| Por Mario Rapoport y Leandro Morgenfeld | Los roces y diferencias en torno a las políticas económicas, comerciales y financieras no son nuevos. El carácter no complementario de las economías, sumado a la no aceptación por parte de Washington de actos soberanos de nuestro país y el resto de la región, marcó el ritmo de las relaciones. Es hora de que los gobiernos latinoamericanos abandonen esta lógica y se constituyan en un eje alternativo al proyecto de Estados Unidos. La Unasur o la CELAC pueden ser el mejor instrumento para lograrlo.