Jujuy: economía y sociedad en una mirada de larga duración
Un recorrido por la historia productiva de la provincia desde la colonia hasta nuestros días, donde el sector terciario es el que más aporta a la generación del producto. Un balance necesario para pensar alternativas que mejoren las condiciones de vida de la población y brinden niveles adecuados de protección social.
Jujuy y sus regiones
Ubicada en el extremo noroeste de la República Argentina, Jujuy se encuentra en un área de frontera, limitando con Bolivia y Chile. Con 673.307 habitantes según el Censo Nacional de Población del año 2010, es la jurisdicción número 14 de acuerdo a la cuantía de su población. Su territorio representa algo menos del 2% del total del país. Por su ubicación geográfica, historia, población, economía, organización social y formas de ocupación del espacio, Jujuy se inserta en el sur de la región andina latinoamericana.
La provincia se encuentra dividida en 16 departamentos y se reconocen en ella cuatro zonas ecológico-productivas: Puna, Quebrada, Ramal y Valles Bajos.
Figura 1. La provincia de Jujuy, sus departamentos y zonas ecológico-productivas
Fuente: Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable.
La Puna es una altiplanicie por encima de los 3.000 metros sobre el nivel del mar, de extrema aridez y escasas precipitaciones, con amplitudes térmicas diarias que pueden alcanzar los 30ºC. Estas limitaciones no han impedido la ocupación de las montañas por parte del hombre hasta el límite superior de la vegetación, aun desde muy antaño. En este entorno adverso, los pueblos originarios han encontrado caminos para su desarrollo, aprendiendo a almacenar alimentos para los períodos no productivos y utilizando la complementariedad entre los diversos pisos ecológicos.
En la región se desarrollan actividades agrícolas para el autoconsumo, mientras que la ganadería tiene mayor importancia (principalmente caprinos, ovinos y llamas). Este territorio posee propiedades geológicas-mineras que lo convierten en una zona rica en minerales, con grandes salares, presencia de boratos y yacimientos de oro, plata y estaño.
La Quebrada tiene condiciones climáticas y edáficas más benignas que la Puna. Las principales actividades de esta zona son la horticultura, la floricultura, y la cría de ovinos y caprinos. En el año 2003 la región fue declarada Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad por la UNESCO, lo que ha generado un notable incremento de la afluencia turística, tanto nacional como extranjera. Así, el turismo ha pasado a constituir la principal actividad económica de la región. Hacia el sur se ubica un establecimiento industrial: la calera de Volcán.
La región del Ramal se caracteriza por un clima subtropical que la convierte en la más cálida de la provincia. En ella se cultiva la caña de azúcar, explotación que dio origen a tres ingenios, entre ellos el más importante del país (el Ingenio Ledesma, actualmente Ledesma S.A.A.I.). Alrededor de esta actividad surgieron los principales centros urbanos de la región. También por sus condiciones climáticas se desarrollan en el área el cultivo de hortalizas de primicia y de otras variedades subtropicales (como la banana, el mango o la palta), la citricultura y la explotación forestal.
La región de los Valles es la de mayor densidad de población de la provincia. Con condiciones climáticas benignas (clima templado y húmedo), en otras épocas solía explotarse la ganadería. A mediados del siglo XX esta actividad comenzó a ser desplazada por el cultivo del tabaco. Es la zona más diversificada de la provincia en términos de sus actividades económicas. En ella se concentra buena parte del sector terciario provincial, ya que es en esta región donde se asienta el aglomerado capital. También aquí se encuentra gran parte de las industrias más importantes de la provincia, entre ellas Aceros Zapla (antes Altos Hornos Zapla), Minetti y Celulosa Jujuy.
Jujuy y su población
Los movimientos demográficos registrados por los diferentes censos nacionales permiten aproximarse a las diferentes etapas que tuvo el desarrollo económico y social de la provincia (ver Cuadro 1).
Cuadro 1. Población de la provincia de Jujuy y sus regiones (1869-2010)
Fuente: Censos Nacionales de Población (INDEC).
La Puna, que en la actualidad alberga el 6% de los habitantes de Jujuy, tuvo en términos históricos un rol central, debido a su ubicación como zona de tránsito hacia el Alto Perú (para 1869 en dicha región vivía el 30% de la población de la provincia). Con el desarrollo minero durante el siglo XX el drenaje de población se contuvo, pero cuando esta actividad decayó la región puneña perdió rápidamente buena parte de sus habitantes. El centro poblacional más importante es la ciudad fronteriza de La Quiaca, la cual se desarrolló a principios del siglo XX por la llegada del ferrocarril y en la actualidad es un centro comercial importante dada su ubicación limítrofe. La Quebrada de Humahuaca muestra una trayectoria similar en su población, aunque sin haber alcanzado nunca la importancia de la Puna.
En el caso del Ramal, su importancia crece de manera paralela al desarrollo de la industria azucarera. Hacia 1914, en pleno auge de la actividad, la región absorbía el 38% de la población provincial, alcanzado un pico de 41% en 1960. A partir de allí, y de la mano de la creciente mecanización del sector cañero, el Ramal va perdiendo peso en el conjunto provincial. De todas maneras, los centros urbanos más importantes de la región siguen conservando un lugar de importancia a nivel provincial.
La zona de los Valles creció sostenidamente en términos demográficos, reuniendo para el censo de 2010 al 62% de la población de Jujuy. En esta región, y especialmente en la capital y sus alrededores, se asentó buena parte de la población que resultaba expulsada de otras zonas de la provincia. Así, el desarrollo del sector terciario absorbió a población proveniente del Ramal (por la mecanización de la explotación cañera y también por las dificultades que atravesó el sector), de la Quebrada y, especialmente, de la Puna (en su mayoría por el cierre de explotaciones mineras).
En todo este proceso no puede soslayarse la importancia del ferrocarril. Con su llegada marcó la definitiva reorientación de la economía jujeña, por la cual la provincia abandonó su modelo tradicional de comercialización mercantil-colonial, centrado en el Alto Perú, y se orientó hacia el mercado interno nacional de la Argentina. El ferrocarril permitió transportar mercaderías a los grandes centros urbanos del país y también traer maquinaria necesaria para que los ingenios azucareros pudieran dar el salto tecnológico para expandir su producción. Con su progresivo deterioro fue paulatinamente abandonado como medio de transporte para diversas producciones, como por ejemplo la frutihortícola del Ramal, pero siguió cumpliendo un importante rol para el traslado de la población, especialmente de bajos recursos, que podía movilizarse de una manera económica y con abundante carga. Así, el cierre definitivo en 1993, si bien anticipado por un empeoramiento progresivo del servicio, no dejó de ser un fuerte golpe tanto para sus numerosos empleados como para la gran cantidad de población que aún lo utilizaba.
Jujuy y su economía
Desde el punto de vista productivo, la economía provincial se sostiene en tres pilares: la agroindustria (azucarera y tabacalera), la siderurgia y la minería. La producción de azúcar registra su aparición a finales del siglo XVIII, aunque el despegue de la actividad se logró con la extensión del ferrocarril en conjunción con la protección arancelaria. El incesante crecimiento del cultivo llevó a crisis de sobreproducción recurrentes, rasgo que acompañaría al sector desde principios del siglo XX. Los requerimientos de mano de obra eran abundantes, generando una notoria expansión demográfica en el Ramal. Con la mecanización, a partir de 1960 el empleo en la actividad comenzó a declinar, aunque los tres ingenios que conforman el sector tuvieron diferentes trayectorias. Ledesma, el primero en reducir la demanda de mano de obra, llevó a cabo además una importante diversificación productiva, que mantiene hasta la actualidad y que le permitió consolidarse, mientras que La Esperanza y La Mendieta (ahora denominado Río Grande) entraron en crisis.
Durante la convertibilidad la industria azucarera fue uno de los sectores más perjudicados por la apertura externa y la desregulación. Se profundizó la expulsión de mano de obra. El ingenio La Esperanza quebró por segunda vez en el año 2000, con un proceso judicial que aún continúa. Luego de la devaluación la producción de azúcar se recuperó y el fuerte crecimiento del período 2003-2008 permitió recobrar posiciones. Además, las posibilidades de expansión del bioetanol podrían mejorar notoriamente la rentabilidad del sector. Así, las políticas energéticas serán cruciales en el futuro de la agroindustria azucarera.
En cuanto a la minería, las primeras explotaciones de la provincia datan de fines del siglo XVII, y desde entonces se le reconoce a Jujuy una tradición minera. Para fines del siglo XIX esta actividad profundiza su desarrollo, aunque recién una vez entrado el siglo XX se instalaron en la Puna las grandes empresas mineras.
En 1933 tuvo su origen Mina Pirquitas, dedicada a la exploración de plomo y plata en el departamento de Rinconada. En 1936 comenzó la explotación de El Aguilar, yacimiento de plomo, cinc y plata en el departamento de Humahuaca. Si bien hubo otras explotaciones menores que se instalaron en la zona, ninguna de ellas logró el impacto de las recién mencionadas. Merced a ellas, podía considerarse que Jujuy era la provincia más rica del país en cuanto a minerales metalíferos en explotación.
En la década de 1980 la actividad entró en aguda crisis. Tanto la Compañía Minera Pirquitas como Mina El Aguilar paralizaron sus actividades y fueron vendidas, con masivas reducciones de personal. Si a esto se le suma años más tarde el cierre del ferrocarril en la zona, el panorama resultaba desolador. No es de extrañar que surgiera en la zona un fuerte movimiento de protesta, el cual fue liderado por el cura claretiano Jesús Olmedo.
Aunque en los últimos años se han reactivado algunos proyectos mineros, la actividad del sector se encuentra enmarcada en permanentes debates acerca de su impacto medioambiental y su desenvolvimiento como economía de enclave. Por otro lado, en la actualidad se explora la posible explotación del litio, con un alto potencial pero también con cuestionamientos por sus elevados requerimientos de agua, muy escasa en la región.
En lo que respecta al tabaco, este cultivo se desarrolla en la región de los Valles. Pese a sus buenas condiciones ecológicas, la zona tardó en desarrollar sus potencialidades por falta de un sistema de irrigación, que comenzó a funcionar en 1925. Los primeros intentos de cultivar tabaco tuvieron lugar a comienzos de la década de 1940, en el departamento El Carmen. Al observarse los muy buenos rendimientos obtenidos se fueron sumando nuevos productores. En poco tiempo se desplazó a Corrientes y Misiones como principales productoras de tabacos claros y se logró autoabastecer la demanda interna. Había, sin embargo, dificultades, tales como la falta de una planta acopiadora en la provincia y la carencia de legislación sobre producción y comercialización. Además, los productores se encontraban en desventaja, en un mercado oligopsónico. En este contexto, durante la década de 1960 se desarrollaron las instituciones del sector que permitirían el auge de la actividad: la Cámara del Tabaco, la Cooperativa de Tabacaleros de Jujuy, el Fondo Especial del Tabaco (FET) y la Ley Nacional del Tabaco. Cuando se alcanzó uno de los picos de producción, en la campaña 1974-1975, se debió buscar un perfil exportador para canalizar la producción. El auge del tabaco Virginia en los mercados externos colaboró a posicionar a la región como productora y exportadora por excelencia.
Desde mediados de la década de 1980 los cambios en la política económica a nivel nacional favorecieron la importación de tabaco y cigarrillos. Aun así, la superficie cultivada con tabaco seguía siendo importante y la actividad empleaba de manera permanente a casi 5.000 personas. Ya con el Plan de Convertibilidad, la desregulación de las diferentes actividades intentó llevarse a cabo en el sector tabacalero, procurando eliminar el FET, pero los gobiernos y las organizaciones de productores de Salta y Jujuy lograron evitar su desaparición. Dentro del sector tabacalero también es importante el peso de su sector industrial, a través de los procesos de acondicionado, secado y acopio. Como muestra de su solvencia, la Cooperativa de Tabacaleros logró en el año 2002 establecer una fábrica de cigarrillos con marca propia (CJ), con destino al mercado regional.
Finalmente, la actividad industrial emblemática de la provincia es la siderúrgica, cuyo símbolo fue la empresa estatal Altos Hornos Zapla (AHZ). En 1941 se descubrió mineral de hierro en las Serranías del Zapla y, en coincidencia con un período de conformación del modelo de industrialización por sustitución de importaciones, dos años más tarde se creó AHZ, dependiendo de la Dirección General de Fabricaciones Militares. En 1945 se efectuó la primera colada de arrabio argentino. La planta avanzó paulatinamente, en el marco del Plan Siderúrgico Argentino, desarrollando sus instalaciones para completar el ciclo siderúrgico. Dos décadas más tarde se lograba producir acero en una planta integrada. El proceso expansivo comenzó a declinar a comienzos de la década de 1980, y ya hacia mediados de la misma la fábrica había entrado en un proceso de reducción de personal.
Para comienzos de los años de 1990 se había detenido la explotación minera y la producción de combustible se hacía cada vez más exigua. Con el gobierno de Menem llegaría la privatización, que impactó fuertemente en la población de la ciudad de Palpalá donde se encontraba la fábrica. Encontrar fuentes alternativas laborales era muy difícil y el gobierno local desarrolló una política de apoyo a los microemprendimientos, que no alcanzó a paliar los efectos de la situación. Si bien la empresa fue adquirida por capitales privados y en la actualidad continúa funcionando, su rol en el aparato productivo provincial se ha reducido drásticamente, pasando Palpalá de ser una “ciudad madre de industrias” a ser promocionada como centro turístico y deportivo, lo que refleja claramente el cambio acaecido.
Estos cuatro sectores que acabamos de mencionar forman la base productiva de la provincia, pero también debe señalarse la existencia de un sector agrícola importante, dedicado en su mayoría a la horticultura, ubicado especialmente en el Ramal (de mayor trayectoria y producción) y con presencia creciente en la región de la Quebrada de Humahuaca. Esta última se caracteriza por la recuperación de cultivos andinos, los que de la mano del turismo y de su incorporación a la cocina gourmet van encontrando un nicho para su producción. Por otro lado, la Quebrada tiene importantes ventajas climáticas y geográficas que le permiten una producción desfasada con el resto de las zonas cálidas del NOA. Predomina en ella la explotación minifundista, en su casi totalidad realizada por pobladores pertenecientes a pueblos originarios.
En clave histórica puede señalarse que, a pesar de su importancia, el sector primario fue perdiendo peso dentro de la generación del producto. Esta es una característica de los procesos de industrialización y modernización de cualquier economía. Sin embargo, tales procesos son acompañados también por un fuerte aumento de peso del sector industrial (y del sector secundario en general). En Jujuy, desde la década de 1960 el sector primario pierde peso, pero la importancia de la industria en la generación del producto no aumenta, sino que se mantiene. Así, mientras que el sector primario en su conjunto disminuye en términos relativos, el secundario no llega nunca a ser el sector más importante de la economía jujeña y el terciario aumenta lenta pero constantemente su peso. A partir de 1976 es el sector terciario el que más aporta a la generación del producto. Dentro de este sector, son los servicios comunales, sociales y personales los que guían el crecimiento.
Así se da un proceso de terciarización de la economía, merced a un aumento del aparato burocrático estatal. Este se da en un contexto de permanente déficit público y tiene un límite concreto, que son los recursos estatales para financiarlo. Cuando tales recursos escasean se producen situaciones críticas, como las vividas en la segunda mitad de la década de 1990. Fue entonces cuando las nacientes organizaciones de desocupados introdujeron en Jujuy la metodología de los cortes de ruta, en coincidencia con importantes medidas de fuerza de los trabajadores estatales, en las cuales emergió la figura del “Perro” Santillán como dirigente sindical de trascendencia nacional.
En base a los últimos datos disponibles sobre el producto, son las actividades vinculadas al sector público y al comercio las de mayor peso. En los primeros años de la posconvertibilidad la recuperación parece haber incidido con mayor impacto en la actividad comercial y la constructora, seguidas por la industria manufacturera. Sin embargo, la industria manufacturera y el comercio engloban estructuras de propiedad y de generación y apropiación de riqueza muy diferentes. Mientras que en la industria el valor agregado se concentra en pocas empresas de gran tamaño, en el comercio son los pequeños y medianos establecimientos los que explican prácticamente un 90% del valor agregado. Todo ello en el marco de un sector terciario en permanente crecimiento (en gran medida a partir de actividades con un elevado componente de informalidad, como ventas y/o servicios por cuenta propia, y diverso tipo de “changas”) y de un sector público que absorbió en diferentes momentos, pero de manera continua, los desequilibrios que se fueron manifestando en el mercado de trabajo.
Reflexiones finales
Como pudo verse en esta apretada síntesis, la matriz productiva de Jujuy tiene en su mayoría una raigambre histórica de larga data, y los diferentes cambios estructurales de las últimas décadas pueden haber alterado en alguna medida su importancia, pero sin modificar la configuración básica. Cabe reflexionar entonces sobre el rol que estos sectores tradicionales han tenido y tienen en el desarrollo de Jujuy. Una industria como la azucarera, que guió la formación del capitalismo en Jujuy, dio origen a una empresa de importancia mundial, pero no ha sido capaz de generar niveles de vida dignos para la mayoría de la población del Ramal, donde se desarrolla desde hace más de dos siglos. La minería, en reactivación, no logra superar las controversias que su impacto ambiental genera, ni los cuestionamientos a su rol como economía de enclave. Tampoco puede terminar de resolver sus diferencias con las comunidades originarias, milenarios habitantes de las tierras que guardan estas riquezas. El tabaco, que emplea abundante mano de obra y tiene una dirigencia dinámica y de fuerte peso político en el plano local, no consigue irradiar de manera definitiva su desarrollo hacia una mejoría radical en las condiciones de vida de la población local. Palpalá, otrora orgullosa ciudad siderúrgica, se va conformando con ser una alternativa turística y en el futuro, tal vez, ciudad dormitorio de trabajadores capitalinos.
En este contexto, existen fortalezas que pueden aprovecharse, como las potencialidades del sector cañero con los biocombustibles, la fabricación local de cigarrillos, la frutihorticultura de primicia, los cultivos andinos, las posibilidades de la minería con el litio y el crecimiento de un sector en el que Jujuy tiene amplias ventajas, como es el turismo. En este último, a la presencia de paisajes naturalmente impactantes le agrega un contenido cultural e histórico, generando una combinación muy atractiva para el visitante.
Pareciera entonces que estamos frente a un momento propicio para reflexionar acerca de qué tipo de provincia queremos construir hacia el futuro y actuar en consecuencia. En todo caso, cualquier decisión que se tome debería privilegiar tanto el crecimiento económico como la distribución equitativa de sus frutos entre la población, procurando mejorar sus condiciones de vida y brindar niveles adecuados de protección social.
Autorxs
Laura Golavensky:
Doctora en Economía. Mg. en Teoría y Metodología de las Ciencias Sociales. Investigadora del CONICET. Docente de grado en la Facultad de Ciencias Económicas y de posgrado en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy.