Tocando la puerta del cielo: las mujeres en la India demandan templos de igualdad

La entrada de mujeres a espacios religiosos ha sido un tema polémico en la India desde tiempos inmemoriales. El fenómeno, sin embargo, no constituye una excepción a nivel mundial. Frente a ello, el movimiento de mujeres por el derecho de entrada en los espacios religiosos viene a cuestionar las jerarquías sociales basadas en género y castas, y es la voz que anuncia que la marcha hacia la igualdad no se podrá detener.
El 26 de enero de 2016, el 66º Día de la República de la India, más de 500 mujeres de Ranragini Bhumata Brigade (la Brigada de las Guerrilleras de la Madre Tierra) provenientes de todo el estado de Maharashtra, en la región occidental de la India, salieron en autobuses para desafiar una tradición centenaria que excluye a las mujeres de adorar al ídolo del dios Shani. Este dios hindú está asociado con el planeta Saturno, ubicado en el interior del santuario del templo de Shani Shingnapur, en el distrito de Ahmednagar. En un acto de valiente iniciativa, como parte de su campaña contra la discriminación de género, y en un intento de alterar las tradiciones arcaicas, las mujeres propusieron romper la prohibición que les restringía entrar a ofrecer culto en el santuario interior. La policía las detuvo en el pueblo de Supa, a 70 kilómetros del templo. Las agitadoras se sentaron en una huelga de desobediencia civil, cantando canciones religiosas y proclamando su resolución de permanecer allí hasta que la policía les permitiera pasar.
La jefa de la Brigada, Trupti Desai, de 31 años de edad, captó la imaginación nacional cuando esta agitación pionera culminó con la victoria de las mujeres: el 30 de marzo de 2016, en un fallo histórico, el Tribunal Supremo de Bombay ordenó que se les diera entrada a las mujeres en el santuario interior del templo. El tribunal observó que las mujeres no podían ser excluidas de entrar en cualquier parte del templo y dejó en claro que correspondía al gobierno estatal asegurar que se les permitiera ir donde los hombres pueden ingresar.
El fallo se produjo después de que varias mujeres activistas presentaran peticiones en el Tribunal Supremo desafiando la prohibición al ingreso de mujeres en el sanctasanctórum del templo. Hasta 2011 no se les permitía entrar en ese templo en absoluto. Sin embargo, después de campañas de concienciación realizadas por los racionalistas asociados con el Maharashtra Andhashraddha Nirmulan Samiti (Comité para la Erradicación de la Superstición en Maharashtra), se les dejó ingresar en el templo, pero les fue prohibido hacerlo en la zona central del santuario, y se les negó subir a la plataforma en la que está instalado el ídolo del dios Shani.
Tras meses de esfuerzos por parte de las mujeres, y después del fallo, la Junta del Templo de Shani Shingnapur, en abril de 2016, les permitió a las mujeres orar en el sanctasanctórum poniendo fin a una vieja costumbre de 400 años.
¿Qué es lo que desencadenó el movimiento?
El movimiento fue provocado por un incidente el 28 de noviembre de 2015, cuando una mujer entró y ofreció oraciones en el santuario de Shani –en contravención de la antigua práctica de prohibir la entrada a las mujeres– y luego desapareció en la multitud.
Sorprendida por esta “infracción”, la Junta del templo se puso en acción y suspendió a siete guardias de seguridad. Los aldeanos realizaron una “purificación con leche” del ídolo y protestaron por el incidente. Sin embargo, la acción de la mujer fue alabada por diversos sectores de mujeres y organizaciones sociales. El Comité para la Erradicación de la Superstición en Maharashtra, que ha estado luchando contra la práctica que prohíbe el ingreso de mujeres en los templos hindúes, celebró la acción de la mujer.
Las mujeres de un amplio espectro en la India, desde personalidades públicas hasta profesionales, han puesto en tela de juicio una y otra vez esta práctica discriminatoria de las religiones hacia las mujeres. Maharashtra ha tenido una larga historia de luchas por el derecho de las mujeres a entrar en los templos, siendo el episodio del Templo Shani Shingnapur el más reciente, provocando el frenesí del orden patriarcal.
La entrada de las mujeres en los espacios religiosos: un tema polémico en la India
Por sorprendente que pueda parecer, la entrada a espacios religiosos ha sido un tema polémico en la India, con restricciones impuestas a base de casta y género. Los recientes movimientos exigiendo la entrada de mujeres en lugares de culto no solo han surgido entre mujeres hindúes, sino también entre las mujeres de la comunidad musulmana que se enfrentan a obstáculos similares. Por ejemplo, en el mismo estado de Maharashtra, mientras las mujeres de las Guerrilleras de la Madre Tierra estaban luchando por el derecho de entrar en el templo Shani Shingnapur, las mujeres musulmanas estaban librando una batalla legal para recuperar su acceso al Mazaar (santuario) de Haji Ali Dargah (el Mausoleo de Haji Ali), un santuario sufí en Mumbai de siglos de antigüedad.
El Bharatiya Muslim Mahila Andolan (el Movimiento de Mujeres Musulmanas de la India) llevó el caso a la Justicia para conseguir la entrada de mujeres al interior del Dargah. El 9 de febrero de 2016, el Tribunal Supremo de Bombay reservó su veredicto sobre un litigio de interés público que desafiaba la prohibición de la entrada de mujeres en el sanctasanctórum del mausoleo. El proceso judicial presentado por las mujeres declaró que ellas siempre habían sido autorizadas en el Dargah, pero en junio de 2012 la Junta del Dargah restringió la entrada de las mujeres al sanctasanctórum del Dargah. En respuesta al litigio, la Junta, en una declaración jurada presentada, citó la menstruación como una de las razones para prohibir la entrada de las mujeres en el Mazaar, pues se percibe como algo “impuro o embarazoso”. En cuanto a la justificación dada por la Junta del Haji Ali, la peticionaria Noorjehan Niaz afirmó que la menstruación no tiene nada que ver con la pureza y que los tribunales también tenían que tomar una posición al respecto. El gobierno del Estado sostuvo que la igualdad debe gobernar sobre la tradición y las costumbres, y que la Junta del Dargah solo debe administrar, y no regular, la tradición.
Existen varios otros templos en la India, como el templo Ayyappa de Sabarimala en Kerala, Patbausi Satra en Assam y el templo del dios Kartikeya en Rajasthan, que prohíben el ingreso a las mujeres. El caso del templo Ayyapa de Sabarimala es otro ejemplo en el que esta práctica discriminatoria ha sido cuestionada ante el Tribunal Supremo de la India. Este famoso templo en Kerala, el estado sureño con más alto índice de alfabetización en toda la India, prohíbe a las mujeres entre las edades de 10 a 50 años (es decir, mujeres en edad fértil, capaces de menstruación) de subir la colina y entrar en el santuario, ya que según las autoridades su presencia es ofensiva para el dios célibe Ayyappa. El tabú, en realidad, revela las profundas angustias de los custodios patriarcales del templo con respecto a la sexualidad femenina. El Tribunal Supremo ha decidido dar al asunto atención amplia y detallada y ha hecho preguntas incómodas a los abogados que defienden la práctica indefendible. La cuestión, sin embargo, todavía no se ha resuelto.
La sexualidad femenina y los espacios sagrados
Un elemento común de razonamiento por la denegación de la entrada a mujeres a los espacios religiosos en la India es el de la “pureza” de los sitios, que se teme que “se contamine” por la presencia de las mujeres. La menstruación se cita con mayor frecuencia como el factor causante de tal “contaminación”. El otro mito popular asociado con la denegación es que las mujeres “libidinosas y perversas” son una amenaza para la estructura religiosa y los hombres asociados a ella.
La sexualidad femenina ha tenido una relación difícil con las costumbres religiosas. Las tempranas sociedades humanas reverenciaban la capacidad de la mujer para dar a luz y por lo tanto mantenían en alta estima los signos de fertilidad femenina, incluyendo la menstruación. El papel de la mujer en la reproducción (la maternidad) no era divorciado de su papel central en la producción (recolección e incluso la caza) ni de su sexualidad. En algunas de dichas sociedades, los hombres incluso imitaban la menstruación en rituales. Los vestigios de estas prácticas prevalecen hoy en la India. En el templo Kamakhya en Assam, por ejemplo, se cree que la imagen de piedra de la diosa femenina emite sangre menstrual. A medida que la sociedad se trasladó desde la vida nómada a la etapa de asentamiento agrícola, el trabajo asociado con la producción de alimentos llegó a ser dividido según líneas estrictas de género: los hombres trabajarían en los campos, y el trabajo de las mujeres se limitó al interior del hogar. A partir de entonces, la capacidad reproductiva de las mujeres fue valorada, pero su capacidad de contribuir económicamente, no. Así empezó una insistencia en el control del movimiento de las mujeres, ya que su participación en la producción de alimentos fue limitada a las cuatro paredes de su casa.
En el siglo VI, la aparición de las ciudades en la India fue acompañada por el aumento de grupos que participaban en actividades económicas especializadas. La estratificación de la sociedad en castas y clases tomó raíz durante este período, junto con el establecimiento de la propiedad privada. La historiadora Uma Chakravarti ha llegado a la conclusión de que la estratificación de la sociedad en castas impuso que se controlara la sexualidad de las mujeres. El matrimonio y la reproducción fueron los principales factores en asegurar la rigidez del sistema de castas cuya lógica de pureza exigía que a las mujeres se les mantenga bajo estricto control.
A partir de este período vemos la evidencia de un gran cuerpo de textos religiosos que mencionan la necesidad de controlar la sexualidad de las mujeres. Por ejemplo, el Shatapatha Brahmana, un texto védico del siglo VI a.C., establece que una mujer, un intocable, un perro y un cuervo son las formas de realización de la mentira, el pecado y la oscuridad. En una línea similar, el Apastamba Dharma Sutra, también un texto sánscrito del siglo VI a.C., afirma que “un marido debe asegurar que ningún otro hombre se acerque a su esposa para que su semilla no entre en ella”. Una forma común de controlar la sexualidad de las mujeres fue hacer referencia a la innata “naturaleza malvada de la mujer”, que si se deja sin control podría llevar al caos en la sociedad. Un gran número de textos de la época llevan referencias explícitas al mal carácter de la mujer. El Manusmriti, el libro del código hindú, claramente establece que es el deber del hombre proteger a su esposa con el fin de garantizar la pureza de su descendencia.
No solo en la India, el surgimiento de la sociedad de clases en otras partes del mundo también resultó en el control patriarcal de la sexualidad y la reproducción de las mujeres por la necesidad de garantizar la transferencia de la propiedad privada al linaje masculino “legítimo”. Las costumbres y prácticas sociales reflejaron esta “histórica derrota del sexo femenino”: representaciones de mujeres como recipientes de una sexualidad peligrosa se hicieron un tema común en la mitología de la mayoría de las religiones; la maternidad fue aclamada y venerada, pero la sexualidad de las mujeres se temía, se castigaba y se disciplinaba. El Monasterio de Ivirón en el Monte Athos, situado en el norte de Grecia, no permite la presencia de ninguna hembra –“ninguna mujer, ninguna yegua, ni perra”– dentro de sus instalaciones; la regla se relaja solo para gatas. La prohibición de la presencia femenina ha existido desde hace más de mil años, y el razonamiento es que los monjes no deberían verse tentados a participar en cualquier tipo de acto sexual. Esta prohibición continúa a pesar de la resolución del Parlamento Europeo de 2003 solicitando el levantamiento de la prohibición ya que viola “el principio universalmente reconocido de la igualdad de género”. La manzana de Eva, el pelo de la Medusa y su mirada petrificante, la caja de Pandora, sugieren cómo diversas culturas han compartido temores y ansiedades sobre la sexualidad femenina.
La exclusión de las mujeres de los templos respalda y refuerza sutilmente tales actitudes. ¿Por qué persisten estas costumbres en la sociedad moderna, donde las luchas de las mujeres han desafiado con éxito muchas prácticas discriminatorias? Posiblemente porque alimentan ansias específicamente modernas, y suministran un sentido común patriarcal que funciona como una defensa contra los temores generados por una mayor afirmación y presencia pública de mujeres en la sociedad moderna.
Una larga historia de luchas
Las recientes demandas de las mujeres hindúes que buscan paridad con hombres en el acceso a los templos tienen una larga historia. La demanda de entrada al templo para todas las clases ha formado, durante mucho tiempo, una parte de la lucha más amplia para la reforma social en la India y en un principio comenzó como un movimiento que exigía la igualdad de los dalits (los “intocables” según el sistema de castas entre los hindúes) con otras castas. Al hablar hoy del movimiento de mujeres que exigen entrada a los templos, no se puede dejar de recordar el movimiento por la “entrada al templo” para los dalits, de hace más de cien años.
La India ha padecido el flagelo de la intocabilidad desde tiempos inmemoriales y como consecuencia los dalits, que están en el escalón más bajo de la jerarquía de castas hindú, nunca fueron considerados iguales a castas superiores. No solo fueron suprimidos, rechazados y humillados, sino que también se les impidió hacer uso de varias instalaciones comunes, por ejemplo, las carreteras que conducen a los templos o las instalaciones esenciales de un bien común como el pozo en el pueblo. Estas prácticas todavía continúan en varias partes del país aun setenta años después de la independencia y la promulgación de la Constitución, que garantiza la igualdad absoluta de todos los ciudadanos sin distinción de casta, credo y sexo.
Si se les impidió hacer uso de las instalaciones que eran vitales para sostener sus vidas, la cuestión de que fueran admitidos en los templos hindúes, naturalmente, ni siquiera se planteaba. Un descontento latente, especialmente en las regiones del sur, desencadenó una serie de agitaciones y revueltas antibrahmánicas en las que la ortodoxia fue cuestionada por los no brahmanes y los intocables que movilizaron símbolos culturales y forjaron movimientos políticos para el reconocimiento de sus derechos civiles y religiosos. Entre estos figuraban campañas para el acceso a los espacios públicos –tanques de agua, pozos, templos, baños en las orillas de los ríos sagrados– que se convirtieron en sitios de conflicto con los hindúes de castas altas que se opusieron a estos intentos. El movimiento de entrada en los templos cobró fuerza en los primeros años del siglo XX. Incluso Mahatma Gandhi prestó su influencia moral al movimiento que, a pesar de que tuvo poco efecto en una ortodoxia hindú conservadora, fue uno de los principales movimientos de reforma social que corrían paralelos al movimiento de la Independencia en la primera parte del siglo XX en India.
El antiguo estado de Travancore (actualmente en Kerala) se convirtió en el epicentro del movimiento y vio una de las primeras campañas organizadas sistemáticamente en Kerala contra la ortodoxia para asegurar los derechos de las clases deprimidas. La campaña colocó la cuestión de los derechos civiles de las personas de castas inferiores en la vanguardia del movimiento de la independencia de la India en los años ’20. Después de casi una década, en 1936, el maharajá de Travancore firmó la histórica Proclamación de la Entrada de los Dalits a los Templos. Esta fue la primera medida legal que garantizaba los derechos de los dalits a entrar en los templos a la par con el resto de castas hindúes. La Proclamación, emitida el 12 de noviembre de 1936, abrió las puertas de todos los templos en el principado de Travancore a todas las clases de los hindúes.
La Proclamación de Travancore, como advirtió el Dr. B.R. Ambedkar, no fue “ni el principio ni el fin de las reformas sociales”. Las cosas no cambiaron drásticamente para mejorar la situación de los dalits inmediatamente después de 1936. El movimiento no llegó a ser abarcador porque a pesar de que la entrada en los templos fue un evento significativo, lo que no alcanzó fue el Punitha Adhigaram, es decir, la autoridad sobre las cosas relacionadas con la Divinidad. Además, los dalits no accedieron a ser socios en las propiedades del templo, u ocupar posiciones como patronos de los templos importantes. Incluso ahora, después de casi setenta años de la independencia, sigue la discriminación contra los dalits en su vida día a día, sus mujeres son violadas con impunidad y si alguna vez algún dalit muestra la audacia de casarse con alguien de la llamada casta superior, tiene que pagar el precio con su muerte.
Sin embargo, no hay duda de que la Proclamación fue un gran paso en el establecimiento de los derechos de las castas más bajas en Kerala, y de hecho de la nación en su conjunto.
Fue seguida posteriormente por la Ley de Autorización e Indemnización por la Entrada en los Templos de 1939 aprobada en la entonces presidencia de Madrás (hoy en el estado de Tamilnadu) que garantizó a los dalits el derecho de entrada a los templos de allí. Otros estados siguieron, y el estado de Maharashtra también promulgó La Ley de Sitios Hindúes de Culto de Maharashtra en 1956, protegiendo los derechos de todas las clases de hindúes por igual para acceder a los lugares de culto.
De casta al género
El movimiento de mujeres por el derecho de entrada en los espacios religiosos pretende cuestionar las jerarquías sociales basadas en género y castas. Despojadas de toda lógica jurídica y religiosa, las justificaciones ofrecidas para denegar la entrada a las mujeres en los lugares de culto se basan en una supuesta inferioridad de la mujer en materia de religión. Sea la menstruación, la debilidad de la estructura física o algún otro atributo físico de la mujer, el hecho es que los argumentos ofrecidos para restringir el ingreso de las mujeres a los lugares de culto constituyen un ejercicio bruto del poder patriarcal hasta tal punto que reformadores sociales y activistas viven bajo amenazas de ataques y asesinatos, como fue el caso de Narendra Dabholkar, famoso racionalista que combatía los prejuicios de género en los templos y lugares de culto, quien fue asesinado el 20 de agosto de 2013.
En general, mientras que el papel de las instituciones religiosas ha sido mantener el statu quo social, los tribunales de la India han realizado programas de reforma social en un país que todavía está en gran medida envuelto por una conciencia colectiva que puede ser opresiva para los grupos sociales marginados, tales como los dalits, las minorías y las mujeres. Teniendo en cuenta que este tipo de barreras y obstáculos en el camino de la igualdad de la mujer se están erosionando, lenta pero constantemente, en la mayoría de los aspectos de la sociedad, se espera que los tribunales constitucionales de la India, así como el Estado nacional, se posicionen en el lado correcto de la historia a fin de garantizar la igualdad de derechos para las mujeres en materia de religión. La importancia de esta decisión tiene el potencial de dar forma al curso de la democracia india. De todas maneras, las mujeres de diferentes comunidades religiosas en la India están tocando la puerta de la morada de Dios y están declarando en voz alta y clara que su marcha hacia la igualdad no se podrá detener.
Autorxs
Sonya Surabhi Gupta:
Directora del Centro de Estudios sobre Europa y América Latina en la Universidad Jamia Millia Islamia, Nueva Delhi. Miembro del consejo editorial de la revista Women’s Equality.