El Estado futuro en sindemia

El Estado futuro en sindemia

El artículo trabaja en torno al rol del Estado frente a la crisis inusitada que desató el Covid-19. El autor analiza el papel que deben tomar los Estados frente a las consecuencias sociales y económicas de la pandemia.

| Por Gustavo Edgardo Blutman |

Las situaciones que estamos viviendo ya no pueden caracterizarse como relaciones pospandemia. La pandemia es un hecho que por largos años va a repercutir en la cotidianeidad, con o sin vacuna. Tal vez lo tajante de la afirmación no esté relacionado exclusivamente con la enfermedad en sí misma, sino también con el cúmulo de factores que alteraron las circunstancias de nuestra relación con el mundo y lo social. Veremos, por lo tanto, algunos elementos causales que nos permitirán reflexionar sobre posibles efectos y destacaremos por qué no hubo previsiones –o no se tomaron en cuenta– como alertas de situaciones factibles, todo lo anterior en el marco de pensar un Estado a futuro.

Algunas causas, algunos efectos

Una de las narraciones sobre el origen del coronavirus es que ha sido producto de la transmisión de animales (murciélagos) a los humanos. En ese caso podemos pensar que dentro de las transformaciones que las sociedades verán estará la de los controles sobre el consumo de determinados productos.

Las formas de higiene también se verán modificadas. Por ejemplo, se señala que una de las razones de la paulatina reducción de la viruela en la revolución industrial fueron las nuevas condiciones de salubridad y el uso de elementos de higiene personal. El Covid-19 reinsertó y fortaleció en los diferentes sectores sociales la utilización del lavado de manos, uso de alcohol en gel, alcohol en spray, barbijos y otros elementos de higiene. Por un tiempo eso permanecerá en gran parte de la población.

El aislamiento obligatorio, otra de las medidas adoptadas, incluyó el fortalecimiento del teletrabajo, que es otro hecho que se afirmó con la pandemia. No es que no existía, sino que no estaba tan extendido y que debió instalarse “de prepo” ante las circunstancias producto de la cuarentena.

Este punto es central para entender el funcionamiento de la administración pública en un futuro cercano. La preocupación por el control horario debe trasladarse al trabajo por objetivos, siempre respetando las condiciones laborales acordadas. Este tema es uno en los que más deberán concentrarse las actuales y futuras administraciones.

Por otro lado apareció, o mejor dicho reapareció, el Estado con su intervención en la economía a partir de estas situaciones excepcionales. Los ATP (Asistencia al Trabajo y la Producción) y el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) han sido dos herramientas desde el Estado que trataron de paliar los efectos económicos de la emergencia sanitaria.

La revalorización del Estado y del sector público en estos tiempos es un hecho auspicioso, especialmente para contrarrestar los argumentos de aquellos que consideraban que todo lo resuelve la mano invisible del mercado. Sin embargo, estamos viendo que, sin mercado y sin sociabilidad, tampoco habría Estado.

Pero también aparecen las consecuencias sociales y económicas de la pandemia. ¿Son los médicos los únicos que pueden asesorar en orientaciones posibles? Seguramente los sociólogos, antropólogos, psicólogos, economistas, politólogos, entre otros, podrían tener opinión sobre el comportamiento societal, sobre las transformaciones culturales, las estructuraciones mentales, para señalar algunos de los posibles saberes que pueden aportar a la situación excepcional expertos no médicos.

Esas circunstancias hacen pensar que la pandemia se multiplicó o, mejor dicho, fortaleció otras pandemias (o epidemias, si las queremos localizar) como la persistencia y el avance de la pobreza. La multiplicidad de efectos acarrea lo que Meryll Singer ha denominado como sindemia, acuñando un término que resume la sinergia entre más de una epidemia (o pandemia).

Al hablar de sindemia para nuestra situación estaríamos incluyendo problemas como la pobreza, malnutrición, obesidad, violencias, cambio climático, entre otros trastornos globales.

La gente se enferma, y algunos mueren por el coronavirus, pero también por la falta de acceso a servicios básicos, mala nutrición, depresión, violencia familiar, obesidad, y otras situaciones que no están incluidas en la exclusividad de la profesionalidad de la salud. La inclusión de otras miradas científicas, aparte de la de salud, hubiese ampliado las visiones sobre los problemas que potenció el coronavirus.

En una escena de la película Parasite, de Bong Joon-ho (2019), se plantea lo siguiente: “¿Sabes qué tipo de plan nunca falla? Ningún plan. Ningún plan en absoluto. ¿Sabes por qué? Porque la vida no se puede planificar”. Los que vieron la película sabrán el resultado final. Pero también sabemos que dejarse llevar por las reacciones deriva en desorientaciones y colapsos.

Pensando escenarios futuros del Estado

San Agustín decía que ni el pasado ni el futuro existen, el pasado vive solo en la memoria y el futuro es solo una esperanza. Podemos redirigir ese pensamiento señalando que el presente no existiría, ese presente ya es pasado y solo nos queda mirar el futuro. Por eso el Estado tiene que pensar en el futuro.

En esos futuros hay que visualizar los diferentes escenarios. Planteamos en otros escritos tres modelos de Estado posibles al 20301:

• Dogma vigente (ortodoxia): se trata de un modelo refinado, con altos grados de consistencia interna. Está asociado al papel central del mercado y tiene sus principales mentores en los países de la OCDE y los organismos multilaterales de crédito (i.e. Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial de Comercio). En términos generales, plantea políticas de continuidad en lo que refiere a instrumentos y herramientas estatales. El nombre de “dogma vigente” se debe a que, por una parte, tiene un discurso cerrado al cambio y por ello se presenta como incuestionable (en este caso, dada su argumentación basada en un alto determinismo).

• Camino sinuoso (heterodoxia reformista): este conjunto de ideas, que fue desarrollado por la socialdemocracia europea a partir del colapso del mundo soviético, la cuasi desaparición de su tradicional clientela obrera y el surgimiento de nuevas problemáticas –i.e. ecológica, de identidad sexual, de derechos a la información– pone el centro de gravedad de su teoría sociológica y política en la sociedad civil. Plantea reformas y continuidades en lo que hace a la visión liberal tradicional. ¿Por qué se denomina “camino sinuoso”? Las posturas socialdemócratas han ido modificando sus posiciones tanto en relación con la defensa o no de ciertas políticas públicas, como de la misma definición de los sujetos a quienes convocar como fuerza política. Así, su recorrido no ha sido recto o claro, sino sinuoso, ya que es fácil detectar oscilaciones de sus posiciones entre el socialismo y el liberalismo.

• Regreso al futuro (heterodoxia radical): se caracteriza por resaltar el carácter fundamental del intervencionismo estatal en la tarea de reconstruir un programa que represente los intereses de los sectores populares. El nombre de “Regreso al futuro” alude al hecho de que la centralidad del Estado en la vida social fue un fenómeno ya conocido en el siglo XX; el oxímoron del nombre alude a esta vuelta que ya no es al pasado, aunque lo parezca.

Pero así como se puede observar esos escenarios también podemos descartar otros. Existen otras “familias” ideológicas que tienen menos posibilidades de transformarse en las ideas rectoras de la organización estatal en los próximos años. Las mismas no pueden desecharse de forma definitiva. Entre las perspectivas que hoy tienen esta posición secundaria citamos las relativas a autoritarismos y/o militarismos extremos, izquierdas de visión internacionalizante y seguidores de ideas de base ecologista o comunitarista.

Alertas y previsiones

Si es posible delinear escenarios del futuro del Estado como acabamos de ver, también hubiese sido (y es) posible tomar en cuenta escenarios de pandemia y sindemia. Cisnes negros, como la caída de las Torres Gemelas o la crisis de las hipotecas del 2008, aparecen como improbables. Aunque siempre aparece algún “gurú” suelto que dice haber predicho estos hechos: ¿podemos considerar como alertas prospectivas cualquier información que anda circulando? Si buscamos, seguro que encontraremos los que plantean que existe actualmente el Shangri-La o que una secta de Venus trata de apropiarse del planeta Tierra. No todos los eventos improbables son parte de los análisis prospectivos.

El alto flujo de información impulsado por la velocidad de las comunicaciones centra la preocupación de los Estados más que nada por la coyuntura y deja de lado los indicadores de futuro. Las alertas prospectivas, de futuro y de escenarios son útiles para tomar en cuenta esos indicadores.

Pero en las alertas también hay que tener claro los intereses de los diferentes actores sociales, políticos y económicos que entran en juego en la selección de los caminos del futuro. Hay una apropiación de lo que se necesita y un descarte de algo que se considera aleatorio pero que puede terminar siendo importante. Los estudios prospectivos y el análisis de escenarios pueden pasar a ser un atrezo, como elementos que decoran ese escenario, y no el espacio necesario para entender esos escenarios.

Un elemento a tomar en cuenta es el de las responsabilidades por no considerar las alertas. Pero ¿es necesario encontrar responsables? ¿Hay un solo responsable? En un partido de fútbol, si un equipo pierde, ¿la responsabilidad es del técnico, de los jugadores, del arquero que no atajó bien, de los defensores que no defendieron, los atacantes que no hicieron los goles, elementos externos como el árbitro, los simpatizantes que no alentaron? ¿Es de la preparación y planificación del partido? ¿De todos o de varios?

La metáfora futbolística nos lleva a pensar en la multiplicidad de variables que interactúan (en el fútbol y en los estudios del futuro). Las responsabilidades nos deben permitir en estos casos, más que señalar con el dedo acusador, reflexionar sobre los diferentes elementos que componen el análisis respecto del futuro. La responsabilidad debería servir centralmente como disparador para entender las ausencias, los faltantes y los errores por corregir.

La nueva anormalidad

Michel Crozier publicó un libro llamado No se cambia la sociedad por decreto, pensando, entre otras cosas, en sociedades en constante cambio, en las que las normas no necesariamente generan transformaciones.

Las crisis que venimos viviendo en la Argentina parecen ser parte de nuestra normalidad. Algunos pondrán el eje histórico en los militares y los golpes de Estado, en la aparición del peronismo, en el avance del liberalismo. Lo cierto es que vivimos hace largos períodos en una anormalidad constante y nada ni nadie (más allá del discurso político) indican que se vaya a normalizar. La pandemia puede ser un punto de inflexión, aunque no se visualizan transformaciones profundas en espacios críticos. Reflexionemos acerca de las enseñanzas de los hechos del Covid-19 para transformar esa anormalidad en una anécdota a contar en el futuro junto con caminos que paulatinamente allanen los deseos del cambio social, político y económico que necesitamos.





Notas:

1) BLUTMAN, G. – CAO, H. (2019): El futuro del Estado en Argentina: escenarios en disputa al 2030. Edicon. Buenos Aires.

Autorxs


Gustavo Edgardo Blutman:

Licenciado en Ciencia Política UAJFK y en Sociología UBA. Magister Scientiarium en Administración Pública FCE UBA. Doctor en Ciencias Económicas FCE – UBA. Post Doctor FCE UBA. Profesor titular regular UBA. Secretario Académico CIAP-FCE-UBA.