Acuerdo estratégico integral: hacia la transición justa, sostenible e inclusiva en la Argentina

Acuerdo estratégico integral: hacia la transición justa, sostenible e inclusiva en la Argentina

Los autores analizan las distintas dimensiones del desarrollo sostenible, así como las acciones estatales necesarias para su implementación.

| Por Marcelo Alejandro Corti y Julián Corres |

El Covid-19 ha provocado una situación única a nivel mundial afectando económica, social, ambiental y políticamente a los países. Garantizar el acceso básico a la salud y evitar muertes que en circunstancias controladas pudiesen ser prevenidas se volvió prioritario para los Estados. Debido a la alta transmisibilidad del virus a nivel global, una de las principales medidas adoptadas fue la implementación de cuarentenas y aislamiento social (Rothan & Byrareddy, 2020). El impacto inmediato de estas medidas fue económico ya que muchas personas se quedaron sin la posibilidad de continuar trabajando y perdieron el medio principal de subsistencia, y social, debido a las consecuencias del aislamiento. 

En este nuevo contexto, la recuperación económica y social otorga una oportunidad para un nuevo modelo de desarrollo hacia la descarbonización, la resiliencia y la capacidad de tomar medidas sostenibles e inclusivas aprovechando la experiencia de anteriores crisis. Por ejemplo, luego de la crisis del 2008, las políticas tomadas relegaron el factor ambiental a segundo plano o sin el impulso necesario para modificar enfoques vigentes1. Al respecto, se han presentado iniciativas auspiciosas –que se suman a las contempladas en la Agenda 2030– tales como la creación del “Fondo para Aliviar la Economía Covid-19” como principal instancia para la cooperación internacional con el fin de impulsar una recuperación sostenible destinando los recursos otorgados a la recuperación económica de las personas y en los medios productivos a la par que se respeten los ODS y la Agenda 2030, de forma que efectivamente se construya resiliencia y se conquisten los objetivos de los acuerdos ambientales2.

En nuestro país, en virtud de la complejidad que presenta la interacción de todos los actores necesarios para su recuperación y transformación (empleados, empresarios, gobierno y sindicatos) será fundamental construir una cohesión entre estos, a través del diálogo social. Este proceso deberá ser potenciado por políticas e instituciones sólidas que impulsen producción sostenible y energías limpias, es decir, que promuevan un desarrollo económico en equilibrio con el ambiente y la sociedad. Por ello, será imprescindible implementar un acuerdo estratégico hacia un desarrollo sostenible en nuestro país, donde el Estado sea garante de la protección y administración de los recursos naturales y así también de la seguridad social, jurídica y la protección de la propiedad privada.

En consonancia con esto, consideramos que ciertos sectores emergen con un rol clave de cara al futuro de mediano y largo plazo para la Argentina y por eso deben ser especialmente aprovechados tanto para la recuperación económica como para comenzar a moldear un camino hacia la nueva normalidad, desde nuevos conceptos y procesos, los cuales se desarrollarán a continuación. En primer lugar se destaca la Bioeconomía3, en tanto la oportunidad de relanzar sectores tradicionales como la agricultura y la ganadería, permitiendo rediseñar estas actividades en términos más sostenibles, y aprovechando la creciente demanda de productos amigables con el ambiente. La Argentina presenta, en estos términos, una oportunidad de desarrollo sostenible vinculado a la explotación del sector agropecuario en general y en particular de uno de sus principales activos: el suelo. Los incrementos en la sostenibilidad del sector inducirían un efecto derrame en términos económicos hacia economías regionales y demanda de mano de obra en los términos previstos por los ODS (particularmente el 8).

El crecimiento y desarrollo de la Bioeconomía en el país puede verse promovido por los actores vinculados a la generación de conocimiento científico y tecnológico (con un rol destacado durante la pandemia del Covid-19) siendo importantes tanto las instituciones públicas (universidades nacionales, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Instituto Nacional de Tecnología Industrial e Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, entre otros), así como también el sector productivo entre las que se encuentran empresas relacionadas con los sectores de alimentos, forestal y energía (PAGE, 2020).

En segundo lugar se encuentra la Economía Circular4, posicionada en los últimos años como una de las perspectivas sistémicas más importantes para pensar el rediseño de los esquemas productivos abordando el manejo eficiente de los recursos: su objetivo es que el consumo de bienes y servicios no dependa de la extracción de recursos vírgenes, sino que se aseguren bucles cerrados de producción y consumo que evitan la eventual disposición de bienes consumidos en vertederos. Con el fin de generar estos ciclos, resulta fundamental que se proporcionen incentivos económicos necesarios para garantizar que post- consumo los productos se reintegran corriente arriba en el proceso de fabricación.

En tercer lugar se observa la imperiosa necesidad de provocar una Transición Energética que incluya, necesariamente, una reconfiguración del transporte y las ciudades. Al respecto, es menester mencionar que los combustibles fósiles, una de las principales fuentes convencionales de energía, vieron desplomar sus cotizaciones a los mínimos más bajos de la historia durante el impacto del virus SARS-CoV-25. Si bien el efecto de la cuarentena en la Argentina resultó menor6, la rentabilidad de proyectos como Vaca Muerta se veía reconfigurada, mientras el sector requería el auxilio de la administración pública7. Aunque la paulatina recuperación económica trajo una recomposición en la demanda, queda el interrogante en torno al dinamismo en su oferta y el reajuste en su producción, pudiendo significar esto último una clara oportunidad para un esquema sustentable.

En consecuencia, las oportunidades podrían traducirse en dos principales ejes a impulsar por las políticas públicas. Por un lado, la adaptación de distintas industrias y procesos a una base de eficiencia energética. Por el otro, la reconversión de una matriz energética hacia una creciente participación de fuentes sostenibles y de generación de energías limpias.

En cuanto a la planificación urbana debemos iniciar un proceso hacia Ciudades Sostenibles en consonancia con el ODS 11, impulsado por paquetes económicos que fomenten la descarbonización, minimizando las distancias entre hogares y trabajo. En este sentido puede ser una herramienta clave la transformación del sistema de transporte. En el caso particular de América latina, la electrificación del sistema de transporte podría ser un potencial instrumento no solo para limpiar el aire de las ciudades, sino también para aumentar la eficiencia en el transporte y generar nuevos empleos verdes.

Paralelamente, cabe hacer una mención especial al Turismo Sostenible dado que, en este contexto, donde el turismo natural, rural y de cercanía, que ya estaban en creciente auge como prácticas en el mundo, se han resignificado de cara no solo a la pospandemia sino también a la actualidad, dada la mayor seguridad sanitaria de las actividades al aire libre. Es por ello que el programa Ruta Natural Argentina del Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación que propone el desarrollo del turismo de naturaleza, con el componente de sostenibilidad, educación ambiental y divulgación, surge como una opción representativa del sector para la nueva normalidad.

Complementariamente, debe entenderse que en términos de Empleo Verde la descarbonización de la economía no debe ser pensada a expensas de la generación de empleos y crecimiento; según estimaciones del BID, hacia 2030 el cambio en las formas de producción y los patrones de consumo (en comparación con las tendencias actuales) puede generar quince millones de nuevos puestos de trabajo en la región de Latinoamérica y el Caribe. Al momento de analizar el aumento de empleos, se estima que provendrían de los cambios en las dietas alimenticias y en menor medida en la descarbonización del sistema energético (Saget et al., 2020).

En la Argentina, los empleos verdes se encuentran prácticamente en todos los sectores de la economía. La elaboración del primer estudio cuantitativo para el país clarifica los alcances y el potencial de la economía verde para generar trabajo decente con este paradigma. Se señala así que ya se generaban 650.000 empleos para el año 2015, representando cerca del 7% de los asalariados formales (OIT, 2017).

Claramente, esta pandemia ha evidenciado la falsa dicotomía entre salud y economía, y en el mismo sentido debe servir para superar la creencia de contraposición entre ambiente y economía históricamente planteada, colocando a ambas dimensiones en el centro de la agenda hacia una transición justa, sostenible e inclusiva. Indefectiblemente para ello se requerirá un multilateralismo dinámico e inteligente que evidencie un sistema de articulación internacional con capacidad de acción y respuesta veloz al servicio de la humanidad.

Al mismo tiempo, el Estado como entidad de orden superior ha demostrado su vigencia y potencia para la protección social, resaltado particularmente en aquellos países con políticas socioeconómicas activas y mejores redes de contención e intervención, en los períodos críticos.

Finalmente, el aporte de los sistemas de información resultará estratégico, para la formulación de políticas públicas y la toma de mejores decisiones. Definitivamente, la era pospandémica exigirá contar con nuevas métricas para la evaluación del desarrollo humano o incorporación de parámetros ambientales y sociales para impulsar los cambios que resulten necesarios, entre otras valiosas funciones.

Reflexiones finales

A modo de reflexión, queda claro que la cooperación necesaria para potenciar el proceso de desarrollo sostenible debe enmarcarse en un plan de políticas públicas integrales (económicas, sociales y ambientales), teniendo en cuenta la multidisciplinariedad necesaria a tales fines. Con esto en mente, y considerando lo establecido previamente en la Declaración de Río de 1992 y luego ratificado en el Acuerdo de París en 2015, queda claro la responsabilidad de los países desarrollados por colaborar con aquellos en vías de desarrollo tanto en materia tecnológica como en financiamiento.

Al respecto, y continuando la consonancia con lo definido en el ODS 17: Revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible, debe destacarse que las inversiones necesarias sean realizadas a partir del soporte de un ecosistema político y financiero estable, con una economía predecible, siendo imprescindible que los países no se encuentren anclados por endeudamientos externos, que no se presenten barreras en los mercados y que estos últimos se incorporen en un esquema de comercio mundial abierto, equitativo, seguro, no discriminatorio y que permita la correcta distribución de la producción mundial.

Referencias bibliográficas

GBS. (2018). Innovation in the Global Bioeconomy for Sustainable and Inclusive Transformation and Wellbeing. GBS.
Kirchherr, J., Reike, D., & Hekkert, M. (2017). Conceptualizing the circular economy: an analysis of 114 definitions. Resources, conservation and recycling, 127, 221-232.
OIT (Organización Internacional del Trabajo). (2017). Estimación del empleo verde en Argentina.
PAGE. (2020). Inventario de políticas relacionadas a la Economía Verde en Argentina.
Rothan, H. A., & Byrareddy, S. N. (2020). “The epidemiology and pathogenesis of coronavirus disease (COVID-19) outbreak”. Journal of Autoimmunity, 1-4.
Saget, C., Vogt-Schilb, A., & Luu, T. (2020). El empleo en un futuro de cero emisiones netas en América Latina y el Caribe. Washington D.C.: OIT & BID.





Notas:

1) Detalle en https://blogs.worldbank.org/es/voces/planificar-la-recuperacion-economica-tras-el-Covid-19-coronavirus.
2) Ver comunicado de Cepal aquí.
3) La Bioeconomía puede ser definida globalmente como “la producción, utilización y conservación de recursos biológicos, incluidos los conocimientos, la ciencia, la tecnología y la innovación relacionados, para proporcionar información, productos, procesos y servicios en todos los sectores económicos, con el propósito de avanzar hacia una economía sostenible” (GBS, 2018).
4) El concepto de economía circular, propuesto en la década del noventa por Pearce and Turner, aporta una manera de analizar la organización de los procesos productivos y el consumo que supera la mirada de la economía lineal basada en la dinámica de “usar y tirar”. La economía circular se define como un sistema económico con un conjunto de intervenciones circulares que mantienen los recursos en la economía (Kirchherr et al., 2017) y evitan así la entrada de nuevos materiales vírgenes.
5) Para fines de abril, el petróleo WTI operaba en valores negativos por primera vez en su historia, llegando a -38,7 dólares el barril. Agentes llegaban a abonar esta suma solamente para que alguien se hiciera cargo de ese crudo. Los vencimientos de contratos futuros se combinaban con un derrumbe en la demanda mundial superior al 30%, que ninguno de los tantos acuerdos de restricción de oferta mundial logró contrapesar.
6) Suele referenciarse en los valores Brent y no WTI cuya caída fue mucho menos pronunciada.
7) El Ministerio de Desarrollo Productivo propuso la implementación de un barril criollo o precio sostén para resguardar una mínima rentabilidad en el sector.

Autorxs


Marcelo Alejandro Corti:

Licenciado en Administración y Magister en Administración Pública (UBA). Director Ejecutivo del Centro de Desarrollo Sustentable Geo de la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Docente Regular de la materia Planeamiento a Largo Plazo (FCE-UBA).

Julián Corres:
Licenciado en Ciencias Biológicas con orientación en Ecología (UBA). Investigador en el Centro de Desarrollo Sustentable Geo de la Facultad de Ciencias Económicas (UBA).