Las experiencias de monedas sociales en la Argentina

Las experiencias de monedas sociales en la Argentina

Las monedas sociales crean lazos sociales, pertenencia, potencian capacidades y saberes, impulsan la economía popular; en síntesis, contribuyen a alcanzar el buen vivir. También, y en determinadas circunstancias, son fundamentales para dinamizar regiones o localidades y combatir la exclusión. A continuación, un profundo análisis de estas experiencias en nuestro país.

| Por María Adela Plasencia |

Las monedas sociales (MSs) son un tipo de moneda no oficial, cuyo objetivo, de mínima, es contribuir a la reproducción de la vida de los excluidos del mercado formal (impulsando así la economía popular –EP–), y, de máxima, generar un cambio en las conciencias, actitudes y valores (acompañando así el desarrollo de la economía social y solidaria –ESS–).

La Argentina posee una importante experiencia de creación de MSs, conocidas como “El Trueque”, aunque no se trata de trueque verdadero sino de intercambios mercantiles mediados por una moneda distinta de la de curso legal.

Surgieron a mediados de los ’90 y la participación en estas experiencias creció exponencialmente a medida que la profundización del modelo neoliberal elevaba las tasas de desempleo y pobreza en el país. Hacia el momento más agudo de la crisis del 2001/02, cuando la mitad de los argentinos quedó bajo la línea de pobreza, se estima que 6 millones de personas participaron directa o indirectamente de estas experiencias. Hoy, aunque muy lejos de las dimensiones de hace una década y media, en muchos lugares del país sigue habiendo MSs: en Santa Fe (Venado Tuerto, Capitán Bermúdez, Rosario); en la provincia de Buenos Aires (Carmen de Patagones, Gral. Rodríguez, San Nicolás, La Matanza, Rafael Castillo, La Plata); en la ciudad de Buenos Aires (Chacarita, Flores, La Boca); en Córdoba (Capilla del Monte, Córdoba capital); en San Juan capital, etcétera.

El primer objetivo este trabajo es dar cuenta de que las MSs de la Argentina son parte de una tendencia mucho más amplia a escala mundial, que hoy abarca más de 4.000 experiencias, en varias decenas de países, diseminadas por los cinco continentes. El segundo objetivo es reflexionar en forma propositiva sobre la experiencia argentina, en especial en torno a dos problemas: el control del circulante y la masividad. En tercer lugar buscamos precisar en qué medida las MSs impulsan no sólo la EP sino también la ESS.

Monedas complementarias y MS

¿Para qué crear una moneda no oficial si existe una oficial? Las monedas no oficiales se crean para articular recursos subutilizados y disponibles con la satisfacción de necesidades que no se manifiestan en el mercado como demandas efectivas por falta de dinero oficial (aunque son demandas potenciales). Se las denomina en general “monedas complementarias” (MC) para subrayar que su intención no es sustituir a la moneda oficial sino llegar a donde esta no llega. Para algunos, las MSs son un tipo de MC, las creadas para atender la inclusión de las personas que el mercado formal deja afuera; para otros las MSs son parte de un nuevo paradigma económico, porque tienen un potencial emancipatorio.

Podemos afirmar que las MS impulsan la EP y pueden, bajo ciertas reglas, impulsar la ESS. Existen, además, otras MC que, sin ser MSs, pueden impulsar el desarrollo de la ESS: las que apuntan a la inclusión de los comercios locales (los “Chiemgauer en Alemania, el Bristol Pound en Inglaterra, etc.), las que pretenden impulsar transacciones entre pymes (los WIR en Suiza, C3 en Uruguay, etc.), las que buscan lograr estabilizar el comercio internacional (la unidad Terra, propuesta por B. Lietaer), las que tienen objetivos ecologistas (los SEL en Francia) y/o culturales (Cubo Card en Brasil), etc. Muchas de estas MC también son usadas por empresas capitalistas: cupones de descuento, vouchers de acceso a instalaciones en franjas horarias subutilizadas, millas de avión, etc. En los últimos años se está expandiendo una nueva generación de MC electrónicas –las criptomonedas–, polémicas por servir a la ESS tanto como ser capaces de facilitar intercambios ilegales.

La experiencia mundial con monedas complementarias

Aunque la experiencia argentina surgió en forma aislada, supimos después que existía una nutrida experiencia mundial con monedas complementarias. En la década de los ’30, a raíz de la Gran Depresión, se crearon monedas de este tipo no sólo en Estados Unidos sino en Canadá, en casi toda Europa (países escandinavos, Dinamarca, Países Bajos, Francia, Italia, España, Suiza, Rumania, Bulgaria), en Ecuador y hasta en China. Salvo los WIR en Suiza, todas estas monedas fueron discontinuadas superada la depresión.

La ola contemporánea de creación de tales monedas se originó en 1982 con el sistema de los LETS canadienses. Actualmente existen alrededor de 4 mil experiencias distribuidas en todos los continentes por todo el mundo: en América latina (Brasil, Colombia, México, Argentina, Venezuela, Ecuador, Perú, Colombia, Nicaragua, El Salvador, Uruguay), en Estados Unidos y Canadá, en Europa (Alemania, Francia, Italia, España, Bélgica, Países Bajos, Portugal, Inglaterra) y Europa del Este (Polonia, Hungría, Eslovaquia, Grecia); en Asia (Corea del Sur, Tailandia, Japón), en África (Senegal, Kenia, Sudáfrica) y en Nueza Zelanda.

Las primeras experiencias (en Alemania y Austria) fueron prohibidas por sus bancos centrales que temían perder soberanía monetaria. En la actualidad esta concepción está cambiando. Se empieza a reconocer la acción anticíclica de estas monedas, y su capacidad para dinamizar regiones o localidades y combatir la exclusión. Así, en Nueva Zelanda el Banco Central ha intervenido años atrás para apoyar la primera MS que surgió. Venezuela tiene leyes nacionales que las impulsan. En Brasil, desde el año 2011, el Banco Central impulsa y acompaña la creación de MS. En lo que va del 2014 Francia aprobó la Ley de Economía Social y Solidaria que contiene un capítulo destinado a impulsar estas monedas. El estado de California (en Estados Unidos) ha hecho lo mismo con la aprobación de la “Ley de Monedas Alternativas”. Numerosos municipios en el mundo han sacado disposiciones impulsando estas monedas.

La experiencia del trueque en la Argentina

Lo que distingue a la experiencia argentina respecto de las otras MSs existentes en el mundo es el grado de masividad que alcanzó, demostrando así su capacidad de hacerse cargo de la exclusión.

Pero también es original la convivencia simultánea de varios modelos de MSs. Y su articulación en redes. Existieron y existen monedas basadas en el crédito mutuo / fiduciarias / con algún tipo de respaldo / con o sin oxidación / con o sin acuerdo con el municipio / locales y regionales / independientes o integradas en red / con o sin controles de precios, etcétera.

Nacimiento, evolución, pico y caída

El primer “trueque” surgió en Bernal, provincia de Buenos Aires, en 1995. Se trataba de una feria en donde todos los participantes eran productores y consumidores a la vez (es decir, “prosumidores”). Al principio se trató de un sistema de crédito mutuo, en el que mediante una “libretita” se anotaban las compras y ventas de cada prosumidor como débitos o créditos, respectivamente. Cuando el número de participantes creció, resultó engorroso realizar tantas anotaciones y se optó por la emisión de papel moneda fiduciario, denominado en “créditos”.

La experiencia se fue expandiendo y las ferias pasaron a ser “nodos” de una red mayor en la que circula una misma MS. Hacia 1997 había 40 nodos con un total de 2.300 participantes, se iban adhiriendo comercios que también aceptaban la MS y surgían otras redes con sus propias MSs y reglas de funcionamiento.

Cuando la crisis económica se agudiza, hacia el 2001, y los medios empiezan a visibilizar el fenómeno del trueque, se produce un crecimiento exponencial en el número de participantes. En diciembre de 2001, cuando se produce el colapso político, social y económico del país (que provoca víctimas fatales, la caída del gobierno, el “corralito”, etc.) los nodos del trueque (que venían funcionando con un centenar de personas) son desbordados por miles de interesados en integrarse a ellos. Surgen las “Megaferias” con 8 a 15 mil personas realizando intercambios. Así, a comienzos del 2002 se estima que 6 millones de argentinos participaban directa o indirectamente del trueque.

Pero para noviembre de ese mismo año, 2002, sin embargo, la participación en la experiencia del trueque se redujo abruptamente, algunos calculan que a unos 70.000 participantes. La caída continuó hasta casi su extinción. Las causas de esta caída son objeto de debate. A nuestro juicio hay dos hechos sin los cuales la experiencia no hubiera caído.

En primer lugar, mejora el contexto macroeconómico con la implementación del Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados y la reactivación de la economía. En efecto, a partir de abril de 2002 se otorgó un subsidio a todos los jefes o jefas de hogar desocupados, que alcanzó hacia abril del 2003 a dos millones de familias. A partir del 2003 el país retoma el crecimiento y lo hace en forma sostenida por los siguientes cinco años a tasas muy altas (alrededor del 9% anual), de modo que la mayor parte de los participantes del trueque encuentra empleo nuevamente o recupera su fuente de trabajo previa.

En segundo lugar, las redes más grandes (que no admitían ninguna autoridad sobre ellas) no lograban controlar el circulante ni los precios, y un proceso de inflación había comenzado a expandirse en los nodos de las redes principales. En efecto, la masa de MS circulante había crecido acompañando la expansión de los años previos, pero hacia el 2001 se combinó la pérdida del control en la emisión de MS per cápita por parte de la red fundadora y la más extendida (la Red Global del Trueque –RGT–), producida luego de que sus fundadores eligieran pasar a un sistema de franquicias para poder expandirse más rápidamente, y la entrada en circulación de “créditos” falsos. Al combinarse una gran masa de circulante con una caída rápida del número de participantes, la cantidad de MSs per cápita se elevó enormemente y los nodos pasaron de la inflación a la hiperinflación. En la RGT entre 1999 y 2007 el precio de la docena de huevos aumentó 166 veces. La hiperinflación logró que, en la memoria popular, la experiencia del trueque quedara grabada bajo la carátula de “salvación” y “estafa” a la vez.

Las redes que se lograron cerrar en sí mismas, que tenían su propia MS (como Venado Tuerto y Capilla del Monte) o pasaron a crearla (como Capitán Bermúdez, que trabajaba con la RGT pero abandonó esa MS y creó una propia), pudieron manejar mejor el reacomodamiento de la cantidad de dinero al número real de participantes.

Aprendiendo de los logros y los no-logros

Sabemos, por la experiencia argentina, que las MSs logran impulsar la EP. Sabemos también que han logrado esto con mayor o menor éxito según cuestiones no sólo económicas y de su diseño monetario sino también sociales, culturales, espaciales, jurídicas, etc.

En función de la brevedad, reflexionaremos sólo sobre dos cuestiones aprendidas en base a la experiencia argentina: a) el manejo del circulante y b) la masividad.

a) El manejo del circulante

La dificultad para manejar la masa de MS circulante, en los casos en que esta fue fiduciaria (como lo fueron casi todas las MS de la Argentina) es, a nuestro juicio, responsable inmediata de la hiperinflación que sufrieron estas redes.

Si se adopta una MS con respaldo (en moneda oficial o en bienes), es improbable que haya problemas de inflación. Es el caso de la MS de Capilla del Monte (en Córdoba), respaldada en bienes que aporta la organización y “compromisos de trabajo” que firman los asociados. Esta MS no tuvo problemas de inflación. Es también el caso de una experiencia de MS hecha durante los años 2007/2009 en Moreno, provincia de Buenos Aires, con emprendedores, en la que se usó como respaldo bienes de consumo básico. Es, por otro lado, el caso actual de la MS que emite Banco Palma en Brasil, cuyos impulsores, conocedores de la experiencia argentina, desarrollaron innovaciones y hoy tienen una MS con respaldo en reales (la moneda oficial), apoyada por la SENAES y por el Banco Central. Los sistemas con respaldo como estos garantizan que siempre habrá “algo” que obtener a cambio de la MS.

Pero si la MS es fiduciaria debe mantenerse el control de la masa de circulante. No hay una regla única, pero en plazos cortos o medianos, mantener una cantidad de MS per cápita es un buen criterio. Pero para esto es necesario:

1. Conocer el número de participantes reales.
Aunque no es necesario que todos los participantes del intercambio estén asociados, un padrón de asociados actualizado garantiza el conteo del mínimo de participantes. Las redes que liberan la exigencia de ser asociado para poder participar pueden expandirse con mayor rapidez; pero no pudiendo conocer el número real de participantes a través del padrón de socios, deben estimar este dato en función de otras variables (observan, por ejemplo, si los productos de primera necesidad no se venden).

La experiencia de la crisis del trueque en la Argentina reveló que cuando empezó a disminuir la participación, las redes que usaban estimaciones de este tipo no reconocieron las bajas que se iban produciendo. Tal dificultad fue más aguda cuanto más dudoso, además de desactualizado, fuera el padrón de socios (el caso extremo fue el sistema de “franquicias” de la RGT). En cambio, la MS de Venado Tuerto, que no admitió (ni admite) participación de no-socios y tiene vencimiento cada seis meses (momento en que cada billete vencido debe ser reemplazado por uno de la nueva emisión), pudo (y puede) conocer el número de participantes reales.

2. Aplicar mecanismos efectivos de absorción/inyección de circulante.
Inyectar circulante es fácil, lo difícil es la absorción. Cuando a partir de fines del 2002 el número de participantes se fue retrayendo, las redes grandes no lograron reducir esta masa monetaria y se hiperinflacionaron. Otras, que fueron bien gestionadas y eran más pequeñas, como Venado Tuerto, realizaron acciones para extraer circulante (rifas de bienes donados, cursos y actividades culturales a pagar en MS, etc.) readaptándolo a la cantidad de participantes reales. Ya hemos señalado que en la RGT la docena de huevos aumentó 166 veces entre 1999 y 2007. En Venado Tuerto esta sólo aumentó tres veces.

3. Lograr que el circulante, efectivamente circule.
Es necesario que la MS no sea atesorada (en el colchón, el bolsillo, etc.) porque el atesoramiento resta MS al intercambio. ¿Cómo se logra tal cosa? Carlos Gesell, comerciante y economista autodidacta alemán (que vivió en la Argentina a principios del siglo XX), propuso que se le cobre un impuesto al dinero que permaneciera quieto, fuera de la circulación (atesorado), de modo de desalentar su atesoramiento y estimular su gasto. Existen muchas experiencias en el mundo, pasadas y presentes, que han operativizado tal impuesto (conocido como “tasa de oxidación”). Las MSs de las redes más grandes preveían este mecanismo pero nunca lo efectivizaron. En cambio, la MS de Venado Tuerto se oxida efectivamente desde su creación, hace quince años, hasta hoy. Cuando los billetes vencen (hemos dicho que esto sucede cada seis meses), quien tiene billetes debe presentarlos a la administración y le son canjeados por los de una nueva emisión. En el momento de su canje por nuevos billetes se le realiza una quita del 10 por ciento. El trabajo de campo permitió ver que efectivamente cerca de la fecha de vencimiento todos intentan desprenderse de la MS, acelerando los intercambios.

b) La masividad

Más allá de quién tiene la culpa de la crisis del trueque, en nuestra opinión la masividad era inmanejable por los sistemas de MSs que teníamos, requería un tipo de gobernanza para la que nuestros sistemas no estaban diseñados. Nadie sabía en aquellos años de auge (nadie en el mundo) cómo gestionar MSs de uso masivo. Aún hoy este es tema de exploración.

Las formas de control natural que tienen las MSs son el “cara a cara”, esto es, no más de 200 personas. Si se pretende masividad hay que diseñar nuevos mecanismos. La experiencia argentina también innovó en esto: si bien había autonomía entre las redes existentes hacia el 2001 (la RGT y la Red del Trueque Solidario –RTSO–, ambas de alcance nacional, y muchas otras redes regionales con MS propia como la Red del Trueque Zona Oeste –RTZO–, la red de Mar del Plata –Red Mar y Sierra–, la Fundación El Prosumidor en Mendoza, etc.) se establecieron articulaciones mediante convenios para la aceptación mutua de sus MSs (que funcionaron muy bien en miles de casos); se intentó la creación de una comisión permanente que realizara una especie de “clearing” inter-redes (que no prosperó principalmente por la negativa de la red líder a exponer sus balances); hubo ordenanzas municipales y hasta proyectos de leyes que intentaron acompañar la experiencia, etcétera.

Hoy, Venezuela y Brasil tienen leyes y ministerios que acompañan estas experiencias y las impulsan a organizarse en redes nacionales, es decir, a alcanzar masividad. Podemos esperar mucho de ellas, porque conocen bien la experiencia argentina y porque su crecimiento se da pausadamente ya que no parten de una situación de crisis sino de desempleo y pobreza estructural.

La MS para la ESS

Hay dos conjuntos de acciones que potencian el impulso que una MS puede darle a la ESS: a) la gestión monetaria participativa y b) la existencia de espacios de reflexión (sobre las prácticas, sobre la economía, etc.).

a) La gestión monetaria participativa

La comprensión de si sobra o falta circulante necesita cierta expertise, pero casi todas las personas tienen la capacidad para adquirirla si se las prepara y la practican. Hemos comprobado en una reunión de socios en el trueque de Venado Tuerto que los participantes discutían con buenos argumentos esta cuestión, lo cual revelaba que habían alcanzado un grado importante de comprensión de los secretos de la moneda. En cambio, en otra experiencia que observamos en un nodo en Moreno, en el conurbano bonaerense, perteneciente a una red muy grande que todavía funciona (la RTZO), al preguntar a varias personas quién emitía la MS que estaban usando, nos respondieron: “El Banco Central de Moreno la hace”.

b) La existencia de espacios de reflexión

El trabajo de reflexión (en forma de talleres, capacitaciones, etc.) sobre las prácticas (la forma en que medimos los precios, las reglas para que un intercambio sea justo, el sistema del que formamos parte, los valores que queremos impulsar, etc.) promueve el desarrollo de la conciencia. Las experiencias con MS en la Argentina tenían en sus inicios este componente. La urgencia de atender la masividad fue dejándolo “para otro momento”. Pasada la etapa de masividad no se retomaron estos talleres. Una notable excepción es la organización Poriahjú en Capitán Bermúdez (provincia de Santa Fe), que sigue aprovechando los espacios de intercambio con su MS para realizar talleres de reflexión sobre la economía, los procesos productivos, el dinero, la inflación, etcétera.

Ahora bien, si no se gestionan en forma participativa y no se reflexiona sobre las prácticas, las MSs sirven igualmente al desarrollo de la ESS. En primer lugar porque se hacen cargo de la exclusión, y esto ya es parte de una economía más justa. En segundo lugar porque la circulación de la MS crea espacios (ferias, redes, proveedurías) en donde el otro no es percibido como un rival, sino como complementario; en donde pueden sentirse integradas personas que de otro modo estarían recluidas en el ámbito doméstico (mujeres en especial, desocupados en general, adultos mayores, discapacitados, etc.). En suma, la MS crea lazo social entre personas y organizaciones que no lo tenían, da identidad a un grupo, crea pertenencia, descubre o potencia capacidades y saberes. Impulsa, en fin, al buen vivir.

Pero también hay contradicciones a enfrentar: la MS extiende la mercantilización de la vida porque torna mercancías bienes o acciones que antes circulaban por la esfera del don-contradón (por ejemplo, vendo unos zapatos usados que antes se los hubiera regalado a un vecino). Así, desde la perspectiva de la ESS las MSs son indiscutiblemente útiles, pero tienen algunos costos.

Autorxs


María Adela Plasencia:

Economista (UBA). MS en Economía Agraria (UBA) y en Economía Social (UNGS). Doctoranda en Antropología Económica (UBA). Docente investigadora en la UNLA, UNGS y UNM.