El desafío de la pobreza infantil hacia una reconceptualización y medición multidimensional

El desafío de la pobreza infantil hacia una reconceptualización y medición multidimensional

La pobreza infantil tiene aspectos específicos que la caracterizan. La agenda política debe incluir elementos como la mejora de los sistemas de protección, el acceso a educación y salud, a saneamiento básico e inmunización. Sólo así se podrá lograr una solución definitiva a este problema.

| Por Alberto Minujin, Ana Capuano y Valeria Llobet |

Hasta hace unos años, la pobreza infantil se encontraba subsumida en la pobreza general no sólo en términos conceptuales sino también en las estrategias de medición y en las políticas orientadas a la reducción de la pobreza. Siendo que el enfoque predominante para la medición de la pobreza ha sido y aún sigue siendo el método del ingreso o consumo, los datos que se obtenían no tenían un enfoque multidimensional y subestimaban estadística y conceptualmente el problema de la pobreza infantil. Este enfoque en la medición tuvo profundas implicaciones respecto de las políticas formuladas para reducir la pobreza y dan cuenta de la falta de una estrategia holística respecto de la infancia y la familia.

En este artículo se discute sobre la necesidad de generar desarrollos conceptuales y metodológicos para la pobreza infantil desde aspectos específicos que la caractericen, señalando algunas de las limitaciones del enfoque monetario. El objetivo del mismo es marcar la importancia y la necesidad de tener un enfoque y medición holística de la pobreza infantil y convertir su eliminación en un objetivo central de la agenda política en sí mismo.

¿Qué es la pobreza infantil?

En un texto de 2006, Minujin y Delamonica definen a la pobreza infantil abarcando tres dominios interrelacionados, la privación, es decir la falta de condiciones y servicios materiales esenciales para el desarrollo; la exclusión, entendida como el resultado de procesos de desajuste, a través de los cuales la dignidad, la voz y los derechos de los niños son negados o sus existencias amenazadas, y la vulnerabilidad, que es definida como la ineficiencia de la sociedad de poder controlar amenazas existentes en sus entornos que atentan contra los niños. En palabras anteriores, Minujin nos decía en 2005:

“Otros aspectos de la privación material, como el acceso a los servicios básicos y otras cuestiones relacionadas con la discriminación y la exclusión que afectan a la autoestima y al desarrollo psicosocial, entre otras, también son centrales en la definición de pobreza infantil”.

El Institute for Democracy en África del Sur presenta una definición de pobreza infantil surgida a partir de la realización de un estudio participativo. Considera que la pobreza infantil contempla cuatro categorías de sufrimiento/privación: i) Insuficiente ingreso y oportunidades: se refiere al sufrimiento y preocupación infantiles por el bajo nivel de ingreso en su hogar y su propia falta de ingreso; ii) Falta de oportunidades de desarrollo humano: expresada en falta de acceso a los servicios sociales básicos, tales como salud, educación, servicios sanitarios, y recreación; iii) Sentimientos de inseguridad económica y física: preocupación de los niños acerca de la fluctuación del ingreso del hogar (desempleo, cambios de precios, muerte en la familia) y al acceso de los servicios públicos; iv) Sentimientos de poco poder: sentimiento de opresión o exclusión dentro de la unidad familiar o desprecio por parte de la comunidad. Esta definición de pobreza infantil fue desarrollada en un trabajo que primero incorporó las voces de niños de Sudáfrica que aparecían como pobres, y a ellas articuló tanto las definiciones usadas por los investigadores de pobreza como la definición de pobreza implícita en la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN).

Para UNICEF la definición de pobreza infantil se basa en el principio de acceso a un número específico de derechos económicos y sociales. Considera que los niños y niñas que viven en la pobreza son los que sufren una privación de los recursos materiales, espirituales y emocionales que se presentan necesarios para sobrevivir, desarrollarse y prosperar, lo que les impide disfrutar sus derechos, alcanzar su pleno potencial o participar como miembros plenos y en pie de igualdad en la sociedad. Esta definición también sugiere que la seguridad económica es sólo uno de los componentes que se vinculan con la pobreza infantil. Los recursos materiales incluyen ingresos, alimentos, acceso a la educación o a servicios de salud, la protección contra los riesgos relacionados con la salud, así como aquellos que están relacionados con el trabajo físico intenso y de otro tipo. Los recursos espirituales incluyen estímulos, razón de ser, expectativas, modelos de conducta y relaciones con los padres, y los recursos emocionales incluyen amor, confianza, sentimientos de aceptación, inclusión y ausencia de situaciones abusivas.

Las distintas conceptualizaciones de la pobreza infantil muestran la incorporación de nuevos elementos al análisis respecto de las perspectivas más tradicionales entre las que se encuentra el enfoque monetario.

Sin embargo, puede argumentarse que en general se ha avanzado poco en plantear hasta qué punto es posible diferenciar de manera clara en los modelos explicativos determinantes diferenciales para la pobreza que sufren niños y niñas en el presente, respecto de los determinantes de la pobreza de sus hogares. En cierto sentido, el efecto demográfico de concentración de tasas de natalidad en los hogares más pobres impacta en la visibilidad y la prevalencia del fenómeno de la pobreza infantil. Por su parte, estudios de carácter cualitativo señalan que las percepciones y experiencias infantiles de la pobreza no se ubican con claridad en el terreno de las expectativas de los adultos, y sí se vinculan con los efectos de la misma en las relaciones con amigos, el sentimiento de pertenencia, la necesidad de no “llamar la atención” en virtud de diferencias, entre otras. Asimismo, es controvertido el impacto en las oportunidades de desarrollo, aunque la estimulación nutricional, social y cognitiva durante los primeros años parece ser claramente un diferencial en determinar que un aspecto inherente a la pobreza infantil se vincula con los efectos que distintos tipos de privaciones tienen en el desarrollo de capacidades potenciales. Un debate más claro sobre las ideas de infancia y de niño subyacentes a las distintas conceptualizaciones sobre la pobreza infantil está pendiente, y asimismo, resta aún clarificar los impactos en el control social sobre las familias pobres que tienen muchas de las acciones para mitigar los efectos de la pobreza infantil.

¿Por qué es necesario reconceptualizar la pobreza infantil?

Una primera pregunta que surge cuando se estudia la pobreza infantil es si se puede considerar un fenómeno de alguna manera diferente al de la pobreza de los hogares.

En primer lugar, es necesario distinguir los determinantes de la pobreza respecto de la experiencia de la misma y de sus impactos en la vida y el desarrollo de las personas. En segundo lugar, es necesario reponer el carácter política y socialmente construido de cualquier definición de un problema como parte de la agenda de gobierno. Ha sido largamente señalado que las políticas de combate a la pobreza de la década de 1980 produjeron un desplazamiento del sujeto de la protección social, que pasó de ser el varón trabajador cabeza de familia a la mujer pobre, y luego por su intermedio, a remediar la pobreza infantil. En tercer lugar, es necesario considerar cómo las políticas afectan directa e indirectamente no sólo a las personas y/o problemas a los que van dirigidas, sino también a la forma de comprenderlos, señalando entonces derroteros de acción que si bien orientan, también desplazan la atención de alternativas posibles.

En tal sentido, examinar el debate sobre la conceptualización, medición y respuestas hacia la pobreza, permitirá reconsiderar de manera crítica los supuestos que sostienen las diferentes posiciones dadas por sentado.

El consenso general relativo a la conceptualización y medición de la pobreza infantil es que el fenómeno es multidimensional, y excede ampliamente el espectro de consumos y capacidades consideradas desde el punto de vista del ingreso. Según estudios de la CEPAL y UNICEF, suponer que el ingreso de la familia es un indicador de los recursos materiales de que disponen los niños, presenta, entre otros, los siguientes problemas:

• La idea de ingreso supone que la capacidad privilegiada en la determinación de la pobreza es la capacidad de compra en el mercado de los bienes necesarios, desconociendo que el acceso a servicios sociales básicos de calidad, como agua y saneamiento o educación y salud, requieren de una combinación de elementos que supera largamente el ingreso disponible de las familias y requiere del Estado y las organizaciones de la sociedad para superar la trampa de la pobreza. De esta manera no se consideran los derechos sociales, económicos y culturales en la determinación general del fenómeno. Esto es relevante para toda la población pero en particular para la mujeres, los niños y las niñas que no ven reflejado en el mercado de la producción y consumo sus necesidades. Es un elemento de importancia para considerar los procesos de reproducción de la desigualdad –como ha sido ampliamente mostrado por las estudiosas feministas sobre los Estados de bienestar– mirar a niños y niñas, dado el peso que adquieren en su bienestar los sistemas de protección, el acceso a educación y salud, a saneamiento básico e inmunización, y otros.

• La estimación del ingreso familiar tiene asimismo importantes restricciones y problemas metodológicos que tienden a subestimar la pobreza infantil.

• Calcular una tasa de pobreza a partir de los datos del ingreso de las familias requiere que se utilice algún método para convertir dicho ingreso en un ingreso individual equivalente. Para ello, se debe utilizar una “escala de equivalencia”. Sin embargo, estas escalas no se basan en una comprensión científica de los diferentes patrones de necesidad de las familias de diferente tamaño y de las necesidades de los diferentes grupos etarios y sexo al interior de las familias. El método de la línea de pobreza no da cuenta de la distribución de los recursos entre los miembros de un hogar, no considera la estructura de los hogares, así como tampoco el género y la edad de sus miembros. Las necesidades individuales no son aprehendidas adecuadamente por el tamaño del hogar, ya que estas serán diferentes dependiendo de características como la edad de los miembros, el sexo de cada persona, etc. Diversos estudios han demostrado que, dentro de los hogares, el peso de la pobreza está desigualmente distribuido, de acuerdo con condicionamientos generacionales y de género que adversamente afectan a las mujeres y a los niños en particular.

Es necesario señalar que en la región se han producido avances en la consideración de la infancia y adolescencia como sujetos prioritarios en la conceptualización y medición de la pobreza multidimensional. Se menciona en esa línea el reciente trabajo “Estrategias regionales de medición de la pobreza infantil” elaborado por el Colectivo de Investigación sobre Pobreza Infantil, así como las posibilidades futuras que abren los datos de la nueva encuesta realizada por Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia con el apoyo de UNICEF Argentina.

Conclusiones

A lo largo del artículo se enfatizó en la necesidad de reconceptualizar la pobreza infantil y desarrollar estrategias metodológicas que permitan un abordaje multidimensional al fenómeno.

Por ejemplo en el plano conceptual, es necesario entender la pobreza infantil no como un fenómeno aislado, sino como constitutiva de un contexto social. En esa línea deberían incorporarse variables tales como la composición familiar, las diferencias de distribución de recursos dentro de las familias, el número y sexo de niños en los hogares y el género de la persona que sostiene económicamente el hogar, entre otras.

La infancia en la región se ve fuertemente afectada por un conjunto convergente de desigualdades determinadas por la pertenencia a determinados grupos de edad, la situación de ingresos de los hogares, acceso a servicios básicos, ubicación territorial, pertenencia étnica, el sistema sexo-género, entre otros factores que se pueden combinar impidiendo el ejercicio de sus derechos económicos, sociales y culturales.

Es decir, la situación de la infancia pobre en la región requiere de explicaciones que den cuenta de la acción combinada de factores económicos que no se restringen a los ingresos, y de factores discriminatorios que operan generando un menor acceso a oportunidades de desarrollo (salud y nutrición, educación e inserción laboral). Se trata de factores desigualadores que actúan en conjunto, profundizando la pobreza y su reproducción.

Para concluir se mencionan algunos argumentos que deberían ser considerados en el estudio de la pobreza infantil. Por un lado, la pobreza infantil debe comprenderse clarificando las diferencias entre las determinantes, la experiencia y las consecuencias futuras del fenómeno de la pobreza, por otro lado, es necesario comprender mejor las relaciones entre desigualdades sociales –no sólo de ingreso– y pobreza, colocando a los actores en los territorios en los que las oportunidades y desigualdades se distribuyen social y espacialmente. La articulación de los puntos previos debe ser considerada para las respuestas que deben dar las políticas sociales que tienen como objetivo la erradicación de la pobreza infantil.

Autorxs


Alberto Minujin:

Matemático y estadístico con especialización en demografía y políticas sociales. Profesor New School University (New York), Director Equidad para la Infancia y Equity for Children.

Ana Capuano:
Licenciada en Sociología (UBA) y Magister en Metodología de la investigación social de la Università degli Studi di Bologna y Universidad Nacional de Tres de Febrero. Departamento de Ciencias Sociales, Humanidades y Arte. Universidad Nacional de Río Negro. Sede Andina. Grupo de Trabajo en Desigualdad, Pobreza e Infancia de Equidad para la Infancia.

Valeria Llobet:
Doctora en Psicología y Licenciada en Psicología por la UBA. Investigadora del CONICET-UNSAM. Coordinadora Regional de Equidad para la Infancia.