| Por Guillermo Borella | Arabia Saudita e Irán se ven unos a otros como enemigos, y están encerrados en una competencia creciente por la influencia y el dominio de la región a la cual ambos pertenecen. Esa rivalidad se expresa en el apoyo que ambos países brindan a través de diversos mecanismos a los grupos y fuerzas militantes, especialmente en Siria. Difícilmente vaya a reinar la calma en la región si antes los líderes persas y sauditas no dejan de lado sus intervenciones sectaristas para mostrarse, de una vez por todas, dispuestos a dejar de lado los recelos y construir una relación de confianza mutua.