Editorial: Sumas y restas de la actividad agropecuaria
El desarrollo del sector agrario en la Argentina ha sufrido cambios extraordinarios en las últimas dos décadas.
Históricamente, la actividad agraria se ha distinguido por su escasa movilidad, su reticencia al cambio y su apego a las formas tradicionales.
Sin embargo, si uno analiza los cambios realizados en el período mencionado se sorprende por la ductilidad de los actores para incorporar tecnologías, infraestructura y, sobre todo, metodologías de explotación novedosas que favorecieron el desarrollo del sector hasta convertirlo en uno de los más dinámicos y tecnificados del país. De todas formas, es por lo menos discutible concluir que los resultados de estos cambios no ofrezcan fisuras.
Los artículos de esta edición son una pequeña muestra de la diversidad de enfoques que se presentan hoy sobre la actividad agroganadera y, seguramente, nos brindarán suficiente material como para enriquecer el debate acerca de algunos temas que ya están incorporados en la agenda pública.
Uno de los elementos que se destaca en las contribuciones es la modificación de la estructura social del “campo”. La incorporación masiva de organismos genéticamente modificados más la utilización de productos químicos que aumentan el rendimiento de algunos cultivos, introdujeron en el paisaje rural la figura del productor empresario, encargado de aplicar los avances de la ciencia y la tecnología al sector, tomando así distancia del agricultor tradicional.
Otra característica distintiva de este proceso es el avance de la frontera agrícola hacia regiones extrapampeanas. Este hecho ha significado no sólo el éxodo de productores familiares y el desalojo de comunidades indígenas y campesinas, sino también un cambio drástico en el medio ambiente debido a la tala de grandes superficies boscosas con la consiguiente pérdida de flora y fauna autóctonas.
La consolidación de la producción de soja transgénica ha llevado a los márgenes a otros productos primarios, incluida buena parte de la producción ganadera, obligando a los productores a incorporar nuevas formas de explotación congruentes con la disminución de las superficies disponibles para esta actividad.
La utilización intensiva de la biotecnología se traduce en continuas incorporaciones de nuevos productos biotecnológicos que, por su parte, muchas veces generan problemáticas.
Estos cambios también alcanzan a la producción industrial de maquinaria agrícola generando un proceso de transnacionalización en la composición de las empresas productoras.
La metodología de la siembra directa trae aparejada la constitución de sociedades transitorias, llamadas pools de siembra, y ha incorporado al debate social a nuevos protagonistas que compiten en influencia con los tradicionales propietarios de grandes superficies de tierra.
Por último, los cambios que ha producido este nuevo escenario en la formación de los requerimientos de empleo especializado, la fuerte reducción de la demanda de mano de obra para tareas agrícolas y la confrontación con comunidades originarias y productores familiares que defienden la propiedad de sus territorios e intentan mantener sus ancestrales formas de producción, generan una situación conflictiva, al tiempo que modifican la estructura social.
Desde luego, estos cambios tanto de calidad como de cantidad en la disponibilidad de recursos primarios han traído aparejado un desarrollo industrial de origen agropecuario que, a su vez, condiciona a la producción y crea nuevas necesidades para un desarrollo que parece no tener techo.
Este apretado y breve resumen intenta dar cuenta de la complejidad del nuevo escenario que, tal como revelan las circunstancias precedentemente señaladas, nos preanuncia la posibilidad de una escalada en la conflictividad social.
Esta situación vuelve imprescindible la presencia del Estado, que no sólo debe mediar en este conflicto de intereses, culturas y voluntades, sino que debe hacerse cargo de la orientación presente y futura que debería tener esta actividad primaria.
Tal vez, como colofón de este mensaje, conviene recordar que en el centro de todas las decisiones políticas, económicas y sociales debe estar prioritariamente la búsqueda del bienestar común. En este punto aún no nos hemos puesto de acuerdo los argentinos.
Autorxs
Abraham Leonardo Gak:
Director de Voces en el Fénix.