Dificultades actuales y entrevistas sobre las multinacionales

Dificultades actuales y entrevistas sobre las multinacionales

Las estadísticas de ninguna manera avalan la idea de que los capitales se dirigen de los países ricos a los pobres. Por el contrario, existe más de una razón para concluir que las cosas suceden en sentido inverso. De allí surge que si un país necesita de la inversión extranjera, no tiene que esperar que las corporaciones tomen el territorio por asalto, sino más bien que hay que ir a buscarlas, con todo lo que ello implica.

| Por Demián Dalle y Enrique Aschieri |

Es curioso, pero a derecha e izquierda se supone que las empresas multinacionales (EMN), vector de las inversiones externas1, están disponibles más rápido que inmediatamente, allende las fronteras. A la derecha se asume que basta con generar “confianza” y poner énfasis en la inversión, per contra el consumo, y lo que viene es todo positivo. A la izquierda, se asimila a las EMN con un factor de bloqueo de los países subdesarrollados por parte de los desarrollados. Quienes sostienen esta lectura, a partir de asociar a las EMN con el capital extranjero y de identificar la exportación de capital desde los países avanzados con la “fase superior del capitalismo”, encuentran en las EMN un elemento que perpetúa el subdesarrollo. En rigor de verdad, y por más extendidas que estén estas ideas a un lado y al otro del espectro político, se trata de tres mitos.2

Las estadísticas de ninguna manera avalan la idea de que los capitales se dirigen de los países ricos a los pobres3. Por el contrario, existe más de una razón para concluir que las cosas suceden en sentido inverso. De cualquier forma, sean o no importantes las sumas de capital extranjero, estos analistas debieran explicar cómo los países pueden desarrollarse sin estos capitales. Porque si comparamos la lista de países que más capitales reciben, ordenada en forma decreciente, con otra que enliste, también por orden decreciente, a los diversos países según su PBN, tendremos oportunidad de ver que, salvo contadas excepciones, ambas listas coinciden.

Así, los países que más reciben capitales son también los más desarrollados. De aquí se desprende también que la tecnología necesaria o “apropiada” es aquella que está de acuerdo con la dotación de factores propia del país en vías de desarrollo. Pero si la actual división internacional del trabajo da cuenta de un antagonismo entre naciones en virtud de su diferencial de desarrollo económico, por lo demás caracterizado por una técnica subdesarrollada, propiciar la técnica “autónoma” es propiciar el subdesarrollo. Además, hasta donde llega nuestro conocimiento, no sabemos de la existencia en el rubro que se trate, de una tecnología para el desarrollo y otra para el subdesarrollo.

De manera que o bien el capital extranjero no tiene nada que ver con el desarrollo, y entonces las EMN no constituyen un elemento de bloqueo; o bien existe correlación entre capital extranjero y desarrollo, y por tanto las EMN constituyen un elemento de bloqueo no por “diseminarse” excesivamente en los países atrasados, sino por ausentarse de los mismos. Aquí cobra absoluta vigencia la distinción analítica entre países en vías de desarrollo y países subdesarrollados. Estos últimos forman un todo dialéctico con los países desarrollados. De hecho, estos últimos no pueden existir sin los primeros.

Por cierto, están los que se preocupan por la remisión de utilidades de las EMN. Pero se olvidan que no es en tanto EMN sino en tanto empresas que eventualmente lo hacen, al igual que sus pares mononacionales. Mientras ni unos ni otros encuentren oportunidades de reinvertir los beneficios obtenidos, se irán. Si las encuentran se quedan. Ningún misterio. Lo que sí es un misterio, y de lo más recóndito, es que los que esgrimen este tipo de argumentos, se supone que reivindican de manera implícita a la “burguesía nacional”. Pero a renglón seguido maldicen por la inexistencia de la mentada ¡“burguesía nacional”! Pues bien, si se trata de una verónica para postular la planificación, sería deseable que fueran más directos. No obstante, ambages más, ambages menos, también sería deseable que indiquen cómo acelerarían o, tan siquiera, como llevarían adelante la acumulación. Ese silencio tiene mucha acción.

Todo lo anterior no quiere decir que se vea a las EMN como un elemento liberador de los pueblos por sí mismas. Más allá de esto, las EMN han sido, allí donde jugaron un rol relevante, un factor acelerador más que uno retardador del desarrollo. Fundamentalmente en la medida en que pusieron a disposición de los países receptores la tecnología “apropiada”, vale decir, aquella que es intensiva en capital.

Noticias de ayer. ¡Extra! ¡Extra!

A todo esto, ¿en qué andan las EMN? La revisión del botón de muestra de unas pocas noticias alerta sobre un par de contradicciones importantes. The New York Times, en la edición del 9 de abril de 2013, titula el artículo principal de la sección económica (fechado en Camboya el 8 de abril): “Desconfiadas de China, las empresas giran sus cabezas hacia Camboya”4. La nota describe la mudanza a Camboya de fábricas que están abandonando China debido al aumento de los niveles salariales, un previo receptor de tales fábricas deslocalizadas. Sin embargo, continúa el artículo, las compañías multinacionales encuentran que pueden huir de los crecientes salarios de China, pero no pueden, en rigor de verdad, evitarlos.

El artículo del New York Times apunta que algunas fábricas se han movido de todas formas por la petición de los compradores de Occidente que temen depender de un solo país. La conclusión de un consultor de empresas manufactureras es que hay riesgos en mudarse a Camboya, pero también hay un riesgo en quedarse en China. En cualquier caso, ¿hay algún lugar virgen a donde mudar una fábrica deslocalizada? ¿O es Camboya el final de la línea?

Un par de días después, exactamente en la edición correspondiente al 11 de abril de 2013, esta vez es la revista Time, nada menos que en su nota de tapa, la que da cuenta de la otra cara de la moneda de Camboya titulando “¿Cómo está reapareciendo el ‘Hecho en los EE.UU.?’”5. Dice que si bien la economía de EE.UU. está yendo y viniendo, y de acuerdo al indicador del nivel de empleo de marzo, se agregaron apenas 88.000 puestos nuevos de trabajo, lo que es muy débil y preocupó al mercado, “si das un paso atrás, verás un punto brillante, tal vez la mejor noticia económica de la que los EE.UU. han sido testigos desde el surgimiento de Silicon Valley: Hecho en los EE.UU. está haciendo una reaparición. En medio de la recesión global los EE.UU. han visto que su crecimiento manufacturero superó al de otros países avanzados, con unos 500.000 puestos de trabajo creados en los últimos tres años. Es la primera vez en más de una década que el número de empleos en las fábricas ha aumentado en lugar de disminuir”.

Según esa nota de tapa, las mejoras de esos últimos tres años no son flor de un día. Configuran la poderosa ecuación de recálculo de la economía global. Las fábricas de Estados Unidos tienen cada vez más acceso a energía barata gracias al petróleo y el gas generado por la recuperación secundaria, el shale. Para las empresas del resto del mundo es todo lo contrario: los altos precios internacionales del petróleo se traducen en combustible más costoso para los barcos y aviones. Por ejemplo, tal circunstancia implica que lo que se ahorra por mano de obra en las plantas de bajo costo en China se evapore cuando los bienes se venden a miles de kilómetros. Y encima en esas plantas de bajo costo, los trabajadores desde la China hasta la India están demandando y recibiendo salarios más onerosos. Mientras tanto, las empresas en los Estados Unidos han ganado concesiones masivas de los sindicatos en la última década. De repente, las matemáticas sobre la relocalización externa no se ven tan atractivas. Cita en apoyo a su hipótesis a Paul Ashworth, economista para América del Norte de la consultora Capital Economics, quien da un paso más y afirma que “el auge de la deslocalización no parece que en gran medida siga su curso”. En este cuadro de situación, es de suponer que está ejerciendo su influencia el informe titulado: “Tendencias mundiales 2030: nuevos mundos posibles”6. Específicamente, en el informe se sostiene que EE.UU. ya es autosuficiente en gas, y en 2030 lo será en petróleo, lo cual abarata sus costos de producción manufacturera y exhorta a la relocalización de sus industrias.

En franca contradicción con estas proyecciones, Jeff Immelt, CEO de General Electric (GE), en el discurso que pronunció en la Escuela de Negocios Stern, el 20 de mayo 2016, advirtió que “de cara a un entorno global proteccionista, las empresas deben navegar en el mundo por su cuenta. Hay que nivelar el campo de juego, sin comprometer al gobierno. Esto requiere una transformación dramática. Yendo hacia adelante: vamos a relocalizarnos. En el futuro, el crecimiento sostenible requerirá capacidad local, dentro de una huella global”. Se comprende mejor al considerar que cuando Immelt en 1982 ingresó a GE, el 80% de los ingresos corporativos se obtenían en los EE.UU.; en 2015, el 70% de los ingresos del grupo fueron conseguidos en el extranjero. GE ahora opera 420 plantas de producción en todo el mundo y tiene clientes ubicados en 180 países7. Independiente de la experiencia personal del citado CEO, lo cierto es que la crisis global no cede y la exacerbación del proteccionismo que trae aparejada, menos que menos. Y salvo algún que otro distraído, que siempre los hay, es la protección lo que abre la puerta a las inversiones externas. Al fin y al cabo, no hay que olvidar que el comercio es sustituto del movimiento de capitales y viceversa.

Lo que queda del día

El escorzo a línea gruesa y tosca trazado sobre el comportamiento estratégico de las multinacionales no tiene otra pretensión que hacer aflorar las contradicciones, no menores, que se registran a fin de completar el panorama de serias dificultades que enfrenta un país que desea ser desarrollado, las que, como señalamos más arriba, comienzan por la propia conceptualización poco feliz de las fuerzas internas en pugna.

Es que como balance, si es por la ideas a derecha e izquierda que andan dando vueltas, y no precisamente como un amor de primavera, las necesarias inversiones multinacionales, muy difíciles de conseguir por fuera de las que deben localizarse en la periferia a raíz de que su objeto de explotación se encuentra localizado allí, se observan de muy dificultoso, si no imposible, arribo. A derecha, porque en nombre de la inversión estropear el consumo es volver inasible la meta ansiada, puesto que en el capitalismo realmente existente se invierte en función del volumen de ventas. A menos que se busque un enclave, alternativa interesante y positiva para los que nada o muy poco tienen, pero políticamente indigerible para los que ya han alcanzado cierto grado de desarrollo. A izquierda, porque ese ejercicio de proclamar grandes fines suponiendo que se los comparte, y al mismo tiempo olvidarse olímpicamente de los medios, es una invitación segura a la crisis inmediata no bien se pisa el umbral del porvenir real alcanzado, tan distante de la promesa de un paraíso en la tierra nunca encontrado.

En lo que respecta a cuál será finalmente el derrotero que seguirán las grandes corporaciones, ahondar el acostumbrado centrífugo –aunque largamente aminorado a la fecha desde la experiencia inglesa de fines del siglo XIX– o el novedoso entrevisto centrípeto, es algo muy vasto y complejo que naturalmente sobrepasa los cortos límites de este artículo. Pero sea como fuere, debe quedar claro que no hay ninguna cáfila de corporaciones ávidas esperando que se debiliten las fronteras nacionales para tomar el territorio por asalto. Bien al contrario, hay que ir a buscarlas, con todo lo que ello implica como quien dice a verdad sabida y buena fe guardada. Esto parece ser lo que queda del día.





Notas:

1) En este artículo, cuando nos referimos a “inversión extranjera” aludimos exclusivamente a los que engloba la voz inglesa greenfield, esto es un fondo a generar un nuevo emprendimiento productivo. Vale la aclaración porque las definiciones del tópico de, por ejemplo, el FMI o la UNCTAD, incorporan otros ítems, como fusiones y adquisiciones o inversiones de cartera de más de un año.
2) El mito de la contraposición del consumo versus la inversión no lo trataremos, salvo incidentalmente, porque cae algo fuera de tema. No obstante, para los interesados ver, de uno de los autores del presente artículo: http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-301075-2016-06-06.html.
3) Ver por ejemplo el reciente “World Investment Report 2016” de la UNCTAD, con el cuidado de examinar la “inversión extranjera”, según lo informado en la nota 1, y descontando además las correspondientes a petróleo y gas, que son a todas luces un tema aparte, y la singularidad de las que van a China e India.
4) http://www.nytimes.com/2013/04/09/business/global/wary-of-events-in-china-foreign-investors-head-to-cambodia.html?_r=0.
5) http://business.time.com/2013/04/11/how-made-in-the-usa-is-making-a-comeback/.
6) Cada cuatro años, con el inicio del nuevo mandato presidencial en Estados Unidos, el National Intelligence Council (NIC), la oficina de análisis y de anticipación geopolítica y económica de la CIA, publica un informe que se convierte automáticamente en una referencia para todas las cancillerías del mundo. Obviamente se trata de una visión muy parcial (la de Washington), elaborada por una agencia, la CIA, cuya principal misión es defender los intereses de Estados Unidos, el informe estratégico del NIC resulta de una puesta en común –revisada por todas las agencias de inteligencia de EE.UU.– de estudios elaborados por expertos independientes de varias universidades y de muchos otros países (Europa, China, la India, África, América latina, mundo árabe-musulmán, etc.). http://www.dni.gov/index.php/about/organization/national-intelligence-council-global-trends.
7) La cita y los datos tienen como fuente a “Why General Electric is localising production”, de Karan Bhatia, Simon J Evenett, Gary Clyde Hufbauer (junio, 2016). Disponible en: http://www.voxeu.org/article/why-general-electric-localising-production.

Autorxs


Demián Dalle:

Economista y docente UBA.

Enrique Aschieri:
Economista y docente UBA y UNM.