De la liquidez del concepto de pobreza al oxímoron del crecimiento inclusivo

De la liquidez del concepto de pobreza al oxímoron del crecimiento inclusivo

El artículo aborda la cuestión de la pobreza en su relación con el desarrollo sostenible y analiza las posibilidades de distribución o redistribución, teniendo en cuenta la variable del ecosistema.

| Por Jorge Paz |

¿Se puede en realidad erradicar la pobreza? Para lograrlo se deben cumplir, al menos, dos requisitos: a) saber de qué se habla cuando se habla de pobreza, y, b) identificar los medios que permitirían reducir y, eventualmente, erradicar la pobreza. Se desarrollan a continuación argumentos que permiten sostener que a) no se cumple, y que aun cumpliéndose a), los medios existentes para la erradicación de la pobreza –el requisito b)– son inviables desde la perspectiva de la sustentabilidad tanto ambiental como social. 

Pobreza líquida

El objetivo número 1 (ODS-1) de la Agenda 2030 del desarrollo dice: “Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo”. Al menos dos puntos se destacan de lo anterior. Primero, menciona el fenómeno (la pobreza) dando por hecho un consenso acerca de su significado. Segundo, destaca “en todas sus formas” sugiriendo incluir dimensiones no monetarias.

¿Qué es “ser pobre” entonces? Las metas 1.1 y 1.2 del ODS-1 son más precisas en este sentido: “1.1. Para 2030, erradicar la pobreza extrema para todas las personas en el mundo, actualmente medida por un ingreso por persona inferior a 1,25 dólares al día; 1.2. Para 2030, reducir al menos a la mitad la proporción de hombres, mujeres y niños y niñas de todas las edades que viven en la pobreza en todas sus dimensiones con arreglo a las definiciones nacionales”. Las metas que siguen a estas dos diluyen aún más un concepto ya líquido, pues aluden a fenómenos diferentes a la pobreza propiamente dicha: vulnerabilidad, protección social, acceso a derechos básicos, etcétera.

Adoptemos las definiciones que surgen de las metas 1.1 y 1.2. La pobreza podría definirse entonces como la insuficiencia de ingresos de la población. Una persona pobre podría identificarse entonces como aquella cuyo ingreso monetario no le alcanza para adquirir una canasta de bienes y servicios elementales o básicos. Esta definición da claridad al problema y permite establecer metas cuantitativas claras, como, por ejemplo, “reducir a la mitad…”, etcétera.

Pero aun habiendo allanado el problema, persiste la duda acerca del valor del umbral a usar. La meta 1.1 establece 1,25 dólares por día, el Banco Mundial propone 1,9 dólares por día, y otros estudios evalúan la pertinencia de otros umbrales: 2,5, 5, o 10 dólares por día, por ejemplo. Según cuál de ellos se use, la fuente de datos a que se apele y el método de estimación que se use, el número de pobres en el mundo puede variar entre 44 y 2.600 millones de personas (Elvidge et al., 2009; Pincovsky & Sala-i-Martin, 2014; Chen & Ravallion, 2010; Dhongde & Minoiu, 2013; Atamanov et al., 2020). La meta 1.1 resuelve el problema de la identificación en términos de métrica (el ingreso) pero no de umbrales.

Todo se complica más si los gobiernos deciden adoptar el consejo de “arreglos nacionales” propuesto en la meta 1.2 del ODS-1. Se les pide a los Estados que den su propia definición de pobreza multidimensional. Este “permiso” ignora la sensibilidad de cualquier indicador sintético de pobreza al número de dimensiones e indicadores que se incluyan en su definición (Ferreira & Lugo, 2013). Se llega al absurdo de proponer a los gobiernos crear su propio nivel de pobreza para después invitarlos a reducirlo.

La utopía del crecimiento chino

El ODS-1, ignorando el problema de los umbrales, afirma que el número de personas pobres es 783 millones. Al menos así está planteado en la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible en la sección “datos destacables”1. Se presenta así la siguiente pregunta relevante: ¿qué debe hacer una nación o todas las naciones del mundo para erradicar la pobreza? Entre 1980 y 2016 China sacó de la pobreza a 800 millones de personas, un número cercano al de la Agenda 2030. Es interesante entonces mirar el caso chino por la similitud de las cifras.

El logro de este objetivo implicó más que duplicar la ya alta tasa de crecimiento que venía registrando China desde la segunda posguerra. La tasa de crecimiento del producto interno bruto (PIB) per cápita pasó del 2,9% entre 1950 y 1980, al 6,2% entre 1980 y 2016. Medido a dólares paridad de poder adquisitivo, lo anterior supuso multiplicar por 8 el PIB registrado a principios de los ochenta (en 36 años)2.

¿Es esto posible en el resto del mundo? Entre 1980 y 2016 solo tres países lograron tasas de crecimiento iguales o un poco más altas que las de China: Botsuana, Guinea Ecuatorial y Mongolia. Se trata en todos los casos de naciones cuyo PIB per cápita de partida era inferior a 2.500 dólares cuando la media mundial superaba los 8.000 dólares por habitante. Esto es, la tasa de crecimiento china (una tasa superior al 6% por año durante un período superior a los 30 años) es una utopía.

La Argentina está en este sentido en el otro extremo. En el mismo período, 1980-2106, la economía argentina creció a un ritmo del 1,1% por año, apenas un poco por debajo del promedio mundial del 1,3%. Tomando como línea de base los niveles de pobreza observados en 2015, el objetivo de la erradicación de la pobreza para la Argentina le requeriría al país crecer al 3% en términos reales (sin inflación) durante 15 años (Paz, 2016). Para abarcar la imposibilidad de este requerimiento, nótese que entre 2015 y 2020 la Argentina redujo su tasa de crecimiento a un 3,8% promedio por año y aumentó 5 puntos la tasa de pobreza (del 35% al 40%), lo que revela la imposibilidad de lograr la meta de erradicación para la fecha estipulada por la Agenda 2030.

El oxímoron del crecimiento inclusivo

Pero aceptemos la utopía y supongamos por un momento que el crecimiento llega como maná del cielo. Desde la perspectiva de la sustentabilidad este hecho no solo es indeseable sino también imposible. El concepto de crecimiento inclusivo (ODS-8) es un oxímoron. Seguir creciendo, aun al modesto ritmo de la economía mundial, y, a la vez, hacer que más gente participe de la fiesta es ecológicamente inviable. Ya el nivel de producción actual está generando una huella ecológica un 200% más alta que la posible. El récord de huracanes en el Atlántico no es una casualidad. Tampoco es el azar el responsable de los extraordinarios incendios en Australia. La evidencia muestra la vertiginosa velocidad de pérdida de biodiversidad del planeta. Como lo plantea un informe reciente, el mundo está al borde de una extinción masiva de especies, la sexta en la historia del planeta y la primera causada por un único organismo: el ser humano (PNUD, 2021).

En suma, es imposible crecer (ODS-8) sin dañar el ecosistema (ODS-7, 11, 12, 13, 14 y 15). Si se analiza la relación entre el producto interno bruto (PIB) per cápita y la huella ecológica total, se comprueba que ningún país rico del mundo se ubica en el área de producción de bienes y servicios necesarios que respete la capacidad de asimilación de los residuos producidos (Rees & Wackernagel, 1994; Rees, 1996). Cuando una economía crece, produce más bienes y más males (residuos). Cuando la población consume los frutos del crecimiento, consume los bienes y genera males (residuos). Esto hace que un 1% adicional de PIB requiera 0,4% más de huella ecológica total. En términos muy concretos el crecimiento económico es un remedio contra la pobreza actual que implica la destrucción del planeta en unos pocos siglos. Pan para hoy.

La vía redistributiva

Las alternativas para reducir la pobreza son crecer para que toda la población tenga más, sin tocar la distribución, o redistribuir si se considera que el crecimiento a tasas chinas es imposible e indeseable. Ciertamente entre estos dos extremos se encuentran las soluciones factibles y que tienen que ver con crecimiento con redistribución o redistribución con decrecimiento. Este razonamiento va en contra de aquel que sostiene que el crecimiento es un juego de suma positiva. En realidad, en el concepto mismo de crecimiento inclusivo (ODS-8: “Promover el crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo y el trabajo decente para todos”) está implícita la idea de que el crecimiento tal como se está dando en muchos países del mundo no es un juego de suma positiva.

Si una economía no crece, se hace necesaria una redistribución de ingresos; una reducción de la desigualdad. En términos muy teóricos, el mundo tiene pobreza por la elevada desigualdad imperante entre países y entre grupos dentro de los países. El planeta produce actualmente 29 dólares per cápita por día y la línea de pobreza extrema del Banco Mundial es de 1,9 dólares. Es decir que si el PIB mundial se distribuyera igualitariamente no solo no habría pobreza sino que se generaría un excedente de 27,1 dólares por día por sobre el valor de la línea de pobreza extrema. Aun considerando la línea más exigente de los 3,2 dólares, el PIB per cápita diario mundial arroja un valor 9 veces más alto que dicho umbral.

Todo lo anterior implica que la reducción de la pobreza no es posible sin alterar los niveles de desigualdad imperantes (ODS-10). Es precisamente aquí donde se plantea la sustentabilidad social del objetivo. Hay quienes sostienen que la desigualdad es uno de los motores más importantes del crecimiento económico. Es decir que la redistribución, al alterar la estructura de incentivos, podría hacer disminuir las tasas de crecimiento económico futuro. Sin el crecimiento no es posible incluir a la población creando trabajo decente (ODS-8). Quizá la única salida sea la redistribución del ingreso a escala planetaria, que está insinuada en las alianzas para el logro de los objetivos (ODS-17).

Referencias

Atamanov y otras/os (2020) The Effect of New PPP Estimates on Global Poverty: A First Look, World Bank Group, Global Poverty Monitoring Technical Note 12, Washington D. C.
Chen, S. & Ravallion, M. (2010) The Developing World is Poorer than We Thought, But No Less Successful in the Fight Against Poverty, The Quarterly Journal of Economics, 125(4): 577-1625, https://doi.org/10.1162/qjec.2010.125.4.1577.
Dhongde, S. & Minoiu, C. (2013) Global Poverty Estimates: A Sensitivity Analysis, World Development 44: 1-13.
Elvidge y otras/os (2009) A global poverty map derived from satellite data, Computers & Geosciences 35(8):1652-1660.
Ferreira, F. & Lugo, A. M. (2013) Multidimensional Poverty Analysis: Looking for a Middle Ground, The World Bank Research Observer, 28(2).
Paz, J. (2016) Se debería crecer a una tasa del 3% por 15 años y sin inflación, Diario La Nación, Buenos Aires: https://www.lanacion.com.ar/economia/se-deberia-crecer-al-3-por-15-anos-y-sin-inflacion-nid1951413/.
Pinkovskiy & Sala-i-Martin (2014) Lights, Camera,… Income!: Estimating Poverty Using National Accounts, Survey Means, and Lights, NBER Working Paper No. 19831, January.
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2021) Informe sobre el Desarrollo Humano, 2020, La próxima frontera: El desarrollo humano y el Antropoceno, PNUD, Nueva York, NY 10017, www.undp.org.
Rees, W. (1996) “Revisiting carrying capacity: Area-based indicators of sustainability” Population Environment 17, 195-215. https://doi.org/10.1007/BF02208489.
Rees, W. & Wackernagel, M. (1994) “Ecological footprints and appropriated carrying capacity: Measuring the natural capital requirements of the human economy” In Jansson, A-M; Hammer, M.; Folke, C & Costanza, R. (Eds.): Investing in natural capital: The ecological economics approach to sustainability, pp. 362-390. Washington: Island Press.





Notas:

1) Para hacer esto hay que ignorar que esta cifra, los 783 millones de personas, es calculada con la línea de 1,90 dólares diarios, valor diferente al 1,25 son la cual se formula la meta 1.1.
2) Los datos del PIB per cápita provienen de la base de datos de Angus Maddison: https://www.rug.nl/ggdc/historicaldevelopment/maddison/?lang=en.

Autorxs


Jorge Paz:

Doctor en Economía (2007) y doctor en Demografía (2018). Investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Profesor regular titular de la Universidad Nacional de Salta. Dirige el Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (IELDE) y la Maestría en Economía del Desarrollo (MED), ambos de la Universidad Nacional de Salta.