Ayurveda: la encarnación de una filosofía

Ayurveda: la encarnación de una filosofía

Frente a la notoria crisis que atraviesa la medicina alopática, deshumanizada en el trato, demasiado tecnologizada, cara y de acceso inequitativo, enfocada en la enfermedad y no en el sujeto sufriente, se despliega todo un abanico de prácticas y saberes con una probada eficacia en los resultados. Entre ellos, el ayurveda, más que una medicina, es una forma de vida cuyos principios fundamentales buscan cuidar y prolongar la salud, superar los desequilibrios y evitar así la enfermedad.

| Por Mirta Fleitas |

En el año 2002, la Organización Mundial de la Salud emitió la “Estrategia sobre Medicina Tradicional”, reconociendo que una gran proporción de los consultantes por problemas de salud no recurrían a los profesionales médicos sino que lo hacían a practicantes de otros sistemas con una reconocida eficacia en sus resultados, y que ese fenómeno no era propio de naciones en desarrollo, sino que se hallaba en expansión en los países europeos y en Norteamérica. En el documento aconsejaba a los Estados miembros la formación de personal idóneo en las medicinas tradicionales china, ayurveda, herbolaria, unani e indígena y la incorporación de sus prácticas en el sistema oficial de salud. El organismo político mundial reconocía de esta forma la efectividad de teorías y procedimientos desarrollados por centurias en diferentes partes del planeta.

Nacidos en la India, los manuscritos sobre ayurveda integran el conjunto de compilaciones védicas, cuyo origen se remonta a más de mil años antes de Cristo. En el siglo VIII a.C., Charaka Sanhita escribió el relato de Atreya a su discípulo Agni Vesa, quien conocía los saberes que a los rishis (hombres sabios) les fueron revelados para superar la infelicidad y el sufrimiento de las gentes. Fue así como accedió a la escritura un original sistema de prescripciones para el buen vivir que ya venía transmitiéndose oralmente, con nociones teológicas y filosóficas que se articulaban con el conocimiento común en una actividad originada a partir de experiencias concretas con el fin de alcanzar los propósitos de la vida.

Es importante detenerse en algunas de las características de la filosofía indiana para comprender la lógica del ayurveda. Los sabios antiguos enfrentaron los misterios del universo mediante caminos no fáciles y no buscaron la popularidad. Eran extremadamente exigentes con los que pretendían ser sus discípulos y sus conversaciones estaban llenas de analogías, de imágenes, relatos y metáforas, a los que el sánscrito prestó sus características de convergencia significativa aplicable a diversos ámbitos y situaciones. Esta capacidad de condensación que tiene dicha lengua se ha vuelto muy difícil de trasladar a otros idiomas, sobre todo europeos, pues se pierde una densidad significativa que empobrece la trasmisión de la verdad.

La principal preocupación de los maestros indios –en contraste con Occidente– no ha sido la información sino la transformación: lograr un cambio radical de la experiencia humana y una renovación del entendimiento del mundo externo e interno, que de lograrse, equivaldría a un renacer. En la relación del maestro con el alumno sentado a sus pies debía producirse una transformación del alma, no solo un cambio intelectual sino también del corazón, a través del cual el discípulo podía salir de la ignorancia y trascender hacia una vida más perfecta. El conocimiento aseguraba ese proceso, mas no se trataba de un conocer de los fenómenos captados por los sentidos, sino uno más profundo, oculto e inconsciente que se encontraba en la esencia de todo lo existente. A través de una introversión dirigida hacia las profundidades era posible conectarse con la causa del despliegue cósmico, fuente última y básica de lo viviente.

El objetivo de la filosofía india era el de develar lo que el desarrollo de la vida ha permitido que se oculte, integrar en la conciencia lo que ha sido resistido, no abordar la descripción y profundización del mundo visible. De esta manera, la sabiduría no consistía en acumular un capital de lecturas o de abstracciones para luego transmitirlas, sino que las ideas aparecían encarnadas en el cotidiano vital del iluminado. Lo que se admiraba socialmente no era la elaboración conceptual o de un sistema teórico sino la experiencia derivada de una búsqueda de perfeccionamiento hacia la consustanciación con el Ser Universal. Esta relación con el conocimiento se convirtió en el punto más alto de la valoración social, por encima del poder del rey y del hombre rico.

Finalmente, en Occidente, las ciencias han influido sobre el planteo de los problemas filosóficos, cosa que no ha sucedido en la India, donde la insistencia en la introversión y la profundización de los caminos aportados por el yoga han permitido la permanencia de una herencia lógica que ha sido reinterpretada a lo largo de los siglos, pero ha guardado ciertos ejes incólumes.

¿Qué es el ayurveda?

Al igual que el yoga, el ayurveda debe a la filosofía samkya sus concepciones, por lo tanto es inseparable de esa corriente. ¿Qué quiere decir esto? Que el ayurveda, más que una medicina, es una forma de vida que se abre a todos los aspectos de la existencia. La filosofía samkya abordó un tema que ha desvelado durante milenios a los pensadores indios: consideraba que todo lo existente estaba incluido en una sustancia inmaterial, universal, eterna, raíz de todo poder y gozo. Indivisible, sin cualidades, sin tiempo ni espacio, imposible de ser percibida por los sentidos, llegaba a cada ser vivo como Purusha (significa “Yo” con mayúscula). Los hay infinitos. Este Purusha espiritual toma un cuerpo y una mente para reconocer el mundo. Purusha tiene iguales características que el Ser Universal, por lo que los planos macro y micro no presentan contradicciones, hay una continuidad entre el ser interior de cada individuo y los componentes de la naturaleza.

Para la filosofía samkya, vivimos para el alma, somos espíritu, y estima como una función superior conocer los avatares de esta condición. Para ello es necesaria la mente, pues sin su presencia los estímulos sensoriales permanecerían sin ser considerados. En este nivel, el del cuerpo-mente, actúa el ayurveda, aumentando permanentemente la conciencia, con el fin de trabajar sobre el cuerpo para alcanzar la armonía y la liberación de los apremios del mundo sensible que, al constituirse en una fuente constante de cambios, lo desequilibra.

Literalmente, la palabra sánscrita ayurveda está constituida por dos términos: veda (conocimiento) y ayur (vida); significa conocimiento de la vida. El vocablo “conocimiento” abarca la percepción sensible y la consecuente interpretación, constituye el nivel de la experiencia. En cuanto a “vida”, se refiere a la experiencia de cada segundo como signo consciente de que estamos vivos en un mundo interrelacionado. Para estar sano, el cuerpo debe estar en equilibrio con la naturaleza, la mente en armonía con la mente colectiva de la sociedad en la que se vive y el espíritu en conformidad con el Ser Universal. Cada ser humano es un individuo único, una manifestación impar de la Energía Creadora del universo, por lo cual cada uno recorre un camino propio para contribuir a la vida.

El ayurveda configura una disciplina práctica, física y mental, a disposición de quienes estén dispuestos a responsabilizarse de sí mismos, a poner límites a la autocondescendencia que se confunde fácilmente con la libertad; consiste en aprender a sujetar los desarreglos por propia decisión, antes que la naturaleza lo haga mediante la enfermedad. En la medida en que interpreta la armonización de las personas como una contribución a las fuerzas equilibradoras del universo, el ayurveda conserva hoy su vigencia y propone a nuestra época de velocidad y olvido un replanteo de las relaciones con la naturaleza y con nosotros mismos.

Del espíritu a la materia

Todo ser mora a orillas del océano de la fuerza vital; para conectarnos con ella contamos con la mente y una constitución material, la prakriti (significa “naturaleza, la primera creación”), estructura que permanece en parte fija durante toda la vida y es en parte dinámica, en tanto encargada de las relaciones con el medio. Sus particularidades dependen del estado de los cuerpos del padre y de la madre en el momento de la concepción, de la constitución genética de ambos, de la nutrición de la madre durante el embarazo y de sucesos en el momento del parto. Aunque la prakriti determina las características y los límites de los cambios posibles más allá de los cuales aparece la enfermedad, nuestra materialidad manifestada en el nacimiento queda para toda la vida. Muchas de nuestras tendencias, aun las desagradables, derivan de esta nuestra “primera naturaleza”, por lo que conocerlas permite el desarrollo de mayor tolerancia y la posibilidad de convivir con ellas.

El espíritu esencial (Purusha) utiliza la mente para proyectarse sobre el cuerpo físico, creado a partir de los cinco elementos. Estos, llamados “los cinco grandes estados de la existencia material”, son las nociones básicas utilizadas para explicar la continuidad de los procesos interiores de los individuos y los externos de la naturaleza, pues según el ayurveda, los procesos metabólicos que realiza el cuerpo humano para vivir caracterizan iguales evoluciones en las plantas, los animales y los seres humanos. En efecto, las propiedades de los elementos tierra, agua, fuego, aire y éter pueden detectarse en todo ser vivo, pero al condensarse de a pares dan origen a los tres doshas (significa “cosas que pueden estropearse”) o constituciones: vata, pitta y kapha. La prakriti se exterioriza a través de estos tres doshas y el ayurveda los analiza.

Las personas vata se caracterizan por ser más etéreas y más ligeras que el resto, pues intervienen en su constitución las cualidades del espacio y del aire, expresión de la energía cinética del cuerpo; de mentalidad inestable, fomentan el cambio y tienden a producir gases intestinales. Los individuos pitta, asociación de las propiedades del fuego y agua, regulador de la energía potencial y la dinámica, evidencian su calor en un apetito intenso, en la buena digestión, en la capacidad de soportar el frío y en las conductas impulsivas. Finalmente, los kapha son reguladores de la energía potencial que se manifiesta en la estabilidad y lubricación del cuerpo; suelen tener cuerpos más pesados, más densos que los otros tipos, y a veces almacenan fluidos y grasa fácilmente. La tendencia a simplificar de los occidentales suele interpretar que la determinación de los doshas genera biotipos rígidos (se es kapha, pitta o vata). No es así. Si bien las tres constituciones no se hallan en equilibrio en los sujetos, habitualmente dos de ellas se asocian y alternan sus manifestaciones, que se vuelven más evidentes en uno u otro sentido en los desequilibrios. Un pequeño cambio en las funciones puede anunciar al ayurveda un trastorno próximo, aun cuando la persona no se haya dado cuenta; para ello es necesaria una minuciosidad en la investigación y un entrenamiento exigente.

La importancia de la nutrición

La cantidad de cada dosha en el organismo depende de los sabores, los que influyen sobre el equilibrio entre las constituciones. Los sabores tienen una función principal en el funcionamiento del organismo y en la conciencia ya que son el aporte que pone en marcha el sistema de alimentación. Son ellos: dulce, agrio, salado, picante, amargo y astringente. Los seis sabores tienen mayor importancia para la mente que para el cuerpo, dado que está permanentemente atenta al estímulo sensorial que debe registrar para la respuesta acorde de todo el organismo. Los sabores se encuentran íntimamente relacionados con los cinco elementos y con las emociones, puesto que la ingestión de los mismos contrarresta o agrava ciertos afectos. Todos los sabores pueden ser adictivos. El dulce, por ejemplo, es una droga habitual en nuestra sociedad porque da satisfacción inmediata. Otros prefieren dedicarse a la envidia provocada por lo agrio, o a la irritación agresiva del picante. La comida puede utilizarse para alterar la conciencia, al provocar los desequilibrios de los doshas. Pero es necesario aclarar que no solo es importante la calidad y sabor de los alimentos que ponemos en la boca, sino también la posibilidad de que sean correctamente digeridos.

Los doshas abarcan también las emociones. Los sujetos con predominio de vata suelen presentarse como inquietos y temerosos, y para contrarrestar esos estados recurren al consumo de sustancias dulces, agrias y saladas. Pero si se insiste en exceso con estos hábitos, se puede favorecer la preeminencia de kapha, lo cual obstaculizaría el movimiento normal de vata. Se hace necesario que las personas con tendencias vata incorporen estos sabores en cantidades pequeñas para su fácil digestión. Las personas predominantemente kapha se sirven de lo dulce, salado y agrio para retraerse en sus rígidas costumbres, cuando lo racional sería el recurrir a los sabores amargo, picante y astringente para reanimarse y estimularse; si bien no excluyen otras opciones, estos gustos deberían estar presentes en sus dietas. Los individuos preferentemente pitta se muestran agresivos e impacientes; para ellos el dulce, el amargo y astringente son convenientes. Pero suele suceder que prefieren lo agrio, salado y picante, que calienta sus cuerpos y mentes, empujándolos a la persecución implacable del éxito… y del desequilibrio.

El ayurveda enseña que la alimentación aporta la fuerza vital a todos los seres vivos, que la vida es una búsqueda permanente de alimentos y que nos mantenemos vivos mediante el consumo de otros seres vivos. Por estas interpretaciones, el comer debe preservar el respeto de un ritual, lo que ha motivado una serie de prescripciones que, de ser observadas, contribuyen al logro de una armonía en el proceso de consumo y de una satisfacción plena. Así, se considera no comer si se está deprimido, de mal humor o irritable, ni enseguida de realizados ejercicios físicos; se debe prestar atención al ambiente y a la posición corporal en la mesa; la comida debe estar preparada por alguien que nos quiera o le agrade cocinar, pues una mala energía puede quedar en el plato y causar malestares; hay que agradecer a la naturaleza la provisión de los alimentos y, antes de comer, dar un plato a otras personas o a animales como signo de que el alimento colabora al bienestar de todos los seres; no comer con la TV prendida, concentrarse en la acción y en silencio; consumir viandas apetitosas, de colores atractivos y textura agradables; cuando se pueda, comer con las manos, así se envían estímulos táctiles al cerebro, etc. Las prescripciones se extienden a las asociaciones más convenientes para mantener el equilibrio dóshico y las consideraciones que debe contemplar una persona que decide armonizarse.

Finalmente, hay una rutina diaria que cumplir basada especialmente sobre los hábitos de la comida, el sueño y el sexo, ya que equivalen a funciones básicas como la digestión, el descanso y la creatividad. Si bien la vida moderna no deja tiempo para el cumplimiento total de la rutina, se puede distribuir durante la semana. Lo mejor es comenzarla al amanecer, momento ideal para las evacuaciones y conectarse con la salida del sol. Luego de evaluar nuestro estado digestivo en las excreciones, se procede a la limpieza del rostro, de los orificios de la cara, los dientes y la lengua. Después, un tiempo de meditación distiende la mente y la prepara para la concentración diaria. La continuidad de la existencia cotidiana se debe a dos barreras protectoras: la piel y la mucosa intestinal; así es que si las toxinas no se encaminan por los desechos habituales, lo hacen por la piel, ya que hay una relación funcional entre el tubo digestivo y la piel. Ciertas personas necesitan de oleaciones con aceite de sésamo o de coco, cada tanto o en forma sistemática en todo el cuerpo, en la cabeza o en los pies. Finalmente, la rutina incluye la actividad física acompañada de respiraciones profundas que purifican los pulmones. Si observar el hábito diario se vuelve una operación difícil, es bueno ocuparse de mantener en movimiento el intestino, sostener el cuerpo en movimiento con ejercicios regulares y perseverar en la respiración lenta y profunda.

Epílogo

He tratado de exponer las características sobresalientes del ayurveda, sus principios fundamentales para cuidar y prolongar la salud. Si se logra mantener la armonía de los doshas e intervenir superando los desequilibrios mediante prácticas sencillas se logrará evitar la enfermedad. Esta aparece cuando un desequilibrio es intenso o se ha vuelto crónico. En estos casos es necesario intervenir para lograr una buena nutrición de los tejidos, reponer las fuerzas mentales y espirituales para realizar a posteriori los tratamientos específicos.

Este sistema hace hincapié en mantener la plenitud física, mental y espiritual mediante la ampliación permanente de la conciencia que da el conocimiento del Yo, entendido no en términos freudianos, sino como el portador de una esencia compartida con todo el universo, y que ha sido descripta como fuente de supremo gozo. El ayurveda encuentra para ese camino introspectivo un aliado imprescindible en el yoga. Nuestros médicos alopáticos envían a sus pacientes a practicar yoga para mejorar sus males físicos, cuando es un dispositivo al servicio del dominio mental de los estímulos sensoriales y de los órganos de actividad, en camino a grados mayores de libertad y autonomía.

Las diferencias comparativas con la metodología de la biomedicina científica son evidentes. Mientras que la elaboración de conocimientos científicos exige la verificación de hechos acaecidos en un campo de estudio definido mediante la observación y repetición de fenómenos sensibles, utilizando metodologías específicas aplicadas a un abordaje sistemático y objetivo de las manifestaciones estudiadas, el ayurveda, en cambio, aparece integrado a un cuerpo filosófico, parte de lo inmaterial para luego analizar lo corporal, no necesita de evidencia física, pues se acepta como verdadero lo que se prueba como no falso, sigue un razonamiento y una lógica experiencial, con un proceso de conocimiento centrado en el sujeto. Además, nuestra biomedicina se halla sustentada por estudios clínicos y da respuestas estandarizadas a los cuadros objetivos, en tanto está dirigida al objeto analizado (la enfermedad) y no al sujeto sufriente; por otro lado, considera los fenómenos como provenientes solo de la materia sensible. Cuando interviene el ayurveda en los desequilibrios con sintomatología similar prescribe tratamientos diferentes, en atención a causas subjetivas; por esa razón no admite estudios clínicos, a la vez que repara en la materia sutil (mente-espíritu) y opaca (cuerpo) articuladas entre sí.

¿Por qué el interés por el ayurveda fuera de Asia? Es notoria la crisis que atraviesa la medicina alopática, deshumanizada en el trato, demasiado tecnologizada, cara y de acceso inequitativo. Las medicinas tradicionales han guardado para sí y para los consultantes los ámbitos que siempre han estado presentes cuando han aparecido los malestares con sus imprecisiones o, simplemente, cuando la materialidad de nuestro cuerpo no impide preguntas dirigidas a aclarar nuestro lugar en el mundo. En su larga historia, la ciencia apartó primero la metafísica y se desentendió de ella al mandarla al campo de las religiones o de las supersticiones; luego separó las ciencias de las evidencias mentales y simbólicas y, para terminar, creó campos cada vez más acotados y especializados. Esta evolución influyó en el planteo de los problemas filosóficos que se apartaron de los interrogantes generales que relacionaban a los hombres con el universo en favor de temas más específicos. Por otro lado, el conocimiento científico, salvo excepciones, ya se ha liberado también de la filosofía.

El ayurveda, además de presentar una efectividad comprobada en la práctica, nos remite a la posibilidad de una trascendencia que se aloja dentro de cada uno y cuyo conocimiento habilita a un perfeccionamiento basado en el amor y respeto de todo lo existente, porque si está allí, es porque un ser espiritual lo habita. En ese sentido, la filosofía samkya es una filosofía integradora de la experiencia humana y del cosmos que desafía e invita a reconsiderar, con su palpitante vigencia, los valores de Occidente.

Autorxs


Mirta Fleitas:

Médica psiquiatra. Magister en Salud Pública. Doctora en Humanidades. Profesora Adjunta e investigadora de la cátedra Medicina y Sociedad de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario. Jefa del Departamento de Prevención e integrante de la Unidad de Estudios de Medicinas Tradicionales y Naturales de la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario. Investigadora de la Unidad de Investigación de Historia Regional, ISHIR/CONICET, UNJujuy. Presidenta de AGNEYA (Asociación para el Estudio y Difusión de Medicinas Ancestrales).