Una sociedad mediada por pantallas

Una sociedad mediada por pantallas

Las pantallas electrónicas están por todos lados las 24 horas del día. Esto genera cambios sobre espacios clásicos como el trabajo, la familia o el estudio, y entraña beneficios pero también riesgos. Es indispensable pensar una política educativa que potencie un uso rico, responsable, crítico y creativo de estos dispositivos.

| Por Fernando Alfredo Bordignon |

Las pantallas electrónicas nos han invadido desde el mercado, están por todos lados, en nuestro hogar, en el trabajo e inclusive en nuestros bolsillos las 24 horas del día. En la Argentina, la computadora es el dispositivo tecnológico que más se extendió en los últimos tiempos; más del 70% de los ciudadanos poseen una computadora y la usan en promedio 2 horas y media diarias.

En el año 2013, en la Argentina, se llevó a cabo una encuesta nacional de consumos culturales, aplicada a ciudadanos de 12 años. Las tasas de lectura en la Argentina son elevadas, de las más altas de Latinoamérica. Hay muchos lectores (85%) y se lee bastante en casi todos los formatos disponibles (diarios, libros, revistas y pantallas de PC). El 73% de la población lee diarios, un 56% lee al menos un libro al año, poco menos del 50% leyó revistas el último año y casi la misma cantidad lee en la pantalla de su computadora. La lectura en soporte digital se centra en los diarios, y es bastante menor respecto de los libros (un 8% indica haber leído algún libro digital). Si se considera la población total del país (incluyendo a quienes no leen), se leen casi 3 libros al año (por persona de 12 años o más).

La omnipresencia de las pantallas personales en la vida de las personas está realizando cambios sobre espacios clásicos que antiguamente estaban bien definidos (trabajo, familia, estudio, entre los principales). Ya que su disponibilidad de 24 horas permite estar “siempre conectado”, esta es la razón principal por la cual se están corriendo fronteras al tener una invasión en tales lugares. Por ejemplo, hace varios años, el trabajo terminaba al salir de la fábrica o de la oficina, y no había actividad relacionada hasta el otro día laboral. Hoy esto no es así, las TIC y en particular las pantallas móviles han ayudado a cambiar las reglas de juego y a correr las fronteras sobre los espacios mencionados, a partir de que nos permiten tener un continuo sobre nuestras actividades.

La investigadora Roxana Morduchowicz, especializada en la relación entre jóvenes y tecnologías digitales, ha comprobado que el supuesto de que la lectura “se lleva mal” con el uso de las pantallas digitales es un mito. Ha observado que lo que caracteriza a los jóvenes de hoy es el uso simultáneo de los medios y su superposición en variadas combinaciones: TV más Internet, música más teléfono, entre las principales. La convergencia digital ha definido una reorganización en los modos y formas de relación con los bienes culturales. Es por ello que el vínculo entre lectura y medios se está resignificando a la luz de los usos y costumbres, dado que el hipertexto y lo multimodal conllevan a pensarlos “juntos” y para nada por separados.

Quienes se especializan en el análisis de consumos culturales coinciden en que la lectura ha crecido a partir de la masificación de Internet, y acuerdan que se lee de otra manera, principalmente a partir de intervenir sobre los textos. Esta interactividad caracteriza nuestros tiempos, se desplaza por la ciencia, la cultura, las artes y también sobre la literatura. Se cuenta con múltiples recursos para intervenir sobre el texto, ya sea editando, anotando, ampliando, o simplemente seleccionando pasajes. Como dijo de forma anticipada el filósofo Jesús Martín-Barbero, atravesamos una época que se caracteriza por una mutación en los modos de circulación del saber. Lo que antiguamente estuvo centrado en pocos, resguardado, vigilado, ofrecido con cuentagotas por las figuras sociales que representaban el poder, hoy ya empezó a circular libremente. Es así, el saber ha escapado de los pocos lugares que lo almacenaban y a la vez que lo legitimaban.

Hoy podemos estar seguros de que los saberes se han descentrado, al salir de las bibliotecas físicas y de la escuela; como dice Martín-Barbero, somos testigos de “…un proceso que casi no había tenido cambios desde la invención de la imprenta” a partir de “…una mutación de fondo con la aparición del texto electrónico”, donde no se reemplaza al libro en formato papel sino amplia la experiencia de leer y conocer a través de pantallas digitales interactivas, disponibles las 24 horas en cualquier lugar. Por este último hecho, podemos acceder a saberes que también se han diseminado, a partir de estar des-localizados de sus lugares de resguardo tradicional. Que estos puedan copiarse y transmitirse en formato digital ha potenciado significativamente su disponibilidad en la actualidad por parte de cualquier ciudadano.

Roger Chartier ha planteado que en nuestra historia como sociedad no ha habido una revolución en la lectura semejante a la digital. Dado que hoy hay una continuidad textual donde los límites entre los formatos clásicos de lectura están casi diluidos. Las posibilidades que ofrecen los textos digitales son muy variadas, la experiencia de leer se ha enriquecido, el tema se centra en identificar las nuevas formas y prácticas derivadas de la interactividad. El medio digital ha revolucionado la lectura; las pantallas múltiples, livianas, personales, interactivas, ya conviven junto a la letra sobre el papel.

Esta es nuestra realidad diaria y en particular la que enfrentan nuestros niños y jóvenes, los cuales son testigos directos, en su carácter de estudiantes, de la reorganización que está sucediendo sobre las formas de leer y escribir en el mundo. Estamos dejando de identificar la lectura únicamente con el libro papel, nos cuesta, y claro, si somos parte (y a la vez testigos) de tiempos de cambios significativos en los modos de reorganización de la producción y la circulación de los saberes. Entonces es difícil sacar la cabeza afuera, tener tranquilidad y observar nuestro mundo, somos parte del tsunami y debemos reflexionar y actuar mientras damos vueltas.

Riesgos de una lectura no apropiada en pantallas

Hoy los ciudadanos tienen la oportunidad de ser alternativamente emisores y receptores de todo flujo de información. En acuerdo a lo planteado hace varias décadas atrás por Jean Cloutier, el cual aportó el término “EMIREC” (formado por la combinación de los términos emisor y receptor), a partir de la web participativa, todos somos potencialmente EMIRECS, dado que técnica y socialmente disponemos de todo lo necesario para realizar ambas funciones.

En los últimos años, la capacidad de interactividad de los usuarios se ha ampliado. En el origen del espacio web el usuario sólo disponía de opciones asociadas a la navegación sobre un sitio. Ahora el usuario dispone además de una amplia gama de herramientas y servicios en línea que complementan y amplían su participación en la web. Promoviendo sus posibilidades creativas, productivas y participativas, ya sea desde una posición individual o colectiva. El punto de partida de este empoderamiento del usuario a partir de la ampliación de sus capacidades se dio cuando se estableció la web 2.0. La lectura en pantalla se ha visto enriquecida por esta manera de interacción, dado que las personas que interactúan con los medios digitales dialogan con los textos, las imágenes y por ende con sus autores, hasta el nivel de poder convertirse ellos mismos en autores de contenidos multimodales.

En muy pocos años hemos pasado de las sesiones de escritorio con nuestras pantallas a estar comunicados de forma permanente a través de ellas. Donde antes éramos visitantes esporádicos del ciberespacio, ahora somos parte activa de él. Esto nos trae una serie de beneficios pero a la vez también riesgos.

Las pantallas han permitido una importante expansión de las ofertas de consumo de bienes y servicios. Como lo entendiera de forma temprana la empresa Google, los sitios de servicio también son una gran vidriera (casi infinita) donde propios y terceros pueden ofrecer bienes y servicios de todo tipo a un solo clic del comprador potencial. Esta forma de visibilidad e interactividad combinadas han permitido expandir los shoppings a los bolsillos de las personas las 24 horas al día. Estas nuevas posibilidades y capacidades deben ser exploradas por los lectores y adaptadas a sus necesidades reales de consumo, dado que utilizándose de manera no reflexiva e indiscriminada pueden llegar a causar bastantes problemas.

En el sentido del ejemplo anterior, existen situaciones no deseadas, dado que la interactividad puede darse a partir de decisiones propias o externas. La interactividad basada en decisiones propias tiene origen en el mismo usuario, en base a sus deseos genuinos y es guiada por su fluidez técnica, la cual le facilita el sumergirse en el espacio digital. La interactividad basada en decisiones externas al usuario está conformada por recorridos armados por terceros (en general con fines de consumo de bienes y servicios), donde el usuario lo único que hace es seguir caminos predefinidos. El sociólogo estudioso de la sociedad red, Manuel Castells, determinó dos nuevas categorías de individuos: los “interactuantes” y los “interactuados”, a partir de observar los nuevos roles que asumen las personas en la red. En sus palabras, los interactuantes son “aquellos capaces de seleccionar sus circuitos de comunicación multidireccionales”, en cambio los interactuados son “los que se les proporciona un número limitado de opciones preempaquetadas”. Las pantallas son los escenarios naturales donde se ponen en juego tales situaciones.

Es sabido que la sociedad red ha logrado una transformación económica y social impactando significativamente en nuestra cultura. En este contexto, el modelo interactuante/interactuado propone en esencia una diferenciación sociocultural que efectivamente determina la segmentación de ciudadanos, donde los que pertenecen a la clase interactuados quedan librados a los planes de las organizaciones económicas que únicamente buscan promover el consumo, versus los interactuantes, los cuales tienen mayores saberes que están en función de su empoderamiento y libertad frente a las agendas corporativas de consumo.

En la República Argentina, Beatriz Busaniche, desde la Fundación Vía Libre, indica que existe un grupo de elementos estratégicos que están en función de establecer un ambiente de oscurantismo informático, el cual tiene por función desmoralizar y bloquear nuestros emprendimientos de creación, desarrollo e innovación en ciencias de la computación y tecnología digital. Frases como las siguientes articulan el discurso de la campaña planteada: “La construcción de programas es una ‘industria’ y por lo tanto sólo se realiza en los países industrializados”; “Las escuelas deben enseñar los programas que se usan en el mundo laboral”. Estos conceptos, como se ha visto, están en función de consolidar un relato y una posición dominante por parte de ciertas empresas, a partir de reducir a interactuados la condición general de la población.

Hacia usos superadores de nuestras pantallas

Que las brechas digitales existentes entre los países del mundo aumenten o se reduzcan depende en gran parte de la efectividad de las políticas educativas que se implementen en pos de usos críticos, ricos e innovadores de las pantallas múltiples. El integrar a todos los actores involucrados en pos de trabajar efectivamente en este propósito es, a la vez, un desafío y una oportunidad. Las políticas que se implementen deben entender que las redes digitales, con su gran capacidad de interconexión y de convergencia de tecnologías, poseen un alto potencial para la inclusión social y para la formación según diversas necesidades, en línea con la creciente demanda de educación permanente y de gestión del conocimiento, ejes que vertebran las condiciones de la vida social contemporánea.

Las políticas públicas relacionadas con la promoción de inclusión a la sociedad de la información no deben quedarse sólo en proveer estructura de comunicación ni propiciar la distribución de equipamiento. Es claro que si lo anterior no se acompaña de programas educativos destinados a todos los grupos que componen la población, se correrá el riesgo de tener más personas interactuadas por la tecnología, con la consiguiente limitación de las múltiples posibilidades democratizadoras y generadoras de equidad social que pueden traer las tecnologías digitales.

Los ciudadanos y los nuevos saberes necesarios para desarrollarse en estos tiempos de pantallas múltiples es un tema de la agenda política de los países de la región. La Presidenta de la República Argentina, Cristina Fernández, puso de relieve la importancia de contar con ciudadanos con saberes apropiados al ahora. En una declaración pública, al referirse a temas derivados de la digitalización, indicaba que “implica también otra gran responsabilidad porque al estar todo abierto necesitás formar ciudadanos que sean capaces de procesar la cantidad de información que se les vuelca encima y que reciben de todos lados, para que puedan contar con los instrumentos y con los elementos para hacer su propio juicio de valor”.

Es por ello que la escuela, con todas las tensiones que concentra (en su mayoría, derivadas de su proceso complejo de adaptación a los tiempos vertiginosos que corren), junto con la familia, son los ámbitos privilegiados donde debemos acompañar y formar a las nuevas generaciones en los usos ricos, responsables, críticos y creativos de un mundo mediado por pantallas múltiples.

Autorxs


Fernando Alfredo Bordignon:

Profesor Asociado Regular de la Universidad Pedagógica (UNIPE). Magister en Tecnologías Integradas y Sociedad del Conocimiento, Universidad Nacional de Educación a Distancia de España, UNED. Director del LabTIC, Laboratorio de Investigación y Formación en Nuevas Tecnologías Informáticas Aplicadas a la Educación de la Universidad Pedagógica.