Editorial: Sigue rodando

Editorial: Sigue rodando

| Por Martín Fernández Nandín |

Si bien a primera vista pareciera que el lugar que ocupa hoy en día la práctica deportiva en una sociedad es marginal frente a problemáticas como el empleo, la salud o la seguridad, prestando la suficiente atención podremos observar que es una actividad esencial en la vida de las personas, y que juega un papel central en la conformación de las subjetividades contemporáneas.

El deporte, además de ser un excelente medio para mantener el cuerpo saludable, nos permite desarrollarnos, integrarnos, incorporar a nuestra cotidianeidad nociones y valores importantes como compañerismo, sacrificio, esfuerzo y el respeto por las reglas establecidas.

Visto en perspectiva, la vinculación entre deporte e inclusión es una relación históricamente situada, es decir que en cada momento histórico será diferente el rol que cumplirá el primero para atender distintas problemáticas sociales como las adicciones, la violencia y la deserción escolar.

Sin embargo, no todo lo que rodea al deporte es maravilloso. Detrás de la práctica deportiva se encuentran los mismos males que aquejan en otros ámbitos de la vida social: violencia, machismo, xenofobia, desigualdad, discriminación, son elementos que se encuentran desde un primer momento cuando uno toma al deporte como objeto de estudio.

Así, desde una perspectiva de clase podremos ver cómo las preferencias deportivas guardan una correspondencia profunda con el resto de las preferencias que forman parte de la vida de las personas, y desde una perspectiva de género podremos ver cómo a lo largo de la historia la heteronormatividad dominante fue moldeando los cuerpos y asociando distintos deportes con cada género, suprimiendo la multiplicidad de sexualidades y afianzando la sexualidad binaria y reproductiva.

Si hablamos de violencia, el ejemplo que se nos presenta casi de inmediato es el del fútbol y las barras bravas. En un país como el nuestro, caracterizado por multiplicidad de desigualdades, pertenecer a uno de estos grupos, que ejerce el control sobre determinados espacios y situaciones, es un capital simbólico para nada despreciable. Aunque las barras no son el único actor en este juego, donde varios son los que reparten las ganancias y pocos los que ponen el cuerpo cuando surgen complicaciones, el problema parece quedar circunscripto a estos grupos organizados.

Si complejizamos un poco más el análisis, podremos ver también que hay otras violencias que se juegan en el deporte rey. Por ejemplo, al momento de pensar el proceso de conformación de un futbolista profesional vemos que el camino hacia el objetivo deseado –ser un jugador de Primera– es en realidad una carrera por la supervivencia, donde cada chico que se acerca con la ilusión de convertirse en un jugador de fútbol termina relacionándose con sus compañeros como enemigos u obstáculos a superar para alcanzar su meta.

El otro gran problema, además de la violencia, es el interés económico que envuelve a la práctica deportiva. Desde negocios multimillonarios asociados a los derechos de televisación –los mundiales de fútbol y los Juegos Olímpicos son la expresión más acabada–, hasta la intromisión de las principales marcas de vestimenta o calzado deportivo que crean necesidades superfluas y buscan fidelizar a sus clientes, pasando por la especulación inmobiliaria o la privatización del espacio público.

Sobre este punto, alcanza con echar un vistazo a la enorme contradicción que se da en las principales ciudades de nuestro país y nuestra región, entre los espacios acondicionados para los megaeventos deportivos y la realidad que rodea a los mismos, o la desigualdad reinante al momento de acceder a los espacios donde practicar determinados deportes, y los requisitos a cumplir para poder practicarlos.

Frente a un escenario como el que describimos, el rol de los medios masivos de comunicación no puede ni debe pasar desapercibido. Atento a los intereses que representan, podrán hacer hincapié en determinadas cuestiones, ocultando otras aristas que chocan con los mismos. Por ello, en tiempos en que la ideología liberal invisibiliza el rol de lo colectivo, y exacerba el individualismo a todo nivel, será tarea de todos volver a tejer una red social que nos incluya y contenga, y vuelva a poner al deporte en el lugar de articulador de valores de inclusión y desarrollo integral de las personas.

Mientras tanto, solo podemos decir que, en el medio del barro, la pelota sigue rodando.

Autorxs


Martín Fernández Nandín:

Secretario de Redacción de Voces en el Fénix.