El SUCRE: hacia la soberanía monetaria y financiera del Sur

El SUCRE:  hacia la soberanía monetaria y financiera del Sur

El SUCRE aparece como una herramienta fundamental para que los países de la región sigan ganando independencia económica, y avanzando en un proceso de complementariedad productiva y reducción de asimetrías estructurales. ¿Cómo funciona? ¿Cuáles son sus alcances?

| Por Eudomar Tovar* |

El mundo atraviesa hoy día por momentos de grandes transformaciones, con inmensas esperanzas de su población en un grupo de líderes progresistas de América latina y el Caribe.

Los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), y la República Bolivariana de Venezuela en particular, se erigen en la dinámica mundial como baluartes de los procesos de cambio que se gestan en todo el continente americano. La asunción del comandante Hugo Chávez Frías a la presidencia de la República Bolivariana de Venezuela ha contribuido a la expansión de estos procesos de transformación que día a día se expanden por todo el continente americano.

Las acciones ejecutadas en el marco de estos procesos de cambio han sido emuladas en gran parte de nuestros países, coadyuvando al impulso de transformaciones sustantivas, orientadas a una mayor inclusión social y al fortalecimiento de la participación popular en todas las esferas de la sociedad, especialmente en los sectores más vulnerables, aquellos que tienen limitadas posibilidades de acceso a educación, salud, inclusión ciudadana y sobre todo la primordial, la vida, elementos básicos de la subsistencia y desarrollo.

Esos procesos de cambio requieren de hombres y mujeres anclados en posiciones estratégicas de mando que permitan adoptar decisiones trascendentales y audaces, y a la vez resistentes a los intereses mezquinos que tratan de impedir sus avances, que son indetenibles e innovadores para la región.

El accionar de los principios y valores del bien social tiende a generar respuestas feroces por parte del establishment, o el conjunto de intereses políticos, económicos y financieros que buscan perpetuar su permanencia en el poder. Estas respuestas frecuentemente se traducen en intentos, en ocasiones efectivos, por derribar a gobiernos electos por el pueblo, legítimamente constituidos, con el propósito de reducir la influencia de los líderes progresistas en las instituciones públicas, e imponer sus intereses corporativos por encima del interés público y el bienestar social. Ante esta situación, se hace imprescindible fortalecer y resguardar el accionar de los pueblos revolucionarios.

A este efecto se requiere crear mecanismos innovadores que garanticen el buen vivir de las mayorías, y sirvan de coraza frente a posibles bloqueos económicos u otras medidas que busquen interrumpir el normal desenvolvimiento de los flujos comerciales y financieros de nuestras economías. La meta es construir, progresivamente, los puentes comunicantes entre nuestros pueblos que conduzcan a la libertad definitiva y a la independencia económica que tanto anhelaron nuestros libertadores y a la que hoy aspiran los pobladores de América latina y el Caribe. Ellos mantienen vivas sus esperanzas en las iniciativas de transformación que se vienen desarrollando.

No obstante, muchas de estas iniciativas cabalgan en contrapelo a los esquemas de integración económica tradicionales, desarrollados con criterios en los que predomina la competencia comercial, en detrimento de principios fundamentales como la solidaridad, la complementariedad, la cooperación y el respeto a la soberanía de los pueblos.

El SUCRE: una respuesta efectiva ante la crisis estructural del capitalismo mundial

Los principios mencionados son el fundamento teórico y empírico del Sistema Unitario de Compensación Regional de Pagos (SUCRE), el cual fue diseñado para impulsar el comercio y la complementación productiva en el marco de un revolucionario esquema de integración regional como es la ALBA, nacida en el año 2004, en contraposición a los esquemas clásicos de integración, cuyo funcionamiento se ejecuta bajo la lógica de la cooperación comercial, el intercambio solidario, la complementariedad, el respeto a la soberanía de los pueblos y la promoción y consolidación de las empresas asociativas comunitarias, grannacionales, u otras organizaciones que generen rentabilidad social y no puramente económica.

Dentro de esa perspectiva y con el propósito de fortalecer el proceso de integración regional y asumir una posición proactiva ante la crisis mundial del capitalismo, los jefes de Estado y de gobierno de la ALBA, más Ecuador, acordaron el 28 de noviembre de 2008 crear una zona monetaria regional. La misma, instruyeron, debía estar constituida por una unidad de cuenta común, una cámara de compensación y un fondo de reservas.

A raíz de este mandato presidencial, seis países de América latina y el Caribe (Bolivia, Cuba, Honduras, Nicaragua, Venezuela más Ecuador) suscriben en Cochabamba, Bolivia, el 16 de octubre de 2009, el Tratado Constitutivo del SUCRE, partida de nacimiento del sistema.

La férrea voluntad política y al arduo trabajo técnico generaron la chispa que avivó la llama que permitió cristalizar en poco tiempo este importante mecanismo, el cual irrigará sus beneficios a lo largo y ancho de la región latinoamericana y caribeña, contribuyendo al intercambio comercial con mayores ventajas cooperativas, fortaleciendo la cohesión social, mejorando el nivel de vida de nuestros pobladores, y superando las asimetrías estructurales surgidas en nuestra región a raíz de las imposiciones y condicionantes de los mercados globales. La implantación del SUCRE es, por ende, una acción llevada a cabo en el contexto de las realidades monetarias, financieras y los problemas comunes imperantes en cada uno de sus países integrantes.

Es importante señalar que la soberanía económica de nuestros países se encuentra limitada, en distintos grados, por su alta dependencia del dólar estadounidense, en su condición de medio de pago internacional y unidad de reserva predominante en el orden económico mundial posterior a la posguerra. En efecto, el dólar estadounidense se ha favorecido de una política perversa de señoreaje desigual promovido por la Reserva Federal de los Estados Unidos, que emite dicha moneda sin el correspondiente respaldo. Este privilegio exorbitante, a diferencia de otros países del mundo, permite succionar artificialmente parte del valor de compra originado del comercio de nuestros países.

Las exportaciones de los países de América latina están compuestas, primordialmente, por bienes de escaso valor agregado; lo contrario ocurre en el renglón de las importaciones, en el cual predominan los bienes manufacturados y servicios con un alto componente de valor agregado. Esta situación genera términos de intercambio desiguales, lo cual trae consecuencias no deseadas sobre la balanza comercial y la cuenta de capitales de los países de América latina y el Caribe, con impactos importantes en los resultados de las balanzas de pagos al cierre de cada año.

El SUCRE es un mecanismo novedoso que contribuye a superar este tipo de obstáculos que limita las relaciones de intercambio de un bloque regional con el resto del mundo. Su funcionamiento fortalece el perfil comercial de nuestras economías y las cubre ante vulnerabilidades externas, contribuyendo, de esta manera, a su desvinculación progresiva de las grandes corporaciones productivas y financieras globales. Su consolidación mitigará los efectos dañinos de los movimientos especulativos de capitales que vulneran y desestabilizan las economías de la región.

Un sistema de pagos seguro, confiable y eficaz

Ante el presente panorama económico mundial de crisis, caracterizado por una alta volatilidad de los tipos de cambio y movimientos especulativos de capitales, los países integrantes del SUCRE asumieron el reto de adoptar un tipo de cambio estable para la unidad de cuenta común “sucre”, registrada ante la Organización Internacional de Estandarización (ISO, por sus siglas en inglés) bajo el código XSU 994.

Esta trascendental decisión se adoptó tomando en consideración las debilidades que presentan las monedas locales de los países miembros, y las vulnerabilidades comerciales y financieras que todavía padecen.

El fin último de esta unidad de cuenta común es fortalecer el comercio intrarregional y trazar una ruta que permita consolidar el intercambio comercial en el mediano y largo plazo, mediante la complementación comercial y productiva, estrategia de desarrollo económico e integración ejecutada exitosamente a través de los convenios o acuerdos comerciales suscritos por nuestros países en el ámbito de la ALBA.

Lo anterior se evidencia con el contraste de la evolución del comercio de los países de la ALBA, antes y después de su creación en 2004. Durante el período 1996-2003, el promedio anual de intercambio comercial alcanzó el monto de 707 millones de dólares; mientras que durante el período 2004-2008 se ubicó en 4.000 millones de dólares, lo que representa un crecimiento de 465 por ciento.

Se estima que el intercambio comercial de la zona SUCRE mantenga su tendencia creciente, impulsado por un mayor uso del mecanismo, debido a las ganancias en eficiencia que genera el mismo y la elevada estabilidad de su unidad de cuenta común, cuyo valor de arranque fue de 1,25 dólares por XSU, y la cual se ha apreciado para registrar un valor actual de U$S 1,2509 por XSU.

Al momento de concluir la redacción del presente artículo y hasta el 25 de noviembre de 2011, las operaciones transadas a través del sistema se colocaban en 292, para un total de 174 millones de sucres, equivalente a 218 millones de dólares estadounidenses, lo cual ratifica lo anteriormente expuesto.

La unidad de cuenta sucre (XSU) es uno de los cuatro componentes estructurales del SUCRE, entre los cuales también se encuentran: el Consejo Monetario Regional (organismo con personalidad jurídica internacional que rige el funcionamiento del Sistema), la Cámara Central de Compensación de Pagos y el Fondo de Reservas y Convergencia Comercial.

Esta unidad de cuenta común es utilizada para valorar, registrar, compensar y liquidar una porción creciente de las transacciones comerciales y de servicios que se cruzan entre los agentes económicos (personas naturales y jurídicas) de los países miembros. Dichas transacciones se realizan por intermedio de los bancos centrales de los países miembros y los bancos operativos autorizados para tal fin.

La emisión y asignación de “sucres” a cada país miembro se encuentra plenamente respaldada por títulos valores o efectivo en moneda nacional, emitida por la autoridad con competencia en la materia de ese respectivo país, con lo que se brinda una mayor seguridad, confiabilidad y credibilidad a su uso.

El monto inicial de “sucres” asignados para el primer semestre de operatividad del Sistema se calculó a partir de un valor equivalente al veinte por ciento de las importaciones intrarregionales de los países SUCRE, estimadas en 950 millones de dólares para ese momento. De esta manera se acordó emitir 152 millones de sucres durante el primer período de compensación de la siguiente manera: Bolivia (XSU 20,8 millones), Cuba (XSU 20 millones), Ecuador (XSU 24,8 millones), Venezuela (XSU 67,2 millones); se acordó asignar XSU 19,2 millones a Nicaragua cuando formalice su adhesión al sistema.

Este monto se podrá ampliar a medida que el comercio entre los países se incremente. De hecho a la República Bolivariana de Venezuela, en fecha 28 de octubre de 2011, se le incrementó su disponibilidad en sucres por un monto adicional de 50 millones, autorizado por el Consejo Monetario Regional (CMR). Es importante agregar que los países miembros deberán reestablecer sus niveles de asignación de sucres al final de cada período de la compensación, el cual tiene una duración de seis meses, actualmente 30 de junio y 31 de diciembre de cada año.

A fines de ilustrar el esquema de funcionamiento del sistema, a continuación se hace un breve resumen de una hipotética operación entre dos países, Bolivia y Venezuela: el primero actúa como exportador y el segundo como importador.

En un primer paso, los agentes comerciales pactan la operación comercial y seleccionan el banco operativo autorizado (BOA) que fungirá de intermediario en la operación de pago. Tanto en Bolivia como en Venezuela acuerdan los términos de la negociación y el instrumento y/o la modalidad de pago (carta de crédito u orden de pago). El importador, el cual mantiene una cuenta corriente en bolívares en el BOA venezolano, autoriza a esa institución para que realice un cargo en bolívares a su nombre por el monto de la operación pactada. Inmediatamente el BOA venezolano, el cual mantiene una cuenta corriente en el Banco Central de Venezuela (BCV), autoriza al instituto emisor a cargar el respectivo importe de la transacción.

El BCV, responsable de los “sucres” asignados a la República Bolivariana de Venezuela, a través de la Cámara Central de Compensación de Pagos, administrada por el Banco del ALBA, transfiere el equivalente en “sucres” al Banco Central de Bolivia. Seguidamente, el instituto emisor de Bolivia abona el equivalente del monto transado en bolivianos al respectivo BOA de su país, que en este último proceso lo abona a la cuenta corriente del exportador.

De esta breve operación hipotética entre Bolivia y Venezuela se desprende que la liquidación de la operación, en ambos países, se transa en moneda local, facilitada por la interconexión existente entre ambos bancos centrales, con sus respectivos bancos operativos, al materializarse la transferencia en sucres desde el Banco Central de Venezuela al Banco Central de Bolivia, permitiendo que en el caso de Venezuela el importador efectúe su pago en bolívares y en Bolivia el exportador reciba el pago en bolivianos.

Ahora bien. Suponiendo que esta hipotética operación sea la única que se realice durante todo el semestre; y al cierre del mismo se realice la respectiva compensación semestral, en este caso Bolivia registraría un superávit y Venezuela un déficit. Como este último país quedaría en situación deficitaria debe reponer los sucres por el monto equivalente al déficit. La reposición deberá realizarla con monedas libremente convertibles (dólares estadounidenses, euros, entre otras), reestableciendo así su saldo inicial en “sucres” y cumpliendo con los requisitos necesarios para poder participar en el siguiente período de compensación.

El SUCRE: una herramienta para la integración productiva de nuestros pueblos

El SUCRE se fundamenta, en principio, en operaciones de comercio administrado, con el propósito de identificar las necesidades productivas de los diferentes países de la zona comercial y en consecuencia exportar sus excedentes de producción a sus socios en la zona. Esto permitirá incorporar progresivamente nuevos sectores productivos, tanto privados como públicos, focalizando la actividad en pequeñas y medianas empresas, empresas asociativas, empresas grannacionales y, por supuesto, todas aquellas organizaciones empresariales que contribuyan a democratizar el capital y a redistribuir la riqueza desde el punto de vista económico y social.

El SUCRE es, entonces, una potente herramienta de soberanía monetaria y financiera que impulsará nuestro comercio intrarregional y fortalecerá las economías de nuestra región, hacia la búsqueda de una auténtica independencia económica amparada en esquemas de complementariedad productiva, reducción de asimetrías estructurales y consolidación de nuestro proceso de integración regional.

Sin duda alguna, el SUCRE dejará una huella en los anales de la historia integracionista latinoamericana y caribeña. Por ello, es necesario aunar esfuerzos para enriquecer el conocimiento y la divulgación del SUCRE como un importante mecanismo para el crecimiento y desarrollo de nuestras economías.

Este novedoso mecanismo constituye un ejemplo de los grandes cambios y transformaciones que se están gestando en la región. A pesar de ello, la visión estratégica y esquema de funcionamiento del sistema, es vilmente criticado por intereses mezquinos y xenófobos que se oponen a sus propósitos más sublimes, en un intento desesperado por preservar aquellos espacios económicos y financieros perdidos, que el pueblo ha venido recuperando progresivamente.

Este artículo es parte de un esfuerzo mayor por difundir con transparencia, objetividad, y humildad, un conjunto de información necesaria para seguir posicionando este mecanismo y, al mismo tiempo, permitir superar las barreras que impiden dar a conocer en América latina y el mundo sus innegables bondades, avances y beneficios, que en definitiva lo consagrarán como la punta de lanza que impulsará y fortalecerá este hermoso proceso integracionista.





* Economista venezolano egresado de la Universidad de Carabobo (UC). Magíster Scientiarum en Monedas e Instituciones Financieras de la Universidad Central de Venezuela (UCV), especialista en Aduanas y Comercio Exterior de la Escuela Nacional de Hacienda Pública (ENAHP). Presidente del Directorio Ejecutivo del Consejo Monetario Regional del SUCRE (CMR). Primer vicepresidente gerente del Banco Central de Venezuela y coordinador general por Venezuela del Proyecto Banco del Sur.