Malvinas indígenas. Entrevista a Juan Chico, de la Fundación Napalpí, sobre el trabajo de visibilización de los qom durante la guerra de 1982

Malvinas indígenas. Entrevista a Juan Chico, de la Fundación Napalpí, sobre el trabajo de visibilización de los qom durante la guerra de 1982

El historiador y militante qom aporta una voz novedosa, que resignifica y amplía la mirada sobre el conflicto bélico del Atlántico Sur, para incluir la experiencia de los excombatientes indígenas.

| Por Pedro Munaretto |

¿Por qué un indígena escribe sobre Malvinas? Esta pregunta queda flotando a partir de la entrevista que le realizara en mayo de 2018, en la ciudad de Buenos Aires, a Juan Chico, docente, historiador y militante qom de la provincia del Chaco.

En el caso de Juan, Malvinas es un trayecto de militancia indígena que se cruza con otras militancias. Una manera de hacer política indígena, en medio de políticas indigenistas estatales. Se manifiesta como plural, al mismo tiempo que singular: Malvinas es la guerra, al mismo tiempo que son las islas. Esta diversidad en las significaciones encarna uno de los cruces posibles que pueden verse en el trabajo de Juan y la Fundación Napalpí del Chaco: construyen, al mismo tiempo, una reflexión y un activismo para interrogarnos e interrogarse sobre las nociones sedimentadas que en términos históricos, topográficos y étnicos se tiene sobre Malvinas, la guerra y el archipiélago.

El diálogo, abreviado en cinco actos, tiene por intención que las múltiples respuestas al interrogante inicial vayan manifestándose de a poco, con la sutileza con que cuenta la pedagogía de Juan. Queremos acompañar a una voz más de las que se suman a una polifonía discordante, dolorosa y sin fin que es y son las Malvinas.

Tal vez, como lo sintetizara Carlos Gamerro en Las Islas, son/somos siempre los perdedores de la historia los que no cesamos de indagar sobre las posibilidades de la historia, a medida que escribimos con la vida ese volumen imaginario sobre los “Mil finales distintos para la guerra de Malvinas”. Esos finales a los que quizá, tal como nos enseña Juan, lleguemos por otros principios.

La genealogía de la Fundación Napalpí: tendiendo puentes entre indígenas y no-indígenas

PM: –Contame un poco de vos.
JC: –Yo nací y me crié en Napalpí. Napalpí es una comunidad qom que está en el centro de Chaco. De Resistencia para donde se pone el sol. Terminé mis estudios primarios ahí. Hice mis primeros años del secundario y después me fui de la comunidad. Y me fui a estudiar y ya no volví más. En el año 1999 hicimos el primer acto desde la comunidad conmemorando la masacre de Napalpí, que tuvo lugar el 19 de julio de 1924 y en la que fueron muertos aproximadamente 700 indígenas Qom y Moqoit que se manifestaban por las condiciones inhumanas de trabajo a las que se veían reducidos. De ella participaron efectivos de policía del entonces Territorio Nacional del Chaco, así como civiles enviados por los terratenientes de la zona. Es un crimen que sigue penalmente impune y como tema es parte de nuestros grandes ejes que venimos trabajando hace unos años, es decir, ya va a hacer casi veinte años. Soy docente, soy historiador, soy de la Junta de Historia del Chaco. También me dedico a la cuestión audiovisual. […] Trabajo en el Instituto de Cultura de la provincia del Chaco y también en la Escuela Bilingüe Intercultural Franciscana de Fontana, que sería el Gran Resistencia. La Fundación Napalpí tiene su personería jurídica en 2015, pero veníamos constituidos como asociación comunitaria desde el 2008. Y nos dedicamos justamente a todo lo que es el genocidio indígena. En este caso creíamos que era necesario y urgente mostrar desde el lugar y la mirada de los propios pueblos indígenas todo lo que pasó, incluso en los doscientos años de historia argentina.

Y este año ya hacemos el II Seminario sobre Genocidio Indígena, propuesto netamente desde la Fundación: queremos contar la mirada tanto del mundo indígena, los académicos indígenas y de los no-indígenas. ¿Por qué? Porque nosotros tenemos un problema: en el Chaco, como se da en la Argentina por lo general, los pueblos indígenas fuimos –o somos– los hablados de la historia. Y a veces, cuando desde el mundo indígena se plantea una mirada diferente que no cumple con ciertos parámetros que nosotros reproducimos, se generan tensiones. Nosotros queremos poner en diálogo, en acercamiento, esas dos miradas. […] Si pensamos una sociedad un poquito más justa y más igualitaria, tenemos que respetar las dos miradas, y de esas dos miradas empezar a construir algo. El seminario lo organizan la Fundación Napalpí y el IIGHI-CONICET [Instituto de Investigaciones Geohistóricas de la Universidad Nacional del Nordeste y el CONICET]. Y por supuesto nos acompañan en esta propuesta Diana Lenton, Marcelo Musante, pedagogos indígenas como Orlando Sánchez, que es historiador nuestro. Por eso es lo que te contaba recién: la idea es contar las dos miradas sobre el mismo tema.

Revisando la historia nacional desde una mirada indígena

PM: –¿Cómo llegaste de Napalpí [al asunto de] los qom en Malvinas, más allá de los lineamientos de continuidades sociopolíticas que marcabas?
JC: –La base del genocidio, secuestro, apropiación de bebés, es decir, todos los elementos que tuvo la última dictadura militar, son los mismos componentes y elementos que tuvo el proceso de genocidio indígena: secuestro, masacre, desaparición, deportación, trabajo esclavo. Los mismos mecanismos. Y en el caso de asociar el genocidio indígena con Malvinas, ¿por qué? Un ejemplo: los abuelos de uno de nuestros entrevistados excombatientes fueron muertos en Napalpí. Entonces vuelvo a insistir en esto: hubo una continuidad […]. Nosotros en Napalpí tenemos ocho excombatientes indígenas. Y yo tengo familiares excombatientes y tengo caídos en Malvinas, entonces cuesta poder corrernos de ese hilo, ¿no? Y lo que vimos los últimos años es que no solo en el mundo indígena, sino a nivel general, nuestros propios excombatientes empezaron a hablar sobre Malvinas. Yo entiendo que ese silencio de nuestros excombatientes tenía que ver con este discurso de los locos de la guerra, con este discurso de desmalvinización, que se perdió la guerra por causa de nuestros soldados que no estaban preparados. En cierta manera hay algo de razón, no en el discurso, sino en que… un ejemplo: nosotros siempre tratamos de reivindicar que Chaco y Corrientes, en proporción de habitantes con Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, fueron las provincias que más soldados aportaron para la guerra de Malvinas. Es un dato interesante. […] El propio Edgardo Esteban lo dice en su libro Iluminados por el fuego, cuando dice: “Nosotros, por ser de tez blanca, pudimos zafar de ciertas cosas, pero no tuvieron la misma suerte los correntinos, los del norte, que tuvieron que verse con los gurkhas”. Había una concepción ideológica: “Que vaya el correntino bruto, que vaya el indio del norte”, porque los militares decían: “Los ingleses no van a venir, vamos a dar un paseo, esto va a ser una excursión por Malvinas…”. La Argentina tenía unos regimientos preparados para este tipo de conflictos, pero ellos decidieron: “Che, mandemos a los del norte, que aprendan, que sepan algo, estos correntinos brutos, estos indios”.

PM: –¿Hay registros, datos o testimonios del trato quizá más cruel que recibieron excombatientes de origen indígena en Malvinas?
JC: –Tenemos dos o tres testimonios. Por ejemplo, Benito González. Él cuenta –bien morocho– que le decían “negro caquero”. Pero dentro de los soldados había compañerismo, había cuidado. Y se daba esto de que había soldados que se acuerdan muy mal de su superior, y soldados que se acuerdan muy bien de su superior; tiene que ver mucho con la persona: podés estar en guerra y ser cuidadoso de tus soldados, más allá del color o la ascendencia a la que vos pertenezcas. O podés ser un superior y ser un racista y discriminador […]. Por ejemplo, Ortega cuenta que cuando llegan, arman su carpa ahí alrededor de Puerto Argentino, y después viene otro superior y le dice: “Y de qué regimiento son […] estos negros que vayan al Sapper Hill o al Longdon”. Entonces ahí sí te das cuenta de lo que charlamos al principio, porque si el regimiento era parte de una compañía de acá de Buenos Aires, no era lo mismo. Él siempre se acuerda: “Terminamos de armar nuestra carpa y viene otro y dice: ‘¿De qué regimiento? ¿De qué compañía?’. ‘De fulano de tal’. ‘¡Ah, no! A estos hay que mandarlos…’”. ¿Viste? Con ese sarcasmo…

La verdad es que nos dio mucha satisfacción porque después de tantos años –casi treinta años que están en el olvido nuestros excombatientes– se logró visibilizar, se logró encarar eso. De hecho, la Cámara de Diputados del Chaco sanciona la ley 7.277 donde reconoce a los indígenas que han caído en Malvinas y a los que volvieron [por la que se instituye el 26 de agosto, en conmemoración a la sublevación del Gaucho Rivero, como el Día del Veterano y Caídos Indígenas en la Guerra de Malvinas]. Nosotros tratamos, como provincianos, como norteños, de reivindicar en cierta manera la figura de Rivero. Y ahí vienen las contradicciones. En el ’66 la Academia Nacional de Historia se pronunció con respecto al Gaucho Rivero diciendo que él no actuó por instinto libertario, sino por su instinto de forajido, de gaucho y esas cosas, y que no tuvo nada que ver lo que los riveristas asocian como un acto patriótico […] Él no puede entrar en la categoría de héroe porque era gaucho, porque era provinciano, y andaba con unos indios.

“No lo hacen de malos”

JC: –No me acuerdo si en el 2014 o 2015, el Ministerio de Cultura nos pide el texto de Malvinas para poder publicarlo. Andábamos buscando financiamiento para ver quién publicaba el texto. Entonces se lo trajimos y el ministerio tenía que hacer un prólogo institucional y nosotros sí estábamos de acuerdo. Pero después, cuando revisan el texto, no estaban de acuerdo con el contenido. Y porque no estaban de acuerdo con el contenido, no lo publicaron. Después, hablando con el profesor de historia que lo revisó, primero a él no le cerraba que un indígena o que un indio escribiera sobre Malvinas. Él no podía entender eso. [Ante mi gesto de asombro responde:] ¡No, de verdad! Entonces le dije: “Mirá, cumpa, tranquilo nomás… Creo que te falta muchísimo todavía de lo que nosotros estamos planteando”. Entonces le pregunté si él era especialista en Malvinas, y él me dijo que no. “Ese es el error que tenemos. Vos me das un libro de salud, yo no sé nada de salud; si me das un texto de historia, dame de algo que yo conozca. No me des historia argentina si no sé de historia argentina; no me des historia de San Martín si no soy experto en San Martín. Dame algo que yo conozca”. Así fue que el ministerio no publicó, porque primero, al supuesto que tenía que revisar, yo le cito a Paul Groussac y él no podía encontrar el libro de Paul Groussac… cuando acá del texto de Paul Groussac hay mucho. Andá a una librería, andá a la Biblioteca Nacional… Entonces me di cuenta de la desidia. Y por el otro lado, “no puede ser que un indígena, un indio –como alguien señaló– escriba sobre Malvinas”. Cómo inconscientemente –y no lo hacen de malos– él reproduce su colonialismo instalado en la cabeza, ¿no?

“Si es por Malvinas, le mandamos para adelante”: la relación con excombatientes no-indígenas

PM: –¿Cómo ha sido la relación con las asociaciones de excombatientes o veteranos no-indígenas en el Chaco?
JC: –Bien, bien… también es una linda anécdota: cuando teníamos que presentar en la Cámara de Diputados en 2013 el proyecto de ley por el 26 de agosto, la Cámara nos pedía el aval de una asociación constituida. Claro, los excombatientes indígenas todavía no tenían su personería jurídica. Entonces fuimos a hablar con una asociación de veteranos de ahí de Resistencia. Y yo me fui solo, no me acompañó ningún excombatiente qom porque sabíamos que los no-indígenas estaban bastante molestos por lo que veníamos haciendo. Entonces me fui yo solo a la reunión. Sí me acompañó el Negro Zambrino, un veterano de Malvinas no-indígena. Él siempre nos acompañó. Algunas cosas no entendía –como me dijo–, pero como se trataba de Malvinas, dijo: “Mientras desde otro sector se sume y se visibilice, aunque yo no esté de acuerdo en algunas cosas… pero si es por Malvinas, le mandamos para adelante”.

Y yo recuerdo que, bastante enojado, uno de los excombatientes me dice: “¿Qué quieren los indios, que les demos coronas porque fueron a Malvinas?”. Así empezó la reunión. Entonces le dije que no, al contrario. Está instalado que nosotros queremos venir a dividir, y sin embargo no venimos a dividir, venimos a sumar. Entonces yo le devuelvo la pregunta a los que estaban. Les pregunté, nombrando a tres o cuatro excombatientes indígenas (me dijeron que sí, que los conocían); entonces yo les pregunté qué idioma hablan ellos. Y como di el ejemplo de un qom y de un mocoví, no me supieron responder. Ellos me dijeron: “Y si nunca hablan”. Le digo: “¿Sabés qué? Aldo y Abel hablan el idioma de ustedes, y ustedes no hablan su idioma”.

Y así empezó nuestra charla con ellos [se ríe]. Y después empecé a contarles. Les conté de dónde era yo. “Mirá, cuando fuimos a Malvinas todos somos argentinos”, me dice. “Sí –le digo–, yo me siento orgulloso de ser argentino, pero mi mayor orgullo es ser indígena. Y otra cosa: los indígenas no sólo vienen defendiendo soberanía y territorio en la última guerra de Malvinas… 300 años hace que vienen defendiendo soberanía. Esto no los hace ni mejores ni peores a ellos que ustedes. Lo que yo vengo a proponerles justamente es empezar, desde otro lugar, a plantear nuestro reclamo de soberanía sobre Malvinas”. Y eso me dio pie entonces: le conté que estuvimos en lo de un papá [de Julio Romero] –qom– y él reflexionaba sobre Malvinas y decía: “Pensar que a mi viejo lo matan los militares argentinos, y a mi hijo lo matan los ingleses, pero también en complicidad con los militares argentinos”. […] Entonces le digo [al excombatiente]: “Vos no podés decir lo mismo porque quizás, si vos mirás tu historia, capaz muchos de tus viejos estaban enrolados en ese ejército que mató a los viejos de Romero”. Y ahí empezaron… después reconocieron. Les empecé a hablar del Gaucho Rivero, les empecé a hablar de San Martín, de Güemes, de Belgrano, y terminaron re chochos. Fueron a la Cámara de Diputados, hicieron una carta de aval del proyecto de ley y dieron la conferencia de prensa.

Uno entiende que –vuelvo a insistir– no lo hacen de malos, al contrario. Fuimos formados, fuimos formateados, y estamos formateados para reproducir eso. Eso es lo terrible. Nosotros venimos proponiendo esto: que si nosotros del mundo indígena o cualquier sector queremos cambiar, intentar mejorar algo, la única forma es… alguien dijo una vez: “Si querés ser un revolucionario, no te aísles en el medio del monte”. No, si querés hacer la revolución, andá a todos los sectores con una propuesta amplia, clara, donde ese sector adonde vos vas a ir también se sienta identificado y enamorado de tu lucha. Por eso, al trabajar en Malvinas, yo les planteé a este grupo de veteranos: “Mirá, yo soy docente, ¿sabés cuál es mi bronca, por lo que me vivo peleando con el sistema? Es que en el 2013 se hizo el acto por los 30 años de democracia, ¿y quién se acordó de ustedes? Nadie. Se habla de Abuelas, de Madres, de los 30.000, de HIJOS, y yo no estoy en contra de eso, pero nosotros venimos hace más de diez años trabajando, de que nuestra democracia te la debemos a vos, Carlos, te la debemos a ti, Negro. Nuestra democracia se la debemos a ustedes que fueron por dos meses a defender la Patria. […] ¿Por qué no se habla de Malvinas? Porque sigue instalado el discurso de que ustedes son los locos de la guerra, que perdieron Malvinas porque son esto, porque son aquello… Puede haber mucho de cierto, pero yo, nosotros, consideramos que nuestra democracia también está fundada en ustedes”. Y eso los terminó desarmando. Porque es verdad. Nosotros trabajamos esto. […] Cómo inconscientemente nosotros también seguimos reproduciendo ese discurso de desmalvinización.

Un cierre para múltiples aperturas: “Lo que está en juego es nuestra democracia”

PM: –¿Cómo se paran frente a la cuestión Malvinas en este momento en que el gobierno nacional tiene una política, cuanto menos, problemática referida a la defensa de la soberanía?
JC: –Es preocupante, tanto desde el sector indígena como del no-indígena de Chaco. Es muy preocupante. Estas posturas, este giro que da el Estado argentino, el gobierno nacional, con respecto a la política de Malvinas. Y más teniendo en cuenta también que la Corte Suprema en los pasados años rechazó que los crímenes y las atrocidades cometidas por los propios militares o superiores argentinos en Malvinas contra sus soldados puedan ser juzgados como crímenes de lesa humanidad. En Chaco tenemos varios. De hecho, tenemos un indígena dentro de esos reclamos: él fue estaqueado en Malvinas. Es de lo más común que se hacía, el famoso estaqueamiento por robar un pedazo de comida o desobedecer a veces órdenes de los superiores. Desobedecer por el hecho de que vos querés impartir órdenes que vos mismo no cumplís.

Entonces es preocupante. Pero eso no impide que uno siga trabajando. Porque más allá de la postura o giro que dio el Estado y el gobierno nacional con respecto a Malvinas, yo creo que eso no tiene que impedir que, con más fuerza, sigamos concientizando sobre la importancia que tiene para nuestra democracia Malvinas. Eso es lo que creo que es el punto. Es decir, lo que te mencionaba al principio, que nuestra democracia está fundada y cimentada por los 649 que quedaron, por los más de 12.000 que volvieron, y eso es lo que nosotros no tenemos que descuidar. Es decir, más allá de la cuestión coyuntural, lo que está puesto en juego acá es nuestra democracia. Y eso creo que lo estamos teniendo claro.

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Las palabras de Juan quedan resonando con una potencia que parece ser síntesis de muchas historias y tiempos. Malvinas es, en este caso, solo un aspecto de esta trama de pedagogía política y política pedagógica a través de la cual Juan y la Fundación Napalpí instituyen una mirada que quiebra con las temporalidades, identidades y territorialidades sobre las que estamos acostumbrados a representarnos en el mundo no-indígena. Pero de manera simultánea se nutre de ciertas continuidades sobre las cuales establecer una comunicación posible, un puente por el cual incidir en el mundo a partir de otros principios.

Por eso Juan celebra la soberanía argentina sobre las islas, al mismo tiempo que la llena de contenido político y politizante, poniendo el ojo en la identidad de la soberanía estatal argentina a lo largo de su historia desde una mirada indígena: repensar la soberanía argentina en todas sus facetas no puede ser sino también un hecho político retroactivo, que se alimente de las tensiones y contradicciones. El testimonio generosamente compartido por Juan en torno a Romero, quien tuvo a su padre asesinado en Napalpí y a su hijo muerto en Malvinas, nos habla de esas contradicciones que no se disipan con la moral estatal, solo retardan su floración.

La agenda de la Fundación Napalpí se nutre de esta tensión, crece como levadura de y entre los elementos que las historias oficiales han rechazado por opuestos intolerables; siembra una mirada política allí donde reina una lógica de la guerra; se inscribe en la genealogía de activismos políticos que intentan redefinir Malvinas a partir de una ética de la paz, que pueda maniobrar entre el rescate del sacrificio de los excombatientes y la visibilización de las marcas de dolor que aún permanecen ocultas en los cuerpos. En su militancia respecto de Malvinas, así como en torno a la masacre de Napalpí, Juan transmite una pulsión de resistencia que resulta a la vez emotiva y desafiante. Indefectiblemente, el acto de poner –en comunidad– el dedo en la llaga, tiene la siempre incómoda dualidad de llevar en sí el riesgo del reproche, al mismo tiempo que instaura un rol fundamental en la exhibición de los testimonios de esa resistencia, fundamental porque es necesario pensar un futuro distinto.

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Para este artículo se consultó la siguiente bibliografía: Los Qom de Chaco en la guerra de Malvinas, de Juan Chico (2016); “Reducir y controlar. Masacres, disciplinamiento y trabajo forzado en las reducciones estatales para indígenas de Chaco y Formosa durante el siglo XX”, de Marcelo Musante, en En el país de nomeacuerdo. Archivos y memorias del genocidio del Estado argentino sobre los pueblos originarios, 1870-1950, de Walter Delrio y otros (2018). Para mayor información sobre la masacre de Napalpí, consultar los trabajos de la Red de Investigadores en Genocidio y Política Indígena, en especial los de Marcelo Musante. También Las voces de Napalpí, del propio Juan Chico.

Autorxs


Pedro Munaretto:

Licenciado y Magister en Ciencia Política, y actualmente Doctorando en Antropología Social en el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín. Integra el Núcleo de Estudios sobre Pueblos Indígenas (NESPI).