Ciudades y energía, una relación compleja

Ciudades y energía, una relación compleja

Alrededor del 70% del consumo de energía mundial tiene lugar en las ciudades. La mayor parte de esta proviene de las fuentes convencionales, principales causantes del proceso de calentamiento global y cambio climático. Es necesario incorporar a la energía en los debates transversales donde es una protagonista silenciosa, pensando que las alternativas energéticas no deben ser sólo fuentes renovables de energía sino que también deben ser utilizadas sustentablemente.

| Por Pablo Bertinat |

Desde 1850 hasta la fecha la población mundial se multiplicó por 5,5. En ese mismo período el consumo total de energía se multiplicó por 50.

Mientras hoy apenas más de la mitad de dicha población vive en ciudades, se espera que en el año 2050 más del 66% de la población mundial sea urbana.

En América latina la tasa de urbanización es aún más alta. Mientras en 1970 era inferior al 60%, en el 2010 rondaba el 80% y se espera que en el 2025 sea cercana al 90 por ciento.

De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (IEA) el consumo mundial de energía en 2035 será un 47% mayor que en 2010. Los mismos escenarios muestran un crecimiento de la cantidad de combustibles fósiles utilizados en dicho período aunque disminuya su peso relativo, que bajaría de un 84 a un 79 por ciento.

Si bien existen muchos debates al respecto, muchos trabajos indican que el consumo urbano supera el 70% del consumo de energía mundial, energía fundamentalmente procedente de fuera de las ciudades. Esta característica exógena invisibiliza su origen, propicia la creencia establecida, pero errada, de que los recursos energéticos fósiles serían infinitos y oculta los impactos que su extracción produce en otros territorios.

A pesar del crecimiento exponencial del consumo de energía, este se da en un marco de fuerte inequidad. El consumo per cápita promedio de los países de la OCDE (18% de la población mundial) es más de 4 veces mayor que el de los países no OCDE (82% de la población mundial). Entre los extremos, esta diferencia es superior a 50. Más de 1.400 millones de personas en el planeta no tienen acceso a la electricidad.

Hoy sabemos que el consumo de combustibles fósiles podría seguir creciendo. Es lo que alientan los pronósticos, escenarios y deseos de las instituciones asociadas a la industria fósil mientras se sabe que si ello se concretara los impactos negativos sobre la sociedad y los ecosistemas resultarían inconmensurables.

En este marco se pueden observar esquizofrénicos análisis que indican escenarios futuros con más fósiles y al mismo tiempo plantean la necesidad de estabilizar las emisiones de gases de efecto invernadero para no superar los 2ºC de sobretemperatura hacia el año 2050. Sin dudas el problema central no es la existencia o no de combustibles fósiles sino la necesidad de establecer cuotas decrecientes de su uso en un proceso de transición hacia otras fuentes de energía y mecanismos socio-técnicos de adecuación, que nos permitan superar la emergencia climática.

Pero el cambio de la matriz energética, entendida como la estructura de fuentes de energía utilizadas, es sólo un aspecto del problema energético. El sistema energético no se reduce a la producción-consumo de determinados volúmenes físicos de energía, sino que el sistema incluye las políticas públicas, los conflictos sectoriales, las alianzas geopolíticas, las estrategias empresariales, los desarrollos tecnológicos, la diversificación productiva, las demandas sectoriales, los oligopolios y oligopsonios, la relación entre energía y distribución de la riqueza, o la relación entre energía y matriz productiva, las relaciones con la tecnología, etc. El sistema energético se configura como un conjunto de relaciones que vinculan al sistema humano, entre sí, con la naturaleza y que se encuentran determinadas por las relaciones de producción existentes.

Desde este punto de vista, el sistema energético mundial se podría caracterizar por una serie de elementos a destacar, como ser:
• Alta concentración respecto de la propiedad y manejo de los recursos energéticos convencionales.
• Altos niveles de conflictividad alrededor del acceso a las fuentes energéticas.
• Fuertes impactos sobre las poblaciones afectadas por toda la cadena de exploración, extracción, transformación y uso de la energía.
• Altos impactos ambientales sobre la biodiversidad en zonas rurales y urbanas.
• La utilización de las fuentes convencionales de energía son causantes de las dos terceras partes de las emisiones de gases de efecto invernadero, causantes del proceso de calentamiento global y cambio climático.
• Los impactos de las grandes obras de infraestructura energética, en todos los eslabones de su cadena, sobre los territorios, la biodiversidad y las comunidades afectadas.
• Las inequidades relacionadas a las características de apropiación de la energía y sus beneficios en toda la cadena productiva.
• La apropiación privada y con fines de lucro de los bienes y servicios energéticos. La mercantilización de las cadenas energéticas en todas sus etapas.
• La ausencia de la participación ciudadana en la construcción de las políticas energéticas y sobre todo en la posibilidad de decidir sobre los usos del territorio son una característica inherente al sistema energético vigente.

En este marco el cambio de la estructura de producción de energía resulta ser una condición necesaria pero no suficiente a la hora de pensar en un cambio en la realidad energética.

Sin dudas el corset que significa el hecho de que las políticas energéticas sean una política sectorial de las políticas de desarrollo establece algunos límites a la hora de pensar el cambio del sistema energético sin modificar el modelo productivo. Sin embargo existen espacios para el desarrollo de reformas y cambios estructurales que permiten avanzar en otro sistema energético especialmente en el ámbito urbano.

Ciudad y energía

De acuerdo con Enrique Leff, la ciudad ha sido convertida por el capital en el lugar donde se aglomera la producción, se congestiona el consumo, se hacina la población y se degrada la energía. Los procesos urbanos se alimentan de la sobreexplotación de los recursos naturales, la desestructuración del entorno ecológico, el desecamiento de los mantos freáticos, el succionamiento de los recursos hídricos, la saturación del aire y la acumulación de basura… Del hecho urbano como generador de necesidades (estilos de vida urbana) se ha pasado a un proceso acumulador de irracionalidades.

El desafío mundial que representa la lucha contra el cambio climático sumado a la actual dinámica del crecimiento urbano plantea la necesidad de un nuevo paradigma energético en el que las ciudades deberían ser protagonistas debido a su actual rol de consumidores netos, ya que es escaso el rol de las ciudades como productoras de energías, y también de determinación de pautas sociales de comportamiento y consumo. La información detallada existente acerca del uso de la energía en las ciudades es pobre. Desde el punto de vista de las fuentes utilizadas y los sectores de consumo se puede verificar que la existencia, por ejemplo, de balances energéticos urbanos sólo se da en casos aislados. Pocas regiones han trabajado alrededor de esto. En la mayoría de los casos los estudios disponibles abordan la cuestión energética desde el análisis de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).

En este sentido se puede observar en la Figura 1 las fuentes de las emisiones energéticas de gases de efecto invernadero en algunas ciudades seleccionadas que muestran la variabilidad entre las mismas.

Figura 1. Fuentes de emisión de GEI en ciudades seleccionadas (UNEP, 2014)

En América latina las principales emisiones de GEI en áreas urbanas están relacionadas con el consumo de combustibles fósiles utilizados fundamentalmente en el transporte, la producción de electricidad y la industria.

La falta de sistemas de información energética urbana se presenta como uno de los principales problemas para analizar y también a la hora de pensar en los cambios necesarios. Información que dé cuenta no sólo de las fuentes utilizadas sino la eficiencia con que se utilizan, los hábitos de consumo, las características del acceso a la energía, los indicadores de pobreza energética, etcétera.

En la mayoría de los trabajos acerca del consumo de energía en las ciudades, se suma al transporte, el espacio construido que en muchos estudios se muestra incluso como mayor consumidor que el transporte.

Respecto de este último sector se puede observar en la Figura 2 un análisis comparado de varias ciudades latinoamericanas y el consumo en transporte.

Figura 2. Consumo diario de energía en transporte por habitante (UNEP, 2014)

Un estudio más detallado muestra que, por ejemplo, en Buenos Aires las emisiones de gases de efecto invernadero del transporte individual representan más del 75% de las emisiones del sector transporte. Como se puede observar en la Figura 3, una de las más altas de América latina.

Figura 3. Emisiones de CO2 del transporte individual y colectivo
en ciudades seleccionadas (UNEP, 2014)

Pero más allá de la falta de información detallada de los diferentes aspectos asociados al sistema energético urbano, se puede asegurar que a medida que la trama urbana se hace más compleja se incrementan los conflictos alrededor de la cuestión energética. La mayoría de las problemáticas y políticas urbanas tienen algún tipo de relación con la energía ya sea por acción o por omisión. Las características que se determinen para los códigos urbanos, los códigos de edificación, las políticas de transporte, las políticas de residuos, las políticas sociales, las productivas y muchas otras tienen vinculación con diferentes aspectos referidos a la energía.

De acuerdo con Naredo, la civilización industrial ha acentuado la insostenibilidad de los sistemas urbanos. “El predominio de las reglas del juego económico ordinario, operado en el marco de la llamada globalización y de los enfoques parcelarios propios de la civilización industrial ha desencadenado tres tendencias contrarias a la sostenibilidad que inciden simultáneamente sobre la ordenación del territorio”. El autor identifica las tres tendencias como el ordenamiento del territorio por un lado en núcleo de atracción de población, capitales y recursos y áreas de apropiación y vertido, la implantación de un modelo de conurbación difusa y los modelos de construcción de la arquitectura moderna.

La problemática energética urbana se debe pensar teniendo en cuenta:
• La ciudad desde la energética social (estudio de la relación entre el uso de la energía y la supervivencia, organización y desarrollo social).
• El proceso de urbanización, concentrándose en el tema energético.
• La entropía relacionada con los sistemas urbanos.
• La cuestión urbano-energética como un problema de escasez, ambiental o de cambio de época reconociendo el cenit de la producción petrolera.

Aportes de las ciudades al cambio del sistema energético

Como ya se ha explicitado, el cambio del sistema energético no se limita a un cambio referido a las fuentes de energía utilizadas. Es necesario incorporar a dichos cambios entre otros elementos:
• Repensar el sistema energético en el marco de los límites al crecimiento pero también de flagrante inequidad.
• Democratizar las políticas energéticas.
• Transformar a la energía en un derecho, avanzando en procesos de desmercantilización del sector.
• Desprivatizar donde sea necesario y desconcentrar la lógica del funcionamiento energético.
• Pensar que las alternativas energéticas no deben ser sólo fuentes renovables de energía sino utilizadas sustentablemente. Aceptar la idea de que la eficiencia energética es la principal alternativa.
Construir un modelo de satisfacción de necesidades humanas menos intensivo en energía y materiales y más equitativo.

Pero resulta interesante poder pensar de qué manera el contexto urbano incorpora estos debates.

A diferencia de otras políticas sectoriales, las políticas energéticas son, en la mayoría de los casos, delegadas en los Estados nacionales. Por lo tanto, las mismas tienen una fuerte impronta de concentración y centralización. Si se suma a esto la preocupación de los Estados nacionales sólo por el abastecimiento sin prestar atención a las características del consumo y otras dimensiones de las políticas energéticas, se configura una situación preocupante. Lamentablemente en un continente fuertemente urbano aún son pocas las experiencias de desarrollo de políticas energéticas locales.

La concentración de las políticas energéticas en manos de los Estados nacionales y dentro de estos en círculos de “especialistas” configura una preocupante situación de falta de debate alrededor del desarrollo de las mismas. Los debates quedan restringidos a sectores de elites del gobierno, algunas consultoras y expuestas al intenso lobby de los sectores empresariales interesados en el área. No sólo es posible, sino necesario, avanzar en la democratización y descentralización de las políticas energéticas.

En este marco, propuestas como las agencias municipales o comisiones municipales de energía presentan algunas potencialidades a destacar. Más allá de las experiencias internacionales al respecto debieran ser concebidos como espacios abiertos, conformados por los gobiernos locales pero también por actores sociales, sindicales, educativos, estos espacios permitirían la apropiación por parte de la ciudadanía de las posibilidades de desarrollo de políticas energéticas. Concebida, la energía, no sólo por los aspectos físicos, sino por sus consecuencias sociales, ambientales y políticas, estas herramientas pueden generar condiciones para abordar las políticas energéticas desde concepciones como la de satisfacción de necesidades, garantizar el acceso a la misma, transformar al Estado local en un ejemplificador como consumidor, ahorrador y también como generador, descentralizar las fuentes energéticas e involucrar a la sociedad en el debate de esta problemática.

El desarrollo de estos espacios democráticos presupone una ciudadanía interesada, formación y debate para la toma de decisiones. Persiguen a su vez la idea de incorporar a la energía en los debates transversales diversos como la eliminación de la pobreza, el sistema de transporte urbano, los códigos de edificación, las políticas de residuos, la eficiencia, las modalidades del comercio, temas todos en los cuales la energía es un protagonista hoy silencioso y que debemos lograr explicitar.

Existen innumerables experiencias de iniciativas locales impulsando la planificación energética o el desarrollo de la energía solar, o la eficiencia en la construcción, experiencias que pueden servir como base para desarrollar algunos aspectos de la democratización de las políticas energéticas. Entre los antecedentes podemos ubicar a las experiencias europeas de energía ciudadana o de agencias municipales, pero también los avances legislativos sobre energías renovables, eficiencia y planificación energética urbana, existentes en nuestro país.

Construir políticas públicas en el área de la energía requiere en primera instancia reconocer su necesidad y en segundo lugar generar herramientas para su construcción.

Entre las tareas concretas a abordar por estos espacios participativos se pueden encontrar:
• Establecer los balances energéticos integrales de la ciudad, los balances de emisiones de GEI y avanzar en los análisis del metabolismo urbano.
• Impulsar la incorporación de la eficiencia energética y las energías renovables distribuidas.
Disminuir los ingresos físicos desde la naturaleza a las ciudades y las salidas de desechos y contaminantes.
• Garantizar el acceso en condiciones dignas a los bienes energéticos al conjunto de la población, configurando a la energía como una herramienta de distribución de la riqueza.
• Avanzar en cambios normativos, regulatorios y legales que permitan avanzar en la desmercantilización del sector.
• Impulsar la introducción de la dimensión energética en todas las instancias de planificación urbana estratégica.
• Constituir al Estado en organismo ejemplificador en sus diferentes roles de generador, ahorrador, consumidor y regulador.

Impulsar un abordaje de la problemática energética en las ciudades requiere al mismo tiempo superar las barreras que dificultan este proceso. Entre ellas se puede identificar la indiferencia de los decisores de políticas, la indiferencia y sensación de incapacidad en la materia de la población, la escasez de recursos técnicos en los Estados, la falta de información, las tensiones económico-financieras, la falta de articulación entre los diferentes niveles del Estado, la falta de objetivos o metas. Resulta importante también poder observar cuáles son los aspectos que pueden favorecer una transición energética urbana.

Abordar la cuestión energética en contextos urbanos requiere reconocer explícitamente esta necesidad y generar los mecanismos, estructuras y recursos que permitan en un marco de participación ciudadana construir otro relacionamiento de las ciudades con su entorno.

Autorxs


Pablo Bertinat:

Magister en Sistemas Ambientales Humanos, Ingeniero Electricista. Director del Observatorio de Energía y Sustentabilidad, UTN Rosario. Docente e Investigador. Miembro del Taller Ecologista.