Migraciones calificadas Sur/Norte: historia y desafío en el presente

Migraciones calificadas Sur/Norte: historia y desafío en el presente

La migración calificada desde el Sur ha sido y es fundamental en la concentración de la producción del saber en los países centrales. Los países en desarrollo deben revertir este proceso y utilizar el conocimiento como una fuente de capacitación social, empoderamiento y una herramienta de autonomía.

| Por María Luján Leiva |

Las migraciones de científicos y profesionales representan un fenómeno histórico de larga data. La movilidad de científicos puede considerarse tan antigua como la ciencia, construida en gran parte gracias a la circulación de hombres e ideas. La itinerancia ha sido una de las condiciones de la creación científica y de la difusión del saber desde el mundo antiguo hasta la actualidad.

La movilidad de científicos y técnicos adquiere un determinante peso cuantitativo en la nueva configuración de polos de atracción a partir de la Segunda Guerra Mundial, cuando el centro de gravedad de la ciencia se trasladó hacia Estados Unidos y hacia algunos Estados europeos con la reconstrucción de esos países. El concepto de drenaje de cerebros (brain drain), utilizado por primera vez en 1953 en un documento de la Royal Society para describir la migración de profesionales británicos, fue luego adoptado y generalizado para describir todo fenómeno de pérdida de capital humano en respuesta a un llamado del mercado.

El centro de gravedad de la ciencia se trasladó en la segunda posguerra hacia Estados Unidos y también hacia Francia, el Reino Unido, Holanda y Alemania, convirtiéndolos en potencias científicas que organizaron un sistema refinado de inmigración selectiva inédito en la historia de la humanidad que operó con éxito, independiente de los cambios en el orden mundial.

Eric Hobsbawm señaló que “[L]os cerebros del mundo, que en la Era de las Catástrofes huyeron de Europa por razones políticas, han sido drenados desde 1945 desde los países pobres a los ricos por razones económicas. Esto es natural, dado que en los años ’70 y ’80 los países desarrollados han gastado casi tres cuartos de la inversión mundial en investigación y desarrollo, mientras los países pobres (en desarrollo) no han gastado más que el 2-3 por ciento”.

Estos procesos masivos deben diferenciarse de las migraciones laborales desde Europa hacia América, el norte de África y Australia en el período 1860-1930, con la expansión de los modelos agroexportadores, ya que si bien en las mismas se trasladaban profesionales, el porcentaje de emigración de los mismos era mucho menor que el de su participación en la población económicamente activa de sus países.

Hace ya medio siglo, en la década de los ’60, se produce un amplio debate sobre las migraciones de profesionales en el contexto de las luchas de descolonización, el lanzamiento de programas de desarrollo desde los organismos internacionales y la formulación de la Teoría de la Dependencia. Tres grandes corrientes de pensamiento se delinearon entonces sobre el fenómeno que nos ocupa: la internacionalista, la nacionalista y la latinoamericana.

La posición internacionalista se basaba en las teorías económicas neoclásicas para analizar el éxodo de cerebros. Partiendo de la premisa de que la libre movilidad de los factores de producción y de los productos resulta en el mayor grado de bienestar a escala mundial, tomaban la maximización del producto (el desarrollo de ciencia y la tecnología, de la producción o de los salarios, etc.) sin evaluar si los beneficios fluían o se concentraban, si el conocimiento generado era de libre circulación y aprovechamiento generalizado o si estaba monopolizado.

La posición nacionalista discutía los supuestos de la corriente internacionalista y considera el capital humano como elemento indispensable del desarrollo económico de un país, siendo su emigración un peligro potencial para el crecimiento y el desarrollo. Incluso, el economista liberal J.N. Bhagwati en los años setenta defendía las políticas reguladoras de los flujos migratorios a través de establecer “cuotas” de emigrantes calificados y el pago de tasas por parte de los emigrados y de los países receptores a los países de formación de esos talentos.

La posición sostenida por especialistas procedentes de América latina se basaba en la Teoría de la Dependencia, sosteniendo que existía: a) un intercambio desigual entre el centro y la periferia y b) una estructura económica internacional que desde los países centrales articulaba –en su beneficio– a los semiindustriales y a los netamente subdesarrollados. El drenaje de cerebros constituía una migración selectiva que resultaba en un intenso aprovechamiento realizado por los países avanzados de los recursos humanos provenientes de países menos desarrollados, una transferencia de inversión social, individual y familiar acumulada a lo largo de un período no menor a veinte años.

Los cambios políticos de la década de los ochenta, con la afirmación de un Nuevo Orden Mundial, se trasuntan también en la modificación de la interpretación del brain drain. Gradualmente se comenzaron a interpretar las migraciones de recursos humanos calificados como potencialmente favorables para el desarrollo de los países periféricos, proponiendo soluciones regionales o nacionales, mientras se elaboraban propuestas de políticas de vinculación con la población emigrada o políticas de retorno selectivo: propuestas de retorno/vinculación que podían considerarse como mutuamente excluyentes o complementarias. El término “drenaje” se sustituye por los conceptos de movilidad, emigración de recursos humanos calificados, etc., lo que evidenciaba un giro teórico y político.

La lógica de “circulación” de los inmigrantes (inmigración, retorno, posible re-inmigración) encuentra mucha aceptación primero en Europa, para lograr luego una amplia aceptación en diferentes ámbitos internacionales. Se difunde el concepto de movilidad de cerebros que se inscribe más en la pertenencia de los emigrados calificados a una comunidad científica internacional en un contexto de economía globalizada y de una ciencia mundo. El segundo pilar de estas propuestas es la perspectiva basada en las diásporas de profesionales y empresarios expatriados que se vinculan y colaboran con la comunidad científica y productiva residente en el territorio nacional. La propuesta sería entonces reemplazar el concepto de fuga de cerebros por el de diáspora calificada, o sea la adopción de un concepto positivo para describir el proceso.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han sugerido medidas para limitar reclutamientos e incentivar a los países emisores a tomar medidas que disminuyan la emigración calificada: mejoramiento de sueldos, transparencia en los nombramientos, seguridad política, cooperación internacional, incentivos al retorno, etc. Estas políticas de atracción constituyen una alarma para los países en desarrollo y emergente que pierden una masa crítica capaz de crear nuevos conocimientos, transformar y aplicar tecnología, crear nuevos servicios y productos, actividades esenciales para el desarrollo. Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y Australia absorben la mayor parte de la inmigración calificada mundial, siendo el porcentual de inmigración calificada la que crece notablemente con respecto a la inmigración total. Los países del Sur con menor flujo de inversión tienen a la vez importantes fugas de sus talentos hacia el exterior.

La emigración de fuerza de trabajo calificada a Estados Unidos ha ido adquiriendo creciente importancia. De acuerdo con los datos disponibles, la fuerza de trabajo calificada en ese país duplicó su tamaño al pasar de 4,5 millones a 9,9 millones entre 1994 y 2011, lo que se traduce en una tasa anual del 4,6%. En ese mismo período, la migración de latinoamericanos y caribeños llegó a pasar de 470 mil personas a más de un millón y medio, compuesta principalmente por profesionistas en negocios, en educación e ingenieros. México es, con sus casi 600 mil migrantes calificados, el cuarto país exportador de migración calificada a Estados Unidos después de India, Filipinas y China. El incremento de la migración laboral de personal calificado tiene un aumento notable y progresivo desde la década de los ’90, durante la cual programas de ajuste estructural aplicados en los países periféricos producen una población flotante de capacidades técnicas y científicas que busca la vía de la emigración. Australia, que recibió 41 mil inmigrantes capacitados en 1991, llega a los 54 mil en 2001, y Canadá, de 41 mil pasa a 137 mil en el mismo período. A su vez, las políticas migratorias de la Unión Europea afinan su selectividad. Esta selectividad también se manifiesta en la inmigración femenina, que alcanza tasas superiores al 40% en países tales como Gran Bretaña, Bélgica e Irlanda, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) del 2006.

El capitalismo contemporáneo es una economía basada en el conocimiento, que puede considerarse el más importante factor de producción y que en los procesos de desarrollo es tan crítico como el capital, el trabajo y la tierra. La carencia de conocimiento científico y tecnológico ha sido uno de los temas más preocupantes para la erradicación de la pobreza. El conocimiento es un recurso productivo a la vez que una fuente de capacitación social, de empoderamiento y una herramienta de autonomía.

El tema de la migración de profesionales no puede entonces tratarse como separado o no inmerso en la competencia por la producción del saber, su jerarquización y concentración. Se ha reforzado la competencia global por los talentos, donde los profesionales llevan consigo sus especializaciones, tecnologías y patrones culturales históricamente acumulados. Es importante que los Estados y las comunidades científicas y técnicas debatan este tema para contribuir a cerrar la brecha entre el Norte y el Sur en investigación y desarrollo.

La alta movilidad de las personas con especialización no es entonces un fenómeno nuevo, pero esta movilidad no puede ser interpretada sólo como una característica inherente a esa categoría profesional sino como resultado de reestructuraciones económicas a nivel mundial y regional con diseño de políticas de atracción de recursos humanos con diferentes grados de explicitación. El aporte inmigrante calificado del Sur ha sido y es fundamental en la reestructuración y concentración de la producción del saber en los países centrales.

Autorxs


María Luján Leiva:

Profesora Adjunta e investigadora de la UBA. Ph.D en Estudios del Desarrollo, Universidad Autónoma de Zacatecas, México. Master en Políticas de Migraciones Internacionales, UBA. Lic. en Historia, UBA.