Fútbol, violencia y medios de comunicación

Fútbol, violencia y medios de comunicación

En el fútbol argentino actual la violencia es un capital simbólico, que se aplica y ejecuta mediante un cálculo de costos y beneficios. Ante estos hechos, los medios masivos de comunicación hacen hincapié en la responsabilidad de individuos aislados, inadaptados e irracionales. Es necesario correr a la violencia de ese lugar de la irracionalidad y pensarla como el accionar de individuos y grupos perfectamente adaptados al ámbito en que se mueven. Solo así podremos sentar las bases para contar con espectáculos deportivos seguros.

| Por Javier Szlifman |

¿La pasión? Hace rato que la pasión ya no va a la cancha porque la locura la echó a patadas.
Esta semana no puede quedar como una más en el calendario.

Francisco Schiavo (La Nación, 15 de noviembre de 2014)

Los ocho días sucedidos entre el 6 y el 13 de noviembre de 2014 cargan con un triste récord para la historia del fútbol argentino. En ese tiempo, 7 hinchas perdieron la vida a raíz de lo que se conoce como “la violencia en el fútbol”: dos de ellos fallecieron por ataques entre hinchadas rivales (Javier Sánchez y Daniel Araujo, de San Telmo); tres fueron víctimas de enfrentamientos entre grupos de un mismo equipo (los llamados “El Petiso Ariel” y “Brutus”, de Ituzaingó, e Isaías Ruzak, de Almirante Brown) y dos murieron al caer de una tribuna (Luciano Adrián Jaime, de Belgrano de Córdoba, y Julio Choren, de Temperley).

La repetición y gravedad de los hechos dio lugar en los medios masivos a un volumen de crónicas y artículos de opinión poco frecuente, colocando al fenómeno con un despliegue permanente en la prensa. Tomaremos este período para analizar los discursos aparecidos en relación a los hechos mencionados en el diario La Nación, que por su importancia simbólica en la sociedad argentina constituye un actor relevante en la formación de ciertos sentidos asociados a la cuestión que abordamos. Consideramos trascendentes todas las muertes ocurridas en la historia del fútbol argentino (311 desde 1922), pero nos concentraremos en este corto período como punto de partida para reflexionar sobre la manera en que los medios masivos se vinculan con la temática.

Stella Martini y Lila Luchessi sostienen que los medios, a través de sus informaciones, construyen un sentido de sociedad y de poder. A través de la mirada subjetiva del periodista, el mundo “se vuelve a ver”. En este sentido, los medios de comunicación tienen un rol fundamental ya que muchas veces generan, sostienen e instalan consensos acerca de los lineamientos más importantes que surgen de las esferas de poder. Martini a su vez define a una noticia como “la construcción periodística de un acontecimiento cuya novedad, imprevisibilidad y efectos futuros sobre la sociedad lo ubican públicamente para su reconocimiento”. Agrega que, de esta forma, los periodistas no solo informan sino que “construyen información” y así es como el periodismo incluye la “difusión y consolidación de imaginarios, símbolos, valores y tradiciones”. En tanto los medios de comunicación construyen y difunden el sentido social, junto a otras instituciones, avanzar en el análisis sobre ciertos términos relevantes a partir del discurso de la prensa probablemente ayude a entender ciertos estereotipos que circulan socialmente en torno a la práctica del fútbol profesional en la Argentina. En el caso de los hechos analizados, reaparecen con fuerza entonces una serie de actores que dan lugar a discursos y lugares comunes que explican en buena parte por qué los hechos se repiten, sin soluciones eficientes a la vista.

Los responsables

En los artículos analizados, las llamadas “barras bravas” se presentan como actores centrales en la cuestión de la violencia. Se trata de protagonistas consolidados en la prensa, presentados como incontrolables por su accionar mafioso y delictivo, apoyado por la complicidad de los directivos y la ineptitud de las fuerzas de seguridad. La capacidad de los barras de desarrollar sus prácticas violentas como herramienta de negocios y disputas de poder da lugar a situaciones poco frecuentes tiempo atrás, como el enfrentamiento entre miembros de una misma hinchada (el enfrentamiento entre fanáticos de Ituzaingó) o la disputa entre dos hinchadas rivales que no se enfrentaban en el campo de juego (los incidentes entre hinchas de San Telmo y Dock Sud, que terminaron con la muerte de dos fanáticos del primero).

Estos hechos muchas veces se enmarcan en los discursos periodísticos con términos asociados a la falta de racionalidad, enmarcados dentro de la “barbarie”, la locura o la “progresión incontrolable”. Se configura así un universo de términos asociados a estados presociales o categorías infrahumanas, al margen de la ley, no alcanzados por el proceso civilizatorio del Estado moderno. La descripción de los hechos sucedidos y las prácticas que se asocian a estos grupos en las mismas crónicas se contraponen con estos términos.

En su libro titulado Haciendo amigos a las piñas, el antropólogo José Garriga Zucal sostiene que los grupos de hinchas organizados “se destacan por la validez positiva que otorgan a las prácticas violentas”, a diferencia de otros actores del espectáculo que las repudian. El autor agrega que estas conductas violentas no pueden ser resumidas en una sola causa. “La masculinidad, las concepciones territoriales, los estilos juveniles, la búsqueda de reconocimiento y prestigio son algunos de los factores que pueden aparecer”, agrega el autor.

En su artículo “De violencia a ambientes de violencia”, Juan Manuel Sodo, doctor en Comunicación, afirma que “en la Argentina existen racionalidades y lógicas muy concretas, ancladas en valoraciones relevantes para los actores, según las cuales las prácticas violentas en el contexto de la cultura futbolística no solamente son permitidas sino además consideradas legítimas”. Por lo tanto, términos como locura y barbarie parecen incluir las acciones de las barras en espacios carentes de cualquier tipo de lógica y razón, lo que suprime a la vez cualquier tipo de análisis y proyecto que avance en la construcción de acontecimientos deportivos seguros para los asistentes. O en todo caso, la solución posible para esta anormalidad, según la lógica periodística, es aquella que propone prohibir a estos individuos en el espectáculo y hasta su encierro, con escaso avance en alguna reflexión que ponga en juego la cultura de la violencia presente en el espectáculo futbolístico. Como bien escribe Pablo Alabarces en el trabajo de Garriga Zucal, en el fútbol argentino de estos tiempos la violencia dejó de ser una práctica esporádica en manos de bestias salvajes, “para pasar a ser un capital simbólico, una práctica que se aplica y ejecuta sabiamente, aunque parezca mentira, en un agudo cálculo de costos y beneficios”.

Esta lógica echa por tierra muchas de las iniciativas oficiales vigentes al momento de los hechos analizados, como la prohibición de la concurrencia de hinchas visitantes a los estadios o la disputa de encuentros en días y horarios incómodos para cualquier fanático que disponga de un empleo en días y horarios corrientes y desee concurrir a alentar a su equipo al estadio. Los trágicos incidentes entre fanáticos de Dock Sud y San Telmo ocurrieron en un día de semana por la tarde, en una jornada que ni siquiera enfrentaba en el césped a sus equipos.

A la vez, la presentación de las barras bravas con caracteres negativos, responsables centrales de la violencia en el espectáculo, determina la formación de un grupo antagónico, formado por individuos que siguen a su equipo guiados por la pasión, alejado de la violencia y de cualquier interés mercantil. “Javier no era un barrabrava, iba con sus hijos a la cancha”, afirmó su hermana Eugenia en La Nación, el 11 de noviembre de 2014.

Estas situaciones dan lugar a la presentación en la prensa de un panorama sombrío sobre el ambiente del fútbol, azotado por una violencia incontrolable. En este sentido, Claudio Cerviño afirmó: “Son como fugacidades dentro de un panorama sombrío, en el que se conjugan el despropósito, la intolerancia, el ridículo. Con un agravante: el recrudecimiento de la violencia. Por los intereses de siempre, y por la ausencia, también de siempre, de la determinación de erradicarla”. Los hechos demuestran que la violencia aparece en diferentes manifestaciones en el espectáculo futbolístico desde el nacimiento mismo del juego. Quizá lo que recrudece es el interés de los medios masivos por vincularse con esta faceta del espectáculo. Guiados frecuentemente por la llamada “exasperación de caso”, los medios periodísticos echan luz sobre estos hechos ante situaciones trágicas, retirando el foco cuando este tipo de prácticas no alcanzan semejante gravedad.

Alabarces agrega: “Ser miembro de una hinchada hoy no significa la pertenencia a un grupo de delincuentes inadaptados; por el contrario, significa la integración de un colectivo perfectamente adaptado a la degradación de una sociedad que ha deteriorado sus modos de integración social”. Esta concepción de los hinchas no se percibe en muchos de los discursos aparecidos en los medios, que frecuentemente repudian y condenan los hechos pero que muy pocas veces reflexionan sobre las condiciones que permiten que estas prácticas tengan lugar.

Los otros actores

La presentación en las crónicas de las barras bravas como responsables centrales de los trágicos sucesos también da lugar a la aparición de una serie de actores vinculados a la problemática de la violencia, ya sea como cómplices o responsables directos. Un universo investido de caracteres negativos que por acción u omisión ve pasar los sucesos sin dar lugar a soluciones. “Porque la policía, en verdad, protege a los ajenos. Los dirigentes les tienen miedo a las barras bravas”, afirma Schiavo.

Tras la muerte de Luciano Adrián Jaime, al caer de una tribuna en Córdoba, Ariel Ruya escribió: “Tal vez sea, como afirman tantos, la ausencia del Estado. Acaso, como sugieren otros, la responsabilidad es del sistema”. La reflexión, habitual en este tipo de tragedias dentro y fuera del fútbol, encierra una estrategia de poner en cuestionamiento actores generales, que echan la responsabilidad en un todo, o al menos en un otro. En todo caso, con la necesaria tarea estatal de controlar las habilitaciones de los estadios deportivos a través de sus instrucciones pertinentes, lo que una vez más se oculta es la responsabilidad concreta de los propios clubes, organizadores del espectáculo, en garantizar estadios seguros y confortables para los asistentes. O de los propios funcionarios, encargados de supervisarlos y otorgar o no las habilitaciones correspondientes. La metáfora del sistema da lugar a una descripción de un todo infectado que no permite echar luz sobre las verdaderas causas que permiten que las tragedias tengan lugar.

A su vez, Sergio Berni, entonces viceministro de Seguridad, declaró: “No podemos parar el fútbol por tres o cuatro violentos”. Estas declaraciones, más allá del análisis gubernamental de las causas de los hechos, no solo apuntan a deslindar las responsabilidades del aparato estatal, sino que intentan direccionar la responsabilidad total en un grupo concreto, devenido una anormalidad que es necesario desterrar para contar con eventos deportivos seguros. Además, supone, como en otros discursos analizados, investir como responsable de los actos violentos, por acción u omisión, a un otro. Frecuentemente la violencia parece estar en otro sector. Esto es también palpable en los discursos asociados a la propia prensa, que en ningún caso se presenta como involucrada en la problemática, dejando de lado su responsabilidad en la construcción de imaginarios, símbolos, valores y tradiciones.

La gravedad de los hechos analizados en todo caso impone con fuerza la determinación de ciertas medidas concretas que puedan avanzar hacia el castigo de los responsables como medida inmediata y, como ya se dijo, hacia la concreción de eventos deportivos seguros, donde la violencia no sea una práctica legítima para muchos de sus actores. Pero en todo caso, cualquier medida que se presente como una solución inmediata a esta problemática esconde una falsedad en sí misma. La suposición de que solo con voluntad política y una firme determinación desaparecerán las prácticas violentas en los espectáculos va en el mismo sentido. La cultura de la violencia, legítima para muchos asistentes, supone la necesidad de planes integrales en distintos sentidos con efectos a largo plazo, que involucren a los distintos actores participantes, no solo a las barras bravas, la Justicia y la policía.

Conclusión

El período analizado expone buena parte de los diferentes factores que dan lugar a la aparición de la violencia en los espectáculos deportivos. Disputas internas de hinchadas dirimidas con armas de fuego, incidentes entre hinchadas rivales sin mediar más motivos que la pertenencia a bandos opuestos, estadios en malas condiciones que dan lugar a tragedias. La policía, habitual participante en este tipo de tragedias, no aparece esta vez como responsable directo.

El fútbol profesional en la Argentina se presenta ya como un espacio donde la violencia es considerada legítima para algunos de sus actores participantes. Estas prácticas no son ya responsabilidad de individuos aislados, inadaptados e irracionales. Se trata de individuos y grupos perfectamente adaptados al ámbito en que se mueven, donde ya la práctica violenta no es una anormalidad ni un desvío, sino un factor trascendente, parte del paisaje cotidiano. Para muchos de los discursos aparecidos en la prensa, ellos invisten con sus caracteres a todo el mundo futbolístico.

La semana de noviembre de 2014 refleja como pocas veces que los incidentes en relación al fútbol argentino se han vuelto una práctica frecuente. “La cultura futbolística argentina se ha transformado en un espacio donde la violencia se vuelve un estilo, un modo de actuar, una forma de entender la vida y de marcar la relación con el mundo”, afirma Alabarces.

Entonces, del lado de los medios masivos, es importante correr definitivamente a la violencia del lugar de la irracionalidad. Como dijimos previamente, en los grupos de hinchas, las prácticas violentas son un capital simbólico que se aplica y ejecuta sabiamente, en un agudo cálculo de costos y beneficios. La destreza en la lucha otorga prestigio entre los pares, permite ascender internamente y es fuente de negocios. Seguir utilizando términos ligados a la falta de raciocinio, la adaptación o la locura va en la dirección contraria. Es importante también reflexionar sobre los motivos que hacen que los grupos de hinchas diriman sus conflictos internos a través de la violencia o por qué muchas veces esta tiene lugar sin que existan conflictos más que pertenecer a equipos diferentes.

Al trabajar sobre la posibilidad de la aparición de la violencia, y de la cultura de la violencia presente en el espectáculo, también se daría lugar a nuevas propuestas que podrían contribuir a mejorar la situación actual, para salir de los lugares comunes que invitan a “encerrar estos delincuentes en la cárcel” o la repetida “voluntad política para terminar con este flagelo”, frases corrientes en el ámbito deportivo.

A la vez, el señalamiento de las barras bravas como responsables centrales de la violencia, junto a otros actores que las sostienen o fomentan, evita muchas veces avanzar en medidas que permitirían contar con espectáculos deportivos seguros. Una organización limpia y transparente, estadios confortables, fuerzas de seguridad preparadas, son factores que mejorarían ampliamente la situación actual, pero que muchas veces se dejan de lado en los análisis periodísticos, que hacen foco en “los violentos” como los únicos responsables.

Por eso, es necesario abandonar buena parte de los lugares comunes en relación con la problemática, para poder avanzar en reflexiones más acabadas. No será suficiente solo con voluntad política. En todo caso, se trata de una comprensión integral del problema como punto de partida para una gestión eficiente.

Por último, sería necesario que los medios masivos se asumieran como parte de la problemática, evitando señalar siempre a los diferentes actores como responsables y manteniéndose ellos al margen. Jean Grize plantea inicialmente que “el discurso es creación de sentido y construye para ello objetos de pensamiento a partir de la significación de los términos en los cuales sirve”. Los medios masivos de comunicación son actores centrales en la construcción y difusión de sentidos que circulan socialmente. En el caso del fútbol profesional, la prensa fue un actor central para el desarrollo de este deporte en la Argentina. Ambos sectores (el fútbol y la prensa) evolucionaron fuertemente en las primeras décadas del siglo XX y en muchos casos se valieron uno del otro para alcanzar a mayor cantidad de fanáticos y lectores/oyentes. Su importancia en esta industria cultural moderna que es el fútbol se mantiene hasta el día de hoy, también en la cuestión de la violencia.

Autorxs


Javier Szlifman:

Licenciado en Ciencias de la Comunicación (FSOC/UBA). Maestrando en Comunicación y Cultura (FSOC/UBA).