Internet, redes sociales, movilidad y después. La reinvención de la comunicación

Internet, redes sociales, movilidad y después. La reinvención de la comunicación

En los últimos años se han transformado de manera contundente el tiempo y el espacio de consumo de contenidos e información. Lo hacemos en cualquier momento, en cualquier lugar, desde múltiples medios y dispositivos. Esto hizo entrar en crisis al modelo de negocio del periodismo. Los nuevos modos de comunicar continuarán modificándose día a día, y con ello se vuelve inevitable la reestructuración de los medios de comunicación.

| Por Guadalupe López |

Todo comenzó en 1969 cuando se estableció la primera conexión de computadoras entre tres universidades en California y una en Utah, Estados Unidos. La incipiente red conocida como Arpanet significaba la realización del sueño ideado años antes por Vannevar Bush y Douglas Engelbard: la creación de un cerebro digital de alcance mundial. A pesar de lo revolucionario del experimento, lejos estaban estos pioneros de poder dimensionar la catarata de efectos de la incipiente red de redes.

Junto a la digitalización de la información, la puesta en red de esos bytes constituye uno de los hechos más relevantes del siglo XX por su alcance y efecto en todos los órdenes de la vida. Comparable con la revolución que causó la invención de la escritura y de la imprenta en las sociedades que las vieron emerger, Internet significa para la humanidad el ingreso a una nueva era, una nueva compuerta evolutiva, no sólo por lo que conecta e incluye, sino también por lo excluye.

Vivimos en la Sociedad Red, y en palabras de Manuel Castells, lo propio de este modo de organización social es que la generación, el procesamiento y la transmisión de la información se convierten en las fuentes fundamentales de la productividad y el poder. La magia del “hipervínculo” crea más y más enlaces en la sociedad aumentando la capacidad de conexión entre individuos, y convirtiendo a Internet en el sistema operativo de la sociedad contemporánea.

Pero desde un punto de vista sociotécnico, la configuración de la sociedad actual no sólo es producto de las transformaciones que trajo consigo Internet, sino también de los cambios introducidos en los últimos años por las redes sociales y la movilidad.

América latina es especialmente una región muy proclive al uso de sitios de Social Media, que alcanzan al 95% promedio de los usuarios conectados de todos los países de la región (un 15% más que en 2013). Somos individuos en red. Vivimos segmentados en diferentes redes sociales que se superponen y nos brindan una base para otorgarle un sentido a nuestra vida.

La comunicación móvil vino a cerrar el círculo sumando el componente que faltaba: la ubicuidad en el acceso a la red, a través de la difusión de dispositivos móviles cada vez más accesibles, que con más de 7.000 millones de contratos iguala a la cantidad de habitantes del planeta. Con tasas de adopción sin precedentes, los smartphones son ya la primera plataforma de consumo de contenidos, la ventana principal por la que muchos usuarios se asoman al mundo. En países desarrollados, sí, pero más aún en economías en vías de desarrollo, que aprovechan las menores barreras de entrada de estos dispositivos frente a la computadora convencional.

La difusión y el desarrollo de este sistema tecnológico integrado por Internet, las redes sociales y la movilidad, cambiaron la base material de nuestras vidas, por lo tanto, la vida misma en todos sus aspectos: cómo y en qué trabajamos; cómo y qué consumimos; cómo, dónde y cuándo nos informamos, y qué elegimos a la hora de entretenernos. Cómo nos educamos, cómo gobernamos, y por supuesto, quién manda, quién se enriquece, quién explota, y quién es marginado.

Internet y las Tecnologías de la Información y la Comunicación no determinan lo que pasa en la sociedad, pero cambian profundamente las reglas del juego, incluso más allá del buen o mal uso que les demos, porque sus efectos nos trascienden.

Formas de comunicar, ayer y hoy

Las formas de informarnos y entretenernos y los modos de comunicarnos no han permanecido ajenos a estas transformaciones. Más aún, el campo de la comunicación en general ha sido uno de los más afectados. El ecosistema mediático se pobló de nuevos actores, medios digitales y dispositivos que cambiaron las reglas del juego de la comunicación para industrias mediáticas y audiencias por igual.

Las formas de comunicación trascendieron los medios mutando en formas de comunicación hipermediáticas, y se modificaron las concepciones del tiempo y el espacio de consumo de información. Estas transformaciones trastocaron las lógicas de producción, circulación y consumo de contenidos para siempre, pateando el tablero de las reglas de juego impuestas desde hace años por la industria.

Henry Jenkins utiliza el término “cultura de la convergencia” para describir este complejo escenario que implica la interrelación de múltiples plataformas mediáticas, la inteligencia colectiva, y la cultura participativa. Se trata de un complejo terreno de cruces e hibridaciones entre industrias, medios, dispositivos, plataformas y prácticas de los usuarios, cuyas consecuencias son irreversibles para el periodismo, la industria mediática y el campo de la comunicación en general.

Nuevos actores. El medio es el mensaje… Y las audiencias también

El principal agente de cambio en los modos de comunicar son los usuarios, quienes empoderados de herramientas digitales y dispositivos de bajo costo, además de consumir, producen y comparten información y contenidos propios y de la industria, en tiempo real. Que la publicación de información esté a un clic de distancia para prácticamente todos los usuarios de Internet, es una de las transformaciones más importantes que ha traído la red de redes.

Las audiencias participan de diferentes modos y en diferentes niveles. En palabras de Clay Shirky, vivimos una suerte de “amateurización” de la producción de contenidos. Desaparece la barrera entre medios y audiencias, en un movimiento que significa el fin del modelo de difusión de masas (broadcast).

Si bien hay una gran cantidad de contenido basura en la red, también es cierto que vivimos una suerte de “primavera” de creación y colaboración nunca antes vista. Como sostiene Shirky en Excedente cognitivo: Creatividad y generosidad en la Era Conectada, utilizamos nuestro excedente cognitivo en actividades creativas con mucha más frecuencia que hace cincuenta años. Y no sólo nos referimos a la producción de piezas de contenido sofisticadas. El acto de compartir una foto en Facebook acompañada de una reflexión, un pensamiento, una historia o una búsqueda de opinión, es también un acto creativo, y es mucho mejor que no hacer nada, o que mirar la televisión sin más.

El más claro ejemplo de este proceso es YouTube –cuyo slogan por mucho tiempo fue “broadcast yourself”–, la plataforma de videos online en la que se publican 100 horas de video por minuto, entre los cuales obviamente están los del mainstream, pero en su mayoría se trata de videos caseros subidos por usuarios de la plataforma. Una suerte de memoria de la cultura universal online.

La participación activa de las audiencias marca el fin del monólogo de los medios del mainstream y el inicio de la conversación, en un movimiento conlleva el pasaje de una lógica top down a una button up en la construcción de la agenda mediática, y la incorporación de los mensajes de la audiencia como contenido “noticiable” para el propio medio.

En este contexto, por ejemplo, la industria toma las conversaciones más populares entre los usuarios de redes como Twitter y Facebook, al mismo tiempo que hace un esfuerzo por “instalar” sus propios temas entre la audiencia. Ejemplo de ello es la creación y utilización de hashtags en diversos noticieros y programas de televisión de aire y cable, en un doble intento por ser parte de la conversación y traer parte de esa conversación al estudio de grabación. El medio es el mensaje, y las audiencias también.

Por último, y sobre todo a partir del auge de las redes sociales, los usuarios son los nuevos intermediarios en el juego de la comunicación. Si el contenido no se propaga por la red, está muerto, y en tiempos de Internet la diseminación de información depende de los usuarios. La producción y socialización de información pública es en red y los amigos se convierten en los nuevos editores. Las redes sociales redefinen la cadena de creación de valor del periodismo, distribuyen el tráfico, los contenidos y la publicidad.

En este contexto, los medios de comunicación tradicionales no detentan el poder de la producción de noticias ni tampoco el de hacernos llegar el contenido.

Nuevas configuraciones de tiempo y espacio. Del “prime time” al “in between time”

Internet, las redes sociales y sobre todo la movilidad han transformado el tiempo y el espacio de consumo de contenidos fragmentándolos en unidades mínimas. Consumimos información en cualquier momento, en cualquier lugar, desde múltiples medios y dispositivos, cada uno con sus diferentes prestaciones y lenguajes. Pasamos de una lógica del “prime time” televisivo, a una de “entre tiempos” marcada por los deseos y caprichos de las audiencias.

De la mano de dispositivos móviles y aplicaciones conectadas a la red, los usuarios experimentan el tiempo y el espacio de un modo completamente nuevo. Lo que hace apenas diez años eran “tiempos muertos” como el viaje de casa al trabajo, la espera en la antesala del consultorio, o la cola del supermercado, han devenido momentos más productivos en los que los usuarios consumen y comparten información, editan documentos de forma colaborativa, y los ponen a andar en la red. En palabras de Roberto Igarza, los tiempos muertos se volvieron más productivos y constructivos, “burbujas de ocio” productivo.

En lugar de mirar televisión, una escena muy típica hasta mediados de los ’90, hay una tendencia a aprovechar el tiempo de ocio de otro modo, combinando producción y consumo de contenidos en múltiples dispositivos a la vez. Miramos la televisión con un ojo, mientras con el otro prestamos atención a lo que comenta nuestra red de contactos en Twitter o en Facebook sobre lo que está sucediendo en el programa. El tiempo de consumo es al mismo tiempo un momento de circulación y producción de información.

Uno de los efectos concretos para los medios y la industria del entretenimiento es que tuvieron que adecuarse a las nuevas modalidades de consumo, adaptando narrativas y formatos para contar historias que serán consumidas en estas “burbujas de ocio”, a través de dispositivos que caben en la palma de una mano. No es lo mismo leer un titular en la portada de un diario impreso que enterarse de la noticia en Twitter. En un lado la información está contextualizada, el título es acompañado de una volanta y bajada, probablemente algún destacado del texto principal y una fotografía. En la red del pajarito sólo tenemos 140 caracteres para decir lo que queremos comunicar.

Crisis y reinvención de los medios

Históricamente el negocio de los medios se basó en el paradigma de la escasez de información. En un mundo en el que la información es escasa, la industria mediática es quien tiene los medios para conseguirla, darle un formato, volverla accesible al público, y por ende cobrar por ello. Pero en virtud de las transformaciones que hemos descrito pareciera que de repente todo el mundo tiene más posibilidades de producir información y acceder a información.

Lejos de ser un bien escaso, la información se ha convertido en un commodity por el cual los usuarios no están dispuestos a pagar, sencillamente porque pueden encontrarlo con sólo hacer una búsqueda en Google. El pasaje del paradigma de la escasez al paradigma de la abundancia de información es uno de los principales efectos de las transformaciones introducidas por Internet, las redes sociales y la movilidad en el campo de la comunicación, especialmente para la industria de medios.

Antes de la Web, bastaba con reunir en un sólo producto las diez mejores historias para impedir que alguien dedicara energía y tiempo a seleccionar los mejores artículos en una decena de publicaciones diferentes. Sin embargo en un mundo de enlaces y feeds RSS muchas veces es más fácil leer, ver o escuchar lo que nos llega por referencia de los amigos que ser fiel a una publicación concreta. La pereza favorece ahora la desagregación, y la competencia se intensifica.

Pero además de todo esto, existe un segundo problema para la industria de medios. Históricamente la publicidad ha sido su fuente principal de ingresos. Como sostiene Clay Shirky en Periodismo Postindustrial. Adaptación al presente, el periodismo siempre estuvo “subvencionado” por la publicidad, pero uno de los efectos más disruptivos de Internet es que combina los modelos de publicación y comunicación en un único lugar, de modo tal que los anunciantes pueden llegar con su producto a los consumidores directamente, y hasta concretar la venta online, sin tener que pagar un peaje.

Desde la aparición de la Web se ha producido un gran desplazamiento del valor neto de la publicidad desde las editoras hacia los anunciantes, y las señales apuntan a que esta tendencia crezca en lugar de dar marcha atrás. Consecuentemente, la publicidad web nunca ha generado ni de lejos los mismos ingresos por lector, y el continuo crecimiento general de la publicidad en línea con frecuencia está dejando a un lado a los medios tradicionales por completo. Mientras tanto, las fuentes alternativas de ingresos directos como los modelos de paywalls, micropagos, aplicaciones móviles y suscripciones digitales implementadas por los medios, han fracasado u ofrecen ingresos inferiores.

En Estados Unidos, la crisis de los periódicos llegó para instalarse hace tiempo, barriendo con buena parte de las redacciones de medios locales de todo el país. Al parecer, de todas las alternativas, las que mejor han ido son las suscripciones digitales tal como se practican en Los Angeles Times, el Minneapolis Star Tribune, The New York Times y otros. Pero incluso en estos casos el efecto neto de las suscripciones no compensa la reducción de ingresos del papel.

Los efectos del maremoto del norte no han llegado a América latina aún, pero las transformaciones en los consumos de las audiencias ya se están haciendo sentir. Según el último informe de la consultora Comscore, el 60% de la audiencia online de América latina es menor de 35 años, y el promedio mensual de consumo de contenidos digitales es de 21 horas mensuales (22,8 el promedio global).

Como desde hace años ocurre, los servicios online más visitados son los sitios de Google, Facebook y los sitios de Microsoft, para todos los países de Latinoamérica. No obstante, un dato interesante para la región es que el consumo de sitios de noticias online creció un 8% en el último año, lo cual es a todas luces alentador.

La reestructuración es forzosa

Lo que está en crisis no es el periodismo, sino su modelo de negocio. Al tiempo que los ingresos por publicidad caen estrepitosamente y los diarios elaboran estrategias para sobrellevar el maremoto que amenaza con sus redacciones, esta es una época de grandes oportunidades para el periodismo y el campo de la comunicación en general, tanto desde el lado de la producción como del análisis.

La pregunta clave que se hacen los medios hoy es cómo ser relevantes y conquistar nuevas audiencias en un mundo en el que la información se propaga por la red a la velocidad de la luz. La curaduría de contenidos, la incorporación de la audiencia en la producción de información, y el periodismo de investigación basado en datos (data journalism, en inglés) son algunas de las acciones incorporadas por los medios en la búsqueda de nuevas alternativas. La elaboración de narrativas cross-media y transmedia, y el diseño de experiencias inmersivas para los usuarios, son otros modos de adaptarse al cambio.

Todas estas alternativas implican el trabajo por proyectos en equipos interdisciplinarios. Algo que ya comienza a verse en las redacciones de los diarios más importantes de nuestro país es el trabajo cross-áreas, y la incorporación de nuevos perfiles en la Redacción como programadores, analistas de datos (data miners) y desarrolladores especializados en visualizaciones de datos.

La innovación en los contenidos, la incorporación de nuevos perfiles, el trabajo interdisciplinario y en equipo constituyen acciones necesarias pero no suficientes. El cambio que necesitan los medios para adaptarse al nuevo ecosistema es estructural y requiere sí o sí un modo de organización diferente. Lamentablemente no hay recetas mágicas. Cada organización es un mundo en sí mismo, en un contexto único. La única certeza que tenemos es que los nuevos modos de comunicar son nuestro presente (y no ya un capítulo futuro), que continuarán transformándose sin más, y que la reestructuración de los medios es necesaria y forzosa.

Autorxs


Guadalupe López:

Periodista. Investigación, estrategia y entrenamiento en Medios Digitales y Redes Sociales. Coordinadora de Blogs en LA NACIÓN. Profesora en la carrera de Ciencias de la Comunicación. Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Profesora Master en Periodismo LA NACIÓN / Universidad Torcuato Di Tella.