Inteligencia a partir del uso de Internet y nuevas tecnologías

Inteligencia a partir del uso de Internet y nuevas tecnologías

El mundo de Internet es uno de emprendedores e ideas innovadoras. También es el mundo de los datos masivos, de las fuentes abiertas, disponibles en tiempo real. Un sueño hecho realidad para quienes por profesión o por otras motivaciones –placer, delito, negocios, etc.– ahondan en la experiencia de indagar en la vida de los otros.

| Por Eduardo E. Estévez |

Inteligencia

En perspectiva histórica, el campo de la inteligencia se caracterizó por desarrollar actividades basadas en lo conocido actualmente como inteligencia clásica, es decir, aquella que se basa fundamentalmente en obtener información mediante fuentes humanas secretas (HUMINT) –léase informantes, espías–. Con el advenimiento de los avances tecnológicos en el siglo XX aparecen otros tipos de inteligencia, como las que explotan la información de telecomunicaciones (COMINT), de imágenes de todo tipo (IMINT), aquella de origen electromagnético (SIGINT y ELINT), o la información de radares, acústica, nuclear, y químico-biológica (MASINT). Asimismo, desde hace varias décadas se le ha otorgado sumo valor a la denominada inteligencia de fuentes abiertas (OSINT), es decir, a la actividad consistente en analizar datos de carácter público y de diversa naturaleza y origen. Como explica el reconocido especialista Robert David Steele, OSINT es aquella información no clasificada, es decir que no es secreta, que ha sido deliberadamente descubierta, discriminada, destilada y diseminada a una audiencia selecta, con el fin de responder una cuestión específica.

Nuevas tecnologías

La minería de datos, también conocida como data mining, es un proceso de explotación de información y de análisis basado en tecnologías informáticas avanzadas que permite identificar tendencias, patrones, perfiles, establecer relaciones de significación a partir de grandes volúmenes de datos almacenados, sean estos estructurados o no estructurados. Constituye sin dudas un extraordinario recurso actualmente disponible. Su uso inicialmente concebido para la inteligencia de negocios, también conocida como business intelligence, fue ampliándose a los más diversos sectores, incluyendo la investigación e inteligencia criminal. Y desde luego este recurso permite explotar la información disponible en Internet, así como también aquella no tan accesible para el usuario común, pero existente dentro de la Web invisible o profunda, es decir, aquella cuyos contenidos no son accesibles desde motores de búsqueda comunes. Conocida como web data mining, esta técnica abarca en esencia el análisis de la estructura, los usos y los contenidos de Internet.

Información y Web

Los servicios que provee la Web 2.0 a través de las redes sociales y la interacción que permite a los usuarios controlar en alguna medida sus datos, han tenido una notable expansión. Esto a su vez resulta en una mayor, significativamente mayor, cantidad de datos personales disponibles en línea, es decir, se incrementa la visibilidad de los individuos en un entorno sencillo de usar. Las empresas y los Estados, desde luego, también se suben a esta corriente. Lo que cambia además es la disponibilidad de la información en línea para mayor cantidad de usuarios, algo que ya se conoce como real time business intelligence o inteligencia de negocios en tiempo real.

Estos recursos sirven a las empresas para mejorar su competitividad y desempeño, vigilando el mercado, sus clientes, etc., mediante el empleo de tecnologías de análisis que informen a sus estrategias y toma de decisiones en general. En los Estados, en particular en sus servicios de inteligencia, la información masiva que hoy se mueve en la Web es un recurso fantástico para satisfacer las necesidades de conocer que caracterizan a estos servicios. En este último caso, no cambia la esencia de la disciplina de la inteligencia, sino que agrega recursos para el mismo objetivo consistente en reunir y procesar información para brindar en tiempo y forma productos analíticos al decisor político o militar de modo de asistir a la toma de sus decisiones con el menor nivel de incertidumbre posible.

Más recientemente, con el advenimiento de la Web 3.0, los dispositivos móviles y otros aparatos inteligentes y sus ecosistemas de aplicaciones para descargar están transformando diferentes facetas de la sociedad. Otros dispositivos basados en sensores habilitados para Internet equipados con identificación por radiofrecuencia, códigos de barras y etiquetas de radio, la llamada Internet de las cosas, están abriendo los vástagos de aplicaciones innovadoras. Chen, Chiang y Storey sintetizaban en el 2012 los impactos de ello cuando reconocían que la actual década promete ser apasionante por su alto impacto en materia de investigación y desarrollo en business intelligence y analytics, tanto para la industria como para la academia, las cuales ya han dado pasos importantes para adoptar aquellas a sus necesidades.

Si Internet es información, y cada vez más información, que cada vez es más posible analizarla en tiempo real, y si la inteligencia es la necesidad de conocimiento en tiempo y forma para decidir –tanto para los Estados desde su agencias de inteligencia, como para las empresas desde sus áreas de business intelligence, inteligencia de negocios–, ambas resultan ser caras de una misma moneda. Una pregunta derivada sería: ¿qué lugar le cabe aquí a la privacidad?

Hoy en día a la proliferación de registros informatizados, bases de datos, sistemas de información en diferentes sectores ya sea gubernamentales o privados, con la disponibilidad de la minería de datos y la capacidad de reunión de información de fuentes informáticas, se le suma entonces la información disponible en Internet con repositorios que almacenan recursos digitales, conteniendo datos y metadatos (datos asignados a objetos digitales que indican, por ejemplo, autor, fecha, etc.). Un universo por demás apetecible para los indagadores de lo ajeno.

No puede obviarse una mención a la difusión de información reservada y de inteligencia en la Web. Los casos de WikiLeaks y de Snowden ponen de manifiesto que el secreto de Estado, una vez más, no es inexpugnable, pero en particular dan cuenta de las potencialidades de Internet y sus alcances globales, lo cual la convierte a la vez en una suerte de actor en el escenario internacional en el marco de la era de la información.

Redes sociales e inteligencia

En este contexto surge en años recientes un nuevo tipo de inteligencia estatal que se encuentra en pleno desarrollo, conocido como social media intelligence, SOCMINT, y que se refiere a la actividad de búsqueda de información para producir inteligencia en base a los contenidos de las redes y medios sociales digitales. Una reciente definición contenida en el Diccionario LID de Inteligencia y Seguridad entiende a SOCMINT como la “actividad de inteligencia referida a las redes sociales y medios sociales de comunicación de plataforma digital y los datos que las mismas generan. Contribuye a la seguridad pública a través de la identificación de actividades criminales, de la alerta temprana sobre desórdenes y amenazas a lo público, o la construcción de conocimiento situacional en situaciones rápidamente cambiantes. Su uso debe tener presente la distinción entre un enfoque no intrusivo, basado en fuentes abiertas, y otro intrusivo o de vigilancia. Es un novedoso tipo de inteligencia que se encuentra en pleno desarrollo, requiere de precisiones doctrinarias y legitimación democrática”.

Este nuevo tipo de inteligencia que se suma a la familia antes descripta, fue propuesto en 2012 desde el think tank Demos (http://www.demos.co.uk./) por David Omand, Jamie Bartlett y Carl Miller, de los cuales destacamos al primero por haber sido jefe de agencia de inteligencia técnica del Reino Unido, así como ejercido otros cargos importantes de su comunidad de inteligencia. Estos autores realizan una serie de recomendaciones sobre cómo implementar esta nueva actividad.

Primero recomiendan que la policía y las agencias de inteligencia utilicen los medios sociales como una forma de inteligencia, pero que ello debe sustentarse en una base legal, con transparencia sobre los usos y propósitos, reglamentación, rendición de cuentas y adecuada difusión al público. El uso de SOCMINT debe comprender la distinción entre el espacio digital público y el espacio digital privado. Cuanto mayor sea el grado de intrusión en el espacio digital privado se requerirá una causa mayor, supervisión y control, legitimidad tanto de la agencia a cargo como de las competencias. Debe haber una clara distinción entre actividades de SOCMINT no intrusivas en base a fuentes abiertas y las actividades SOCMINT intrusivas o de vigilancia. Corresponde realizar un análisis de la legislación vigente, incluyendo los mecanismos de supervisión y control, así como en materia de acceso a los datos de redes sociales, su análisis y usos, para realizar los ajustes necesarios respecto de esta nueva actividad. Incluso sugieren los autores mencionados que el gobierno debería publicar un libro verde sobre cómo proyecta usar y manejar el análisis de redes sociales a los fines del interés público, incluyendo los fines de seguridad pública. También se debe considerar un enfoque robusto para el almacenamiento seguro y el acceso a los datos que recopila, así como comunicar ello al público. Y debe desarrollarse capacitación y doctrina específica para los profesionales que lleven a cabo estas actividades.

¿Y la privacidad?

Lo que indudablemente está en juego aquí es la privacidad, su afectación por parte del Estado. Un interesante trabajo elaborado por los profesores españoles de derecho penal Adán Nieto y Manuel Maroto en el año 2010 trata el tema de las redes sociales en Internet y el data mining en la prospección e investigación de delitos en el marco de la Unión Europea. Analizan el tema desde varias aristas, como un nuevo contexto: el Estado vigilante y la sociedad de control; como un nuevo negocio, la industria de la minería de datos y la economía política de los datos personales; como un nuevo problema, la colaboración entre las empresas Web 2.0 y redes sociales en Internet con las fuerzas de seguridad y de inteligencia –cuestión que ha sido motivo en los últimos tiempos de profuso tratamiento en los medios de comunicación, para el caso de los Estados Unidos–; como una falsa solución, la autorregulación, o el lobo como pastor del rebaño; y para lo cual plantean una vieja solución: los derechos fundamentales, la ley y los jueces, analizando en particular la cuestión referida a si la comunicación a través de redes sociales pertenece al ámbito de protección del derecho al secreto de las comunicaciones privadas.

Impactos en el campo de la inteligencia

Sin embargo, no todo son rosas en estas nuevas circunstancias para quienes desean indagar en la vida de los otros. Dice el profesor estadounidense Joshua Rovner en su reciente artículo “Intelligence in the Twitter Age” que el hecho de que los usuarios de las redes sociales ganaran tanta atención durante la Revolución Verde, la Primavera Árabe, y la actual revuelta siria no es casual: ellos son capaces de enviar información desde lugares muchas veces fuera del alcance de los medios de comunicación tradicionales; es así como cualquier decisor político interesado será capaz de acceder personalmente a esta información casi instantáneamente mediante una PC o un dispositivo móvil. Y esto significa que la capacidad de informar de los servicios de inteligencia corre el riesgo de estar permanentemente desactualizada.

Con los nuevos tiempos de democracia que se viven en el mundo en las últimas décadas, llegó al campo de la inteligencia algún grado de transparencia, por ejemplo, mediante legislaciones sancionadas por los parlamentos, mayores controles sobre las actividades, menores intrusiones en la privacidad, generalmente bajo control judicial. Esto conllevó un cambio de orientación en los objetivos de inteligencia con el consiguiente menor grado de penetración de los servicios en la sociedad. En algunos momentos de la historia reciente la preocupación de los parlamentarios y de la sociedad civil era cómo usaban los servicios de inteligencia los fondos reservados con que contaban, así como en qué operaciones secretas se involucraban. Hoy en día a estas preocupaciones se les suma una nueva: ¿cómo y para qué usan la información que se encuentra informatizada en sus diversas modalidades y fuentes disponibles? ¿Cómo utilizan la información de las redes sociales? A su vez queda flotando otro interrogante, ¿están las comisiones legislativas de control de los servicios de inteligencia en capacidad de ejercitar la fiscalización de estos nuevos tipos de inteligencia y de garantizar que sus actividades en estos nuevos terrenos se ajusten a derecho?

Estas cuestiones no solamente son atributo de las grandes potencias del mundo. Son por cierto de alcance global, y por ende cada país, cada sociedad comienza a reconocerlas. Una conferencia organizada en marzo de este año en Holanda por la Netherlands Intelligence Studies Association (NISA, http://www.nisa‐intelligence.nl/), planteaba en su presentación una serie de preguntas que todavía están pendientes de respuesta y que sirven de guía para cualquier país y sociedad. ¿Qué es SOCMINT? ¿Cómo se relaciona con otros tipos de inteligencia, por ejemplo, HUMINT y SIGINT? ¿Quién debe usarla y cómo? ¿Qué dilemas están involucrados en el uso de SOCMINT? ¿Qué significa ello en la práctica para las agencias estatales? ¿Qué métodos, técnicas y herramientas existen? ¿Cuáles son las experiencias hasta el presente? ¿Qué puede esperarse de las aplicaciones en el futuro? ¿Qué disciplinas académicas están involucradas? ¿Deben entenderse las redes sociales como fuentes abiertas de información? ¿Qué sucede con la responsabilidad jurídica y política? ¿Los órganos de supervisión de las actividades de inteligencia deberían mirar en el uso de las redes sociales por parte de la inteligencia y las policías? ¿Cuál sería el mecanismo de rendición de cuentas ideal para integrar a SOCMINT en el proceso de reunión de inteligencia?

Sumado a lo anterior, también cabría preguntarse: ¿quiénes desde el Estado están interesados en conocer los datos personales que se difunden en Internet? ¿Únicamente los servicios de inteligencia? ¿O también otras áreas estatales que desde las sociedades no las tenemos en cuenta todavía y a las que, por ende, no les tememos? Como vemos, más preguntas que respuestas. Queda abierto entonces el debate.

Autorxs


Eduardo E. Estévez:

Consultor; docente en temas de inteligencia y seguridad ciudadana; integrante del equipo del sitio web PortalSeguridad.org; colaborador del Diccionario LID Inteligencia y Seguridad (Madrid: LID Editorial, 2013).