El genocidio a partir de una mirada histórica. Desde el siglo XX y el Genocidio Armenio hasta los crímenes contra la humanidad del siglo XXI

El genocidio a partir de una mirada histórica. Desde el siglo XX y el Genocidio Armenio hasta los crímenes contra la humanidad del siglo XXI

Todos los genocidios de la modernidad tienen algunos patrones comunes: la deshumanización, el racismo, la deportación y las técnicas modernas para exterminar a poblaciones enteras. La fase final de ese proceso es la negación y los intentos de relativizar las acciones de exterminio, abriendo así las puertas para expandir esa impunidad a otros casos.

| Por Juan Pablo Artinian |

Los genocidios han atravesado tristemente el siglo XX convirtiéndose en una de las principales causas de destrucción de población civil. Durante la Primera Guerra Mundial comenzó el exterminio sistemático y planificado de los armenios en el Imperio Otomano. Este genocidio, hasta el día de hoy negado y poco difundido, se convirtió en un caso arquetípico para comprender estos fenómenos. La impunidad del Genocidio Armenio estuvo íntimamente vinculada con el Holocausto que sufrieron el pueblo judío, los gitanos y disidentes políticos durante la ocupación nazi de Europa en la Segunda Guerra Mundial. Luego de la derrota alemana en 1945 se dieron los juicios de Nuremberg, pero los genocidios y las violaciones a los derechos humanos continuaron: Camboya en los años setenta, Ruanda y los Balcanes en la década de los noventa. Ahora, entrando al nuevo siglo, el espectro del genocidio continúa presente.

El Genocidio Armenio (1915-1923)

¿Por qué el conocimiento sobre el Genocidio Armenio –que transcurrió en uno de los siglos más violentos de la historia– es relevante para el siglo XXI? Porque este crimen representa el modelo de los genocidios de la modernidad. Las características de ese exterminio también estarán presentes en otros casos históricos del siglo XX como fueron el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial, el genocidio en Camboya o el de Ruanda, entre otros. Además, durante el Genocidio Armenio fue la primera vez que se utilizó la figura legal de “crímenes contra la humanidad”.

El genocidio contra los armenios fue un asesinato sistemático planificado y ejecutado por el Imperio Otomano. Entre 1915 y 1923 –donde actualmente se encuentra la República de Turquía– fueron exterminadas, por orden del Estado, un millón y medio de personas. El partido de los “Jóvenes Turcos” que había tomado el poder en 1908 tenía como objetivo político la creación de un imperio étnicamente uniforme y recuperar la grandeza perdida a través de la expansión territorial. A partir de una ideología que tomaba prestado términos pseudo-científicos y racistas, se llegó al “diagnóstico” de que la decadencia del imperio estaba vinculada con aquellos grupos que a los ojos del gobierno debían ser asimilados o erradicados para siempre. En otras palabras, debía crearse una “Turquía para los turcos”. En un lenguaje que se repetiría en futuros genocidios, las potenciales víctimas serían equiparadas con parásitos, insectos o tumores a ser extirpados. Así, los líderes del Imperio Otomano consideraron a la población armenia como una enfermedad que debía ser destruida del cuerpo de la sociedad. Se daba así el primer paso de todo genocidio: sacar el carácter humano de aquellos que iban a ser asesinados.

Antes de la Primera Guerra Mundial el Imperio Otomano pasó por una serie de derrotas militares, entre las que se destacan las dos Guerras de los Balcanes, en 1912 y en 1913. En ese ciclo de guerras, los antiguos súbditos cristianos del imperio habían aplastado al ejército turco logrando la liberación y haciendo que su presencia territorial en Europa disminuyese de forma notable. Otra consecuencia de la reducción de poder del imperio fue el importante éxodo de población musulmana de esa región europea. El estado de derrota y el traspaso de gran parte de la población otomana desde los Balcanes hacia los territorios de Anatolia generaron un amplio consenso hacia el resentimiento contra las poblaciones no-musulmanas del imperio. Una de las principales consecuencias a nivel interno de esa derrota militar fue el drástico cambio político que llevó al poder en el año 1913, a través de un golpe de Estado, a un triunvirato formado por Enver, Djamal y Talat Pasha. Así, el sector más radicalizado y nacionalista de los “Jóvenes Turcos” iba a concentrar el poder político y militar del imperio. Talat se iba a convertir en el ministro del interior, Enver de guerra y Djemal de la marina.

El inicio de la Primera Guerra Mundial, en 1914, iba a ser la oportunidad para implementar la política genocida. Antes del inicio del conflicto el Imperio Otomano había firmado un tratado de asistencia técnica y militar con Alemania. La guerra mundial iba a dar a Turquía la posibilidad de una “guerra total”: un conflicto donde se podría movilizar a la población y, al mismo tiempo, fomentar los sentimientos de nacionalismo extremo en el marco de alegadas amenazas en un contexto de crisis. En esa coyuntura, donde las decisiones políticas y militares estaban centralizadas en manos del partido de los “Jóvenes Turcos” y bajo el manto del enfrentamiento armado, era el momento en el que se podría eliminar la “cuestión armenia” para siempre, a través de su total exterminio. Los jóvenes armenios que fueron reclutados para pelear en el ejército otomano fueron desarmados y se les obligó a realizar tareas extremas como acarrear pesados materiales de guerra hasta el agotamiento y la muerte. Además los armenios en el frente de batalla eran separados y eliminados por los soldados turcos. Al mismo tiempo, el 24 de abril de 1915 comenzó el secuestro de los intelectuales, periodistas y clérigos de la comunidad armenia en Constantinopla. Una vez eliminados aquellos que podían organizar y realizar mínimas formas de resistencia, se llevaría a cabo la erradicación del resto de la población. El paso siguiente fue la aniquilación de mujeres, niños y ancianos. El objetivo común a todos los genocidios. Los armenios se encontraban dispersos en el Imperio Otomano en diferentes ciudades y aldeas, pero el grueso de la población estaba en las provincias al este del imperio. La metodología por parte del Estado otomano para llevar a cabo el genocidio contra la población civil fue la denominada deportación. Así, se les ordenaba el abandono de sus hogares mientras se los ubicaba en largas caravanas cuyo destino final les era desconocido. La deportación fue un proceso general y sistemático donde estuvieron involucrados gobernadores, gendarmes y parte de la población local que se benefició del robo y pillaje de las víctimas. Durante las caravanas hacia el desierto los armenios eran asesinados por gendarmes, tribus kurdas y un grupo creado desde el Estado llamado la “Organización Especial”. Este grupo estaba conformado por convictos que habían sido sacados de prisión. En las caravanas se dieron asesinatos de niños por ahogamientos, violaciones sistemáticas así como también el robo de menores. El destino final para los pocos supervivientes era una región desértica en Siria llamada Der-Zor. Allí los armenios eran encerrados en rudimentarios campos de concentración y eran ejecutados por los gendarmes. Esos fueron los campos de la muerte. Se estima que alrededor de un millón y medio de personas fueron asesinadas por el Estado turco.

Del Genocidio Armenio al Holocausto

Una gran cantidad de oficiales alemanes habían estado presentes en Turquía durante la Primera Guerra Mundial. Ellos habían presenciado el genocidio contra los armenios. Uno importante en particular fue Max Erwin Scheubner-Richter. En 1923 en Munich, Adolf Hitler intentó tomar el poder y uno de sus seguidores fue Richter, que falleció cuando las fuerzas del orden dispersaron a los manifestantes. El conocimiento de Hitler sobre el caso armenio se dio a través de aquellos que como Richter habían estado en el Imperio Otomano durante el genocidio.

La vinculación del caso armenio con el Holocausto está presente en una frase que pronunció Hitler antes de invadir Polonia donde llamaba a sus oficiales a no tener piedad con niños ni mujeres de la raza eslava: porque ¿quién hablaba hoy de la aniquilación de los armenios? Así como los armenios habían sido estigmatizados con metáforas deshumanizadoras, también los judíos fueron desacreditados por la propaganda nazi. De esta forma nociones como “parásitos” o la idea que los judíos eran una suerte de “tumor” a extirpar para revitalizar la nación alemana estaban presentes en el momento previo al genocidio. Al mismo tiempo el cosmopolitismo de los judíos era visto como una suerte de posible deslealtad ante la identidad nacional de los alemanes. En el clima de resentimiento posterior a lo que se veía como la humillación del Tratado de Versalles de 1918 y la catastrófica situación económica de posguerra, crecieron el odio y la irracionalidad. Los sectores del nacionalismo extremo estigmatizaban a los judíos y los culpaban por la derrota en la Primera Guerra Mundial. Al mismo tiempo el estereotipo antisemita llevaba a definirlos en teorías del complot, adscribiéndoles tanto el control de las finanzas como su carácter de revolucionaros comunistas.

La radicalización de las medidas contra los judíos en Alemania hizo que no se les permitiese enseñar o tener puestos en el Estado. Así, las leyes de Nuremberg en 1935 y la “noche de los cristales rotos” tres años después, acentuaron la persecución. Luego, durante la Segunda Guerra Mundial, llegaría la “solución final”: la deportación de todos aquellos judíos que caían bajo el dominio del Eje. Así se establecieron los campos donde la muerte llegaba a través de los métodos más sofisticados y sádicos. La muerte en los hornos, los experimentos humanos, la destrucción de millones de personas.

Ahora bien, la noción de impunidad y falta de justicia del Genocidio Armenio llevó a los líderes del partido nacionalsocialista a implementar su política de “solución final” en el corazón de Europa. La falta de reconocimiento del Genocidio Armenio, su total impunidad, fue el catalizador que envalentonó a Hitler y al partido nacionalsocialista para cometer los terribles crímenes, entre ellos el Holocausto contra el pueblo judío, durante la ocupación de Europa. Para los genocidas la ecuación era simple: si el mundo había sido indiferente una vez, nada impediría repetir la destrucción a escala industrial, la esclavitud, las torturas de millones de seres humanos esta vez en el corazón mismo de la modernidad occidental. El episodio del Holocausto estuvo íntima y orgánicamente vinculado al genocidio armenio, sus premisas fueron muy similares, sus resultados en términos de la posibilidad de castigar a sus culpables muy diferentes.

El casi exterminio de los judíos de Europa llevó, luego de la derrota de los nazis, a los juicios de Nuremberg, donde se los sentenció como culpables y tuvieron que cumplir con sus condenas. En el caso del Genocidio Armenio no se logró esa instancia de justicia y menos un reconocimiento por parte de la comunidad internacional. Un manto de olvido, negación e ignorancia sepultó a aquellos que habían pasado por el genocidio de 1915.

Del siglo XX al XXI: genocidios, conflicto y responsabilidad internacional

La definición de genocidio fue acuñada en plena Segunda Guerra Mundial por el jurista polaco Rafael Lemkin. En 1944, Lemkin acuñó ese concepto, inspirado en los crímenes cometidos contra los armenios y en el momento de exterminio de los judíos de Europa. Finalmente en 1948 se estableció la convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Sin embargo, durante el siglo XX no solo el Holocausto iba a mostrar los horrores del exterminio planificado. En otras latitudes se volvió a repetir la violencia sistemática y planificada contra la población civil. Así, durante la década de los setenta, en Camboya, las fuerzas del Khmer Rouge dirigidas por Pol-Pot exterminaron a gran parte de la población de las ciudades. Ese pequeño país en donde se encontraban antiguos templos, donde el budismo había sembrado gran cantidad de adeptos, se convirtió de pronto en el foco de atención de la prensa mundial por los horrores que se estaban cometiendo contra su población. En la concepción de la nueva sociedad que había diseñado Pol-Pot y sus seguidores, aquellos que habitaban las ciudades debían ser reeducados o si no exterminados. Pol-Pot y sus principales seguidores habían sido educados en París, estaban al tanto de las corrientes políticas modernas y querían implementar un régimen político con un ordenamiento social donde el mundo rural debía prevalecer sobre las ciudades. El país entero se convirtió en un gran campo de concentración y exterminio. Solo mediante la intervención del ejército vietnamita se pudo detener el genocidio a fines de los años setenta.

Además de las muertes sistemáticas en Camboya, en los años noventa en Ruanda la minoría Tutsi fue masacrada por los Hutus. En 1994 en un país del África que era virtualmente desconocido para gran parte del mundo se dio uno de los episodios más oscuros de aniquilación de hombres y mujeres. Una vez más se dio el proceso de deshumanización de las víctimas, los tutsis eran considerados como “cucarachas”. La radio difundía constantemente estereotipos que estigmatizaban a los tutsis como una minoría privilegiada. Los constantes mensajes de odio alimentaban un exterminio sin remordimientos. Las muertes fueron brutales: se utilizaron herramientas de arado, machetes y puñales para asesinar a los tutsis. Lamentablemente en la comunidad internacional no hubo una acción decidida para detener las matanzas. En plena era de las telecomunicaciones, la información circulaba, pero no la respuesta política que hubiese podido detener el genocidio en marcha.

Los exterminios masivos se repetían al terminar el siglo XX. Así, en la turbulenta región de los Balcanes se dieron matanzas sistemáticas en el marco de una zona desgarrada por la guerra. Los mismos procesos de deshumanización, racismo y utilización de recursos del Estado para aniquilar a la población se dieron en Kosovo. Los patrones comunes de los genocidios se volvían a repetir en los campos de concentración de la ex Yugoslavia, aquello que había sucedido hacia cincuenta años en las entrañas de la Europa ocupada por el Eje ahora volvía con toda su potencia destructora en los márgenes de los Balcanes.

Conclusiones

Algunos patrones comunes atraviesan a los genocidios en la modernidad. La deshumanización, el racismo, la deportación y las técnicas modernas para exterminar a poblaciones enteras. La fase final de ese proceso es la negación y los intentos de relativizar las acciones de exterminio. A pesar de la declaración sobre la prevención del delito de genocidio proclamada por las Naciones Unidas, el siglo XX siguió estando atravesado por las políticas de destrucción de población. Cada vez eran más los civiles que sufrían los efectos destructivos de una planificación sistemática y muchas veces burocratizada. Los objetivos que buscan los genocidas van desde el beneficio económico hasta la erradicación de cuestiones políticas, utilizando la violencia estatal para homogeneizar territorios enteros a partir de casos extremos de conflictividad.

Ahora bien, el caso del Genocidio Armenio abrió la era de destrucción sistemática de civiles del siglo XX sin tener hasta ahora el reconocimiento y reparación debidos. Así, la larga sombra de la impunidad y la negación se prolonga llegando hasta el siglo XXI. Si un genocidio no es reconocido e incluso es sistemáticamente negado, se abren las puertas para expandir esa impunidad a otros casos. En el nuevo milenio los conflictos sociales, políticos e ideológicos abren nuevos interrogantes donde el problema del genocidio vuelve a ser clave. La posibilidad del reconocimiento y debida reparación ante estos crímenes invita a reflexionar sobre los desafíos en la búsqueda de verdad y justicia que hombres y mujeres comunes alzan ante el espectro de todos los genocidios.

Autorxs


Juan Pablo Artinian:

Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Universidad Torcuato Di Tella.