El cambio en el patrón manufacturero de China

El cambio en el patrón manufacturero de China

China ha combinado el desarrollo de su gran mercado interno con una agresiva y exitosa estrategia exportadora, que varió paulatinamente de manufacturas simples a productos más sofisticados, aumentando progresivamente la participación de capitales chinos en los mismos. La disputa con las potencias occidentales se da hoy en terceros mercados.

| Por Gustavo Alejandro Girado |

La inversión extranjera directa (IED) como origen del proceso

China ha combinado el desarrollo de su gran mercado interno con una agresiva y exitosa estrategia exportadora, la cual estuvo en un inicio ligada a la atracción de IED. De hecho, su fuerza comercial está íntimamente vinculada con la presencia de capital extranjero en su territorio. Ese proceso de recepción de inversiones extranjeras reconoce diferentes etapas, y han sido centrales a la hora de explicar la performance china de las últimas tres décadas.

Una primera es de inicios de la década de 1980, cuando comienzan las reformas económicas, en la cual China recibe la IED porque se constituye como una plataforma de exportación de productos manufacturados mano de obra intensivos, básicamente. Su primer objetivo fue aumentar las exportaciones pero también vincularse con los mercados manufactureros mundiales y facilitar la modernización del aparato productivo, principalmente mediante la operación de empresas transnacionales. Entonces China era un atractivo espacio para la producción de productos que usen mano de obra de baja calificación, pues contaba (y cuenta) con una casi infinita oferta local de este factor. Como laboratorios de las reformas que comenzaban, se crearon las zonas económicas especiales (ZEE).

Un segundo momento presenta una ampliación de aquella IED, o sea más inversiones por parte de los mismos actores, y en esta oportunidad llegan para ampliar la capacidad de producción de las plantas instaladas, porque China ya se había constituido en un mercado en sí mismo, importante como tal, y no alcanzaba lo que se manufacturaba localmente para abastecer tanto los mercados externos como el frente interno. Durante los primeros años posteriores a aquellas reformas los flujos de IED fueron relativamente modestos y a partir de 1990 aumentan significativamente.

Una tercera etapa es la del ingreso masivo de actores extranjeros a producir en el mercado chino, debido a que las dilatadas negociaciones para la accesión de China a la OMC (duraron 16 años, hasta finales de 2001) estaban posponiendo las posibilidades de hacerse del mercado chino, que ya era atractivo. Debido a que comerciar con China, venderle, era complejo (las barreras al comercio presentes eran de todo tipo y abundaban las técnicas, zoo y fitosanitarias), más sencillo era ir allí e instalarse en su territorio. Lo más rentable en este escenario, claro, fue sortear aquellas restricciones saltando la frontera y conseguir instalarse en su territorio para abastecer su creciente mercado interno y también exportar.

Un cuarto momento de ingreso de IED, que ya presenta otro carácter y es más reciente, se revela cuando China comienza a exportar capitales, una vez que el crecimiento de sus reservas se acelera y se convierte en el principal acreedor del gobierno norteamericano. En ese momento, y ya en este siglo XXI, si bien no se desmerece el ingreso de capital productivo entran capitales a China para especular con el tipo de cambio en virtud de las presiones que recibía –y recibe– para revaluar el yuan renminbí: los capitales ingresan para beneficiarse con la paulatina –y casi garantizada– revaluación de la moneda asiática frente al dólar, de manera tal que puedan aprovechar la segura apreciación del yuan y ganar dinero con el cambio de moneda apostando a una tasa de interés positiva, cuando las tasas globales se encuentran en niveles mínimos por la fuerte caída en los niveles de actividad.

El valor agregado local en su perfil externo

Los procesos mencionados hasta aquí (ingreso de IED a China que implica modificaciones en el patrón productivo) están cambiando profundamente la canasta exportadora de China en favor de los productos de alta tecnología. Como contraparte, la participación de los productos de baja tecnología, como textiles y calzados, ha bajado. De acuerdo con lo recabado por la OCDE (2011), el peso relativo del sector de manufacturas de tecnología media se mantuvo y baja permanentemente la participación de las ventas de sus materias primas.

En resumidas cuentas, el crecimiento de las exportaciones comenzó al inicio del período de reformas coincidiendo con la primera oleada de IED, y se concentró al principio en manufacturas simples, para evolucionar hacia productos más sofisticados, en un proceso que hoy continúa. Para 1985 los productos primarios y las manufacturas basadas en recursos naturales todavía representaban el 49% de las exportaciones, porcentaje que disminuyó al 12% en 2000 y siguió descendiendo hasta ser casi insignificante. Por el contrario, las manufacturas no basadas en recursos naturales y de bajo nivel tecnológico subieron su peso relativo hasta el 54% del total de las exportaciones en 1990, para luego ir descendiendo a medida que aumentaba la exportación de otras manufacturas de mayor contenido tecnológico.

En los últimos 11 años, China ha aumentado su participación en las exportaciones globales de manufacturas aproximadamente un 1% anual. Para 2009 eran el 12,1% del total y las exportaciones de manufacturas chinas alcanzaron el 13,7% al año siguiente. A fin de 2012 ese porcentaje es ligeramente superior, y diversas estimaciones sostienen que la tendencia persistirá durante al menos otra década. El contenido de esas ventas también ha cambiado. Parece apropiado detenerse en este punto un instante.

Hace cinco años, el 45% de las exportaciones de bienes correspondía a manufacturas intensivas en mano de obra y sólo el 8% a manufacturas que incluyan un proceso intensivo en investigación y desarrollo. Ya en 2008, las primeras descendieron al 27% del total de exportaciones mientras que las segundas duplicaron su presencia hasta el 16%, en un claro progreso de escalamiento tecnológico.

El punto que pretendemos subrayar es el que hace a la propiedad de ese progreso. La participación en las exportaciones chinas de la IED radicada en China viene disminuyendo sistemáticamente desde el pico del 60% alcanzado en 2005. Las empresas locales, como los productores de maquinaria pesada, están jugando un rol creciente en ese cambio, y la contracara del proceso es que aquella IED radicada en China está focalizándose paulatinamente en el sector servicios dentro de ese país. En suma, progresivamente aumenta la participación de capitales chinos en las exportaciones que salen desde China.

Esas dos tendencias implican que el compromiso de China con el mundo en la década que viene, en términos comerciales, posiblemente sea llevado a cabo fundamentalmente por empresas chinas participando en los mercados de países en vías de desarrollo. Esto es un marcado contraste con la década pasada, durante la cual las inversiones de las multinacionales fueron el factor clave en la integración de China en la economía mundial.

Más importante, los productos de alto valor agregado que importan los países en vías de desarrollo son aquellos en los cuales las empresas manufactureras chinas están tratando de ganar en capacidad. Casi todos los trenes, tractores y camiones exportados por China en 2010 fueron destinados a economías en vías de desarrollo. Esto puede ofrecer a las empresas manufactureras chinas los mercados externos que necesitan para generar escala y tecnología, antes de intentar ingresar en los mercados de la OCDE con esos productos, mercados muy regulados y exigentes en cuanto a calidad se refieren.

Así, aunque la ingeniería y las firmas de alta tecnología occidentales todavía no puedan ver una competencia importante en sus propios mercados, sí van a enfrentar un gran cambio en sus mercados externos, en terceros mercados (competencia indirecta). En 2008, por ejemplo, 71,5% de todas las maquinarias importadas en los BRICs (excepto China) y Sudáfrica, vinieron de los países de la OCDE. Esa porción cayó al 63% en 2010, mientras que la participación de China creció del 17,5% al 21,8% en el mismo período.

En ese proceso es cuando África y Latinoamérica afloran por sobre la media como destino de los capitales chinos, mientras la economías del hemisferio norte occidental reciben capitales chinos pero como compradores de tecnología y marcas, porque no sólo pretenden abastecerse o conseguir insumos para llevar a su territorio: también pretenden desarrollar mercados en Europa y América del Norte y comprar, en ellos, tecnología occidental y marcas consolidadas para poder gestionarlas dentro de su territorio y competir en él. Consultoras internacionales advierten que no necesariamente los chinos desean conquistar mercados externos, sino que uno de sus principales desafíos es desarrollar y asegurarse el propio.

La política china que dirige sus intereses en procura del abastecimiento de materias primas (alimenticias y energéticas) sin duda continuará vía empresas chinas interesadas en África y América latina, dada su dotación de recursos naturales. Pero esta no parece ser la única meta de las incursiones chinas: la IED china en los países desarrollados, cuando abordan empresas europeas y estadounidenses, va por el acceso al mercado. Desde entonces la adquisición de empresas por parte de empresas chinas se acelera notablemente.

Las inversiones chinas fuera de su territorio van paulatinamente consiguiendo sus objetivos porque para ambos propósitos cuentan con formatos relativamente desconocidos en Occidente, los que para avanzar en mercados externos les resultan especialmente convenientes: ese proceso de internacionalización es encabezado por empresas estatales chinas, que van a otros países con una propuesta cerrada como inversiones corporativas, de una sola entidad, crédito barato y otros beneficios.

Los cambios por venir

Ahora, junto con el crecimiento de la cantidad y calidad de las exportaciones e inversiones que salen desde China, el Politburó centra su interés en el grado de valor agregado local, que varía considerablemente según el tipo de empresa: es menor en las empresas transnacionales y mayor en las empresas chinas. Al comienzo del período, el agregado de valor chino por producto es alto en bienes de bajo contenido tecnológico, y va disminuyendo en la medida que ascendemos en la cadena de valor.

Así, las exportaciones chinas de productos intensivos en tecnología son las que tienen un menor valor agregado local: desde un 4% para computadoras hasta un 15% para equipos de telecomunicaciones (OCDE, 2010). Probablemente este panorama esté cambiando en la medida que las empresas privadas chinas incrementan su participación en las exportaciones (proporción que pasó del 5% del total en 2001 al 30% en 2009), como mencionamos al comienzo.

Ese proceso de mayor penetración y con productos más sofisticados se aprecia cuando diversas economías en vías de desarrollo, con China a la cabeza, “invaden” paulatinamente los mercados de ciertas categorías de productos en los cuales las economías más desarrolladas siempre predominaron. Si bien la especialización prevalece (China equivale a producto “barato” y los desarrollados a “sofisticado”), la participación de las exportaciones combinadas a todo el mundo de Estados Unidos, Japón y la UE27, en manufacturas, cayó del 63,3% en 2001 al 56,3% en 2010. Ese espacio de mercado fue ocupado, principalmente, por China. La experiencia parece indicar que en los sectores de productos en los cuales China se lanza a competir (apoyado en economías de escala y fuertes inversiones), el impacto de esa competencia es considerable.

Consultores internacionales sugieren que esos sectores involucran –mayoritariamente– equipos de capital y sus repuestos, reflejando grandes mejoras en los niveles de precisión en productos para cortar metales y algunos procesos metalúrgicos. Hay varios componentes que eran muy difíciles de hacer, para los que se requiere cierto nivel de resistencia, durabilidad y precisión, y ahora están siendo producidos masivamente por nuevas empresas chinas que han aplicado “ingeniería-reversa” sobre productos antes importados.

Pero hasta aquí los analistas han tratado con una porción relativamente chica del comercio mundial. La presencia global de China todavía tiene que hacerse sentir más en el mercado de exportaciones de automóviles (de U$S 553 mil millones), en el de productos farmacéuticos –U$S 310 mil millones–, y en el de aviones, de U$S 85 mil millones, entre otros. El futuro de las exportaciones de China parece que va a estar encabezado por los productores de equipos, y aunque las empresas chinas todavía no pueden penetrar en los mercados occidentales, la competencia la dan en terceros mercados.

Pese a encontrarse en un camino de acumulación de conocimiento, el esfuerzo en investigación y desarrollo de las empresas chinas es todavía inferior al del promedio de las empresas de los países de la OCDE (1,5% del PBI versus el 2,2% promedio en esos países), particularmente en las industrias de alta tecnología, segmento en el que las firmas chinas básicamente ensamblan partes.

De allí que la fuente de sus innovaciones sigue siendo la IED y el producto de las investigaciones que viene dentro de los insumos importados por China. El tipo de inversiones en I+D que realizan las empresas chinas en este segmento es el que equivale a las industrias de baja tecnología en los países más avanzados (OCDE, 2011). Aquel interés político en revertir esta dependencia del capital extranjero aparece reflejado en el 12º Plan Quinquenal, donde se da cuenta en detalle de la necesidad de afrontar varios desafíos, entre los cuales subrayan el de pasar a una economía donde los esfuerzos se dirijan a mejorar su capacidad innovativa. Se trata, en suma, de que el valor agregado de origen chino sea cada vez mayor en cada producto que sale de las fábricas chinas.

En el plan vigente, el gobierno chino se plantea 24 objetivos clave a alcanzar durante el transcurso del quinquenio, de los cuales varios implican una continuidad de las políticas ya planteadas en el 11º Plan Quinquenal. Dichos objetivos mencionan que China ahora debe crecer apoyándose más firmemente en procesos innovativos desarrollados en la industria local, para lo cual entiende que deben mejorar el contexto en el cual se desarrollarán las empresas en condiciones de invertir en I+D y acumular conocimiento, de manera tal que puedan luego ser traducidas en innovaciones, como por ejemplo optimizando la estructura industrial, poder hacer que el desarrollo entre las regiones sea más equilibrado (hoy concentrado en el este y sudeste del país), promover la urbanización e impulsar las industrias que ahorren energía y no sean nocivas para el medioambiente.

De acuerdo con información oficial, el gasto pretendido en I+D en la economía deberá alcanzar el 2,5% del PIB para el año 2020. China tiene con qué fundamentar esas pretensiones, así como alcanzar el pretendido índice de 3,3 patentes por cada 10.000 habitantes. Que se hayan fijado esos targets es el resultado del tránsito por un largo camino en el cual la presencia de capital transnacional ha sido central. En todo caso, la base desde la que se plantean estos objetivos no es menor: la innovación doméstica requerirá de capital humano de calidad y China produce algo más de 500 mil ingenieros por año, de buena calificación relativa básica.

En ese sentido, el Plan propone que las regiones costeras sean transformadas desde su actual base manufacturera en una región donde predominen los servicios, manufactura de avanzada y se convierta en un verdadero “hub” para las actividades de investigación y desarrollo. En suma, entender el proceso innovativo como un vehículo para la reestructuración productiva, lo que requiere que simultáneamente a que la atención se fija en la renovación tecnológica (requeridas por las industrias tradicionales), se impulsen las industrias manufactureras de avanzada.

El cambio en el patrón exportador, la profundización de las reformas y el paulatino cumplimiento del 12º Plan Quinquenal, modifican cualitativamente el vínculo comercial con sus socios comerciales. La relación económica bilateral con la Argentina es un buen reflejo de estos cambios, tanto cuali como cuantitativamente.

Autorxs


Gustavo Alejandro Girado:

Lic. en Economía – UBA. Magister en Relaciones Internacionales – FLACSO Argentina. Docente regular de la Fac. Cs. Soc. UBA. Exconsultor de los ministerios de Relaciones Exteriores y Economía de la Nación. Director de Asia & Argentina.