Hinchas militantes: fútbol, pasión y política en el Club Atlético River Plate

Hinchas militantes: fútbol, pasión y política en el Club Atlético River Plate

Al agruparse, los hinchas de un equipo constituyen un campo identitario. En ese espacio dialogan y discuten sobre la manera en que se verán a sí mismos y cómo mirarán a los otros, los hinchas rivales, así como también cuál es la manera en que quieren ser percibidos por el resto. En esta construcción, el nivel de emotividad y compromiso resulta troncal para organizar y desplegar el acto identitario por excelencia, la fiesta en la tribuna. En este texto, el caso de los hinchas de River Plate.

| Por Rodrigo Daskal |

El día 26 de junio de 1996 se disputa en Buenos Aires, Argentina, la segunda final de la Copa Libertadores de América entre el club local, River Plate, y el colombiano América de Cali. Los registros fílmicos del momento en el que los jugadores locales ingresan a la cancha muestran una inmensa nube de humo, que vuelve casi imposible la visibilidad, producida por una gran cantidad de bengalas de luz de color roja distribuidas en los distintos sectores del estadio, las que acompañan a miles de banderas que se agitan y gran cantidad de papeles arrojados al aire.

Una mirada despreocupada de las imágenes puede dejar librado al azar la existencia de todo ello, previo y durante el ingreso de los equipos. Sin embargo, dicho paisaje no fue una consecuencia meramente espontánea, sino el resultado de la acción coordinada de un grupo de hinchas, algunos amigos pero mayormente aún meros conocidos, que a comienzos de la década de los ’90 comenzaba a organizarse para acompañar al primer equipo de fútbol de River Plate, para fletar micros y poder asistir a los partidos de visitante, aunque también para ir organizando otro tipo de actividades en conjunto.

El testimonio de uno de ellos nos cuenta que luego de un primer viaje en tren con un grupo pequeño de amigos a la ciudad de Rosario en el año 1993, el deseo de asistir a los partidos en ciudades lejanas de Buenos Aires comienza a forjar una fuerte sociabilidad entre aquellos que asistían a los mismos en tren o micros de línea, hasta que en 1994 deciden alquilar su propio micro para viajar a Córdoba: “Éramos treinta y cinco en el micro, nos costaba llenarlo, y a partir de ahí al ser el único grupo que sacaba micros ya era un poco más fácil… primero era de boca en boca y desconocidos… no había mails, celulares, éramos nosotros, treinta o cuarenta, después terminamos llenando siempre el micro pero así arrancamos […] Después sigue con el boca en boca… pidiendo dos pesos por cabeza para comprar bengalas, tres tiros, rollitos, todo lo concerniente a la fiesta en la tribuna a la salida del equipo, también desde el año 1993. Fue más o menos todo junto […] dos pesos por aquí, dos pesos por allá, la gente ya te conocía, los que no te conocían se enteraban y después cuando ibas a repartir las cosas, esa retribución volvía”.

La final citada de 1996 resultó un momento de fuerte impulso para ellos, cuando alrededor de cien bengalas se encendieron simultáneamente luego de ser escondidas el día anterior en el interior del club. Se conectan allí esta acción organizada con la todavía inorgánica de muchos simpatizantes que actuaban por cuenta propia, ingresando pirotecnia, papeles o bengalas; sin embargo, en partidos previos de esa misma competición se habían realizado ya “fiestas en la tribuna”, como ellos mismos pasarían a nombrarlas. El entrevistado resultaría, con el tiempo, uno de los líderes de este grupo inicial y de los otros que posteriormente se organizarían, también, en un plano más institucional y político. La propia cultura del hincha lo identificaría en dos niveles; por un lado, como “Fernando de Los Parques”, en asociación a la bandera de la que fue dueño y que se transformó en una referencia en términos iconográficos en el estadio, y en segundo lugar cuando ya el grupo que lideraba se identifica con un nombre: Todo por River, asociado también a una revista tipo fanzine que comienzan a editar y repartir los días de partido, de forma casera y manual.

La conformación temporal de Todo por River fue casi simultánea con otros grupos distintos de hinchas, que confluirían entre sí: uno de ellos, organizado por medio de las incipientes redes tecnológicas como “listas” de hinchas y foros de Internet, se denominó AgruPasión Gallina. Junto a estos dos grupos surge un tercero, ya que a los hinchas unificados por ir reconociéndose en la cancha y a aquellos que lo hicieron por las redes sociales, se suma el de aquellos que forjaron su vínculo principalmente en el desarrollo de actividades deportivas y sociales en el club, más allá de que también asistían a los estadios: Siempre River.

Estos tres agrupamientos de lo que hemos llamado hinchas militantes comenzaron a organizarse y relacionarse en términos de sociabilidad para realizar actividades los días de partidos, para ir a la cancha juntos, sobre todo en condición de visitante alquilando combis o micros, para publicar y distribuir volantes difundiendo letras de canciones u opiniones muy vinculadas al folclore futbolero. Los movilizaba una variable, aunque no la única, vinculada a la “hinchística”, al folclore de los simpatizantes y el “rol” que ellos “juegan” o creen jugar: el color de las tribunas y plateas, la cantidad de asistentes a las mismas, las banderas, los cantos: la fiesta en la tribuna. Esta se va constituyendo como campo identitario, donde se dialoga y discute por un lado con una propia concepción de sentido común para verse a sí mismos, pero además y centralmente, con una manera de mirar a los “otros”, los hinchas rivales, y de ser mirados por ellos, aunque también y muy importante, por los propios hinchas. Un terreno de disputa simbólico anclado en cuestiones prácticas; un colectivo imaginario, la hinchada toda, que libra su propia batalla y para el cual se utilizan herramientas, algunas de ellas difícilmente cuantificables, adecuadas para la visión nativa: cantar en mayor o menor medida, asistir o no al estadio, vestir una tribuna o platea con banderas y mosaicos, realizar acciones concretas por situaciones puntuales, etcétera.

Unos años después, el poder de movilización de estos grupos se verificaría no solo en los estadios, sino también en otras actividades más allá del fútbol, algunas de índole benéfica y solidaria que desarrollaban desde el inicio de su conformación. Pero un momento de inflexión ocurriría en el año 2001, cuando al cumplirse el centenario de River Plate organizan en su carácter de hinchas una caravana para festejar el aniversario de club, la que unió el viejo estadio en las actuales avenidas Libertador y Tagle de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con el actual en la avenida Figueroa Alcorta. Organizada con mucho esfuerzo y métodos artesanales, la movilización en esos kilómetros de alrededor de cien mil hinchas representó, para ellos, ver concretada una acción cuyo esfuerzo y realización misma eran el fin en sí mismo, sin otra motivación que ser partícipes de ella y verla concretada.

El derrotero de estos grupos de hinchas habilita el análisis sobre algunas dimensiones: una de ellas, las características del vínculo con la institución en niveles diferentes aunque vinculados: el “pasional” o “sentimental” por un lado, y el del compromiso político al interior del club por el otro. La primera cuestión permite preguntarnos respecto de si tienen los hinchas militantes, y sus actos, algún tipo de sentido colectivo y basado en qué características. De haberla, ¿hay en dicha experiencia rastros de una concepción comunitaria moral de tipo durkheimniana? ¿Es posible pensarlos bajo el concepto de comunidad emocional de Max Weber, y ponerlo en tensión con determinados valores predominantes en las sociedades actuales?

Podemos afirmar, sobre la base de los testimonios y las evidencias conocidas, que el nivel de la emotividad resulta troncal en el accionar de los hinchas militantes al momento de organizar y desplegar la fiesta en la tribuna, en la concepción de jugar y ganar “su partido”. Los hinchas conforman, por un lado, una comunidad cerrada en tanto el sentido de sus acciones limita y excluye, pues no solamente es requisito para ser parte de la misma una adhesión emocional y concreta a un club, sino un umbral mínimo de compromiso personal para con el mismo, y en cuyo interior sus miembros se consideran como iguales o compañeros. Pero a la dimensión de la adhesión emocional y afectiva debemos sumarle la vinculación con la idea de comunidad en tanto sentido de ser y estar con “otros” frente al mundo, y donde el concepto de efervescencia colectiva se torna una efervescencia creadora e integradora. A la vez que limita, la adhesión emocional conforma una pertenencia grupal de características bastante particulares.

Estos grupos de hinchas futboleros no se congregan religiosamente, aunque ejerzan secularmente una representación “religiosa” en sus vínculos con el fútbol; no se rigen por patrones morales religiosos, pero organizan sus prácticas con reglas más o menos estables también de tipo moral, y no vivencian los mitos ni asisten a ritos con conciencia religiosa, pero dan forma a sus propios mitos seculares y suponen que asistir al estadio constituye un “rito”. Establecen con el fútbol, aunque centralmente con su club, un vínculo pasional, pero también entre ellos conforman lazos comunitarios basados no estrictamente en la obtención de beneficios y logros materiales o económicos, sino más bien de bienes de satisfacción emocional, lo que muchas veces les requiere horas de esfuerzo y dificultades y que se ve reflejado luego en esos efímeros minutos en los que la fiesta en la tribuna se vuelve protagonista.

La segunda cuestión vincula estas prácticas y actores con sus instituciones en el plano de la acción política, siendo los clubes asociaciones civiles no lucrativas basadas en la participación voluntaria y aporte de sus socios y el ejercicio de la democracia asociativista. ¿Hasta dónde muchos de estos hinchas militantes realizan un pasaje, no necesariamente excluyente, de vincularse con el club meramente como hinchas los días de partido a comprometerse en su arena política constituyendo agrupamientos, participando de elecciones, colaborando en comisiones o integrando responsabilidades directivas? ¿Qué ocurre cuando los hinchas militantes entran en contacto con los distintos estamentos de la institución, desde los empleados administrativos hasta los socios que integran las diferentes comisiones y subcomisiones y los dirigentes políticos más tradicionales?

Las formas institucionales y no formales de la acción política, el rol de las relaciones personales, las redes de intercambio y de interdependencia, juegan aquí un rol central a la hora de analizar cómo y de qué manera estos hinchas comienzan a vincularse con la institución y su dimensión política concreta, y qué tipo y formas de sus prácticas adoptan, dejan de lado o rechazan. “En un principio lo que no queríamos que nos pase, si bien éramos un grupo muy informal y a la distancia veo que no hubiese pasado nada, queríamos evitar la palabra River en el nombre por una cuestión de derechos y que después no viniera a decirnos algo el ‘club’ que no podíamos usarlo… queríamos ser totalmente independientes, tener una opinión diferenciada de la que podía tener cualquier grupo del ‘club’…”, expresa un hincha entrevistado que ocupa actualmente un espacio de gestión política en el club e integra la conducción de una de sus agrupaciones.

La necesidad de diferenciarse de la institución, incluso nombrando como “el club” a lo propiamente institucional –los empleados de la gestión, dirigentes, agrupaciones reconocidas, subcomisiones y comisiones, etc.–, muestra cómo en sus inicios este grupo tomaba abierta distancia, diferenciándose de casi toda formalidad institucional y de responsabilidades políticas. Pero buena parte de estos hinchas militantes optaría después por la participación política en el club, lo que ocurrirá de diversas maneras, una de ellas conformando una agrupación política, Caravana Monumental, cuyo nombre remite a la caravana del centenario del año 2001. Este pasaje, al igual que toda participación política, es nodal en los clubes argentinos cuya conformación tradicional y legal como asociaciones civiles sin fines de lucro hace del compromiso de los socios su principal vector de funcionamiento.

Este proceso de historia reciente nos muestra un camino de conformación de actores políticos en la sociedad civil: hinchas que conforman agrupamientos meramente futboleros y de distintos orígenes como lo son Todo por River, AgruPasión Gallina y Siempre River, y cuyo motor principal es la construcción de un “folclore” propio que acompañe al equipo en los partidos de fútbol, sin abandonar ello pasan a ser partícipes de la arena política y en algunos casos de la gestión oficial del club. Hay en este proceso matices y contradicciones, como pueden serlo lo ocurrido con las características que esta incorporación tuvo, o con aquellos integrantes de los grupos que no “avanzaron” en este proceso de politización. La posibilidad de comparar con otras instituciones permitirá ampliar el conocimiento sobre un terreno de gran fertilidad para el estudio en el plano cultural del fútbol, y de la política y la sociabilidad que se despliegan y generan en los clubes considerados como capital social.

Autorxs


Rodrigo Daskal:

Sociólogo (UBA). Docente en UNLP/UNDAV/Deportea. Investigador del Centro de Estudios del Deporte (CED) de la Escuela de Política y Gobierno de la UNSAM.