Entrevista a Agustín Rossi: “Recuperamos el Estado”

Entrevista a Agustín Rossi: “Recuperamos el Estado”

| Diálogos políticos: buscando consensos progresistas |

La búsqueda de consensos sobre cuestiones estratégicas para el país es una de las preocupaciones principales de Voces en el Fénix. Por eso nos pusimos como objetivo tener llegada a todos los sectores políticos que quieren un país para todos, con todos aquellos que piensan que la solución no puede pasar por ajustar y reprimir. La intención de esta sección de “Diálogos políticos” es incluir todas las posturas que se paren desde una postura progresista, siempre procurando discutir el largo plazo y aportar a que surjan acuerdos, aun desde la diversidad. Para inaugurar esta sección, Abraham Leonardo Gak dialogó con el presidente del bloque de diputados del Frente para Victoria, Agustín Rossi.

–El origen del Plan Fénix pasa por tratar de generar puntos de acuerdo respetando diferencias. La palabra es un aspecto fundamental. Nos interesa discutir la Argentina de hoy y la que pensamos que debería ser. ¿Cree que actualmente se están confrontando dos modelos, uno representado por oficialismo y el otro por la oposición?
–Hay una confrontación de dos modelos. El problema es que los que son el otro modelo no lo asumen. Es una discusión que pasa por carriles más ligados a la disputa que a la racionalidad política, por eso es muy pasional. El clivaje que moviliza la discusión es oposición versus oficialismo. Reivindicamos nuestro modelo, no tenemos problemas con eso. Estamos contentos con lo que estamos haciendo. En la oposición la idea de abordar un nuevo modelo aparece muy difusa. Y cuando lo empiezan a decir, a verbalizar, a balbucear, se emparienta con lo peor que le ha pasado a la Argentina en los últimos años. La oposición adoptó una estrategia aideológica, que es lo que hace Mauricio Macri en la ciudad de Buenos Aires: en vez de criticar al oficialismo por el modelo, hacen mayor hincapié en las formas, en las instituciones, pero esconden una visión distinta de la nuestra de la Argentina.

–Usted presenta a la oposición en bloque hacia la derecha y al oficialismo en el sector progresista. ¿No considera que hay figuras en la oposición con las que pueden acordar? Plantear que es blanco o negro no ayuda al diálogo, ¿no le parece?
–Está claro que no toda la oposición es lo mismo.

–Es una definición importante.
–Pero no me gustaría ser indulgente con lo que hacen determinadas fuerzas políticas que en la idea de privilegiar su rol opositor terminan siendo el ariete progresista de la derecha. Lo quiero decir con claridad. En la Cámara de Diputados, con la alianza que hicieron para distribuirse las comisiones, le terminaron dando la presidencia de Agricultura a un hombre de la Sociedad Rural de Formosa; Finanzas a un hombre que viene de la Banca Morgan, y Familia a una mujer que es claramente militante del Opus Dei…

–Yo estoy tratando de sacarlo de la coyuntura…
–Sí, yo me salgo de la coyuntura, pero soy deliberadamente duro porque creo que es un error estratégico. No se puede construir una fuerza política de centroizquierda, o de lo que sea, acumulando con la derecha. Y yendo a la cuestión estratégica, hay que decir que los que nos animamos a esbozar un proyecto de país, a decir qué es lo que pensamos de la economía, del empleo, del mercado interno, del consumo, en general somos nosotros. Al otro sector le cuesta verbalizar su idea de modelo.

–Están agazapados…
–En la ciudad de Buenos Aires se presentaron como aideológicos, hablaban del sentido común de las cosas, hasta que apareció el Fino Palacios y Ciro James. Ahí descubrimos que la derecha es la derecha. Estos amigos a los que usted hace referencia, a la derecha le dicen oposición como forma de no decirle derecha.

–De todas formas, lo voy a arrastrar de los temas de la coyuntura. ¿Cuáles son los problemas cruciales que tenemos que afrontar, no aquellos más críticos, sino aquellos imprescindibles para generar otro país?
–Haciendo un poco de historia y saliendo de la coyuntura, tal como ha sido su invitación, hay que decir que desde el ’75, cuando fue el Rodrigazo, hasta el 25 de mayo de 2003, la Argentina tuvo la impronta de un modelo económico neoliberal. Con la brutalidad sanguinaria de la dictadura, la incompetencia del alfonsinismo y la complicidad del menemismo, se implementó durante treinta años un modelo que trajo secuelas: altos niveles de pobreza y exclusión social, la destrucción del aparato productivo, la concentración económica en pocas manos en cada uno de los rubros y la destrucción del Estado. En esto años hemos logrado algunas pautas, como recuperar el Estado.

–Pero convengamos que le hace falta una eficiencia o una reforma porque durante treinta años se trató de desmantelarlo…
–Hemos ganado una batalla cultural. Durante muchos años el Estado era un disvalor, un problema para el desarrollo de la economía y el bienestar de los argentinos. Eso quedó de lado. Hoy tenemos un Estado fuerte, con buen nivel de ingresos y de prestaciones. Hace seis años no lo teníamos y hoy el Estado se ocupa de las dos franjas etarias que en cualquier manual de políticas de Estado dice que hay que atender: los adultos mayores y los niños y adolescentes. El Estado recuperó el manejo del ahorro previsional de los argentinos, en una de las medidas más trascendentales del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Era absolutamente irracional que siguiese orientado por la inversión privada. Fue el causante del mayor endeudamiento. De las cosas que perdimos como herencia de estos treinta años de neoliberalismo, hemos recuperado una.

–Sí, pero, ¿qué problemas tienen?
–Uno de los problemas que individualizo es que tenemos una estructura económica altamente concentrada, una economía donde se producen situaciones oligopólicas, una economía extranjerizada en una serie de rubros que son causales de las tensiones inflacionarias. Ante eso, nosotros no vamos en mal camino aunque no hemos llegado al corazón del problema. En seis años se crearon 140 mil empresas, fundamentalmente pymes, que son las desconcentradoras más fenomenales de la estructura económica y grandes distribuidoras del ingreso.

–Además son las que introducen mayor innovación tecnológica…
–Sí. Y mayor valor agregado. En la convertibilidad perdimos 40 mil empresas. Me parece que vamos en el camino a una economía productiva mucho más democratizada, menos oligopólica y concentrada.

–También hay que buscar una distribución del ingreso. ¿No considera que la relación entre los que ganan más y los que ganan menos aún sigue siendo muy desigual?
–Esto es así. No hay mayor mecanismo distributivo que la consolidación del mercado interno, ese es otro valor que hemos conseguido durante estos seis años y que hay que seguir incentivando. Dentro de un año y medio termina el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y dejamos una Argentina con un mercado interno mucho más fuerte que en 2003. Eso significa consumo que se da de una sola manera: muchos argentinos con trabajo bien remunerado. ¿Alcanza? No. Pero es una condición necesaria. Faltan más cosas. El empresariado tiene una lógica que hay que cambiar: cuando venimos de la crisis y empieza la recuperación económica es aliado de los trabajadores, pero cuando la recuperación se consolida, empieza esa vieja idea de que el salario es un costo laboral. Y no sólo es eso, sino que también es una fuente de crecimiento económico y de consumo. Es una discusión, además de económica, cultural. A los que más hay que tratar de llegar es a los excluidos. La propia dinámica de crecimiento no alcanzó, no fue suficiente para traccionarlos. En números redondos, en la Argentina hay doce millones de pibes menores de 18 años. Seis millones, incluidos. Son hijos de 5.200.000 mil trabajadores registrados, o de los 800 mil que ganan más de 4.800 pesos y deducen esa carga familiar del impuesto a las ganancias. Hay otros seis millones que no estaban incluidos: tres millones y medio inscriptos en algún plan del gobierno nacional, fundamentalmente en el Plan Familia, y dos millones y medio que no estaban incluidos. Un millón y medio que ni siquiera tenían DNI, sólo el certificado de nacido vivo. El plan de asignación básica por hijo es una condición necesaria para que ese sector empiece a poder respirar, a tener un piso que le garantice el Estado para empezar a salir y generar otra actividad.

–Mirando al largo plazo tenemos un problema de clasificación de la población activa. La educación tiene que cumplir un rol absolutamente definitorio en la mejor distribución de ingresos.
–Eso es absolutamente así. Tenemos cuatro leyes fundacionales en ese sentido: la de educación técnica, la de educación superior, la de financiamiento educativo y la de educación general. Con la asignación universal aumentó la matrícula en casi un 25 por ciento.

–La batalla más difícil es cambiar la distribución del ingreso, lo que no se ha logrado sustantivamente. La población tal vez no sabe que hay otros elementos que pueden mejorar su calidad de vida, como cambiar la carta orgánica del Banco Central o una reforma tributaria que modifique la estructura regresiva que tiene el país.
–Es necesario al menos empezar a debatirla.

–Cuando dice “al menos” ya no me gusta.
–Es que por lo general se ponen impedimentos. Parece que si se empieza debatir una reforma tributaria eso genera incertidumbre en la economía. Tenemos que empezar a discutir y ver realmente cómo hacemos para modificar la estructura tributaria en nuestro país.

–No hay verdadera reforma tributaria que sea pacífica, en el sentido de que sea sin resistencias que hay que vencer. Hay que generar alianzas.
–La política es una construcción. Hay que ver cuál es el mejor momento para llevar las cosas adelante. Todos los pasos al mismo tiempo no se pueden dar. Esto es muy simple. Cuando sale Prat-Gay del Banco Central, era imposible pensar en Mercedes Marcó del Pont, en un momento con la deuda defaulteada, presión permanente de los organismos internacionales. Cada una de las cosas tiene su tiempo. Este es un buen momento para ver claramente un nuevo funcionamiento del Banco Central, mucho más activo en todo lo que significa la orientación del crédito. Hay que cambiar la estructura financiera de nuestro país, que es deficitaria. Necesitamos un sistema financiero ligado al sector productivo, para lo que el Banco Central es necesario.

–Para muchas de esas cosas hace falta consensuar con otras fuerzas, las propias no alcanzan.
–Nosotros siempre hicimos el esfuerzo. Cuando estatizamos las AFJP hicimos todas las concesiones que nos pidieron. Cuando hicimos la Ley de Medios, también hicimos muchos esfuerzos y una serie de modificaciones. Cuando uno consensúa también necesita la voluntad del otro, hay que ir viendo cómo se llega a esto.

–Seamos optimistas, la sociedad está pidiéndolo.
–Hay que ver cómo se van construyendo esas alianzas y la búsqueda de consenso social. El Parlamento a veces funciona independientemente de la sociedad. Si el Gobierno genera niveles de consenso social, el Parlamento funciona de otra manera. Hoy tenemos una oposición política mucho más virulenta con decisión de generar desgaste al Gobierno; las posibilidades de generar consensos son muy difíciles. Estamos en un momento donde hay que construir consensos, pero no perder de vista cuáles son los ejes divisorios. El Gobierno seguramente debe haber cometido muchísimos errores, pero en sus líneas estratégicas de construcción política no se equivocó. Para algunos es lento, para otros es rápido. No va por los caminos más pavimentados, sino por donde hay más baches. Pero el rumbo que ha elegido el Gobierno invita a soñar que las cosas se pueden resolver y que el país en el que todos imaginamos vivir se puede construir.

–Convengamos que tampoco ha habido un cambio profundísimo de un proceso dentro del mundo capitalista. A nosotros a veces nos acusan de que somos salvadores del sistema capitalista porque estamos promoviendo un modelo que va a resistir mejor las tensiones sociales.
–El modelo capitalista mundial ha recibido un crack importante, ha dejado enseñanzas en los gobernantes, pero fundamentalmente con el sistema financiero. Hay un discurso en el mundo que facilita que proyectos como el nuestro se puedan pensar. La última vez que estuve acompañando a la Presidenta en el G20, escuché a Nicolas Sarkozy decir que los banqueros nos mintieron y nos están mintiendo de vuelta. Es un dato. O Silvio Berlusconi diciendo en la ONU que no puede ser que la especulación financiera haga que el precio del barril de petróleo valga un día 20 y otro 40, que no se puede especular con commodities.

–Pero el G20 apoya el libre mercado. El camino es muy largo.
–Sí, pero se puede dar la pelea, logramos incorporar a la OIT y a los ministros de Trabajo. Esta semana hubo una reunión de todos los ministros, eso indica que es un lugar donde se pueden plantear cosas, es un escenario flexible. En la última reunión los países europeos presionaron para que sea el G12, la Argentina quedaba afuera. Pero se logró revertir.

–La Argentina entró por las malas razones…
–Por las relaciones carnales, pero terminó siendo un buen escenario. Eso indica que el país va marchando. Así como el reconocimiento de Hillary Clinton, que remarcó que la Argentina es uno de los países que más redujo su deuda. Pese a las dificultades, vamos por buen camino.

–Quería agradecerle por venir.
–Al contrario, gracias a ustedes por invitarme.