Migraciones y vida familiar entre España y América latina
España se ha convertido en el segundo lugar de destino de los flujos migratorios latinoamericanos, principalmente de trabajadoras para tareas domésticas y de cuidados. ¿Cómo impacta esto al interior de los grupos familiares y cuáles son las estrategias de supervivencia en el marco de una crisis económica generalizada?
| Por Sandra Gil Araujo y Claudia Pedone |
Las crecientes restricciones a la migración familiar en los países de la UE, junto a la estigmatización de la emigración de mujeres-madres en los países latinoamericanos, han convertido a las familias migrantes en problema social en ambos extremos de la cadena migratoria. En el contexto europeo, la reagrupación familiar ha dejado de ser un derecho para convertirse en una prerrogativa del Estado, a la que se puede acceder cumpliendo una serie de requisitos económicos y, ahora también, lingüístico. Paralelamente, el aumento de la presencia femenina en las corrientes migratorias procedentes de países latinoamericanos ha generado importantes cuestionamientos a los lugares y responsabilidades tradicionalmente asignados a varones y mujeres en el ámbito de la familia. Estas transformaciones han disparado discursos en los países de origen, que suelen asociar la migración femenina con el abandono de la familia y diagnostican diversas disfuncionalidades a las familias con madres migrantes. De este modo, ambos procesos han colocado a las familias migrantes en el centro de los debates políticos sobre migraciones.
En las últimas décadas el territorio español se ha convertido en el segundo lugar de destino de los flujos migratorios latinoamericanos, después de Estados Unidos, afianzando su papel como país receptor de inmigración. El constante aumento de esta presencia se explica principalmente en referencia a las situaciones de crisis económica, empobrecimiento y degradación de las condiciones laborales en los países de origen y por las importantes transformaciones experimentadas en el contexto español: el cambio en la coyuntura política en las últimas décadas, el acelerado crecimiento de la economía desde mediados de los años noventa, las características de su mercado de trabajo, las políticas de Estado, las dinámicas de género, los vínculos históricos entre España y los países latinoamericanos, la consolidación de las redes migratorias y la migración familiar.
Desde mediados de los años ochenta, la creciente incorporación de las mujeres españolas al mercado laboral generó una fuerte demanda de trabajadoras inmigrantes para el trabajo doméstico y de cuidados, que promovió el aumento de la presencia femenina en las corrientes migratorias que llegaron a España, especialmente las provenientes de algunos países de América latina como República Dominicana y Perú, más tarde Ecuador y Colombia y en los últimos seis años Bolivia y Paraguay. En estos grupos nacionales las mujeres han sido el primer eslabón de la cadena migratoria (en tanto pioneras de proyectos migratorios familiares) y posteriormente han liderado los procesos de reagrupación de maridos, hijos, hijas y otros familiares, tanto por vías formales como informales.
Esta preponderante presencia femenina en las migraciones latinoamericanas contemporáneas ha visibilizado a las mujeres y los niños dentro del grupo doméstico como actores decisivos en el juego de las relaciones de poder, lo que a su vez ha permitido centrar el análisis de la familia como espacio de conflicto y negociación. Además, ha supuesto romper con una representación social muy afianzada, tanto en los lugares de origen como de destino, en relación a la organización y ejecución de los proyectos migratorios internacionales como una decisión eminentemente masculina.
Nuestras investigaciones, con una metodología cualitativa de corte longitudinal, nos han permitido analizar las etapas y resignificaciones de numerosos proyectos migratorios de familias latinoamericanas encabezados por mujeres, que se han visto moldeados por los reacomodamientos en las relaciones de género y generacionales, junto a las progresivas restricciones jurídicas de las normativas migratorias de los países de destino que controlan actualmente los flujos migratorios en un contexto económico de crisis generalizada, que han obstaculizado principalmente las reagrupaciones familiares y han consolidado los procesos de transnacionalismo familiar.
Proyecto migratorio, familia, género y generación
Desde finales del siglo XX, en las migraciones latinoamericanas hacia España muchas mujeres han sido las primeras en migrar y han iniciado los procesos de reagrupación de maridos, hijos, hijas y otros familiares. Esto ha supuesto algunos cambios en el reparto de tareas tradicional entre varones y mujeres al interior de las familias, porque los maridos han sido en este caso los dependientes. Debido a las características del mercado laboral español, les ha llevado más tiempo encontrar trabajo y sin oferta de trabajo no podían acceder a un permiso individual. Estos desplazamientos en los roles de género tradicionales han sido acompañados por conflictos personales y familiares.
En la mayoría de los casos el proyecto migratorio está pensado como instrumento para la mejora de las condiciones de vida de la familia, y en España para poder cubrir las necesidades económicas del núcleo familiar es casi siempre indispensable que la mujer trabaje. Este ingreso de la mujer al mercado laboral trae aparejadas ciertas transformaciones de la vida familiar y en las aspiraciones personales que normalmente generan negociaciones y reacomodamientos en roles que ejercen varones y mujeres. En algunas entrevistas las mujeres señalan cambios importantes en las relaciones familiares después de la migración, vinculados con el reparto de las tareas domésticas, con la gestión del dinero o con el proceso de toma de decisiones. Sobre todo las mujeres que trabajan largas horas fuera de casa de una u otra manera han logrado que sus compañeros, y en algunos casos sus hijos, asuman parte de las tareas domésticas. Tareas y obligaciones que en los países de emigración eran responsabilidad femenina. Otro de los cambios señalados hace referencia a la reducción del círculo familiar y la ausencia de las redes familiares extensas, que cooperan en la crianza de los niños y la organización de los cuidados. Esas redes familiares muchas veces son las que permiten conciliar la vida familiar con el trabajo y su ausencia repercute, también, negativamente en el cuidado de los hijos y en la sobrecarga de trabajo y de estrés sobre las mujeres.
La importancia de la familia en el proceso migratorio adquiere muchas formas pero en los relatos recolectados las más persistentes son tres: 1) los miembros de la familia (nuclear o extensa) en las redes y cadenas migratorias; 2) la responsabilidad de los migrantes por el bienestar de la familia y en envío de remesas y 3) el papel de la familia en el cuidado de los hijos que quedan en el país de origen.
En la mayor parte de los casos la búsqueda del bienestar familiar funcionó como impulsor de la migración. La familia suele estar también involucrada en el proceso de decisión y es la que provee los recursos materiales y simbólicos para impulsar la migración y para luego poder sostener el proyecto migratorio en la distancia y en el tiempo. En el país de recepción, todos los y las migrantes entrevistadas fueron ayudados de alguna manera por un familiar (hermanos, primos, tíos) que los recibieron, les consiguieron un contrato y/o les procuraron una vivienda; en ocasiones estas “ayudas” fueron muy onerosas para los y las migrantes recién llegados.
En cuanto a las remesas, la mayor parte de las personas entrevistadas se sienten responsables por las condiciones de vida de su familia en el lugar de origen y envían dinero a padres, suegros y hermanos. Si los hijos permanecen en el país de origen, ellos suelen ser los principales destinatarios de las remesas. En la responsabilidad por el envío de dinero emergen diferencias importantes en relación al género. El bienestar de los familiares, e incluso de los hijos, parece ser, en algunos casos, una responsabilidad más bien femenina. Pero en general estas disparidades entre varones y mujeres en cuanto a la responsabilidad por la subsistencia y el cuidado de la familia ya organizaban la división del trabajo reproductivo en el país de origen. La desigual distribución de responsabilidades entre los varones y las mujeres de una misma familia, así como el uso que se le da al dinero enviado, generan también conflictos y negociaciones.
Las trabas jurídicas junto con la precariedad laboral que las migrantes encuentran en España suele prolongar bastante más de lo planeado la separación con sus hijos/as. En este contexto los vínculos familiares cumplen un papel crucial en la organización del cuidado transnacional, una dinámica clave para sostener el proyecto migratorio. En la mayoría de los casos los niños y niñas quedan en el país de origen bajo la responsabilidad de mujeres: abuelas, tías y hermanas. Pero este trasvase de las tareas de cuidado entre los miembros femeninos de la familia no es gratuito. Todas las mujeres entrevistadas han vivido la separación de sus hijos con mucho sufrimiento.
Muchos de los conflictos entre madres e hijas/os tienen que ver justamente con el haber estado ausentes de la vida cotidiana de los niños durante un largo tiempo. Los niños echan de menos a las personas que los cuidaron y les recriminan a sus padres, y en particular a las madres, sus ausencias como si fueran abandonos. Otro de los problemas es el no reconocimiento de la autoridad de los progenitores a causa del largo tiempo que pasaron sin vivir juntos.
Cuando se logra la reunificación, la presencia de los hijos en el país de destino genera otras tensiones, debido a la ausencia de redes familiares, a las largas jornadas laborales de padres y madres y a la precaria situación de vivienda, principalmente cuando se está en situación irregular. Estos condicionamientos hacen que los hijos pasen mucho tiempo solos, sin la presencia de un familiar y en algunos casos en lugares poco propicios para realizar las tareas escolares. El fracaso escolar de gran parte de los hijos de inmigrantes latinoamericanos se vincula con la falta de acompañamiento de personas adultas.
Se suele presentar la migración de las mujeres de países del Sur hacia países del Norte como un proceso de emancipación femenino. Estas visiones y di-visiones se asientan sobre concepciones estereotipadas de las mujeres migrantes, imaginadas como seres sumisos, dependientes, atrasados, tradicionales y subdesarrollados (como los países y sociedades de las que provienen), para quienes el viaje al Norte sería también el comienzo de un camino hacia la modernización. Este es un discurso muy presente en el espacio político y mediático español. Sin embargo, las historias recabadas en nuestras entrevistas indican que las transformaciones de las relaciones familiares y del reparto de las tareas domésticas no permiten por sí solas hablar de un proceso generalizado de emancipación de las mujeres migrantes a través de la migración. Por el contrario, algunas de las experiencias evidencian la persistencia, e incluso profundización, de inequidades sociales, económicas y de género en el contexto migratorio.
En la migración las mujeres con cargas familiares son las principales responsables por la subsistencia de las familias, tanto en origen como en destino. Tienen bloqueado el ingreso a puestos de prestigio, no importa cuál sea su cualificación. Los sectores laborales a los que acceden suelen estar por debajo de su nivel de formación y representan una inserción descendente. Tienen largas jornadas de trabajo (de hasta doce y catorce horas), lo que repercute negativamente en su salud. Las obligaciones económicas, laborales y familiares dejan poco margen para las actividades sociales y la participación. Además, el control del dinero y la toma de decisiones sobre el proyecto migratorio no siempre están en sus manos. El cambio en el reparto de tareas no necesariamente supone un re-equilibrio en la relaciones de poder entre varones y mujeres en el ámbito familiar, ni la migración significa siempre el desarrollo de las capacidades de las mujeres. Pero además, la maternidad transnacional pocas veces es una elección libre de constreñimientos. Es más bien una estrategia para la continuidad del proyecto migratorio como alternativa para garantizar la supervivencia familiar.
Políticas migratorias y formas de organización familiar
Las normativas migratorias restrictivas han obstaculizado los proyectos migratorios familiares. Teniendo en cuenta que los trabajos a los que acceden la mayoría de los migrantes latinoamericanos suelen ser de bajos salarios y no siempre se reflejan en un contrato, los requisitos de vivienda, ingresos económicos y contrato de trabajo vigentes en la actualidad se convierten muchas veces en obstáculos para la reagrupación familiar. Sobre todo en el caso de las mujeres, para quienes el trabajo doméstico suele ser la primera vía de inserción en el mercado laboral español. Por este motivo muchas familias de América latina han impulsado los procesos de reagrupación familiar a través de vías autónomas o informales. La más común de estas estrategias ha sido el ingreso como turistas y la posterior regularización en España. Pero la paulatina imposición del visado a gran parte de los países de origen de la inmigración latinoamericana (República Dominicana, Perú, Colombia, Ecuador, Bolivia) ha dificultado esta forma de ingreso, prolongando así el distanciamiento entre los/as migrantes y sus familiares.
En este marco restrictivo la población migrante latinoamericana y sus familias han desplegado distintas estrategias para sortear las trabas a su movilidad y a la vida en familia. Las estrategias más reiteradas en nuestras entrevistas son, en unos casos, la reagrupación por fuera de los canales establecidos por el Estado (ingresos como turistas para quienes no necesitan visado o contratos de trabajo de los contingentes) y la prolongación de los distanciamientos familiares, acompañada por la organización y supervisión a distancia del cuidado familiar en origen. La denominada maternidad transnacional o a distancia.
En algunas ocasiones, esta gestión transnacional de la vida cotidiana se extiende hasta lograr cumplir con los requisitos de la reunificación formal, para posteriormente poner en marcha una reagrupación selectiva y escalonada de hijos, hijas, cónyuges y/o ascendientes. En otros casos, ante las dificultades para organizar el cuidado familiar en destino, los migrantes se decantaron por una consolidación de maternidades y/o paternidades transnacionales. Pero estas estrategias nunca son definitivas, se van redefiniendo en relación a las transformaciones jurídicas, sociales y económicas de las sociedades de destino y de origen, y también en función de los cambios en los estatutos jurídicos de las y los migrantes. La nacionalización, por ejemplo, implica una ampliación del derecho a la movilidad y a la vida en familia y abre el camino a nuevos arreglos familiares, donde son habituales las estancias temporales alternadas en el lugar de emigración y de inmigración de distintos miembros de la familia, principalmente de mayores, jóvenes y niños.
El contexto actual dibuja nuevos interrogantes sobre las formas de organización familiar de la población migrante latinoamericana que es necesario explorar con detenimiento. Contrariamente a lo postulado por algunos discursos políticos sobre el retorno masivo de migrantes (amplificados por los medios de comunicación), nuestro trabajo de campo demuestra que el retorno será selectivo y organizado sobre la base de nuevas estrategias migratorias que se están diseñando y poniendo en práctica. En estos proyectos parecen tener incidencia los estatutos jurídicos de los migrantes en los países de inmigración y las condiciones socioeconómicas y políticas por las que atraviesan los países de emigración.
En España, en el marco de una crisis económica generalizada, la pérdida de bienestar en las familias migrantes, junto con el endurecimiento de las políticas y el control migratorio, añadido a la creciente problematización de la presencia inmigrante en las sociedades de inmigración, se están generando transformaciones en los proyectos migratorios de familias latinoamericanas que, en ciertos casos, incluyen el retorno a los lugares de origen. Si hace una década se elegía al miembro del grupo doméstico que reunía las mejores condiciones para migrar, actualmente se reflexiona sobre cuál es la mejor maniobra para combinar el retorno de algunos integrantes y la permanencia de otros que puedan seguir generando recursos económicos en destino.
Estas dinámicas están generando procesos de des-agrupación familiar, debido a que numerosos retornos están siendo encabezados en primer lugar por los hijos. En estos casos, en los lugares de origen las abuelas y las tías asumen nuevamente los roles de cuidado asignados en las primeras etapas del proyecto migratorio familiar; mientras en la sociedad de inmigración se retoma el ejercicio de la maternidad y la paternidad transnacional. Cuando el retorno familiar es escalonado, las mujeres son las que permanecen más tiempo en destino porque por su inserción laboral son quienes pueden generar por más tiempo recursos económicos.
Pero si bien estos retornos se plantean como una estrategia para enfrentar la crisis, en muchas ocasiones los migrantes regresan a lugares donde no existe un espacio socioeconómico propicio para su inserción. Por ello algunas familias conciben esa “vuelta al origen” como una etapa temporal para re-emprender más adelante una nueva migración.
Autorxs
Sandra Gil Araujo:
CONICET/ IIGG – FCS – UBA. Grupo Interdisciplinario de Investigadoras Migrantes (GIIM).
Claudia Pedone:
Directora del Área de Migración del Instituto de Infancia y Mundo Urbano, Barcelona. GIIM.