Cómo explica la especificidad del capitalismo chino su posición en la economía

Cómo explica la especificidad del capitalismo chino su posición en la economía

Desde 1978 emergió en China un corporativismo estatal que promovió fuertes incentivos para aumentar la inversión, la producción y el empleo. Sin embargo, casi toda la población sufre por la dificultad de acceso y por el alto costo de bienes comunes básicos como educación, salud y protección contra el desempleo. A continuación, algunas herramientas para entender este fenómeno.

| Por Robert Boyer |

Desde el colapso del sistema Bretton Woods y el agotamiento del régimen de crecimiento fordista en la mayoría de los países de la OCDE, el fin de la Unión Soviética y el surgimiento de China, India y Brasil, el sistema internacional ha experimentado transformaciones estructurales profundas en busca de un nuevo orden mundial que sea a la vez geopolíticamente viable y económicamente más eficiente que el actual.

Estos cambios históricos han servido como estímulo para la producción de una vasta literatura en todas las ciencias sociales y todos los programas de investigación han ofrecido respuestas muy concretas a las preguntas en torno a estos importantes temas contemporáneos. En términos generales, algunos investigadores, principalmente macroeconomistas, analistas de cambio institucional y especialistas en política económica estudian los orígenes y la permanencia del ascenso chino. Por otra parte, los investigadores del área de las relaciones internacionales cuestionan la viabilidad del actual “no-sistema” resultante de la descomposición del régimen posterior a la Segunda Guerra Mundial. Se ocupan del tema de la regulación de los flujos de capital, la amenaza proteccionista al libre comercio, el diseño de un nuevo régimen cambiario y, por supuesto, la reforma de los organismos internacionales tales como el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, o la Organización Internacional del Trabajo. Sin embargo, China no tiene un papel específico en estas discusiones.

El objetivo del presente capítulo es intentar integrar estas dos líneas de análisis. La idea central es bastante simple: el consenso sociopolítico altamente específico que se observa en China explica el éxito de su estrategia de desarrollo y, simultáneamente, su creciente influencia en la evolución de la economía mundial.

Es preciso analizar una de las innovaciones centrales de la reforma posterior a 1978, el corporativismo local estatal y su transformación progresiva en un acuerdo de la sociedad entera sobre la base del siguiente quid pro quo: la aceptación del monopolio del Partido Comunista en el terreno político contra un aumento constante del nivel de vida mediante un crecimiento rápido y sostenido. Dentro del paradigma de la teoría de la regulación, esto implica el papel dominante de la forma de competencia en la relación salarial, y un papel altamente específico del Estado como director de la reorganización permanente de los sectores público y privado. En consecuencia, el régimen macroeconómico relacionado es bastante específico de China. Su inserción asimétrica en la economía mundial es un mecanismo que compensa los desequilibrios estructurales internos.

1. Una auténtica coevolución de las instituciones y organizaciones

El camino para salir de un régimen de tipo soviético está estrechamente relacionado con una configuración típicamente china que muestra una mezcla original en la que la lógica económica y la política se hacen primero compatibles y finalmente complementarias.

Las cuatro etapas de la transformación de la economía china

• Luego de la revolución maoísta, el siguiente cuarto de siglo incluyó una sucesión de auges rápidos y descensos drásticos y repentinos asociados con el papel protagónico de las decisiones de inversión tomadas por las autoridades centrales. En algunos casos, por ejemplo, durante el Gran Salto Adelante y más aún con la Revolución Cultural, las evoluciones sociales y económicas fueron tan extremas que las autoridades políticas se dieron cuenta de lo ineficientes que se habían vuelto las instituciones de tipo soviético.

• En cierto sentido, la primera ola de reformas apuntaba a crear grados de libertad a nivel microeconómico con el fin de desarrollar la producción para superar la inseguridad y la pobreza. Al principio, el gran sector estatal permaneció intacto, pero se fueron diseñando nuevos contratos para incentivar a los productores, especialmente aquellos de zonas rurales, a que ampliaran su oferta. Se creó un grado mínimo de competencia al permitir la entrada de nuevos actores en el nivel local. Este enfoque cauteloso, experimental y pragmático hacia la descentralización inauguró un proceso continuo que llevó a la sustitución progresiva de la redistribución y los gastos del Estado por el desarrollo de bancos destinados a encauzar mayores ahorros para el otorgamiento de créditos a empresas existentes y nuevos empresarios. Contrariamente a la transición de la economía soviética después de 1989, las reformas iniciaron un juego de suma positiva sin perdedores.

• Después de 1993, la segunda ola tenía como objetivo fortalecer las instituciones de la economía de mercado mediante la unificación de mercado en todas las provincias y el otorgamiento a empresas de varias estructuras de propiedad. Ante el dinamismo de las nuevas firmas, se pudo reducir el sector público y comenzar con el proceso de privatización. Al mismo tiempo, para controlar posibles discrepancias a nivel local, se centralizó nuevamente el sistema tributario y se desarrolló un control macroeconómico. Los trabajadores de las antiguas empresas estatales y algunos campesinos se encontraron claramente entre los perdedores.

• Después de 2001, con la adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio, la competencia se extendió del terreno nacional al ámbito internacional, mientras se recibían inversiones extranjeras directas con la esperanza de que difundieran las tecnologías y organizaciones fronterizas. Además, se rediseñaron y adaptaron reiteradamente los objetivos y los instrumentos de las intervenciones del Estado central con el fin de corregir los desequilibrios emergentes creados por la etapa anterior de la reforma.

Una forma híbrida compleja: el corporativismo estatal local

El éxito de las reformas no puede atribuirse a la casualidad, ya que el proceso se ha observado durante más de tres décadas. Del mismo modo, no es sólo cuestión de una buena política de estabilización macroeconómica, dado que el tema en juego es la estabilidad y la resiliencia de una arquitectura compleja que vincula a instituciones y organizaciones en diferentes niveles de la jurisdicción china. Un conjunto convergente de investigaciones sugiere que China ha inventado una manera de alinear, al menos en parte, los intereses de los políticos y de los empresarios.

El punto de partida es la reforma fiscal que otorga una mayor responsabilidad a cada organismo público local. Se mantiene el statu quo público, pero hay fuertes incentivos para que las autoridades locales fomenten el surgimiento de empresarios que creen más valor, y por lo tanto una mayor base impositiva, lo que finalmente significará más recursos para el gasto público.

La hipótesis de corporativismo estatal local proporciona una definición precisa de esta forma híbrida. En cierto sentido, esta cooperación entre políticos y empresarios es el resultado lógico del cumplimiento simultáneo de sus objetivos respectivos: por un lado, recuperar el ingreso fiscal máximo, y por otro, optimizar las ventajas competitivas de cada localidad a través del dinamismo de la inversión, la producción, y el empleo. Sin embargo, la lucha de todas las localidades, una contra otra, no redunda en caos y conflicto permanente: es el aporte de un networking intenso entre empresas y gobierno y los niveles micro y macro, ya sea del Partido Comunista o de Guanxi.

Sin embargo, esto no sería suficiente para lograr un patrón coherente a nivel macroeconómico: se necesita una institución más. Los historiadores y politólogos que han investigado el papel y el funcionamiento del Partido Comunista confirman que ciertos denominados burócratas han desempeñado un papel decisivo en la creación de un grupo de empresarios que pudiera sostener el proceso de las reformas y el crecimiento económico. Por lo tanto, a nivel nacional, la complejidad del funcionamiento del Estado de partido único permite un intercambio permanente entre las esferas económicas y políticas. La movilidad de la elite de la política a la economía, y viceversa, se observa en todos los niveles de la sociedad china. ¿Qué es lo que cohesiona a una arquitectura tan compleja? Muchos politólogos sugieren que el régimen de crecimiento chino se basa en un consenso implícito: “Mejores condiciones de vida frente al monopolio político del Partido Comunista”. Está abierto a los grupos más dinámicos de la sociedad, desde intelectuales orgánicos hasta los empresarios más exitosos. Si aceptamos estas premisas, la economía china no es un capitalismo clásico movido por la búsqueda exclusiva de ganancias por parte de empresarios privados; las elites poseen tanto el poder político como el control de los recursos económicos para supervisar la sociedad. Por lo tanto, el criterio de eficiencia no es la maximización del bienestar de los consumidores según una variante consumista del capitalismo; no es la maximización del valor para los accionistas; sino la mezcla de objetivos políticos y económicos. En esta escenario, los actores correspondientes tienden a maximizar la tasa de crecimiento de la inversión o el crecimiento de la producción per se.

La política/economía y el nexo local/nacional

La sinergia entre estos ámbitos y niveles ahora puede hacerse más explícita. A falta de un sistema legal completamente desarrollado y de una manera exclusiva de constituir sociedades, las autoridades públicas tienen la facultad de definir, al menos a nivel local y por un tiempo determinado, los derechos relacionados con el uso de recursos (tierra, materia prima, fuerza laboral, talentos, etc.) y el derecho de legitimar algunas normas respecto de la distribución de los flujos de ingreso. En este marco, los empresarios pueden tomar decisiones acerca de la producción, la inversión y la tecnología. Cuando les va bien, crean valor que puede asignarse a reinversión, gastos sociales y de infraestructura y al aporte de la base impositiva de la entidad en cuestión.

Conceptualmente, este intercambio puede impulsar un círculo vicioso entre burócratas y empresarios. Sin embargo, de forma aislada, un sistema así podría volverse más depredador y corrupto que eficiente en la creación de valor. Existen dos características adicionales del corporativismo estatal local. En lo que se refiere al sector público, cada entidad es parcialmente responsable ante una entidad de rango superior que podría corregir las formas más perjudiciales de la apropiación privada. Del lado empresarial, si los empresarios locales toman decisiones equivocadas, los castigará la competencia con otras empresas apoyadas por muchas otras localidades. Por lo tanto, el corporativismo estatal local cuenta con otra propiedad importante: la de articular los diversos niveles de la sociedad china.

Esta hipótesis puede respaldarse con algunas pruebas empíricas. En primer lugar, la naturaleza pro-crecimiento del sistema de incentivos asociado con las reformas de 1978 es lo suficientemente clara en lo que respecta, por ejemplo, a la evolución de la industria siderúrgica. Al comienzo, era el gobierno central el que determinaba todas las asignaciones. Luego, los gobiernos locales comenzaron a expandir la producción y después de un tiempo las ventas de mercado de la empresa se encontraban en auge.

Una década más tarde, la producción del gobierno tanto central como local disminuyó tanto que al final del período el suministro de acero se encontraba en gran medida privatizado. De esta manera, el proceso impidió el tremendo colapso que tuvo lugar en la Unión Soviética cuando las empresas estatales fueron salvajemente privatizadas, lo que resultó en una contracción drástica de la producción durante casi una década.

Este proceso contradice la idea convencional de extraordinaria continuidad durante el período soviético y el actual en China. En las primeras etapas de la reforma, el gasto y la apropiación por parte del Estado representaban un tercio del PBI, pero con el éxito de la descentralización y el dinamismo de la producción, este porcentaje se redujo al 11% en 1994. A partir de entonces, la recuperación ha sido modesta. Esto significa que en China el Estado no es ni típicamente keynesiano ni beveridgiano ni bismarkiano, puesto que la provisión de la educación, salud y vivienda por parte del Estado ha casi desaparecido. Por el contrario, el Estado ha sido principalmente el arquitecto de una sofisticada red de contratos de incentivo que vincula la economía con la política y viceversa, las localidades con las provincias y las provincias con las economías locales.

En cierto sentido, esto no es una sorpresa, y puede relacionarse directamente con la literatura de las ciencias políticas sobre el mérito del federalismo en la limitación de impuestos excesivos y en la promoción de las diversas estrategias de las empresas. Dada la magnitud continental de China, es lógico que más de dos tercios del gasto público sea local. Esto demuestra una vez más la importancia de la descentralización de las intervenciones públicas y su ajuste permanente. Por ejemplo, los excesos asociados con la casi completa descentralización tributaria se corrigen a mediados de los ’90 con una recentralización impositiva asociada con un papel más activo del gobierno central en la redistribución de los ingresos entre las provincias.

2. Una arquitectura institucional definida: un análisis regulacionista

¿Cómo convertimos estos micro y mesoanálisis de la interacción entre una serie de corporativismos estatales locales en una caracterización de la dinámica macro de la economía china? El propósito de la Escuela Francesa de la Regulación (Boyer y Saillard, 2001) es precisamente explicitar el papel de las formas institucionales, es decir un concepto de nivel meso, para acortar la distancia entre el micro y el macro. Por lo tanto, no existe una dinámica y un patrón único para las economías modernas, sino una multiplicidad, en relación con diversas arquitecturas institucionales (Amable, 2004). Algunas investigaciones regulacionistas (Chavanceetal, 1999; Song, 2001; Uni, 2004, 2007; Agliettay Landry, 2007) ya prepararon el camino para interpretar los orígenes y los límites de la estrategia de desarrollo de China. A la luz de sus resultados y del presente marco analítico, China se encuentra explorando un tipo de capitalismo genuino y en gran medida sin precedentes.

La primacía de la competencia

Las dos relaciones sociales estructurales del capitalismo son, básicamente, la competencia de mercado y la relación capital-trabajo. Su conjunción implica que la acumulación es la característica dominante de este régimen socioeconómico, lejos de cualquier estado de equilibrio. En este sentido, un análisis estructural sugiere que el régimen de acumulación relacionado en China es altamente competitivo. De hecho, numerosas entidades con formas jurídicas y lugares de establecimiento diversos (pueblo, distrito, provincia, etc.) compiten permanentemente para capturar los recursos naturales, los equipos y, por último, los mercados de los productos. Esta lógica se aplica a las multinacionales extranjeras: todas buscan acceder al floreciente mercado chino y a los bajos costos de mano de obra. Por consiguiente, están dispuestas a hacer concesiones en cuanto a transferencia de tecnología. Por otra parte, las localidades ofrecen la exención del impuesto territorial e infraestructura sin costo para atraer la inversión extranjera directa. El tamaño de la economía y el dinamismo del corporativismo de cada Estado local compensan la falta de aplicación de la ley de competencia por parte de las autoridades públicas. En realidad, los altos costos fijos y la rentabilidad a escala son tan fuertes que generan un estado permanente de sobreinversión. Este patrón de crecimiento desequilibrado se sostiene por los grandes aumentos en la productividad: los trabajadores rurales son trasladados de puestos de trabajos de muy baja productividad a tecnologías de última generación incorporadas a los equipos más modernos. De esta manera, el patrón de crecimiento es la mezcla de la acumulación extensiva (más trabajadores dedicados a la producción capitalista) e intensiva (aumentos continuos de la productividad). El exceso de capacidad relacionado implica una competencia feroz, la disminución de los costos de producción y, por lo tanto, la baja de los precios de mercado. El aumento de los precios de las materias primas, en parte generado por el propio crecimiento de China, es la única fuerza compensatoria de esta tendencia deflacionaria.

La segunda forma institucional básica, es decir la relación capital-trabajo, también tiene una configuración bastante atípica. En primer lugar, desde un punto de vista legal, no hay una condición única para el trabajador, sino que difiere notablemente según se trate de trabajadores urbanos o rurales, y esta diferenciación se encuentra controlada por el hukou. Así, los trabajadores migrantes que se trasladan de las zonas rurales a las urbanas no tenían, hasta hace poco, derechos formales. En segundo lugar, como la organización de los trabajadores está incluida dentro del mismo Partido Comunista, los trabajadores no cuentan con autonomía para defender sus propios intereses y coordinar su lucha entre las empresas, el Estado y las localidades. En consecuencia, la relación salarial se balcaniza y serializa, y esto no es estrictamente equivalente a una relación salarial competitiva, en la que las fuerzas anónimas del mercado regirían a toda la población trabajadora. Por supuesto, los trabajadores migrantes desempeñan el papel del ejército de reserva, pero otros trabajadores empleados en empresas urbanas o rurales con el sistema hukou correspondiente se benefician parcialmente de la participación en las ganancias, de conformidad con el corporativismo clásico. Sin embargo, como hay muchos corporativismos locales de ese tipo, la segmentación laboral y las grandes inequidades definen el patrón normal en la relación salarial china.

Cuadro 1. Las cinco formas institucionales: la configuración China

El ingreso en la economía mundial: consecuencia de un acuerdo (implícito) procrecimiento por parte de China

Esta es una importante característica original del régimen de crecimiento chino. El ingreso en las relaciones internacionales no viene desde el exterior sino que es esencialmente una decisión interna. Cuantitativamente, la apertura de la economía china es descomunal, pero a nivel cualitativo las autoridades públicas mantienen un control considerable sobre los ingresos de capital, la gestión de las normas, las intervenciones en el mercado cambiario y la constitución de grandes reservas para evitar una crisis como la asiática de 1997. No se trata de la expresión de una preferencia ideológica o doctrinal, sino de la proyección del régimen de acumulación interno en la economía mundial.

Está claro que la integración en la economía internacional es consecuencia de las formas institucionales internas. Sin embargo, los funcionarios chinos no son libres de seguir una política exterior completamente autónoma. Deben lidiar con la dinámica altamente específica de un régimen de acumulación impulsado por la competencia en el que la misma es el motor de una tendencia a la sobreinversión. Dado el carácter dependiente de la relación salarial, segmentada, serializada, y para muchos trabajadores competitiva, los excesos de capacidad relacionados no pueden ser reducidos a través del dinamismo del consumo familiar. De hecho, la débil posición negociadora de los trabajadores se ha asociado con una caída casi continua de la participación de los salarios en el ingreso nacional. Esto podría estabilizar y frenar la disminución de la tasa de ganancia promedio, pero no reduce la brecha entre la capacidad de producción y la demanda agregada. Además, la dificultad que tienen las empresas privadas para acceder al crédito lleva a la inversión impulsada por flujos de capital, mientras que el precario sistema de bienestar público (prestaciones por desempleo, salud y vivienda) fomenta el ahorro por parte de familias e individuos como respuesta a las incertidumbres que les depara la vida.

La permanencia y el aumento del superávit comercial chino durante más de diez años son las expresiones de este régimen de acumulación interno desequilibrado. En otras palabras, la China contemporánea es un excelente ejemplo de la dominación jerárquica de la competencia en el país y, en consecuencia, a nivel mundial. Desde un punto de vista teórico, es evidente que casi todas las formas institucionales tienen en cuenta las características de la competencia. Esta es exactamente una de las definiciones de estructura institucional. Desde un punto de vista empírico, en el año 2000, los CEOs de sociedades que cotizan en bolsa informaron que el factor limitante más importante en la gestión era el mercado de productos (79,1%) mientras que el mercado de valores (4,8%) o el mercado laboral (4%) representaban restricciones menores.

3. El régimen macroeconómico: el superávit fiscal compensa desequilibrios estructurales internos

El objetivo de la teoría de la regulación no sólo es hacer explícitos los mecanismos que logran arquitecturas institucionales coherentes por azar, compatibilidad, complementariedad, jerarquía o coevolución. Se propone convertir un diagnóstico cualitativo en una apreciación cuantitativa del surgimiento, la madurez y la crisis de diversos modelos de desarrollo, definidos como la conjunción de mecanismos de ajuste a corto plazo (definen un modo de regulación) y los factores que rigen el crecimiento a largo plazo (respaldan un régimen de acumulación). Dicho ejercicio debe realizarse ahora para el modelo de desarrollo chino.

Un patrón de crecimiento estructuralmente desequilibrado

Se encuentran pruebas estadísticas globales de sobreacumulación en el hecho de que por más difícil que sea el cálculo de un capital social, la relación producto-capital ha disminuido de manera constante desde principios de los ’90. Sin embargo, la tasa de ganancia no disminuye de la misma manera dado que la participación en las utilidades ha compensado el deterioro de la denominada “productividad del capital”. La contrapartida de una mayor participación en las utilidades es una participación salarial más baja. Mientras que el número de asalariados ha aumentado radicalmente con el paso del trabajo rural al urbano, la proporción de consumo doméstico ha disminuido en la demanda total. Esta tendencia hace que el régimen impulsado por los salarios, que ha sido una orientación implícita del gobierno chino desde comienzos del año 2000, sea muy improbable.

Por el lado de la demanda, pueden observarse tendencias a largo plazo muy claras. Por supuesto, la tasa de inversión fluctúa con la sucesión de períodos de aceleración y desaceleración, junto con una tendencia a aumentar a través de las diversas etapas de las reformas económicas. Al mismo tiempo, la proporción de exportaciones en la producción total ha aumentado drásticamente del 10% en 1980 a casi el 40% en 2006. Sin embargo, la evolución más considerable se refiere a la caída casi permanente de la participación del consumo. Dentro de un modelo de crecimiento óptimo, sería de esperar que un gran impulso inicial de inversión finalmente convergiera en un estado de equilibrio con una participación constante de inversión y consumo. Por el contrario, en China, el aumento en la intensidad del capital (“capital deepening”) es un proceso continuo, la participación relativa del consumo disminuye, pero la crisis de sobreacumulación prevista no ha ocurrido entre 1980 y 2006, un período bastante largo. El espectacular aumento de las exportaciones y la suba más moderada del superávit comercial han desempeñado un papel decisivo en la estabilización de un régimen de crecimiento interno bastante desequilibrado.

Figura 1. Tendencia alcista de las inversiones.
Participación en el PBI, 1980-2006
Fuente: Minqi Li, “US, China and the unraveling
of global imbalances” (2007, p. 43)

Figura2. De lo local a lo nacional:
las tres herramientas principales del Estado central

La difícil tarea del Estado central: controlar los numerosos y dinámicos corporativismos estatales locales

El desarrollo de este régimen de acumulación impulsado por la competencia genera tres desequilibrios importantes. Primero, la casi destrucción del bienestar público ha desencadenado un aumento de las desigualdades sociales, pero la pobreza ha disminuido junto con el dinamismo del crecimiento. Sin embargo, casi todos los grupos de la sociedad china sufren tanto por la dificultad de acceso como por el alto costo de bienes comunes básicos tales como educación, salud y protección contra el desempleo.

Por eso, el gobierno central intenta paliar esta fuente potencial de conflictos sociales y tal vez políticos. Segundo, el sistema financiero se ha modernizado, y se han creado entidades centralizadas para racionalizar el crédito y reducir la mala distribución de capital. No obstante, a nivel descentralizado, la alianza entre empresas y autoridades políticas continúa generando préstamos improductivos. Su objetivo no es la eficiencia en la asignación de recursos sino el apoyo al acuerdo político en curso. Tercero, y más importante aún, el gobierno central debe ocuparse de los excesos de capacidad permanentes y la necesidad de mantener una alta tasa de crecimiento sólo para absorber el flujo de trabajadores migrantes de zonas rurales a urbanas. La política cambiaria es parte de tal política. Por consiguiente, la multiplicidad de niveles y entidades es una oportunidad para el crecimiento de China y a la vez una fuente de desequilibrios recurrentes y potencialmente peligrosos.

La aparición de un Estado mercantilista

Así, el presente análisis cuestiona un diagnóstico común sobre la especificidad de China: Se trata de un ejemplo contemporáneo de un Estado mercantilista que acumularía reservas excesivas por razones puramente geopolíticas. Sin embargo, la arquitectura institucional china en su totalidad genera ajustes macroeconómicos que suponen que la posición externa es la variable de ajuste clave. En consecuencia, a falta de un rediseño de todo el régimen de acumulación interno, es quizás ingenuo imaginar que la política cambiaria de China podría decidirse de conformidad con la reducción de los desequilibrios mundiales.

Conclusión

El tema principal abordado en este texto es simple: ¿cuáles son los vínculos emergentes entre el dinamismo interno de la economía china y el rediseño del sistema mundial? Se proponen las siguientes conclusiones provisorias:

1. La alta tasa de crecimiento chino es el resultado de una forma genuina de economía mixta que organiza la sinergia entre política y economía, lo público y lo privado, lo local y lo global.

2. Después de 1978, emergió un corporativismo estatal local que promovió fuertes incentivos para aumentar la inversión, la producción y el empleo y redistribuir los beneficios económicos y políticos relacionados. A nivel provincial y nacional, esto implica una fuerte competencia debido a la permanente reproducción de excesos de capacidad. Con el tiempo, se ha extendido una lógica equivalente a las zonas urbanas/costeras y finalmente a nivel nacional. Se basa en un acuerdo implícito pero fuerte que cambia un alto crecimiento y la esperanza de un mejor nivel de vida por el monopolio del poder político en manos del Partido Comunista.

3. Bajo este régimen, trabajadores serializados y segmentados (rurales/urbanos, según la forma jurídica de las empresas y los diferentes sectores) absorben el costo de la sobreacumulación relacionada. La disminución de la participación de los trabajadores en el PBI conduce a un desequilibrio estructural en la generación de demanda, lo que produce un superávit permanente en el comercio internacional. Esta es la raíz común tanto de la rapidez como de la relativa estabilidad del crecimiento chino y la creciente proporción de las exportaciones de China en el comercio mundial.

4. La decisión de mantener un tipo de cambio controlado, lo que implica un yuan subvaluado, no es necesariamente prueba de una clásica estrategia mercantilista, dado que bien podría ser la consecuencia de la proyección del régimen socioeconómico chino básico en la economía mundial. El control del volumen y la orientación del crédito, así como la capacidad de reaccionar con rapidez, de experimentar constantemente y de intentar prever problemas emergentes son otras características típicas del Estado chino.

Autorxs


Robert Boyer:

Economista Institut des Amériques, Paris (Francia).