Introducción
| Por Juan Rattenbach y Mariana Vázquez |
La Argentina suele figurar en los manuales de macroeconomía como el exacto contraejemplo de Japón: un país destruido por la Segunda Guerra Mundial que pasó a ser uno de los más ricos del planeta y el otro que “alguna vez fue rico” y que luego pasó a ser pobre. Recientemente, en los medios de comunicación argentinos, muchos economistas locales, mediante el análisis de variables como inflación, emisión monetaria y desempleo, llegan a la conclusión de que la Argentina “tiene una economía de guerra, pero sin haber vivido una guerra”.
Hace cuarenta años la última dictadura cívico-militar argentina buscó acelerar por la vía militar la recuperación del archipiélago de Malvinas. Bajo la premisa de que el Reino Unido no iba a responder militarmente, se esperó a que se apurara el reconocimiento de soberanía cuyas negociaciones habían comenzado tras el ingreso de la Cuestión Malvinas al comité de descolonización en la década de 1960.
La diplomacia británica solicitó el retiro de tropas argentinas de las Islas para “continuar” con los mandatos de Naciones Unidas de resolver por la vía pacífica la controversia de soberanía. La realidad distó mucho de la retórica en donde un país americano, como hacía mucho tiempo no pasaba, volvía a enfrentarse de forma directa contra un país europeo que lo dominaba. El saldo de la guerra fue de más de seiscientos compatriotas argentinos muertos en combate, de los cuales la mitad descansan en el Mar Argentino tras la decisión política de atacar el crucero “ARA General Belgrano” fuera de la zona de exclusión. Luego de la muerte vinieron los intereses: de forma contraria al derecho internacional, el Reino Unido de Gran Bretaña amplió su ocupación colonial no solo sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur sino de los espacios marítimos circundantes.
Poco tiempo después de la guerra nuestro país entró en default. Tras casi diez años de ruptura de relaciones diplomáticas, la Argentina y el Reino Unido restablecieron formalmente sus vínculos entre fines de 1989 y comienzos de 1990 en el contexto de un nuevo default y de la consolidación de una hegemonía anglo-estadounidense como consecuencia del colapso de la Unión Soviética. Tras la aplicación del Plan Brady y las consiguientes descapitalizaciones del Estado nacional, la Argentina se sumergió en una fuerte crisis económica (la del año 2001) y nuevamente en default. El resultado de veinte años de posguerra fue el de una Argentina endeudada y empobrecida, con un tercio de su territorio insular y marítimo ocupado por la fuerza por parte del Reino Unido de Gran Bretaña y con la vigencia de un embargo que impide a nuestro país el desarrollo de forma óptima de nuestras capacidades de defensa nacional. A esto le sumamos una desmalvinización que implicó no solo reducir los instrumentos estatales que tiendan a una consolidación efectiva de nuestra soberanía en el Atlántico Sur sino también de un olvido sistemático de nuestros veteranos de guerra.
Desde el plano de las ciencias sociales el panorama tampoco parecía ser alentador. Ya sea por comodidad metodológica o por convicción empírica, muchos investigadores de historia argentina de distintas disciplinas decidieron instalar la idea de que la Nación Argentina nació en 1880 o, como muy temprano, con la sanción de la Constitución en 1853/1860. Este paradigma hoy en día es invocado con alegría por los británicos que esgrimen que las invasiones de 1806 y 1807, la ocupación de Malvinas de 1833 y la intervención anglofrancesa de 1845 no son pasibles de reclamo alguno dado que “la Argentina no existía en esa época”.
Por suerte la larga posguerra finalizó en junio de 2003 cuando Néstor Kirchner le exigió al primer ministro Tony Blair en Londres por las actividades económicas unilaterales en el Atlántico Sur y por el cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas que exigen la descolonización de las Islas Malvinas. Al mismo tiempo que crecía la economía, el empleo y el salario real, la Argentina logró recomponer el reclamo de soberanía al unísono con los demás países de América del Sur. Pero a pesar de los esfuerzos, el período 2015-2019 de la gestión de la alianza Cambiemos supuso un retroceso que está nuevamente buscándose revertir actualmente bajo el gobierno del Frente de Todos.
A cuarenta años de aquel 1982 estamos lidiando con nuestra deuda externa, con alta inflación y altos niveles de desempleo y pérdida del salario real. Sin embargo, no podemos entender lo que sucede económicamente en la Argentina si no contemplamos la totalidad de nuestro territorio nacional, que no solo abarca los territorios insulares del Atlántico Sur sino también una gran porción del continente antártico. Por eso destacamos la importancia que se le otorga a la decisión editorial de la Revista Voces en el Fénix de publicar un número especial sobre la soberanía argentina en Malvinas, Atlántico Sur y Antártida.
Con el objetivo de que los contenidos presentados sean de fácil acceso decidimos ordenar los artículos por orden cronológico: desde los orígenes de los derechos soberanos en el Atlántico Sur, la controversia de soberanía en el marco de Naciones Unidas, el impacto de la guerra de Malvinas y los desafíos que tenemos por delante en el siglo XXI.
Este número comienza con un trabajo de Facundo Rodríguez, quien destaca y fundamenta de forma sólida y clara la coherencia histórica y jurídica de la justificación de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes. Asimismo, desarrolla cómo la Argentina, una vez ocurrido el acto de usurpación, buscó alcanzar una solución pacífica de la controversia a través de los distintos instrumentos ofrecidos por el derecho internacional. “Desde el punto de vista jurídico, la sucesión a los derechos de España y el ejercicio efectivo de la soberanía por parte de la Argentina de forma pacífica, continua, pública, indisputada y de buena fe, le confiere soberanía a la Argentina sobre las Islas Malvinas”, afirma el autor.
El trabajo siguiente, de Silvina Gutiérrez, abona estas afirmaciones analizando otra arista. “(…) lejos estuvo Malvinas de ser una tierra perdida y deshabitada a la llegada de los británicos al momento de la usurpación en enero de 1833”, afirma. En su trabajo, describe diversos aspectos de la vida argentina en Malvinas entre 1820 y 1833, tomando dos documentos sumamente valiosos: los diarios de Emilio Vernet y María Sáez. Se presenta en ellos una continuidad de actos que evidencian la consolidación de un pueblo argentino en las Islas Malvinas y el ejercicio de soberanía por parte del naciente Estado.
Continúa el trabajo de Juan Rattenbach, quien analiza el impacto del conflicto del Atlántico Sur en la economía isleña, a partir de las medidas unilaterales e ilegales implementadas por el Reino Unido de Gran Bretaña con posterioridad a ese hecho. La cuestión económica no puede ser eludida cuando hablamos de Malvinas, afirma el autor, destacando incluso que la ocupación británica de enero de 1833 se tradujo en uno de los primeros acuerdos político-económicos entre el Reino Unido de Gran Bretaña y los Estados Unidos, una invasión a un territorio en el cual estaba establecido un pueblo argentino que era económicamente próspero. Acercándose en el tiempo, el autor presenta las consecuencias económicas posteriores al conflicto bélico de 1982, fundamentalmente a partir de la ampliación de forma unilateral e ilegal de la ocupación por parte de Gran Bretaña, llevando a un cambio en la matriz productiva en la economía colonial.
Eugenia Duré en su artículo trata la Causa Malvinas, en tanto política de Estado, desde la perspectiva de la identidad nacional y, a la vez, como parte de una identidad latinoamericana y del Sur global. Hace un recorrido histórico desde la primera presidencia de Juan Domingo Perón cuando, desde su perspectiva, la Cuestión Malvinas adquiere relevancia diplomática y es asumida como parte del Asunto Magno de una República Argentina bicontinental. Señala, asimismo, que entre 2003 y 2015, la Causa y la Cuestión Malvinas retoman el protagonismo histórico que habían tenido durante los gobiernos de Juan Domingo Perón. Señala luego el claro retroceso entre 2015 y 2019, así como los avances legislativos logrados desde diciembre de 2019. Por último, destacamos en este artículo la perspectiva desde el territorio, atravesado por el conflicto de 1982.
El artículo siguiente, de Alejandro Simonoff, se propone analizar las estrategias de los gobiernos de Mauricio Macri y Alberto Fernández hacia Malvinas, caracterizadas por un fuerte contraste. “(…) la gestión conservadora de Mauricio Macri definió la relación con Gran Bretaña como una oportunidad para hacer negocios, comercio e inversión, dejando en un segundo plano al reclamo soberano”, afirma y fundamenta el autor. Asimismo, señala cómo este gobierno no consideró eventos positivos del escenario jurídico y político internacional, como la confirmación de nuestros límites marítimos, el Brexit y el fallo por la cuestión de las Islas Chagos. Luego, Simonoff analiza medidas y enfoques implementados durante el gobierno de Alberto Fernández que marcan cambios con respecto al gobierno anterior. Por último, vale destacar dos aportes valiosos de este trabajo. Por un lado, una lectura acerca de cómo impacta el devenir del proceso de globalización en el derrotero de la disputa. Y, por otro, un agudo planteo sobre la relevancia de la dimensión temporal de esta cuestión y de pensar estrategias de largo plazo.
Martín Pérez, en su artículo, aporta la riqueza de la perspectiva del territorio, pero con proyección nacional. Plantea con claridad que el desarrollo de la ciudad de Río Grande es una condición necesaria para construir un país auténticamente bicontinental y en pleno ejercicio de su soberanía. Lleva a cabo un análisis acerca del valor geoestratégico y económico del Atlántico Sur, que muestra a su vez el valor geopolítico de la posición de la ciudad como pieza fundamental de la estrategia nacional. “Una Río Grande fuerte, próspera e integrada es la condición de posibilidad para construir una presencia permanente e inteligente en el Atlántico Sur”.
Los siguientes dos artículos se proponen desde el convencimiento acerca de la unidad geopolítica de Malvinas y Antártida.
Laura Civale aborda los principales hitos de la historia antártica argentina, así como las particularidades y funcionamiento del Tratado Antártico, y reflexiona sobre los desafíos de los tiempos por venir. La Argentina fue el primer país en asentarse de forma permanente en la Antártida, con presencia ininterrumpida desde 1904. Hace referencia, posteriormente, al contexto de la discusión del Tratado Antártico y a los elementos regulatorios y sus particularidades.
Mariano Memolli, luego de hacer un breve repaso por la historia antártica argentina, que reafirma lo planteado en el artículo anterior, avanza en el suyo hacia una presentación y análisis más exhaustivos del Sistema del Tratado Antártico y los foros que lo nutren de contenido. Este trabajo alerta, asimismo, sobre el lugar central que tiene la perspectiva histórica (el conocimiento de la historia previa al Tratado) para los Derechos Soberanos de Argentina. También destaca el crecimiento de la presencia antártica de las principales potencias. Para finalizar, se presentan un diagnóstico y una serie de propuestas relativas al Programa Antártico Argentino.
Por último, encontramos el epílogo elaborado por Guillermo Carmona, actual secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur. En él se destaca la caracterización de colonialismo relativa a la Cuestión Malvinas, así como su concepción como política de Estado. Asimismo, la mirada integral, que contempla la Antártida y el Atlántico Sur. Afirma que “es fundamental insistir, para la adecuada comprensión y defensa de los intereses de la Nación, que la Argentina es un país oceánico y bicontinental, que cuenta con un extenso sector antártico, un vasto litoral marítimo y una de las plataformas continentales más importantes del planeta”. Luego de un recorrido por toda la publicación, destaca lo imprescindible de que la Argentina mantenga una intensidad permanente y creciente de su reclamo, consolidando los consensos internos y los apoyos internacionales.
Autorxs
Juan Rattenbach:
Abogado (UBA). Magíster en Economía Aplicada (UTDT). Secretario Ejecutivo del Museo Malvinas.
Mariana Vázquez:
Licenciada en Ciencia Política y Profesora Adjunta Regular (UBA). Profesora de la Universidad Nacional de Avellaneda. Coordinadora de Formación del Observatorio del Sur Global.