Vigencia del tango en el mundo

Vigencia del tango en el mundo

Desde Munich, el autor constata la relevancia del género en Europa, y data los comienzos de este enamoramiento en la fascinación que Astor Piazzolla despertó en todo el planeta. De cualquier forma, hoy está más difundido a través de las milongas que en las salas de conciertos, y predomina la ejecución de obras ya conocidas, antes que la promoción de nuevos compositores.

| Por Luis Borda |

Para dar una impresión respecto de la vigencia del tango, hoy, en el mundo, solo puedo remitirme a mi experiencia personal, impresiones y vivencias. Desde hace veinte años vivo y trabajo en Europa, en la ciudad de Munich, Alemania.

Mis primeras incursiones en el continente europeo comenzaron en los años ’80 con el Luis Borda Sexteto, el Trío Argentino de Guitarras y otras experiencias, ya fueran concertantes o teatrales. También colaboré en filmes, tanto para cine como para TV, en donde el tango siempre estuvo y está presente.

En una de mis primeras giras en Alemania, más precisamente en la ciudad de Erfurt, tuve la extraña y sugestiva experiencia de ver cómo un jazz club se transformaba. En la noche, ya tarde, se esparcían los acordes y melodías de un tango. De pronto, el club de jazz se había convertido en una “milonga”, en la que bailaba el tango un grupo de jóvenes alemanes. La música era de Astor Piazzolla con Gerry Mulligan. Y sí, se bailaba Piazzolla sin ningún prejuicio. Desde entonces pude comprobar y experimentar lo que el tango despierta cruzando las fronteras, tanto de la Argentina como del Uruguay (países en donde el tango nació y se desarrolló hasta llegar a ser hoy una de las músicas populares más ricas, tanto en lo musical como en lo poético, la danza y hasta las artes plásticas).

Creo que la razón fundamental por la cual en estos últimos treinta años se volvió a despertar el interés y el acercamiento al tango en el mundo, fue la música que compuso y ejecutó Astor Piazzolla. Negado por el público argentino, Piazzolla buscó su camino en el exterior, donde su gran calidad como intérprete y compositor dio al tango de concierto un impulso descomunal, poniendo al género en las más importantes salas de concierto del mundo.

El hecho de que su música fuera editada en partituras, con versiones y adaptaciones para innumerables combinaciones de instrumentos y grupos instrumentales, hizo que sus composiciones pudieran ser tocadas por instrumentistas de la más variada formación musical. Los estudiantes de música de los conservatorios tuvieron y tienen a su alcance la posibilidad de interpretar la obra impresa de Astor, que es algo que no siempre sucede con la obra de otros grandes compositores de tango, de los cuales, aun teniendo algunos sus respectivas editoriales responsables de la difusión y distribución de sus obras (esa es la principal función de una casa editora), solo se puede acceder a ediciones muy elementales.

Astor Piazzolla es uno de los músicos más interpretados en el mundo entero y no solo en el mundo del tango. En los últimos años no ha habido sala de conciertos que no incorporara en su programa interpretaciones de sus obras. En algún momento, incluso, Astor fue el compositor más interpretado en Europa. ¡Más que el mismo Mozart, o Beethoven!

En plena eclosión tanguera, muchos intérpretes “consagrados” de la música clásica hicieron su inclusión en el género, aun no habiendo tocado antes un tango, ni tomado siquiera un mate. Muchos de esos grandes intérpretes, una vez pasada la cresta de la ola tanguera, no han vuelto a hacerlo sino muy esporádicamente.

Desde el concierto conjunto Astor Piazzolla-Osvaldo Pugliese con sus respectivas orquestas, en Holanda, el 29 de junio de 1989, la música de Pugliese fue descubierta por los amantes del tango de todo el mundo como algo a la vez tradicional y auténtico, sumamente mágico y sensual, y también los más propensos a la danza descubrieron la música de Piazzolla y de allí pasaron a Fresedo, Di Sarli, Troilo, Canaro, etc. Este “descubrimiento” desarrolló aún más el aspecto danzante del tango, lo que produjo el auge vertiginoso de las academias de tango y las “milongas” en las que los asistentes bailan al ritmo de toda la amplia gama de orquestas de tango, tal como en las milongas de Buenos Aires. Hoy prácticamente en cada ciudad o pueblo alemán hay una milonga, y aquí en Munich hay una o más milongas cada día. ¡Sí, todos los días!

Por supuesto, esto se transformó también en una enorme posibilidad de trabajo para los bailarines de tango y también para aquellos que, viniendo de otras disciplinas, aún no habían experimentado la pasión por esta música y esta danza.

Miles de jóvenes argentinos y de otras nacionalidades han encontrado, diría yo, el rumbo de sus vidas, tanto en lo laboral como en lo artístico. Lo describo así porque seguramente la posibilidad de trabajar, junto con la vocación artística, es algo difícil de lograr con el tango en nuestro país.

Constantemente llegan grupos instrumentales, músicos, bailarines y hasta disc-jockeys de la más variada calidad y compromiso con el tango, algunos excelentes y otros no tanto. Hay también quienes mezclan el tango con la cumbia “cuartetera”, motivo por el cual se me ha empezado a caer el pelo… Imagínese el lector: después de “Responso”, “Sacate la Bomba Chita”…

Creo que el auge de las milongas, en donde se ha mezclado todo (no falta algún DJ que hace sonar David Guetta junto al denominado “electrotango” en las noches milongueras) ha hecho que el tango se reduzca casi con exclusividad al baile. Hoy se lo encuentra con menor asiduidad en las salas de conciertos, en donde al público se le exige mayor atención y concentración en la música.

Días atrás un amigo y colega me comentó: “Hoy el público quiere ver la música, no escuchar”. Me pareció un poco exagerado, pero algo de verdad hay en esa idea. Y el tango no escapa a esto. Me quedé pensando en el “tango show” que, en ese afán por contentar a la audiencia con puestas en escena contundentes, electrizantes y plenas de efectos especiales, pierde muchas veces el espíritu profundo y nostálgico que es el sello fundamental del tango. Se diluye el hecho sensitivo y casi místico, lo que impide apreciar la música y la poesía por sí mismas. Y en muchos casos hasta se prescinde de los músicos en vivo: en algunos de estos eventos se cubre el escenario con bailarines en su mayoría virtuosos, por supuesto, acompañados por CDs ¡pero sin músicos en escena! Una gran parafernalia lumínica y efectos especiales parecería en esos casos que cumplen la función de reemplazar a los intérpretes. En esos casos me pregunto cómo podría “entrar” un poema de tanta intensidad tanguera como los de Homero Manzi o Celedonio Flores.

A mí me parece que para el gran acontecimiento que es escuchar a estos poetas y compositores, lo mejor es apagar la luz y cerrar los ojos.

Más de una vez he escuchado decir a mis coterráneos: “Lo que pasa es que los alemanes no entienden nada de tango”. No creo que sea esto un problema de los alemanes, que sí están abiertos a escuchar, lo que significa una gran oportunidad para dar a conocer nuevas propuestas de intérpretes y compositores sin preconceptos; el problema se concentra en las milongas porque siempre repiten el mismo repertorio, en cualquier parte del mundo donde uno esté siempre se escucha lo mismo, tal como pasa en las FM de música pop, y rara vez se le ofrece al tanguero/a local alguna visión actual y de alta calidad. Quiero decir: en las milongas se ha domesticado al público y hasta se ha llegado a decir que “Pugliese ¡no! porque tiene muchos cambios de ritmo”.

Paradójicamente, la puerta que se abrió a partir del tango concertante con Astor Piazzolla, que dio impulso internacional al tango contemporáneo, el de nuestro tiempo, el tango escrito por compositores vivos –y en consecuencia, luego, al tango digamos “clásico” en todas sus variantes–, hoy parece cerrarse, porque el auge del tango bailado que se nutre de la música de los años ’30/’40/’50 (por supuesto música maravillosa) no admite experiencias compositivas actuales.

Por otro lado, y esto lo digo como compositor, el tango concertante no se piensa como complemento de la danza-espectáculo convencional. Este tiene un valor en sí mismo y no necesita de un valor agregado. Tal vez sí podría concebirse junto a creaciones coreográficas acordes con la estética que la música pudiera proponer. O simplemente ser así: “música para escuchar”.

Queda entonces esperar (para que no pase con el tango lo mismo que con el flamenco o la música andina que, luego de un período de apogeo, por diversas razones dejaron de despertar el interés en el público internacional) que la riqueza de la creación tanguera y ciertas circunstancias sociales converjan.

En mi opinión, lo que está faltando en el mundo tanguero actual es que los creadores sean dados a conocer. Compositores, intérpretes, poetas, que los hay muy auténticos y de muy alto nivel. No creo que el camino sea la interpretación de covers que, aun con cierto toque de “posmodernismo”, ya es un mundo archirreiterado. El reciclaje de los grandes clásicos del tango no es el camino.

Hay quienes “arriesgan la nota”, los que están creando, y eso debe ser destacado. Hay que desplegar el potencial creativo de esta generación. Es tarea de nuestros funcionarios de la cultura fomentar y apoyar proyectos para que el tango no quede en un recordatorio de tiempos idos.

La esperanza la encuentro en aquella frase del gran maestro Aníbal Troilo: “El tango sabe esperar”.

Autorxs


Luis Borda:

Músico argentino, uno de los guitarristas, compositores e intérpretes del tango más reconocido internacionalmente. Desde 1997 vive y trabaja entre Alemania y la Argentina. Está considerado como uno de los más significativos renovadores e impulsores de la corriente denominada “Tango Nuevo”. También ha escrito música para filmes, obras teatrales y música para ballet.