposición y es un objeto de disputa, en donde se despliegan luchas no sólo por el sentido sino también por el lugar del sujeto. Y, de manera constante, con presentaciones confusas y fragmentadas en múltiples temáticas, el discurso discriminatorio continúa presente filtrándose, escondiéndose bajo múltiples disfraces.

Autorxs


Celeste Castiglione:

Doctora en Ciencias Sociales, Socióloga y Politóloga – UBA. Docente e Investigadora – UBA. Colaboradora de las Universidades de Manchester y California.