En torno a las definiciones de Ciencia y Poder

En torno a las definiciones de Ciencia y Poder

A la siempre conflictiva relación entre la ciencia y el poder debemos sumar la dificultad que tenemos como sociedad para hablar justamente de este último. Algunas definiciones que dejan planteado el problema e indican caminos a seguir para profundizar la discusión.

| Por Bruno Capra |

A lo largo del presente número de Voces en el Fénix hemos discutido e intentamos avanzar y profundizar en el análisis de una cuestión por demás sensible, la relación entre la Ciencia y el Poder. Tema de difícil abordaje en la Argentina por el limitado lenguaje con el que nos manejamos socialmente cuando nos referimos al segundo término de la misma: el Poder, palabra que nos fue ocultada durante todas las fases de nuestros estudios, desde el nivel inicial hasta los niveles terciarios y universitarios.

Definimos Poder como el dominio, imperio, facultad y jurisdicción que alguien (o grupo) tiene para mandar o ejecutar algo.

Por años hemos vivido en la Argentina bajo gobiernos dictatoriales que eran puestos en el lugar de mando por los que realmente podían hacerlo, o sea los que realmente tenían el Poder.

Luego tuvimos años de democracia, donde el gobierno elegido democráticamente fue, o aliado del Poder como el de Menem, o condicionado por él como el de Alfonsín.

Hoy vivimos con mezclas varias de lenguajes en todos los ámbitos en que nos desenvolvemos, donde podemos hablar de Poder, donde en muchos casos hay disputas por el Poder real, pero no hemos todavía clarificado el asunto para movernos con claridad entre nosotros. Es imperioso profundizar e incorporar el concepto de Poder Real y construir un lenguaje que nos permita razonar sobre nuestros intereses. Vivir con confusiones nos dificulta mucho el avanzar bien y en Ciencia y en Tecnología esto es muy costoso, más que nada en desaciertos y oportunidades perdidas.

Pruebe el lector a preguntar en su familia o grupos de amigos qué entienden por Poder. Se encontrarán con una lista bastante completa de “atributos del poder” pero no en qué consiste el Poder en sí. Muchos dirán que ser presidente es tener Poder, que ser ministro es tener Poder.

¿Es así? Seguramente no. Voy a relatar un cuento que por años he contado a extranjeros, por lo general italianos que por razones de trabajo recibía en Buenos Aires. La mayoría de los que venían eran políticos o funcionarios estatales o empresarios italianos. Esto sucedía porque presidía yo el Comité de Relaciones con Italia de la Confederación General de la Industria en el marco del tratado entre la Argentina e Italia que se firmó en épocas del gobierno del Dr. Alfonsín. Fueron cientos de visitas y se desarrollaron a lo largo de una década. Los visitantes me preguntaban cómo era la Argentina. Luego de explicar eso en forma convencional, la pregunta que llegaba era: ¿cómo funciona? Y allí había que hamacarse. Algunos relatos eran para explicar cosas que no se entendían. Así fui armando un cuento que funcionaba bien, que entendían, que les permitía moverse con soltura y agradecían que les hubiese explicado.

El cuento era: ¿saben ustedes cómo se eligen autoridades en la Argentina? Cada cuatro años se hacen concursos de popularidad en los que participan todos los habitantes habilitados a votar. En ese concurso se elige al candidato que resulta más popular. Por ganar el concurso de popularidad que acá se llama “Elecciones”, se le da un número de atributos y oropeles entre los cuales están: el cargo honorífico de Presidente de la República, un bastón de mando, muy lindo, con tallados, una ceremonia importante como ganador del concurso, una residencia en Olivos y muchas otras cosas de las que podrá usufructuar dentro del período que dura el mandato emergente del concurso de popularidad. Entre todos los atributos hay uno simbólicamente muy importante que se llama “Sillón de Rivadavia”.

Todos estos beneficios los podrá tener el ganador a su disposición durante los cuatro años de su mandato, siempre y cuando no realice actos contrarios a los intereses y deseos de los concursantes, que es bien sabido que son los que arman el concurso de popularidad que hizo que se sentase allí.

Llegados a este punto, siempre preguntaban quiénes eran esos que armaban el concurso de popularidad. Entonces les explicaba el funcionamiento del establishment y, en particular, en relación a los temas de interés que a cada uno de ellos tenía. Este cuentito les resultaba de particular interés.

Ellos entendían bien esta explicación y les ahorraba mucho tiempo en sus movimientos locales.

¿Qué nos pasa a nosotros, los argentinos, que no podemos llegar a ver estas cosas y somos habitualmente víctimas de otros intereses que nos pueden manipular por esta laguna cultural que vivimos con una naturalidad digna de mejor causa?

En este punto, comento a los lectores que es propósito de estos trabajos que estamos presentando en este número de la revista el hacer una aproximación al buen empleo de nuestros recursos para nuestro propio desarrollo económico y social que en los últimos años ha desarrollado un potencial de vuelo de mucho más interés que en el pasado. Como el tema cultural que se manifiesta en el cuento relatado, sin duda nuestra concepción discapacitada termina trabajando en contra del éxito posible, ya que estoy seguro que hay muchos argentinos que sumergidos en las mejores intenciones pregonan intereses contrarios al objetivo con una vehemencia convincente que nos atrasa permanentemente en el logro, que con otras concepciones, más ligadas a un realismo posible, podríamos obtener. O lo que es lo mismo, podríamos avanzar mucho más rápido.

Es mi pensamiento que dar un paso en este sentido, generar debates orientadores, planificación que nos permita avanzar en los temas que nos interesan vinculados a la Ciencia por un lado y a la Tecnología por otro, si consiguiésemos entre todos esta mejora, nuestras cosas andarían cada vez más rápido y, por lo tanto, mejor.

Un punto de gran interés es el de la Tecnología.

Siguiendo a Jorge Sabato, defino a la Tecnología como “el conjunto ordenado de conocimientos empleados en la producción y comercialización de bienes y servicios”. Notar que la definición incluye la comercialización. Esto es algo fundamental. O sea, la Tecnología se hace para ganar dinero, para dar utilidades a las empresas. Para eso se emplean todos los métodos imaginables, se desarrolla, que es la versión “pura” del análisis, pero además: se copia, se roba, se esconde, se descubre, se hace todo lo que la gente hace para ganar dinero.

Hablando claro, la Ciencia es una cosa y suele ocupar gente que gusta hablar de principios, de ética, de honestidad, y para el hecho tecnológico suelen ser personas del mismo tipo que se encuentran en los bancos, en los “mentideros” fabriles, algunos personajes dudosos, pero todos eficaces para hacer negocios.

Se suelen utilizar los términos de Ciencia y Tecnología como si fuesen de la misma familia, como si fuesen más o menos la misma cosa pero con matices. Esta yuxtaposición poco feliz es parte de nuestra dependencia cultural, de este tributo cultural en el que estamos metidos, sin siquiera protestar entre nosotros por esta dependencia que ni siquiera nos piden, pero que nosotros ofrecemos como prenda de amistad a quienes sacan provecho de esta mistificación que nosotros hacemos y por las mismas razones tampoco nos agradecen que les facilitemos a ellos los negocios, que en general son buenos para “ellos” y ruinosos para nosotros.

La Tecnología es un arte que combina saberes, inteligencia, habilidades, trabajo y obtiene con novedosas combinaciones dinero a cambio de esas habilidades implementadas. Poco que ver con la Ciencia, a la Tecnología la definición que mejor la describe es una sola palabra: Negocio. Por hacer algo de forma distinta, se puede ganar dinero. El gobierno puede hacer ganar dinero a argentinos si dirige su poder de compra para que argentinos ganen ese dinero. Casi nunca en las licitaciones se compra tecnología. Lo que se compra son equipos, aparatos, cosas que usan de tecnologías alojadas en los países de origen y que nunca o casi nunca acompañan a los equipos comprados. Es claro que la publicidad dice otra cosa, pero la verdad es la única realidad y esa combinación de conceptos sólo sirve para que los vendedores hagan mejores negocios de la mano de cándidos compradores oficiales o privados que de buena fe, o no, compran cuentas de colores.

La persistencia de este estado de cosas es una calamidad para los argentinos comunes que confían en sus dirigentes para vivir mejor.

La existencia de este número de Voces en el Fénix pretende mejorar este estado de cosas para el futuro y al mismo tiempo contribuir al esfuerzo que se está haciendo desde el gobierno para poner en pie un sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva en el que invierte/invertimos mucho dinero. Es nuestra intención contribuir con el aporte que nuestros convocados hacen para que se aproveche esa inversión lo más posible para el bienestar de todos los argentinos.

Ponemos en vuestras manos este número de Voces en el Fénix con el deseo de hacer una contribución a nuestro bienestar futuro.

Autorxs


Bruno Capra:

Ingeniero. Gerente General del Polo Tecnológico Constituyentes S.A.