El Atlántico Sur: un mar de abundancia para el siglo XXI

El Atlántico Sur: un mar de abundancia para el siglo XXI

El sistema colonial impuesto hace 200 años en el Atlántico Sur por el Reino Unido redunda hoy en la expoliación de nuestros recursos naturales. Al interés por la riqueza pesquera e hidrocarburífera de la zona, se le suma la ubicación estratégica de su cercanía a la Antártida, territorio codiciado por Estados Unidos y Europa por sus casi infinitas reservas minerales y de biodiversidad.

| Por Paola Renata Gallo Peláez y Eduardo Maieru |

La escasez de los recursos marinos y de los recursos energéticos (petróleo y gas) en el planeta es la premisa que nos lleva a pensar el lugar del Atlántico Sur en el nuevo siglo, lo que conlleva a replantearse la relevancia de la cuestión Malvinas, ya no en términos argentinos, sino en términos de la geopolítica mundial.

Este océano es la mayor reserva pesquera del mundo hoy, y su importancia reside por un lado en que las reservas ictícolas ya se han agotado en el resto de los mares del mundo, y de otro lado, la demanda sigue creciendo en forma exponencial, donde China es el epicentro de la demanda mundial. Para más de 1.000 millones de personas el pescado es la principal fuente de proteína animal. Esto convierte al Atlántico Sur en un área de intereses vitales para la alimentación de la humanidad, donde en la disputa por su hegemonía se debaten los tres continentes (Europa, Asia y América).

En los días anteriores a la guerra de 1982 se realizaron trece informes científicos internacionales donde señalaban la importancia petrolífera de la cuenca sedimentaria de la que forman parte las Islas Malvinas, asegurando que la reserva de hidrocarburos multiplicaba por diez la del Mar del Norte, como lo señala Telma Luzzani en su libro Territorios vigilados. En el mismo libro, la autora explica las razones por las cuales el ex canciller Rafael Bielsa le llama a la zona petrolera de Malvinas un verdadero Golfo Pérsico Austral y señala que existen a la fecha 12.950 millones de barriles de petróleo probables en las islas, lo que se convierte en reservas probadas de 6.475 millones de barriles.

¿Un mar de abundancia para quién?

El presente y futuro del conflicto de soberanía entre la Argentina y el Reino Unido por las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur es determinante para la respuesta que no sólo hoy, sino en el futuro, se dé a este interrogante.

El PBI de las Islas Malvinas se encuentra dentro de los más altos del mundo, el 34% del mismo corresponde a la pesca (108 millones de dólares), el 25% corresponde a manufactura y actividad de minería –especialmente exploración y explotación petrolera– y un 18% es de turismo y hotelería. El PBI de las islas pasó a ser de ocho millones de dólares en 1985 a casi sesenta millones en pocos años, ello fue posible de manera ilegal, violando la Resolución 31/49 de la Asamblea General de la Naciones Unidas, que requiere que ambas partes se abstengan de adoptar decisiones que entrañen la introducción de modificaciones unilaterales en la situación de las islas mientras se encuentre pendiente de solución la controversia de soberanía entre los dos países. Así, en franca ilegalidad, se otorgaron 230 licencias pesqueras que los isleños capitalizan con las concesiones otorgadas a terceros países y se vendieron licencias para la exploración de yacimientos petrolíferos. Esto implicó que el PBI de las Islas Malvinas creciera un 11% anual desde el 2008 hasta el 2012. A finales del año 2014 el FIG (Falkland Island Government) dio a conocer los últimos datos de PBI referente al año 2012, señalando que fue mucho más elevado de lo estimado, 317 millones de dólares. El aumento del PBI en los últimos 29 años fue de 3.862 por ciento.

El impacto ambiental que conlleva la forma indiscriminada en que se sobreexplotan los recursos en manos de los británicos es enorme. El mar está cubierto por una cantidad de buques factoría que extraen cerca de 50 toneladas de peces por día. Son ilustrativas de este hecho las imágenes satelitales nocturnas donde las luces de los buques en las aguas circundantes a las Malvinas son tan grandes como las luces nocturnas de las ciudades más importantes del continente (estas imágenes pueden ser vistas en la Web).

Las ilegítimas exploraciones hidrocarburíferas desarrolladas por el Reino Unido en aguas adyacentes a Malvinas, e intensificadas a partir del año 2010, además de ser contrarias a la Resolución 31/49 antes mencionada, se llevan adelante en las difíciles condiciones del Atlántico Sur, en un medio ambiente marino, hasta el presente, prístino.

Estas actividades también son motivo de particular preocupación para la Argentina toda vez que implican un grave riesgo ambiental que puede producir una catástrofe ecológica, como la ocurrida hace pocos años en el Golfo de México.

Tales actividades ilegales han sido rechazadas por el Mercosur y los Estados asociados, la Unasur y la CELAC. Los dos primeros, a fin de prevenir o evitar que ellas se realicen, han acordado informar a la República Argentina sobre el movimiento de buques con cargas vinculadas a la exploración y explotación de hidrocarburos en las áreas ocupadas por el Reino Unido.

En el mes de abril del corriente año el gobierno argentino presentó una denuncia penal contra las empresas que integran el consorcio responsable de la contratación de una plataforma semisumergible que el pasado seis de marzo inició una campaña exploratoria en la cuenca Malvinas Norte (a unos 200 kilómetros de las islas), durante la que prevén perforar al menos seis pozos. Esta denuncia se fundamenta en la reforma de la ley 26.659 que castiga a las empresas que realicen esas tareas sin el permiso del gobierno argentino en la zona ubicada alrededor de las islas y prevé penas de hasta quince años de prisión, multas equivalentes al valor de 1,5 millones de barriles de petróleo, así como la prohibición de que personas y compañías puedan operar en la Argentina.

Es evidente que el sistema colonial impuesto hace 200 años en el Atlántico Sur por el Reino Unido hoy redunda en la expoliación de nuestros recursos naturales, además de poner en riesgo el equilibrio del medio ambiente.

La militarización imperial del Atlántico Sur

Las pretensiones imperiales inglesas en el Atlántico Sur y especialmente en la Argentina, que han llevado a cabo a través de su instrumento militar, datan de mucho tiempo atrás y han sido repetidas. Las llamadas invasiones inglesas en la Argentina datan de los años 1806 y 1807. En 1833, con la invasión nuevamente del territorio argentino, los ingleses ocuparon militarmente las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur hasta nuestros días.

La guerra de 1982 fue la excusa perfecta para la instalación de la base militar extracontinental en Monte Agradable, la cual ya estaba pensada antes de la guerra por Estados Unidos y el Reino Unido, logrando así la OTAN el control de las rutas oceánicas del Atlántico Sur y una posibilidad concreta de proyectar su poder hacia el continente antártico.

No puede dejar de mencionarse que el 1 de julio de 2008 la IV Flota de los Estados Unidos empezó a patrullar el Atlántico y Pacífico Sur, casi en simultáneo con los anuncios de Brasil acerca de su hallazgo de petróleo en sus aguas marítimas. Los yacimientos están en el área denominada Tupí y poseen una reserva de crudo liviano del orden de los 8.000 millones de barriles; lo que implica que Brasil tiene una cantidad total de 14.400 millones de barriles de crudo y gas.

Cuando en el 2009 en el interior de Unasur se trató la instalación de bases militares norteamericanas en Colombia, se recordó por parte de la presidenta argentina Fernández de Kirchner la existencia de una base militar de la OTAN en territorio argentino, y la vinculación de esta con la nueva red de bases preocupó a la región entera, ya que el escenario de la intervención militar extranjera en la región apareció como una amenaza concreta a lo largo y ancho del territorio que comprende la Unasur.

En el año 2010, la República Argentina denunció ante la Organización Marítima Internacional los ejercicios misilísticos británicos en áreas marítimas aledañas a las Islas Malvinas que ponían en riesgo la seguridad de la navegación en el Atlántico sudoccidental.

En el mes de marzo del corriente año el ministro de Defensa de Gran Bretaña, Michael Fallon, detalló en una sesión abierta en la Cámara de los Comunes del Parlamento del Reino Unido el despliegue británico de los helicópteros de guerra Chinook y la actualización del sistema de misiles antiaéreo en Malvinas como respuesta defensiva a un supuesto ataque. Fallon aseguro que la Argentina representa un peligro muy concreto ante el cual el Reino Unido debe reaccionar y explicó que en función de esa supuesta amenaza las tropas inglesas necesitan modernizar sus defensas y aseguró que poseen suficientes tropas y que las islas están defendidas correctamente.

Esta declaración por parte del Reino Unido, caracterizando a la Argentina como amenaza a su seguridad, fue precedida en algunas semanas por la declaración de Venezuela como amenaza a la seguridad de los Estados Unidos. Ambos países miembros de la OTAN y del Consejo de Seguridad de la ONU pretenden justificar su presencia militar en la región haciendo uso de las mentiras o artilugios a los que han recurrido históricamente para llevar a cabo los crímenes más atroces.

De qué hablamos cuándo hablamos de Atlántico Sur

Cuando hablamos de Atlántico Sur, hablamos de Malvinas. Cuando hablamos de Malvinas, inexorablemente, hablamos de Antártida.

La Antártida es un continente rodeado por océanos, a diferencia del Ártico, que es en esencia un océano rodeado por continentes. En este continente se almacenan en forma de hielo más de las tres cuartas partes de agua dulce existente en la tierra, ya que el espesor medio de la capa helada supera los dos mil metros. Se conoce que en la Antártida hay una enorme fuente de recursos minerales, de los cuales no se tiene medida exacta ya que está prohibida la exploración, pero que se estiman por su origen geológico.

El continente blanco posee el llamado oro blanco, recursos genéticos con enormes utilidades en el campo de la ciencia aplicada a la industria alimenticia, farmacéutica y cosmética.

El Tratado Antártico de 1959 fue el instrumento creado por los países firmantes con el objetivo de evitar llevar al continente blanco los conflictos de la Guerra Fría y para ello se establecieron reglas de convivencia que se pueden resumir en tres puntos: 1) el congelamiento de los reclamos de soberanía sobre el continente, 2) la prohibición de la presencia de armas e instrumentos militares en el continente ajenos a lo meramente logístico, 3) los hallazgos científicos en la Antártida deben ser compartidos libremente.

La guerra de Malvinas en 1982 es la primera guerra por la Antártida

Malvinas no es sólo una cuestión de soberanía territorial para la Argentina, ni la sola persistencia colonial británica en el Atlántico Sur. La cuestión Malvinas es el primer escalón en el camino de las definiciones de soberanía sobre la Antártida. Desde el año 1959 el continente blanco se rige por el llamado Tratado Antártico, el cual entró en vigencia en el año 1961 y en el que han quedado congelados los reclamos de soberanía de aquellos países como Argentina, Australia, Chile, Francia, Noruega, Nueva Zelanda y Reino Unido. El reclamo de soberanía de Gran Bretaña, que se superpone con el de la Argentina y Chile, está sustentado en su enclave colonial en las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur. Por lo tanto la resolución del conflicto territorial en Malvinas conlleva a la resolución del conflicto territorial en la Antártida, el futuro de ambas cuestiones están íntimamente vinculadas. Este hecho pareciera ser desconocido por todos aquellos que subestiman la causa Malvinas y la califican como la cortina de humo de la política interna argentina.

La bioprospección y patentamiento de los recursos genéticos antárticos

Como anteriormente lo habíamos mencionado, la Antártida es fuente de organismos vivos llamados extremófilos por su capacidad de vivir en condiciones extremas. A la información genética de estos organismos vivos se accede a través de la bioprospección que puede ser definida como la búsqueda de los productos del metabolismo o de los genomas de los seres vivos para su utilización en procesos industriales o biotecnológicos que redunden en un beneficio comercial para los que los usufructúen. En los últimos años el enorme avance logrado por las técnicas de biología molecular y el desarrollo de la biotecnología han incrementado el interés en los programas de bioprospección, los cuales no se limitan actualmente al “screening” de los productos generados por los seres vivos, sino también a la búsqueda de los genes responsables de alguna actividad de potencial interés industrial. Es aquí en donde aparecen las tensiones en el Tratado Antártico, ya que al detectar la utilidad de las muestras se realizan los procedimientos encaminados a la patentabilidad del mismo, venta y marketing. Consideramos que esta fase de la bioprospección pugna con el Tratado Antártico ya que al no reconocerse soberanía de ningún país los títulos de propiedad privada en el continente son inexistentes. De otro lado, la patente implica un secreto y el tratado protege la libre investigación y la cooperación en la investigación. No existe hasta el momento legislación al interior del Tratado Antártico que regule la actividad de bioprospección y patentamiento, lo cual desde nuestro punto de vista puede ser la causa de conflictos que debiliten la vigencia del Tratado Antártico.

Johnston y su colega Dagmar Lohah han redactado para el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de las Naciones Unidas un informe titulado “El régimen internacional para bioprospección. Políticas existentes y asuntos emergentes en la Antártida”, en el que analizan la situación. La ONU estima que el mercado de cosméticos derivados de la investigación genética alcanza los 100.000 millones de dólares. “El 62% de las medicinas contra el cáncer que reciben el sello de la FDA (la agencia estadounidense que regula el mercado farmacéutico) proceden de productos naturales”, asegura el informe. Siguiendo esta tendencia, se prevé que el sector privado se interese cada vez más en la bioprospección.

En Estados Unidos y en Europa se han presentado más de 150 patentes para explorar y explotar las infinitas posibilidades de la Antártida. Ejemplo de esto es que algunas de las patentes solicitadas aspiran a curar heridas y tratar piel, pelo y uñas, mientras otras propuestas esperan usar las algas verdes del continente para tratamientos cosméticos, o recurrir a su levadura negra para limitar la extensión de los tumores.

Los extremófilos parecen tener recursos casi infinitos. Se pueden usar “para liposomas en cosmética, tratamiento de desechos y biología molecular para la industria alimenticia”, asegura el informe de Naciones Unidas.

“La prospección biológica de estos extremófilos ya se está produciendo”, advierte el director del Centro de Estudios de la ONU, el profesor Hamid Zakri. “Este informe sugiere que los esfuerzos por explotar esta nueva frontera están amenazando la autoridad de las leyes internacionales en la regulación de cuestiones como la propiedad del material genético, la emisión de patentes y las consecuencias sobre el medio ambiente”, asegura.

Otro de los hallazgos del continente helado es el de la glicoproteína, un descongelante que poseen algunos peces de la Antártida. Descubierta a principios de los años setenta por investigadores de la Universidad de Illinois, la glicoproteína podría tener numerosas aplicaciones comerciales, como la preservación de productos congelados, la cirugía o la piscicultura.

La Antártida hoy debe ser un tema de estudio y debate central no sólo por su importancia creciente en la economía mundial sino que también la forma en que la concibamos y habitemos influirá en la paz de la región.

La geopolítica del conocimiento y la causa Malvinas

El Tratado de Lisboa, en su Anexo II (13/12/2007), señala que son “países y territorios de ultramar” de la Unión Europea “las Islas Malvinas (Falkland), Georgias del Sur y Sandwich del Sur”. Esta es la posición de los 27 países de la Unión Europea incluyendo España, Italia, Francia y Portugal.

La cartografía del poder colonial ha favorecido que la difusión del conflicto territorial en Malvinas entre la Argentina y Gran Bretaña sea desconocido por gran parte del mundo. Lo grave es el desconocimiento, hasta entrado el siglo XXI, que la región de Suramérica tiene sobre el asunto en términos de su población. En la currícula de los colegios secundarios de la mayoría de los países suramericanos no se incluye en la historia de América del Sur la invasión de las islas argentinas por parte del Reino Unido en 1833, y al hablar de colonialismo no lo estudian como parte de nuestra historia actual. El nuevo mapa bicontinental publicado por el Instituto Geográfico Nacional Argentino es sin lugar a dudas un avance en el proceso de insubordinación cultural que nos queda pendiente profundizar. Un mapa es un discurso, y superar los discursos coloniales implica superar los mapas que reproducen el colonialismo.

Consideramos que el compromiso de Unasur y la CELAC en respaldar el reclamo de soberanía en el Atlántico Sur por parte de la Argentina debería avanzar en términos culturales incluyendo en la historia actual del continente la cuestión Malvinas.

La persistencia vence lo que la dicha no alcanza, es un decir de la cultura popular de nuestros pueblos. Las culturas estratégicas insubordinadas a la concepción del mundo colonial en los pueblos de nuestra América, en su persistencia histórica, dejará sedimentada la identidad que nos hará libres, y en ese proceso de sedimentación, la cultura de insubordinación que nos deja la resistencia al colonialismo en Malvinas será definitiva.

Autorxs


Paola Renata Gallo Peláez:

Abogada. Maestranda en Defensa Nacional EDENA. Miembro de la Mesa Directiva del Movimiento por la Paz, la Soberanía y la Solidaridad entre los Pueblos (MOPASSOL).

Eduardo Maieru:
Contador Público. Maestrando en Defensa Nacional EDENA. Especialista en fiscalidad internacional y lavado de activos por el Ministerio de Economía y Hacienda del Reino de España.