La integración productiva en la Unasur

La integración productiva en la Unasur

La integración productiva aumenta la perspectiva de la escala, en su dimensión y en su acceso a nuevos mercados. Las empresas privadas cumplen un rol central, pero es el Estado, mediante la sanción de normas y de la aplicación de incentivos, el encargado de generar las condiciones para que aquellas se integren productivamente.

| Por Mariano Luna |

La integración productiva está en boca de todos. Cuando surgen nuevos temas en la agenda pública, y especialmente –como en este caso– en la agenda pública regional, surge la necesidad de pensar qué contextos y coyunturas sobrevienen para que este fenómeno se imponga como tema.

En toda declaración de presidentes o de altos funcionarios se observa recurrentemente la mención a la generación de más integración productiva. Es decir, ya no es sólo una idea académica sino una realidad política.

Primeramente vale hacernos la siguiente pregunta: ¿qué se entiende por integración productiva? Resulta práctico conceptualizarla como todo proceso entre dos o más unidades productivas mediante el cual se generan mayores capacidades de producción, con mayor valor agregado y mayor escala.

Siendo incluso más amplio en el concepto, se puede afirmar que a todo proceso conjunto que genere nuevos puestos de trabajo en los países donde las unidades productivas intervienen, también se lo puede tomar como integración productiva.

Sí resulta importante aclarar que la integración productiva no puede ser tomada en consideración cuando el proceso genera más asimetría entre los actores, donde la lógica sea de “suma cero”. En ese sentido, las fusiones y adquisiciones no pueden ser tildadas exclusivamente como una de las manifestaciones de integración productiva.

¿Por qué ahora se expresa con fuerza el fenómeno de la integración productiva en la región?

Como primera mención sobre sus causas, los más de 30 años transitados por la ALADI y el camino recorrido por sus acuerdos comerciales, hablan de una cierta madurez en la lógica de integración de la región.

Se ha avanzado en la profundización política, más allá de los signos políticos o las interferencias que llegan desde extraregión, donde los líderes han afrontado con rápidos reflejos soluciones ante imprevistos sociales, políticos y medioambientales. Pero también se han profundizado los flujos comerciales que aumentaron sostenidamente más de 15 veces en tres décadas de integración, e incluso en 2011 se ha llegado a un récord histórico de comercio intrarregional de U$S 160.000 millones.

Hoy nos encontramos con una zona prácticamente de libre comercio, donde sus acuerdos comerciales han convergido hacia más integración, pero donde se observa a su vez una baja integración entre sus estructuras productivas. Los flujos comerciales no aseguraron una región integrada, un desarrollo genuino, y no están alcanzando para lograr una región con los niveles de crecimiento actuales de otras regiones en desarrollo.

La convergencia generada en torno a las bondades del Tratado de Montevideo del ’80, fueron positivas pero aun así no alcanzan para los estándares de desarrollo de la media mundial. Es necesario ir hacia un estadio post-comercial. Esto no significa desentendernos del comercio, por el contrario, sabiendo la importancia del mismo, es menester avanzar hacia una etapa superior que incluya, potencie, pero también haga trascender lo comercial. En ese nuevo estadio es donde juega un rol importante la integración productiva.

Realidades de un contexto internacional incierto

Estamos viviendo momentos de fuerte incertidumbre internacional, donde se observan preocupantes desaceleraciones en la marcha económica de países desarrollados y crecientes escenarios de “guerra de monedas”. Esto genera, entre otras manifestaciones, que importantes excedentes de producción se vuelquen hacia la periferia, generando fuertes distorsiones y desvíos de comercio.

El fenómeno de la canibalización de los precios internacionales, sumado –en muchos rubros industriales– al aumento de los costos internos en moneda local y en dólares, hace que la competitividad de las empresas de la región y sobre todo de las argentinas se vea seriamente afectada.

¿Para qué resulta necesaria la integración productiva?
Como reaseguro ante la crisis

La integración productiva puede ser una de las alternativas que pueden jugar como reaseguro ante crisis, o al menos ante contextos adversos.

Un proyecto de integración productiva exige compromisos al menos de dos partes, que saben mutuamente que las amenazas no se generan por la región (o no solamente por ella) sino por la liquidación de precios de mercados desarrollados.

Ante shocks externos las empresas que están inmersas en un proyecto de integración productiva estarán mejor preparadas para ese contexto.

Para generar nuevas capacidades

Estar inmerso en un proyecto asociativo con otra contraparte regional genera automáticamente en la empresa la necesidad de adaptarse al nuevo esquema, planificar a mediano y largo plazo, y proyectar en conjunto sus acciones.

Este proceso de planificación, desde ya más profundo que una operatoria de comercio exterior, genera mejorar procesos productivos, lograr flexibilidad en la gestión y planificación y desarrollar buenas prácticas empresarias. La integración productiva lleva a la excelencia, a la búsqueda constante de innovación.

Cualquier proceso asociativo muchas veces se concibe con un socio que se encuentre “a la medida” de las necesidades de la otra empresa. En ese caso, sólo resta profundizar las ventajas comparativas que presentan los esquemas productivos de las empresas involucradas. Una alianza estratégica complementando ofertas, una asociación donde cada unidad productiva incorpore sus eslabones de fabricación más competitivos, son algunas experiencias ricardianas que aprovechan variables preestablecidas, estáticas.

Pero también la integración productiva fuerza o tiende a forzar el statu quo. Lo mencionado, donde las empresas mejoran sus capacidades y producciones, lleva a que el proceso que llevan a cabo las mismas para integrarse productivamente genere nuevas ventajas comparativas dinámicas, es decir, ventajas que se van creando sinérgicamente a medida que el proceso de asociatividad avanza. Eso se observa en la generación de desarrollo de proveedores en “empresas ancla” o en proyectos asociativos regionales para fortalecer ofertas ante licitaciones públicas.

El proceso en sí mismo genera que las empresas compartan conocimiento a la vez que en conjunto crean nuevos conocimientos. Esto genera un proceso virtuoso donde (necesariamente) no se incorpora know how, sino que se crea –del propio seno de las empresas involucradas– el know how para esa integración.

Para aprovechar nuevos mercados

Toda empresa exportadora que se precie de tal, tiene siempre en vista su plaza de venta, el mercado al cual vender sus productos. Contar con un mercado cooptado o amigable al producto exportable genera previsibilidad, incentiva a la inversión y disminuye márgenes de riesgo.

Justamente la integración productiva de alguna manera aumenta automáticamente la perspectiva de la escala, en su dimensión y en su acceso a nuevos mercados.

La contraparte en un proceso asociativo facilita a la otra el conocimiento de las redes comerciales en el mercado de destino, los canales de distribución ya aceitados por la historia comercial de su socio, los puntos de ventas ya establecidos, etcétera.

Para disminuir asimetrías

Las empresas tienen su genuino interés de buscar la renta y en ese sentido no siempre tienen la oportunidad de ver el bosque, es decir, de ver un proceso de integración a nivel macro.

Pero los Estados sí tienen presente que la generación de capacidades disminuye vulnerabilidades, y visto desde un espectro amplio hace disminuir asimetrías entre los actores de la región.

Esa disminución se observa porque esa incubación de capacidades genera mayor aprehensión por la innovación, aumenta por ende la productividad sistémica, incorpora valor a la producción, eleva los salarios e incorpora mayor y mejor mano de obra.

Estado y empresa: roles compartidos y complementarios

En este arduo camino de buscar más integración productiva, la articulación público-privada resulta relevante.

El rol del sector privado es intrínseco a la integración productiva, sin empresas no podemos hablar de integración productiva, quedaría cómodamente en proposiciones teóricas sin evidencias empíricas, y –en definitiva– sin mayores negocios, sin mayores empleos.

No obstante, el rol público es por demás importante. Es el que le da forma a la integración productiva y el que le da sustento en el tiempo. Sin el aporte del sector público, las iniciativas de integración productiva serían apenas puñados de casos, sin rumbo estratégico.

El Estado es el encargado de establecer “el marco” para que las empresas se integren productivamente, generando las normas y los incentivos para el acercamiento empresario. Eso significa lograr un fuerte compromiso político armonizando regímenes nacionales hacia entendimientos regionales que transciendan lo puramente estatal.

En el medio de los extremos, las cámaras gremiales empresarias son un actor relevante ya que funcionan como articuladoras y decodificadoras en el diálogo público-privado.

La integración y la Unasur

Cuando enfocamos el tema de la integración productiva en un marco como la Unasur, podemos afirmar algunos datos –a priori– auspiciosos.

Es un espacio que engloba países y bloques comerciales, la participación de todos los países sudamericanos asegura mayores escalas y diversificación productiva, y el bloque intenta plantarse en el concierto de naciones, como un bloque representativo desde el punto de vista de su PIB agregado (el 6% del PIB mundial, tomado según la paridad de poder adquisitivo de sus miembros).

La región viene experimentado importantes avances en la generación de institucionalidad por parte de las federaciones y cámaras empresariales. Sobran en exceso los antecedentes en ese sentido, pudiendo ejemplificar entre muchos otros casos en el sector industrial, la Asociación Latinoamericana del Acero (ALACERO), Asociación Latinoamericana de la Industria Eléctrica y Electrónica (ALAINEE), Asociación Latinoamericana de la Industria Plástica (ALIPLAST), etc.; e incluso graficar ejemplos de entidades regionales de tercer grado como la Asociación Industrial Latinoamericana (AILA).

Conclusiones

La Unasur es una realidad pero es también una oportunidad de amalgamar un nuevo espacio de asociatividad empresaria.

Entonces la integración productiva es uno de los cimientos a construir. Como fenómeno nuevo y necesario en este contexto internacional, debe estar en el ADN de la Unasur. Debe estar en su espíritu, pero también debe estar claramente identificada en los instrumentos de políticas.

¿Cómo dar los primeros pasos hacia mayor asociatividad en ese bloque?

Esto se traduce en que hay que generar primeramente un contexto de confianza y empatía por un lado, es decir un ámbito de acercamiento entre empresas e incluso empresarios, y un marco institucional por otro, donde el Estado coadyuve y potencie los proyectos de integración.

Para el lado de la empatía resulta fundamental que haya apoyo y decisión política, encuentros empresarios, rol articulador de las asociaciones empresarias, etc. Hay umbrales “mínimos de confianza” que deben ser superados, porque sin ellos no se avanza en los demás escalones.

Por el lado de las políticas, se debe contar con:
• Esquemas concretos de incentivos (tratos arancelarios especiales, canales verdes en aduana, exenciones impositivas, tratos diferenciados en zonas de frontera, etc.).
• Esquemas de financiamiento (líneas de crédito especiales para proyectos de integración productiva, sistema aceitado de garantías para el otorgamiento de préstamos, etc.).
• Normas aplicables en la conformación de empresas binacionales.
• Mapeamientos regionales de clusters.

El Mercosur, con el trabajo llevado a cabo por el Grupo de Integración Productiva (GIP), puede ser un buen colaborador para que la Unasur cuente con una base de trabajo inicial.

Finalmente, vale resaltar que la integración productiva no es un proceso sencillo, sobre todo en un bloque como la Unasur donde coexiste una interesante cantidad de países. Además, como cada empresa es única, por ende cada proyecto de integración productiva es único, donde se presentan problemas y situaciones específicas y particulares. Será necesario contar con decisión política, empresarios flexibles con visión a mediano y largo plazo, y sobre todo (y no por eso menor) con mucha paciencia.

Autorxs


Mariano Luna:

Jefe Dpto. Negociaciones Internacionales de ADIMRA. Coordinador Proyecto de Integración Productiva en el Mercosur (ORPIP/AECID). Profesor universitario.