Un acuerdo social que nos devuelva la dignidad

Un acuerdo social que nos devuelva la dignidad

Analiza las características de la economía popular en la Argentina, las que deben considerarse e incluirse de cara al pacto social en ciernes en nuestro país.

| Por Martín Navarro | 

Lo primero que debemos reconocer es que ya no se puede tolerar vivir en estas democracias que privilegian a muy pocas personas, y que cada vez empobrecen más a la gran mayoría. El mundo entero está sumergido en grandes problemas. Uno de los más importantes sin dudas es el rol de la mujer y el hombre; y en cómo podemos lograr que la innovación que transita hoy la humanidad pueda cambiar de manera efectiva esta matriz económica global que cada vez excluye a más personas. El otro gran problema es nuestra casa común. La ecología ya no es un tema de un puñado de ambientalistas, ni de aquellos que quieren evitar los daños colaterales del avance de la industria y la tecnología. El planeta está en problemas. Y sin dudas, es un tema que nos comprende a todos y todas.

Francisco se preguntaba en el encuentro mundial de movimientos populares algo similar a esta introducción:
¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad?
¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan tantas guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta de nuestros barrios?
¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo permanente amenaza?

La Argentina es un país con un enorme potencial. A pesar de todo lo que hemos pasado, aún tenemos un alto porcentaje de población con altos conocimientos. Sin embargo en los últimos tiempos también creció con mucha fuerza la pobreza estructural, la desigualdad, y como consecuencia de ellas, una violencia social preocupante. Hace no mucho tiempo escribía en otro texto como algo alarmante que aquellos argentinos que viven por debajo de la línea de pobreza eran alrededor de 15 millones. Datos que surgían de los informes publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). Pero el 10 de diciembre, cuando Mauricio Macri termine su mandato, la pobreza estará llegando a los 18 millones. Este crecimiento deja en evidencia que las malas políticas y esa desconexión con la realidad provocan un daño muy difícil de reparar.

El otro dato que ha crecido de manera preocupante y urgente es el hambre. La pregunta que surge rápidamente es: ¿cómo es posible que en un país que tiene una gran capacidad para alimentar a millones de personas, alrededor de 8 millones no sólo no llegan a comer las cuatro comidas diarias, además no son capaces de romper esa lógica tan perversa. Son millones de personas que son asistidas por organizaciones sociales, iglesias barriales, merenderos vecinales y ONGs. El último año fueron las organizaciones sociales aquellas que empujaron la ley de Emergencia Alimentaria. Y aunque parezca una broma de mal gusto, mientras se impulsaba la ley, algunos con la panza llena hacían cuentas fiscales para ver si era posible votar una ley de emergencia. Es evidente que el acuerdo también debe incorporar cómo recuperar los valores más básicos.

De dónde partimos

Al momento de comenzar a darle contenido al acuerdo social, será importante saber de dónde arrancamos. Decíamos que 8 millones de personas tienen problemas para alimentarse, mientras que 18 millones están debajo de la línea de pobreza, cerca de 160.000 empleos destruidos, alrededor de 20.000 empresas que han cerrado, más de 160.000 millones de dólares de deuda, el BCRA con escasas reservas, una inflación interanual de 60%, la cadena de pago rota, los servicios básicos dolarizados, etcétera.

Con esa mochila debe partir el próximo gobierno, y en ese contexto es donde va a surgir el contenido del acuerdo social.

El camino que debe transitar este acuerdo tan proclamado debe ser cada vez más amplio, y sin dudas debe expresar a la mayor cantidad de actores posibles. Porque si algo ha quedado claro es que la Argentina de mitades ha dado resultados catastróficos. También debe decirse en voz alta que en este acuerdo las políticas modernas que le dan todo el poder al mercado no pueden ni deben tener lugar. Los mismos CEOs de empresas importantes han reconocido las grandes dificultades para mantenerse en pie. No solo han perdido rentabilidad, además han pulverizado los salarios de la gran mayoría de los trabajadores. En síntesis, estos cuatro años del neoliberalismo han sido un gran fracaso.

El acuerdo, si bien es complejo en términos políticos y de intereses, es muy sencillo en términos de lo que hay que hacer. En general no hay que inventar demasiado. La Argentina tiene un serio problema de planificación e integración. Gran parte de las políticas se decide desde una oficina en Buenos Aires. La integración es nula y hay poca conexión con la realidad. Sin un esquema territorial y federal se diluye el objetivo primordial que es dar soluciones a través de políticas de Estado. Por ejemplo, existen muchos productores de alimentos a lo largo del país, que producen en soledad. Las pocas veces en que aparece el Estado son para entorpecer con burocracias imposibles de cumplir o para recaudar. El Estado debe capacitarse para ser un jugador que asista, ayude, que conecte, que abra el juego. El Estado debe ser el gran capitán que lidere este acuerdo social que siente las bases de un proyecto de país donde nadie quede afuera.

Observar y escuchar para entender

Los problemas son tan graves, y son tan claros, que llama la atención la lentitud de los países y las corporaciones para abordar soluciones concretas. Los trabajadores de la economía popular se encuentran muy cercanos a estas problemáticas. Las muchas inequidades que sufren estos trabajadores no solo se dan en el contexto de su trabajo. Estos trabajadores también sufren esas mismas dificultades en los barrios donde viven. Todos esos problemas deben ser visibilizados.

Un universo posible de la economía popular se compondría de trabajadores autogestivos, cooperativas, oficios no reconocidos, la agricultura familiar, recicladores, textiles, economía del cuidado, etc. Oficios que suelen ser conceptuados como actividades sociales, cuando en realidad son trabajos. La economía popular define a sus trabajadores como aquella mano de obra sin patrón, donde los derechos laborales casi no existen, y que generalmente están fuera de las estrategias productivas.

En estos últimos años el salto que han dado las organizaciones populares fue haber podido salir de ese lugar que inicialmente les habían dado: el de ser una economía con trabajadores sin capacidades donde esa misma incapacidad los excluía del mercado laboral formal. En el mejor de los casos, hasta economistas con un tinte progresista siguen pensando más en las incapacidades de esos trabajadores que en esta economía moderna que funciona terriblemente mal. Estas organizaciones también han logrado demostrar que ellos son parte de las soluciones de fondo para esta economía. Cuando uno recorre el país profundo, o cada localidad, enseguida puede observarse cómo la economía popular es parte de alguna cadena de valor. Como veníamos diciendo, falta darle visibilidad y una integración real y formal.

A partir de la aparición de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), el sindicato de los trabajadores con mayor vulnerabilidad de estos tiempos, la mirada se volvió integradora. Entendieron que además de ser un sector que debe ser atendido y comprendido por las futuras políticas de Estado, sus trabajadores saben que deben ser parte de la estructura productiva argentina. También saben que tienen que contribuir con sus capacidades para modificar una economía que funciona mal. Como dice Francisco, debemos ir a la cultura del encuentro, y allí buscar soluciones comunes.

Integrar para crecer (economía popular)

La Argentina en las últimas décadas ha producido un sinfín de material sobre planes de mediano y largo plazo. Planes económicos, energéticos, educativos, culturales, de ciencia y tecnología, hasta podemos contar con el gran material de Francisco en Laudato Si, etc. La buena noticia es que no se parte de cero. Sí creo que deberíamos tomar este momento como el inicio fundacional que sea capaz de abrazar todas las experiencias posibles. Escuchar todas las voces y por supuesto incluir a los nuevos emergentes. Así como se ha escrito mucho sobre sectores relevantes, en los últimos años han aparecido nuevas miradas sobre una parte de la economía como lo es la economía popular.

Hoy los economistas, la mayoría de los políticos, inclusive el Estado perciben a la economía popular a través de políticas sociales. Algunos creemos que esa mirada es un error. Por eso somos enfáticos y decimos que todo lo vinculado a planes sociales debe migrar hacia un esquema de trabajo. Esa mirada debe transformarse en planes de desarrollo o en planes de servicios. Por este motivo es necesario y urgente salir de Desarrollo Social para ir a otras instancias del Estado. Recomponer el tejido social es importante, pero el Estado tiene que dejar de ver a esas personas solamente como un problema social.

El acuerdo social debe ser creativo y sentar también las bases de la economía popular. Esta mirada va a implicar integrar a estos sectores con un enfoque económico, productivo y de servicio. También ampliar nuestra mirada sobre la generación de trabajo, donde se pueda impulsar, reconocer y respetar otros esquemas productivos. El Estado debe reconocer a los trabajadores de la economía popular. Existe una falsa idea de que se van a transformar en pymes o que una vez que se reactive la economía estos trabajadores serán empleados. Pensar en sustituir sus saberes o reconvertirlos es no entender sus realidades. Esta forma de desarrollo merece y debe ser respetada. En muchos casos es un espacio de preservación de la cultura y el trabajo locales.

Revalorizar e institucionalizar estos trabajos

Como venimos describiendo, la economía popular se compone de trabajadores autogestivos, cooperativas, oficios no reconocidos, etc. En relación a esto último, son técnicas que suelen ser conceptuadas como actividades sociales, cuando en realidad son trabajos. En la economía popular intentamos caracterizar a una gran parte de los trabajadores de nuestra sociedad. En los últimos dos años, a pesar de las dificultades económicas, han demostrado que la economía popular no tiene problemas de capacidades. Algunas cooperativas de la provincia de Buenos Aires han logrado encarar soluciones de construcción sin ninguna dificultad técnica. Todo lo contrario.

Desde 2017 se han llevado adelante soluciones por más de 1.500 viviendas. En el barrio de San Jorge, de Varela, a fin del año pasado se entregaron 548 viviendas. Pero no solo fue un logro finalizar este primer proyecto, además la misma cooperativa realizó la terminación de una planta de tratamiento de residuos. En paralelo se entregaban las primeras 38 viviendas del barrio La Perla, de Moreno. En mayo de este año se comenzó con la entrega de las 104 viviendas de Campana. Durante julio se finalizaron 244 viviendas del segundo convenio del barrio La Perla, de Moreno. En la actualidad se encuentran desarrollando 107 mejoramientos en Fiorito, Lomas de Zamora. 122 viviendas en el Barrio Maquinista Savio de Escobar. 156 viviendas en el Barrio San Luis de Varela y 270 viviendas en el Barrio Lindo de Almirante Brown. Bajo este esquema se han generado más de 2.600 puestos de trabajo directos e indirectos.

A pesar de estos números. Estos trabajadores siguen siendo desvalorizados. Cuando uno habla de cooperativas de trabajo vinculadas a la economía popular, aún desde diversos sectores sigue habiendo un prejuicio sobre sus capacidades. Sin dudas se debe realizar un trabajo cultural sobre esos sectores. Por supuesto que la revalorización de estos trabajos va a implicar un arduo estudio de cada sector. Tamaña tarea va a requerir de una estructura institucional que se dedique exclusiva y sistemáticamente a recoger datos. En esa misma dirección, creemos que es urgente desarrollar un mapa que contenga toda esa información.

Toda esa data no solo nos va a servir para caracterizar al sector con mayor precisión, sino además para saber cuál es el peso económico de esta economía, qué soluciones brinda, en qué cadena de valor están insertos, qué procesos pueden mejorarse o adaptarse y cuáles requieren de tecnología o innovación, entre otras políticas.

En general, pero principalmente desde el Estado, es necesario que se acepten y se respeten las características de estos trabajadores. Por supuesto que en muchos casos esos trabajos pueden ser actualizados, pero en muchos otros casos deberían mantener sus formas. Un trabajo artesanal, por ejemplo, puede no requerir de tecnología. Respetar la esencia de muchos oficios es fundamental. Lo que sí debe modificarse es la falta de derechos que tienen este tipo de trabajadores. Este trabajador el día que no trabaja pierde sus ingresos. El salario social complementario tiene esa mirada: completar derechos y reforzar con ingresos concretos, al mismo tiempo, lo que hacen estos trabajadores o trabajadoras.

Atender prioridades sin perder el tiempo

En esta etapa que se inaugura el 10 de diciembre de 2019, casi todos coincidimos en la importancia de volver a desarrollar la economía argentina. Claramente, uno de los temas centrales es cómo y con quiénes afrontar este largo camino. Aquí es donde aquellos que vayan a participar de este armado tengan una enorme paciencia y solidaridad. Mucho de lo que se escriba en el acuerdo va a tener que abordarse en forma paralela. Las prioridades más importantes obviamente siguen siendo el hambre y la pobreza. Pero es evidente que, para abordar esos problemas, los proyectos deben atacar esas prioridades desarrollando el trabajo y las distintas industrias. En términos generales no hay que inventar demasiado. Hay muchísimos planes escritos de diversos rubros, hay que revisarlos, actualizarlos e incorporar las nuevas demandas y nuevos emergentes.

Para poder atender las distintas prioridades va a ser necesario afianzar el trabajo planificado. El Estado debe lograr integrar a todos los sectores. La otra gran prioridad es implementar un esquema federal que evite que se diluyan los objetivos de potenciar todas las economías regionales. Es muy importante que las economías locales, más de allá del factor externo, sean unos de los motores para reactivar el desarrollo. Necesitamos un Estado presente. Necesitamos asociar la economía popular con las pymes. El trabajo coordinado es parte de la solución. Es importante proteger a cada sector.

Una economía popular productiva

Cuando hablamos de economía popular nos referimos a sectores que claramente pueden ser productivos. En muchos casos proponemos impulsar desarrollos y mercados de proximidad. Articular mediante pequeñas cooperativas o unidades de producción para que lo que se produce pueda complementarse y tener un mejor impacto. Los pueblos o pequeñas ciudades en general no requieren de megasoluciones. Tampoco implica que en caso de ser necesario no se pueda contar con producción de alta escala. No es una cosa u otra. Cada uno debe desarrollar y producir lo que mejor sepa hacer. El acuerdo que se vaya a trabajar debe respetar los saberes de todos. En la actualidad, a largo de todo el país, la economía popular tiene la capacidad para desarrollar una canasta básica de alimentos de calidad. En lo que hace al buen vivir, a una buena alimentación y la producción que contemple la salud y el cuidado del medio ambiente, la economía popular puede aportar el 100% de una canasta nutritiva y saludable.

Tal vez como deuda pendiente, además de poder incorporar tecnología o mejora de procesos, también es importante implementar para esos productos buenos diseños o diseñar marcas que ayuden a comercializarlos mejor. Es necesario trabajar para que estas marcas sean legitimadas sin perder su esencia. Debemos potenciar de la agricultura familiar y la economía popular sus características como productos más sanos.

En lo que se refiere a generar trabajos con una mayor escala, dentro de la economía popular hay producciones que podrían llegar a ser más competitivas sin cambiar su naturaleza. Hay que pensar modelos asociativos que potencien a lo largo de toda la cadena productiva el desarrollo de esos trabajos. La producción de alimentos es uno de esos sectores. Por otro lado, existen cientos de producciones de baja escala, y que forman parte del patrimonio cultural. Dos claros ejemplos son los pescadores artesanales y los artesanos. Tanto ellos como otros tantos deben estar protegidos más allá de que esas actividades no sean rentables en términos económicos. Esto último no quita que estos trabajadores sean parte de la solución, aun con otras velocidades y otras características. Sin ninguna duda que deben ser respetados. En términos fundacionales necesitamos un proyecto de país con todos ellos adentro. Esto quiere decir que no debe haber más planes sociales, ni 18 millones de pobres, ni personas que no llegan a comer las cuatro comidas.

Es importante desarrollar este mapa o rompecabezas productivo que logre integrar a cada trabajador respetando sus características y sus formas de desarrollo. Sigo insistiendo en poder tener una mirada integral, más allá de los procesos económicos y productivos en términos de competitividad y rentabilidad. Los trabajadores de la economía popular no tienen problemas de capacidades. Ni mucho menos pensar que hoy el Estado los esté subsidiando para no trabajar. La realidad es que cuando uno recorre cada rincón de la Argentina, la economía popular aparece. Y en ella, trabajadores que hacen un esfuerzo enorme, que ponen muchas horas en sus trabajos. Son trabajadores que nacen de la necesidad de trabajar. Lo que genera un trabajador de la economía popular vuelve rápidamente a la economía. Esa es otra de las características que tienen. Estos trabajadores no reparan en la acumulación, reparan principalmente en el trabajo, la acumulación no es central. Lo que gana este sector se lo utiliza principalmente para vivir y el resto para invertir en su circuito productivo diario.

Un acuerdo social para un contrato social

En estos más de 200 años, tal vez el mejor aprendizaje sea que esta Argentina de a mitades, no solo en términos políticos sino en términos productivos, no ha dado resultados. Como venía diciendo anteriormente: 18 millones de pobres, 8 millones de personas con problemas para acceder a las cuatro comidas, inflación, devaluaciones, economías regionales totalmente paradas, más de 30 pymes que cierran por día, una deuda en dólares escalofriante, etc. Es claro que cuando el péndulo cae del lado de aquellos que le dan prioridad al mercado, las cosas son catastróficas. Pero no menos cierto es que cuando el péndulo cae del lado de aquellos que creemos en el Estado, en políticas distributivas, donde las cosas claramente mejoran, aun así, no logramos perforar la pobreza estructural, ni generar la cantidad de trabajo necesario. Por supuesto que en este último modelo el hambre y la indigencia tienden a desaparecer, pero aun con todo el esfuerzo que se hace, sigue habiendo una alta pobreza y en términos de trabajo, una alta precarización. Por eso es importante que podamos arrancar por un acuerdo que ponga prioridades en los temas más urgentes e importantes y que todo eso pueda convergir en políticas de Estado. Hoy el trabajo se encuentra totalmente desvalorizado en términos económicos, por estas reglas que impone el mercado capitalista; y lo más grave, como dice el papa Francisco, es que también se van desvalorizando socialmente.

La unidad política es otro factor fundamental que debe seguir presente. El camino que está delineando Alberto parece que viene a reforzar esas ideas. Es importante que podamos reflexionar sobre el cambio que queremos y necesitamos. El acuerdo debe pensar principalmente en las personas y en el medioambiente (nuestra casa común). El acuerdo debe tener un mensaje positivo, con una mirada amplia, en una nueva era de relaciones donde todos estemos incluidos. Que nadie sienta que no puede ser parte de este nuevo camino. Es imprescindible que no falten aquellos que se encuentran al final de la fila marginados por este sistema, los que sufren la pobreza y aquellos que pasan hambre. Es en ellos donde debe residir el éxito de este acuerdo. Si estos trabajadores pasan al frente para construir el futuro que viene, querrá decir que estamos por el buen camino. Por eso el acuerdo social debe tener como gran objetivo plasmar un gran contrato social cuyos principales objetivos sean erradicar el hambre, terminar con la pobreza creando trabajo de calidad y bien remunerado, proteger el medio ambiente, darles un lugar preponderante a nuestros abuelos y apostar de manera contundente a una educación de excelencia.

Autorxs


Martín Navarro:

Espacio Atahualpa, Usina del Pensamiento, Agenda Argentina.