Editorial: Internet y sus redes. Una conquista desde la nube

Editorial: Internet y sus redes. Una conquista desde la nube

| Por Abraham Leonardo Gak |

Hace unos 50 años nacía una esperanza que prometía cambiar las formas de comunicar, de escribir, de informar, de acceder al pensamiento de todos los tiempos. Una perspectiva realmente atractiva que permitiría aprovechar de mejor manera el tiempo de cada uno.

Así, lo que asomaba como la esperanza de un futuro de ampliación de conocimientos, mejoras en la comunicación, aprendizaje y disfrute de nuevas posibilidades culturales se fue incorporando a nuestras vidas, sin permiso y sin limitaciones.

En las últimas décadas, este proceso se aceleró a un ritmo inesperado, y los cambios fueron cada vez más drásticos y sensacionales. Cada vez más servicios, cada vez artefactos más pequeños, cada vez una mayor velocidad para comunicarnos, cada vez una mayor cantidad de contenidos generados, cada vez utilidades más nuevas; y todo en un escenario en el cual no se vislumbra un horizonte que funcione como límite, y donde lo que nació como una herramienta va ocupando cada vez más un lugar decisorio en nuestra forma de vida.

Comienzo este texto de esta manera porque quiero compartir con los lectores la admiración por lo que puede hacer el hombre y, al mismo tiempo, el temor de que su uso pueda limitar nuestras libertades al desarrollar las herramientas para el control social a límites insospechados.

Mientras nos brinda la posibilidad de acceder a muchos conocimientos más, mejorar nuestras condiciones de vida al resolver situaciones de la vida cotidiana de una manera más rápida y eficiente, facilitar el acceso a miles de expresiones artísticas y favorecer la comunicación en todo momento y desde todo lugar, también nos genera dependencia, uniformidad, modas y costumbres ajenas a nosotros mismos, y sobre todo nos coloca bajo la mirada vigilante de quienes tienen los recursos para saber qué pensamos, qué hacemos, qué decimos y qué queremos.

Sobre esto último, el derecho a la privacidad, alcanza con pensar que si se pudo ingresar a la vida privada de presidentes, qué no se puede hacer con nuestras modestas individualidades.

La globalización, ese proceso de homogeneización de la vida iniciado hace siglos, adquiere una nueva dimensión que borra distancias y culturas. La posibilidad de la información online se vuelve un condicionante para todo tipo de proyectos; pero sobre todo se convierte, a partir del desarrollo acelerado de la tecnología, en un elemento generador y potenciador de las desigualdades.

El mundo del trabajo también sufre modificaciones, las grandes concentraciones de trabajadores bajo un mismo techo van dejando lugar a unidades de menor dimensión e, incluso, el trabajo en el hogar cobra cada vez un lugar más relevante.

Si bien la enseñanza pasa por un proceso diferente, en el cual cabe esperar que la escuela siga siendo un lugar de socialización y de diálogo cara a cara, día a día se incrementa la oferta de estudios a distancia al tiempo que se incorporan nuevas herramientas tecnológicas que permiten crear, compartir e incorporar los más diversos conocimientos.

Todo esto que describimos nos va llevando paulatinamente, sin prisa pero sin pausa, a convertirnos en solitarios productores/consumidores con un contacto casi único con las personas del núcleo más íntimo.

Este extremo individualismo nos debilita, tanto a nivel particular como colectivo, obligándonos a buscar nuevas formas de asociación y organización para defender nuestro derecho a una vida plena.

Estamos pues ante un gran desafío para conservar como seres humanos el dominio del pensamiento, la creatividad y la búsqueda de nuestras utopías; pues, de otra manera, seremos una serie especial de robots, pero robots al fin.

Autorxs


Abraham Leonardo Gak:

Director de Voces en el Fénix.