Poder de compra del Estado

Poder de compra del Estado

El poder de compra del Estado es un importante motor del desarrollo económico y social argentino. Los aspectos a tener en cuenta para lograr un desarrollo inclusivo lo más veloz posible.

| Por Bruno Capra* |

Un aspecto de gran importancia para una política industrial argentina inclusiva, o sea, que permita la mayor incorporación de ciudadanos al desarrollo personal a cambio de sus habilidades, es tener en cuenta, como determinante e indicador, a la industria de alto valor agregado como lo es, por ejemplo, la fabricación de bienes de capital (BdC), tomada como referente para el conjunto de actividades similares pero que en términos particulares podría ser la de aeronaves, barcos, trenes, generación eléctrica, telefonía, o minería.

El camino a delinear para que la industria logre su máximo desarrollo con inclusión de personas calificadas sería aquel que se acerque al mayor volumen posible. El recorrido está formado por pasos, y cada uno de ellos nos debe dar como resultado un acercamiento a una sociedad económicamente libre, políticamente soberana y socialmente justa. Para esto es muy importante un acertado manejo y orientación de los conceptos que engloba la tecnología, con su “madre” la ciencia.

Industria, bienes de capital y afines / consumo

¿Por qué los BdC y equivalentes son importantes para una política industrial argentina respecto de los bienes de consumo? Varias respuestas, todas verdaderas según la óptica desde la cual se mire el tema. Se pueden resumir en que son verdaderas o falsas según el plazo en el cual deseamos resultados satisfactorios.

1) A corto plazo. Si consideramos los BdC sólo a los fines de una reactivación económico-productiva inmediata, estos son iguales a los bienes de consumo.

2) A mediano/largo plazo. El rol reactivante es decididamente menos importante que si consideramos el efecto a más largo plazo, donde el papel fundamental es el rol creador de capacidad productiva.

3) Más hago, más puedo hacer. A los fines de profundizar la comprensión del rol creador de capacidad productiva, podemos meditar y responder: ¿somos más ricos si compramos BdC argentinos, o si compramos BdC importados? Los BdC los podemos comprar fácilmente afuera y debemos esforzarnos para producirlos localmente. ¿Por qué?

El problema económico que se presenta es que para maximizar el crecimiento a mediano o largo plazo, habría que maximizar el ahorro, o sea abstenerse lo máximo posible del consumo actual. A medida que se obtiene el ahorro, acelerar al máximo la capacidad productiva. Esta regla simple no es aplicable linealmente a la fabricación de BdC, porque la capacidad productiva de los BdC no es una función directa del ahorro como en gran medida lo es para casi todos los demás bienes de la economía.
Cuanto más conocimiento específico se acumula, más aumenta el rendimiento productivo y más complejidad es manejable, o sea, el crecimiento en la producción de BdC no es una función lineal, sino una función exponencial del ahorro.

4) Tecnologías derivadas. La compra y posesión de BdC en una producción de bienes de consumo da una capacidad de producción inmediata y es independiente de quién produce el BdC (nacional o extranjero).

La visión se complica porque los BdC sirven para muchas otras cosas que su función específica de producción. a) Sirven para optimizar las materias primas que se usan en el proceso fabril. b) Sirven para capacitar los equipos humanos que intervienen en la fabricación del BdC y con esto disponer de tecnologías derivadas, aplicables a otros procesos productivos (interacción).

Las sociedades de gran desarrollo industrial, o sea aquellas donde el porcentaje del Producto Bruto Industrial (PBI) es elevado, son a su vez democracias pluralistas consolidadas con buena distribución de la renta. Esta solución ideal es permanentemente auscultada y analizada y se instrumentan muchas medidas para mantenerse permanentemente cerca del ideal.

5) Bien de capital hecho por industrias locales. Los países que desarrollan fuertes industrias de BdC tienen muchas medidas de apoyo a su propia industria que podemos considerarlas como poder de compra del Estado (PCE) “Ampliado”, tales como: reserva del mercado de servicios públicos propios (compre argentino), financiamientos muy baratos o a tasas negativas para desarrollos estratégicos (bancos), planificación plurianual de avances sociales o industriales que “gatillan” búsquedas de soluciones industriales propias (programación estatal), desgravaciones para los inversores que compren BdC de producción local (AFIP), diferimientos impositivos para los inversores que compren BdC de producción local (AFIP), etcétera.

6) Conflicto por comprar afuera. Al comprar BdC en el extranjero la comunidad sacrifica: a) las divisas; b) el aprendizaje tecnológico, y c) el entrenamiento para la creatividad.

b) y c) son elementos muy importantes para la industria (y la industria para la sociedad), que no se pueden aprender en libros o cursos, sino que sólo se aprenden en la gestión diaria para obtener un resultado, apoyándose, sí en ese caso, en libros y cursos. El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (Mincyt) puede aplicar muchos recursos en desarrollos, pero si el PCE no acompaña, los resultados serán siempre pobres, desconectados del quehacer fabril. Es necesaria la acción coordinada con un plan de desarrollo económico de los ministerios que fundamente y oriente el llamado “modelo” actual.

7) Presente o futuro. En cada etapa de desarrollo del país hay un equilibrio de mayor satisfacción social que debería poderse hacer explícito: ¿cuánto sacrificar del consumo, relegando la satisfacción actual? y ¿cuánto invertir en desarrollo para satisfacción futura? Obtener el máximo deseable no es una tarea fácil, pero es necesaria si queremos aumentar el empleo en cantidad y calidad e influir en la calidad de vida general.

La dinámica del crecimiento económico implica un multiplicador económico donde adentro está el sector externo de la economía. Cuando importo tengo al final una menor recaudación fiscal total, un mayor endeudamiento externo y una pérdida de autonomía económica. Estos planteos se vuelven progresivamente más relevantes cuando tomo un horizonte de planeamiento creciente.

8) Pleno empleo. La desocupación no se puede resolver con mano de obra barata. La podemos y debemos resolver como una cuestión de supervivencia, definiéndonos como país industrial y actuar en consecuencia. Para esto la industria de la creación de equipos que se compran a través del PCE aporta en los hechos casi toda la innovación del sector industrial y en particular de los BdC, que es una industria de alto valor agregado y de una gran contribución al bienestar general.

La fabricación local de los BdC en los sectores de más interés para la competitividad del país en términos de comercio internacional es fundamental para aumentar en el mediano y largo plazo las exportaciones de manufacturas de todo tipo de alto valor agregado.

Si tomásemos la decisión de aprovechar al máximo el potencial que disponemos para nuestro desarrollo, deberemos afrontar no sólo el tema posible o “físico” que es parte de la ciencia de los ingenieros, sino el tema cultural, el de los intereses creados que están imbricados con lo cultural y lo ideológico.

Avance posible

Una forma significativa de hacer avanzar todo es el aprovechamiento al máximo del PCE, que es la expresión económica del Estado que puede manejar o inducir su forma de manejo a los habitantes que operan en términos económicos.

Cuando hablamos del PCE, asociamos esto a la intervención estatal directa.

Si el Estado dispone de fondos para la compra, aparece como lógico, como acertado, que ese dinero sea gastado a favor de la misma comunidad que es propietaria de ese dinero. Dinero que recaudó (AFIP) restringiendo el consumo de los privados a favor de priorizar lo común, por lo tanto, se ve intelectualmente como razonable que vuelva a la comunidad en forma de compras nacionales, excluyendo todo donde sea posible la compra al extranjero, generando así un círculo virtuoso de gasto estatal, actividad nacional, más impuestos, nuevo gasto estatal, etcétera.

No se trata de “cerrar” los mercados para las compras al exterior, sino de algo más importante para nuestro desarrollo, que es “abrirlos” al trabajo nacional.

Eso es lo que genera la legislación tuitiva que define el procedimiento que debe respetar el Estado, que es la legislación vigente y casi no aplicada de “compre argentino”, que fue la base del exitoso período industrialista llamado de sustitución de importaciones. Resumo las tres leyes vigentes de compre argentino:
1) Ley 5.340/63 “Compre Argentino”, obliga a todo sujeto de orden publico a comprar exclusivamente mercaderías, materiales y productos de origen nacional, siempre que su precio sea razonable. Ley casi no usada.
2) Ley 18.875/71 “Contrate Nacional”, complementa la anterior y regula la contratación de obras y servicios y aumenta las preferencias, implementando una reserva de mercado para las empresas nacionales en la ejecución de proyectos y la consultoría para obras. Más olvidada que la anterior.
3) Ley 25.551/01 “Compre Trabajo Argentino”, cambia en algunos pocos puntos las leyes anteriores, y mantiene específicamente su vigencia. En todos los casos regulan que los sujetos obligados deban comprar con licitación pública y el oferente gana en igualdad de condiciones de calidad, plazo y precio.

Origen de la legislación

Hay muchos antecedentes a lo largo de la historia argentina, reconociendo el primero de ellos en los actos de la Primera Junta. La inspiración de las dos primeras leyes mencionadas fue la ley norteamericana (Buy American), de la cual la primera (5.340/63) es casi copia. Es notable que la ley argentina sea mucho menos protectora de lo nuestro que la de Estados Unidos, y además, nosotros, los argentinos, con nuestra dualidad cultural, la hacemos no sólo de menor alcance normativo, sino mucho más flexible en su aplicación.

En Estados Unidos, la dureza en su aplicación es de tal intensidad que hoy es inimaginable en la Argentina. Si no existiese esta diferencia, se eliminaría buena parte de nuestras limitaciones para desarrollarnos a pleno. Otra vez, el hecho cultural.

En Estados Unidos se ha mantenido la legislación en el tiempo, ningún neoliberalismo le ha hecho mella. Nosotros no podemos decir lo mismo. Las “relaciones carnales” no dejaron las mismas huellas en los dos amantes.

Alcance

En su concepción, las leyes del “compre argentino” van bastante más allá que el gasto directo del Estado. En ellas se definen los “sujetos obligados”. Estos son todos los que de diversas formas administran fondos públicos, que no siempre son propiedad del Estado; es el ámbito de los concesionarios de servicios públicos que manejan tarifas, que son dineros públicos de otra forma. Son los servicios telefónicos, los transportes, la energía eléctrica, etc. También lo son las actividades públicas de patrimonio privado tales como medicamentos, las radios, canales de TV, etc., que no pueden existir sin tener una licencia de onda en el espectro radioeléctrico. Sin licencia, no hay emisora, no hay actividad económica.

Poder de compra del Estado “Ampliado”

Lo cultural nos funciona como un limitador de las posibilidades de Desarrollo endógeno. La utopía que deberíamos perseguir es esta referencia: “Sólo puede realizarse el ideal del ser humano libre, exento del temor y de la miseria, si se crean las condiciones que permitan gozar de sus derechos económicos, sociales y culturales, tanto como sus derechos civiles y políticos…”, que pertenece a la Convención Americana Sobre los Derechos del Hombre (1969) y otras equivalentes en nuestra Constitución nacional.

Una visión de cómo lo cultural influye en el camino del desarrollo propio es el predominio transnacional en la economía argentina. Las empresas extranjeras explican el 75 por ciento del valor agregado generado por las 500 firmas más importantes radicadas en el país, sin tener en cuenta la dominación que por vías tecnológicas, financieras, insumos críticos, etc., ejercen sobre muchas pymes. Las empresas extranjeras son relativamente poco generadoras de empleo por unidad producida, lo que es realmente un importante limitante para poder hacer parte de un modelo de acumulación con inclusión social. Para estas empresas los salarios constituyen más un costo de producción que un factor dinamizador de la demanda interna (y para ellas, cuanto más bajos, mejor).

El espacio de esta nota no habilita a extenderse, pero señalaremos algunos elementos indicativos: El antagonismo cultural originado por nuestra pertenencia iberoamericana, y la colonización occidental dan como resultado un doble pensamiento: los liberales y los nacionales. Nacimos como colonia; al independizarnos, los dirigentes actuaron como poder imperial delegado y así este pretende seguir, si puede. Con la Generación del 80 (1880), ese poder se consolida como clase dominante.

Tenemos una traba cultural importante para alcanzar el éxito en esta concepción de dinamizar nuestra economía a límites cuantitativos y cualitativos mayores. Tanto, que en un reciente escrito mío, compilado por el Ing. Enrique Martínez, presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) para formar parte del libro Nuevos cimientos. Debates para honrar el Bicentenario, sostengo la posibilidad de que la Argentina crezca a tasas de un 15 por ciento teórico frente al 9-10 por ciento actual. Los que tenemos estudios en ciencias “duras” pensamos que, dentro de los límites físicos, teóricamente, es posible. Lo cultural impone límites más duros, más limitantes.

Por la expresión económica de estos conflictos yo adhiero a la teoría de las estructuras productivas desequilibradas (EPD) postulada por el Ing. Marcelo Diamand en su libro Doctrinas económicas, desarrollo e independencia, que postula que en los países en los cuales se produce un bien primario de alta productividad natural , esta riqueza crea una elite dirigente que se apropia para sí de ese recurso y mantiene todo lo posible esas reglas.

La descripción les cabe bien a varios de los países de la Unasur y otros que pertenecen al tercer mundo y no así a los países centrales, por lo que este tema no es estudiado en el norte occidental, y muy poco por estas latitudes. Una descripción más detallada y universalizada es la que se describe con el nombre de “enfermedad holandesa”, conocida desde hace unos cuarenta años, pero que, como su mismo nombre de “enfermedad” lo indica, es de carácter transitorio y no se ve como un problema estructural, que necesita su propio enfoque. Esa no percepción hace que se nos quieran aplicar recetas pensadas para sociedades de otras características y, lo que es peor, que los argentinos estemos dispuestos y deseosos de recibirlas.

Esta no es sólo una cuestión académica sino que es de la mayor importancia para nuestra vida social y económica. Porque cuando crece la población, la división de tareas postulada por la Generación del 80 no es apta para dar bienestar con igualdad de oportunidad a todos los habitantes; y la puja social toma características salvajes como en el caso del recordado “Proceso” del ’76 y otros anteriores.

Se desprende de lo dicho la existencia de dos líneas interpretativas básicas y de acción, a tener en cuenta: la línea nacional, que ejercen “los nacionales” y, la línea antinacional o liberal, que impulsan “los liberales”.

Nuestro desafío actual es la construcción de un YO común, de todos los argentinos, un NOSOTROS para tener algo nuevo, muchas veces intentado y nunca logrado, una unidad de destino, para pasar de ser una superficie habitada, a ser una Nación. Los que nos consideramos nacionales tenemos el desafío de oponer a los liberales (all’uso nostro) una fuerza política contraria que nos permita la integración como Nación (ellos no quieren, no nos quieren).

Todo Movimiento Nacional es esencialmente integrador (nosotros sí queremos integrarlos a ellos). Tenemos, como expuesto, un antagonismo básico no resuelto, que nos acompaña desde el inicio de nuestra historia, sólo el “Bloque Nacional” puede oponer una fuerza neutralizadora a ese poder liberal (o antinacional). El desafío que tantos han postulado es el de construir un Poder Nacional.

La paz y la prosperidad no se dan en un armisticio que, en este caso, es entre lo nacional y lo antinacional. Hay que ganar la puja y hay que integrar. Hay que conseguir crear (¿lo estaremos haciendo?) un sistema con consenso y legitimidad, social, política y jurídica, con flexibilidad para que durante el avance del tiempo se pueda mantener la continuidad. Tenemos una disyuntiva: hacemos historia, o padecemos la historia. Si elegimos hacer la historia, considerando que no hay en este tema una situación de equilibrio posible, el resultado depende de la lucidez, la voluntad y el arte de la conducción.

Conclusión

Si como resultado del período social de alto dinamismo político que se vive actualmente, a mediados de 2011, en la Argentina, se planteara un Plan Estratégico de Desarrollo Nacional, es mi opinión que habría fuertes debates generados en las distintas posibilidades de desarrollo endógeno fundado, que es el desarrollo indispensable y fundamental para que sea permanente y estable. Caso contrario, arriesgamos caer progresivamente en un nuevo estrangulamiento de la balanza de pagos, con la reiteración de la crisis interna conocida (tipo 2001-2003).





* Ing. Electromecánico, UBA. Gerente Gral. del Polo Tecnológico Constituyentes S.A.