Nueva configuración del espacio en la etapa de la concentración capitalista

Nueva configuración del espacio en la etapa de la concentración capitalista

Los cambios acontecidos en el mundo en las últimas décadas en materia de política económica, crisis incluida, dejaron importantes daños en el tejido social. La remoción definitiva de estas consecuencias constituye la principal asignatura pendiente a nivel económico, social y territorial. A continuación, un certero diagnóstico para entender la realidad de las economías regionales.

| Por Alejandro Rofman |

La lectura de las contribuciones sobre la realidad regional argentina a lo largo y ancho del país, proporcionadas por diferentes estudiosos provenientes tanto del ámbito académico como del Estado, y que forman parte de los dos números de la revista dedicados a la cuestión territorial, nos deja varias enseñanzas de singular interés.

En primer lugar, si observamos el desarrollo del proceso territorial argentino, a medida que se recorre el último medio siglo, se advierte una presencia cada vez más determinante de la globalización económica y financiera a nivel internacional en los comportamientos productivos y en las propuestas a futuro que tienen lugar en las diferentes regiones del país. Ello no es sorprendente dados los cambios que se advierten en el escenario mundial.

Así, debe tenerse muy en cuenta que, por primera vez en muchos años, las recurrentes crisis de superproducción y de desajustes estructurales del capitalismo que en los ’80 y ’90 del siglo pasado habían tenido su origen en los países periféricos (México, Sudeste Asiático, Brasil, etc.) se han trasladado al corazón del sistema dominante a escala internacional. Si se repasan las crisis más recientes, advertimos que los dos derrumbes económico-financieros que adquirieron carácter universal (2008 y 2012) provienen de fracturas significativas en el centro de la economía capitalista mundial.

En segundo lugar, las características más relevantes del transcurrir muy accidentado de la evolución económica global observan un conjunto de impactos sobre la esfera de la producción, el comercio internacional, el flujo financiero y su grado de preeminencia en la formación de la tasa de ganancia general y la orientación y destino del cambio tecnológico muy relevantes para evaluarlos en términos del desarrollo económico y social mundial. Están aconteciendo, más agudamente en los últimos veinte años, procesos que afectan singularmente a las economías nacionales y, por lógica consecuencia, a la configuración regional al interior de las mismas.

Recapitulando en modo muy conciso y esquemático, el emergente escenario internacional, desde los ’90 del siglo pasado hasta nuestros días, incide en la dinámica económica y social de los diferentes países (del centro y de la periferia del sistema capitalista) de modo desigual. A saber:

1.

La preeminencia del capital financiero sobre el productivo que ha tenido lugar en el período arriba escogido como referencia ha otorgado prioridad a inversiones especulativas de corto plazo, con una particular incidencia en la actividad productiva de bienes. Tanto los flujos internos de capitales como los externos, al priorizar su destino en procesos destinados a generar ganancias rápidas y descartar las inversiones a largo plazo, han otorgado a estas un perfil desconocido previamente. Así, nos referimos por ejemplo a la expansión sojera en nuestro país, de indudable repercusión económica, social y territorial, alimentada en alta medida por grupos financieros decididamente especulativos. Este fenómeno ha tornado más dificultoso la asignación de ahorros internos y externos en procesos de producción de bienes y servicios que asumen operaciones riesgosas, en particular en regiones donde el esfuerzo inversor tiene pocos antecedentes o que poseen expectativas de rentabilidad sólo a largo plazo.

2.

El intercambio mundial de mercancías se acentuó regido por criterios de competitividad sistémica que implica decisiones de localización de las inversiones guiadas por la búsqueda de menores costos operativos, con el creciente aprovechamiento de ventajas comparativas estáticas localizadas en la explotación de recursos naturales, como la tierra y la minería. Esta dinámica influye en diversas opciones de localización de inversiones, tanto las generadas desde el interior de sistema productivo nacional como desde el exterior, que es preciso conocer en profundidad para evaluar su comportamiento presente y a futuro y definir políticas públicas acordes. En el caso argentino, la irrupción de procesos de producción en el sector agrario y en la explotación intensa de recursos mineros conlleva la inversión –en muchos casos de recursos financieros de corto plazo– que suponen profundas transformaciones en el uso del suelo y en el territorio.

3.

El citado intercambio posee un perfil que se cristaliza en el largo plazo al tiempo que se ve afectado en el corto plazo debido a la magnitud de la crisis económico-financiera que se transita en el último quinquenio. En el primer aspecto se va consolidando un proceso de división internacional del trabajo que coloca a las potencias emergentes como China e India como demandantes de commodities, sobre todo alimenticias, y a la vez proveedoras de bienes manufacturados de creciente complejidad tecnológica. Es decir, se advierte una preocupante repetición en el cambiante escenario del comercio mundial de mercancías, de relaciones tradicionales de centro-periferia que poco contribuyen a la creación de bienes con valor agregado de origen industrial o técnico de los países como el nuestro. Tal circunstancia impulsa una renovada vocación de economías como las latinoamericanas –que incluyen el caso argentino– que como hace 150 años aportan al proceso exportador bienes alimenticios con bajo valor agregado destinados al consumo humano en los citados países emergentes o para producir los mismos en las nuevas economías de industrialización localizadas en países distantes del centro económico mundial.

4.

Al mismo tiempo que el flujo de intercambio mundial incluye de manera creciente la oferta de alimentos para el consumo masivo en países emergentes como China e India, esta nueva división internacional del trabajo implica una creciente deslocalización de actividades manufactureras, que las grandes multinacionales mueven desde el centro a la periferia mundial. Sin embargo, este proceso no supone transferir unidades productivas integradas de un continente a otro (desde Europa o Estados Unidos o Japón a las nuevas naciones en pleno proceso de integración a los mercados mundiales) sino que el mismo toma otra estructuración. Solamente determinados eslabones de las actividades industriales destinados a las ofertas para manufacturar, en forma de ensamblaje, bienes al consumo final son los que se mueven de un territorio a otro en búsqueda de áreas donde las empresas consiguen menores costos de producción. Esta deslocalización territorial fragmenta en múltiples etapas la elaboración de tales manufacturas, que se convierten en un bien elaborado con destino al mercado de consumo o inversión en establecimientos fabriles asentados cerca de la demanda. Este fenómeno se hace evidente –en el caso argentino– en la industria automotriz, en la electrónica, en las fábricas de electrodomésticos, en el sistema computacional, en los centros productivos de maquinaria agrícola, etcétera.

5.

Los dos procesos arriba descriptos inciden de modo determinante en la localización productiva tanto agraria como agroindustrial e industrial. En el caso de países como la Argentina, la dinámica territorial está muy influenciada y subordinada a tales procesos. Son destacables al respecto los perfiles de la actividad agrícola más dinámica en los últimos veinte años en nuestro país, liderada por la rápida introducción de la soja transgénica que se exporta tal cual se la recolecta o en forma de aceite o harina en una proporción del 90% de lo obtenido en la cosecha anual del oleaginoso. En las tres modalidades exportadoras, el destino de la soja es la de proveer a otras etapas productivas instaladas en los países importadores para alimentar variedades de animales destinados al consumo doméstico. A la vez, este destino del poroto sojero, natural o transformado, implica redes viales y centros de expedición que reafirman el perfil histórico del transporte con salida final al comercio internacional (autopistas y puertos mediante) con la consiguiente concentración de servicios diversos de apoyo al proceso agroexportador. Si la soja es el cultivo “estrella” como insumo para alimentar ganado de otras latitudes, especialmente China, su expansión abarca a nuevas áreas del país otrora dedicadas a la ganadería, a tambos, o a bosques o montes que son talados para servir de asiento a la siembra del oleaginoso. Los nuevos procesos tecnológicos asociados al incremento de la productividad del cultivo mayor del agro argentino asumen un rol central en la intensificación de la ocupación territorial que desplaza usos de la tierra con baja rentabilidad en beneficio de la soja. Se producen importantes desplazamientos de la frontera agrícola sobre todo en el norte y el oeste del país y se verifican cambios apreciables al interior de la pampa húmeda.

6.

Una tendencia universal del desarrollo capitalista contemporáneo es la concentración del capital y su creciente extranjerización en los países de la “periferia”, fenómeno del que no está ausente ninguna de las economías de menor nivel de desarrollo relativo. En nuestra realidad económica ese fenómeno se ha instalado con fuerza en cadenas productivas clave, como la actividad frutícola, la vitivinícola, la azucarera, la cementera, etc. En el espacio de las economías extrapampeanas se destacan, entre otras, las primeras tres cadenas del listado arriba citado. Y es paradigmática la presencia de agentes económicos de gran poder negociador en las frutas del Alto Valle, que con una sola de tales empresas ha logrado llegar al 50% de la comercialización al exterior de peras y manzanas o con las nuevas bodegas de perfil netamente exportador de capital multinacional en Cuyo. Así, el proceso de regionalización queda fuertemente atado a las decisiones de grandes grupos económicos extranjeros.

7.

Esta nueva realidad territorial se completa y se refuerza, para seguir manteniendo el perfil histórico de la ocupación del espacio nacional, con las radicaciones industriales y de servicios en el seno de las grandes aglomeraciones urbanas de la región pampeana. Superada la seria etapa recesiva de fines de los ’90, la reconstrucción del tejido productivo y del empleo (que había sufrido una merma históricamente desconocida en los últimos 70 años) se realiza sobre el mapa económico y territorial previo al derrumbe del proyecto neoliberal del período 1976-2001. Los ajustes marginales ocurridos en la década de los ’70, con los beneficios concedidos a ciertas provincias para alojar actividades productivas promovidas, resultan de muy escaso impacto para revertir estas tendencias de la ocupación territorial de la producción y de la localización de la población.

8.

El salto de una estrategia de sustitución de importaciones vigente hasta 1976 al enfoque eficientista y recesivo del capitalismo neoliberal de fuerte perfil concentrado, torna obsoletos varios de los grandes avances de la etapa de crecimiento económico, de ampliación de los beneficios de la legislación social y del pleno empleo vigente antes de la fecha arriba citada. Los graves problemas del desempleo estructural y de la exclusión social que impactan en el perfil urbano en la región centro-litoral del país no desaparecen luego del inicio de la reconstrucción del tejido socioproductivo en la primera década de este siglo. Los enormes daños producidos a ese tejido por la política económica de la especulación financiera y de la contracción del mercado interno, con sus secuelas conocidas de marginalidad urbana, desocupación de difícil reversión, y serias carencias en la provisión de bienes públicos, no logran ser totalmente abatidos pese al notorio repunte de la última década. La remoción definitiva de esos fenómenos estructurales constituye la principal asignatura pendiente a nivel económico, social y territorial.

9.

En el sistema de toma de decisiones correspondiente a los poderes políticos responsables de la política económica nacional en nuestro país, tanto el peso gravitante de la herencia del régimen neoliberal como las urgencias derivadas en el plano social de tal herencia obligaron, ante todo, a ocuparse de la restitución de lo destruido antes que a diseñar nuevos derroteros de políticas territoriales que garanticen mayor equidad social y una ocupación sustentable del territorio. Esta tarea, que es materia pendiente, obligará a coordinar instancias diferentes del Estado a fin de diseñar, en forma participativa, una estrategia integral de desarrollo territorial que tenga en cuenta no solamente las transformaciones derivadas de la profundización del proceso de globalización a que aludíamos arriba sino también objetivos irrenunciables de equidad social interregional.

Para ello es preciso formular un conjunto de políticas públicas a mediano y largo plazo que intenten reducir al máximo posible los efectos contrarios a todo objetivo de igualdad social encarnados en la presencia dominante del capital multinacional en eslabones estratégicos de cadenas productivas regionales. A ello se agrega el proceso de concentración del capital y la especialización productiva específica para cada región de acuerdo con la dotación que disponen de recursos naturales (ventajas comparativas estáticas) y en la adopción de derroteros del crecimiento económico basados en la generación de nuevas opciones productivas respaldadas por procesos tecnológicos innovativos (ventajas competitivas dinámicas).

Al respecto existe un conjunto calificado de planes sectoriales y de ordenamiento territorial físico que son valiosos antecedentes a tener en cuenta.

Esta propuesta, además, deberá incorporar otra dimensión alternativa de la generación de actividades productivas que se vaya consolidando en el tiempo y que contenga perspectivas a futuro compuestas por la adopción de formas organizativas empresariales que sustituyan las únicamente guiadas por el lucro por aquellas otras que tengan como eje central experiencias de solidaridad y asociatividad, que son las que pueden garantizar una creciente equidad social a futuro.

Autorxs


Alejandro Rofman:

Coordinador de la Comisión de Economías Regionales del Plan Fénix. Docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Magíster en Regional Sciences (Pennsylvania University) y Doctor en Economía (UNC); Investigador Principal del CONICET/CEUR.