Migraciones y situaciones en el ámbito de trabajo

Migraciones y situaciones en el ámbito de trabajo

Hacia fines del siglo XX se incrementó en nuestro país la inmigración sudamericana y de países limítrofes. El rol de estos sectores en el mercado informal de trabajo, la demanda de empleos de baja calificación y el surgimiento de las denominadas economías o enclaves étnicos.

| Por Roberto Benencia |

En las últimas décadas el fenómeno de la migración se ha convertido en uno de los temas habituales de las agendas políticas y académicas internacionales. Los estudios que lo abordan ponen de manifiesto la configuración tan compleja como dinámica de nuevas formas de desigualdad y exclusión que articulan género, clase y etnia. Precisamente, el incremento de inmigrantes en los países del primer mundo dio lugar a una nueva retórica de la exclusión basada en la figura del inmigrante como “amenaza a la identidad nacional” o como “competencia laboral”; más aún cuando estos últimos países están transitando una fuerte crisis económica y, por consiguiente, social.

En nuestro país las migraciones jugaron un papel destacado en el plano del discurso del Estado, ya que el inmigrante ha sido un actor histórico importante en tanto forjador de alteridades. Ahora bien, las transformaciones registradas en las últimas décadas en la composición de las migraciones –es decir, la mayor proporción de latinoamericanos respecto de los inmigrantes de otros países, sobre todo europeos– y las reformas económicas y políticas estructurales hicieron más visibles la diversidad cultural y la desigualdad social. Pero también esos cambios han permitido observar fenómenos poco presentes en otras regiones, relacionados con una movilidad social ascendente y con el desarrollo de las llamadas economías étnicas.

Tal como decíamos, la Argentina es un país receptor de inmigrantes desde hace muchos años. A la migración europea de fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, en un principio planificada desde el Estado, siguió la espontánea y constante migración latinoamericana y limítrofe que predomina en la actualidad. Esta migración, en gran parte, tiene su origen en las estrategias de supervivencia de los hogares pobres de la región. La proporción más elevada de las tres migraciones mayoritarias (paraguaya, boliviana y peruana) se sitúa en el Área Metropolitana de Buenos Aires –conformada por la ciudad de Buenos Aires y los partidos de la provincia de Buenos Aires aledaños a esta–, por lo cual su presencia adquiere un mayor índice de visibilidad.

Aunque es cierto aquello de que en la mayoría de los casos los inmigrantes pobres de países pobres migran hacia países “ricos”, hay que reconocer que para que esto suceda deben tenerse en cuenta ciertas particularidades, entre ellas, que quienes decidan emigrar tengan, además de los deseos necesarios, un cierto capital económico inicial para costearse el traslado, la edad adecuada –los inmigrantes limítrofes que ingresan en la Argentina lo hacen aproximadamente entre los 14 y los 16 años–, y estén insertos en una red de relaciones sociales. De la misma manera, la recepción de esa migración puede ser diferente según las características sociales del inmigrante (origen de clase) y según el contexto (político y económico) del país huésped (más o menos favorable); y, desde ya, varía a lo largo de la historia del país receptor.

Históricamente los inmigrantes limítrofes han tenido una inserción marginal en el mercado de trabajo argentino, que ha sido funcional a la demanda de empleos de baja calificación, especialmente en el sector informal. Diversos estudios muestran que se fue consolidando un patrón de inserción segmentada que permitió su refugio en determinados sectores, como la construcción, las pequeñas industrias y el servicio doméstico, en el caso de las mujeres. En algunos de estos espacios, y en determinadas épocas, los inmigrantes limítrofes han tenido que competir, muchas veces con resultados favorables, con los migrantes internos.

En la actualidad, en algunas situaciones y para algunos más que para otros, la migración adquiere el carácter de transnacional; esto ocurre en los casos en que los migrantes, a través de su actividad cotidiana, forjan y sostienen relaciones sociales, económicas y políticas multilineales que vinculan de manera material y simbólica sus sociedades de origen con las de asentamiento. Se crean así campos transnacionales que atraviesan fronteras. Algunos especialistas aclaran que esas actividades para ser consideradas transnacionales deben ser iniciadas y sostenidas por actores no institucionales, ya se trate de grupos organizados o redes de individuos.

De la exclusión a las nuevas economías

Ahora bien, si nos detenemos a analizar los contextos de recepción en nuestro país, observamos que es durante la década de los noventa cuando se intensifica la figura –siempre latente– de la “inmigración latinoamericana y limítrofe” como “problema social”. Se la define en términos de “amenaza”, y se constituye así una “retórica de la exclusión”, que tendrá marcadas consecuencias en la vida cotidiana de los inmigrantes. Desde determinados ámbitos del Estado –el Poder Ejecutivo, principalmente– se asociaron los problemas sociales y económicos del país a la inmigración, y se la responsabilizó de los efectos de las reformas económicas implementadas en la Argentina bajo el paradigma neoliberal.

Como indican diversos trabajos, inmigrantes caracterizados como “bolivianos”, “paraguayos” o “peruanos” fueron interpelados básicamente como una amenaza a la sanidad, al empleo y al orden público: en sus declaraciones, (re)producidas por los medios de comunicación, altos funcionarios adjudicaban el cólera, el desempleo y la delincuencia a los “inmigrantes limítrofes”, mientras que las causas estructurales de la crisis económica y social eran desestimadas en gran parte del debate público. Esta construcción social y política del inmigrante como “amenaza” contribuyó a legitimar las políticas restrictivas y las prácticas de carácter persecutorio y represivo que se centraron particularmente en los “ilegales”.

No obstante, a pesar de esta tendencia general, como veremos, se han dado casos específicos en los que esos inmigrantes pobres, y en particular los transmigrantes (como los bolivianos y algunos casos de paraguayos) pudieron insertarse en procesos de movilidad social ascendente.

La migración de bolivianos hacia la Argentina, por ejemplo, se intensificó, precisamente en la década de los noventa, debido a que las diferencias salariales respecto de su país de origen eran muy favorables (7 a 1, según información proveniente de algunas entrevistas). Tanto es así que la inserción de estos migrantes en la horticultura y en la actividad textil se consolidó en esos años, y los puestos de trabajo fueron cubiertos, en muchas ocasiones, por profesionales y técnicos (ingenieros agrónomos, docentes), además de por peones rurales.

Los cambios producidos en la política y en la economía a partir de 2003, con la salida del default y la reactivación económica, que se tradujo en un incremento del empleo, cambió el contexto de recepción de la población migrante. Con la sanción de la nueva ley de migraciones 25.871 –que entró en vigencia en el año 2004– y el Programa Nacional de Normalización Documentaria Migratoria Patria Grande, del año 2005, se creó un clima político propicio para la regularización e integración de estas poblaciones. Se estableció así un contexto de recepción favorable, que posibilitó el desarrollo y la evolución de algunas comunidades que ya se habían arraigado en determinados sectores de la economía durante la década anterior.

La inserción laboral de los inmigrantes latinoamericanos

El Gráfico 1 permite apreciar que tanto en 2003 como en 2009 la mayoría de los inmigrantes se ocupaban en la construcción, el comercio, el trabajo doméstico y la industria textil, de confecciones y calzado. En 2003, el 60,4% de los ocupados inmigrantes se insertó en estas ramas, mientras que en 2009 lo hacía el 63%, reflejándose en los siete años transcurridos una escasa movilidad en la estructura ocupacional de los inmigrantes e inclusive se podría afirmar que se produjo una profundización de este patrón sectorial.

Gráfico 1. Distribución de la población de inmigrantes sudamericanos ocupados,
según ramas de actividad (2003-2009)

Fuente: MTE ySS, Dirección General de Estudios y Estadísticas Laborales,
en base a datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC.

A pesar de esto, según consta en el libro El trabajo inmigrante en una etapa de recuperación del empleo e integración sudamericana, de Gladys Baer, Natalia Benítez, Daniel Contartese y Diego Schleser, se produjo una notable expansión del empleo asalariado registrado entre los inmigrantes, la cual fue impulsada en mayor medida por la inserción en actividades productivas no tradicionales para este grupo. En efecto, cuando se analiza la variación entre 2003 y 2009 del porcentaje del empleo asalariado registrado en la población ocupada de inmigrantes, se advierte que en los sectores de inserción tradicional (construcción, comercio, trabajo doméstico e industria textil, de confecciones y calzado), el crecimiento del indicador osciló entre 1 y 4 puntos porcentuales. En cambio, en las actividades con poca incidencia de inmigrantes, el porcentaje de empleo registrado creció 12 puntos porcentuales, representando un 62% del total de los ocupados extranjeros en dichas actividades.

Una excepción importante a este fenómeno es el trabajo doméstico, donde la participación del empleo formal en la población ocupada pasó del 9% en 2003 al 22% en 2009 (creciendo 13 puntos porcentuales en los últimos seis años).

De acuerdo con lo desarrollado más arriba, al analizar la distribución de los nuevos puestos de trabajo ocupados por los inmigrantes, se observa que el 70% se explica por las ramas de inserción típicas de esta población y sólo el 30% por el resto de las actividades. En cambio se registró un mayor dinamismo del empleo registrado en el resto de las actividades, ya que a estas corresponde el 60% de los nuevos puestos formales.

La información ofrecida proviene de los datos de la EPH, que no capta otro tipo de actividades, como por ejemplo las rurales, donde vamos a encontrar una inserción muy fuerte por parte de algunas comunidades inmigrantes.

Inmigrantes y economías étnicas

En el caso de los inmigrantes bolivianos vinculados a la horticultura en la Argentina se dio un proceso de movilidad social ascendente que podemos denominar “escalera boliviana”. Un mismo trabajador que se iniciaba en la actividad como peón podía convertirse en mediero, luego en arrendatario, más tarde en propietario y, finalmente, en comercializador de hortalizas. Por supuesto, existen una serie requerimientos necesarios para subir de un peldaño al otro, así como también un tiempo estimado para el pasaje entre cada uno de ellos. En la actualidad, es posible detectar este proceso en casi todos los cinturones verdes del país, involucrados en lo que hemos llamado el fenómeno de “bolivianización de la horticultura en la Argentina”. Una situación similar se observa en la industria textil en la ciudad de Buenos Aires y en el conurbano bonaerense, y en actividades vinculadas con la construcción. En todos estos casos es necesario hacer notar que los patrones bolivianos sólo trabajan con mano de obra boliviana, a la que periódicamente los mismos empleadores van a reclutar a los lugares de origen.

A partir de los procesos que hemos mencionado se puede afirmar que en estos casos estamos en presencia de lo que en la literatura especializada se conoce como conformación de economías o enclaves étnicos, es decir, la existencia de grupos de inmigrantes que se concentran en espacios distintivos de un territorio y organizan una serie de empresas que ofrecen servicios a su propia comunidad y/o a la población en general. Esta economía representa una oportunidad alternativa que permite a los migrantes mejorar su situación y producir retornos de capital humano similares a los que obtienen quienes se encuentran en un mercado de trabajo primario. No obstante, es evidente que la constitución de estos enclaves posibilita ese ascenso económico a unos (los menos), pero no a todos los que ingresan en él (la mayoría).

Gráfico 2. Evolución de la relación entre empleo registrado y ocupados inmigrantes sudamericanos,
según ramas de actividad. Período 2003-2009. En porcentaje.

Fuente: Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, Dirección General de Estudios
y Estadísticas Laborales, en base a datos de la EPH del INDEC.

Los datos del Censo Nacional de Población de 2010

Según el Censo Nacional de Población de 2010, el millón ochocientas mil personas, aproximadamente, nacidas en el exterior (el 4,5% del total) está compuesto de una migración más constante, activa y vigente (la latinoamericana y limítrofe) y de una migración antigua y envejecida (la ultramarina). En efecto, el 81,2% de los extranjeros proviene de países latinoamericanos y, de ellos, el 84,6%, de países limítrofes. Dentro de este último grupo, los paraguayos representan la primera minoría, seguida de los bolivianos y luego de los chilenos. La población de origen europeo, que otrora influyó fuertemente en la conformación de la Argentina, apenas representa en la actualidad el 0,5% respecto del total de la población del país, básicamente una población envejecida, cuyos últimos contingentes de cierta masividad todavía se constataban en las cifras del Censo Nacional de Población de 1960.

Entre los nacidos en países latinoamericanos no limítrofes se destacan los peruanos, que representan el 11% del total de inmigrantes latinoamericanos. La población proveniente de distintos países de Europa, en tanto, constituye el 16,5%, mientras que la migración de origen asiático alcanza un exiguo 1,7% –aunque cada vez más visible en la sociedad argentina–, con predominio de chinos y coreanos.

En este sentido puede apreciarse que 3 de cada 10 extranjeros llegaron al país entre el 2002 y el 2010, contribuyendo al crecimiento sostenido más prolongado en la historia de la migración en la Argentina.

Los países con mayor cantidad de extranjeros en la Argentina son: Paraguay (550.713 personas), Bolivia (345.272 personas), Chile (191.147 personas) y Perú (157.514 personas).

Autorxs


Roberto Benencia:

Profesor Titular Consulto de la UBA en la Facultad de Agronomía. Investigador Principal del CONICET.