El rol de las mipymes en la transformación productiva regional

El rol de las mipymes en la transformación productiva regional

Las mipymes crean cerca del 70% de los puestos de trabajo. Sin embargo, no cuentan con la capacidad ni la logística necesarias para integrar las cadenas de valor a nivel continental. Es necesario mayor apoyo estatal para un sector clave en el objetivo de lograr un desarrollo con inclusión social.

| Por Francisco Dos Reis |

Todo debate que involucre a las mipymes requiere comenzar por lo elemental. ¿Qué es una mipyme? ¿De qué particularidades hablamos cuando nos referimos a este sector? Y aunque elemental, es uno de los temas más difíciles de conceptualizar. Por mipymes entendemos a las micro, pequeñas y medianas empresas, un universo de por sí heterogéneo, no sólo por las diferencias de tamaño, sino porque englobamos en él los más variados rubros y actividades de la industria, el comercio, los servicios, la producción primaria y la producción de alto valor agregado.

A su vez, los Estados las definen a partir de leyes y resoluciones, según parámetros de empleo, de facturación y de consumo de energía. Sin embargo, el “ser pyme” se define de una forma bastante más compleja que cualquier índice o nomenclador. Ser pyme es una cultura, una forma de ser, una lógica de pensamiento y de funcionamiento que merece ser analizada por sociólogos, economistas y politólogos más allá de cualquier definición en letra fría.

A pesar de la complejidad que presenta el sector a la hora de definirlo, a pesar de la heterogeneidad que lo compone, existe un denominador común en cuanto a dos factores centrales: el lugar de relevancia que ocupan en la economía de los países y la falta de visibilidad que esto tiene frente a las sociedades.

Este sector merece ser entendido especialmente como el motor del trabajo, generador de mano de obra intensiva. Siendo tal su aporte, ¿qué podría pasar si realmente estuviera en la agenda de los gobiernos como un sujeto diferente, si fuera parte de un debate en cada uno de nuestros países y a nivel de bloques regionales?

Las mipymes junto a los trabajadores constituyen el 98% de la población activa de las sociedades. Su ubicación, generalmente periférica, hace que contribuyan a la democratización de la economía, promoviendo el desarrollo de los barrios y zonas alejadas. Además, son las micro, pequeñas y medianas empresas las que producen la mayor distribución de rentabilidad.

Y de aquí se desprende el tema central, que es y siempre fue la inclusión social. El desarrollo sin inclusión no es desarrollo. Puede existir un crecimiento del PBI y países que se conviertan en potencia, pero inexorablemente, para que un país sea civilizado, desarrollado y en crecimiento, debe generar inclusión. El desarrollo no se puede dar a partir de un sector determinado. Los cambios no se deben llevar adelante para que un grupo realice negocios o para que los países muestren índices de aceptación y desarrollo macro más importantes, sino para que pase algo trascendental, para que la gente se incluya, se incorpore a la defensa de todo este fenómeno siendo parte, y realmente formará parte cuando sienta el beneficio de los resultados que se van dando a la interna de esta discusión.

Afortunadamente en los últimos tiempos en gran parte de América latina han resultado electos gobiernos con esta mirada, que entienden que para que nuestra América se desarrolle tiene que desarrollarse el sujeto social concreto, o sea, el hombre cotidiano.

Vale aquí la pena citar un fragmento del Plan Estratégico Industrial 2020, una herramienta casi inédita en la Argentina: “Tenemos que aprender a articular un proyecto colectivo. Es imposible que un solo sector tenga rentabilidad. Eso no dura, como no duró. Porque si uno mira la historia de la Argentina, en realidad se da cuenta de que siempre que se truncaron los procesos por inestabilidad institucional, la raíz fue, esencialmente, la falta de equidad y justicia”.

¿Por qué el tema de la inclusión es central en todos los debates? Porque no pueden existir países de dos pisos. Debemos bregar por países homogéneos donde el pueblo pueda acceder a salud, educación, vivienda y tres comidas diarias. Ese es el desarrollo que explica por qué América latina debe tener una agenda con el sector micro, pequeño y mediano: para trabajar en dirección a una articulación concreta.

La crisis que se está sufriendo alrededor del mundo alerta sobre uno de los flagelos más importantes que la sociedad humana tiene como interrogante hacia el futuro, que es la generación de mano de obra y de puestos de trabajo.

Las estadísticas demuestran que en la Argentina, al igual que en casi toda América latina, las mipymes crean prácticamente el 70% de los puestos de trabajo, por lo que los micro, pequeños y medianos empresarios somos parte de la alternativa, tenemos un rol determinante que jugar.

Uno de los temas que nos ocupa en este artículo es la integración regional: ahora bien, si preguntáramos a cualquier persona si sabe qué es el Mercosur, seguramente tendrá una idea muy vaga, y mucho menos sabrá sobre la Unasur y la CELAC, que son novedades de la modernidad y de la integración latinoamericana. Los éxitos realmente se definen cuando el sujeto social concreto, el hombre cotidiano, la vida en la que nosotros articulamos nuestra relación, resultan en una integración que redunda en beneficio del conjunto de la sociedad.

¿Qué pasaría si en lugar de ser verticales los acuerdos a nivel Mercosur, fueran verdaderamente horizontales y fuéramos parte de esa integración, de esa discusión?

Principalmente, aún nos falta descifrar el cómo hacerlo, porque todavía no contamos con la capacidad, la logística ni la operatoria necesarias para poder integrar cadenas de valor, intercambio de tecnología y experiencias, búsqueda de negocios entre países, complementación económica entre micro, pequeñas y medianas empresas.

En todo este devenir, nuestra alianza elemental debe ser una fuerza que incluya a los trabajadores junto a los pequeños y medianos empresarios, frente a un mercado interno en disputa en América latina, que se encuentra casi calcado en todos los lugares, con falta de inclusión y falta de integración.

Muchos empresarios mipyme de diferentes países de América latina venimos soñando con una verdadera articulación desde hace más de quince años. En esa búsqueda, hacia 1997, micro, pequeños y medianos empresarios argentinos, brasileños, nicaragüenses y mexicanos, junto al el ex presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva y Marco Aurélio García, constituimos Alampyme, un espacio para la micro y la pequeña empresa latinoamericana, un sector que en ese momento estaba en boca de muchos, pero en manos de nadie.

Desde entonces, ese espacio continúa desarrollándose y creciendo, hoy con trece países miembros, con una agenda donde siempre estuvo instalada la idea de un modelo de integración horizontal que implica que el sujeto pyme, con sus particularidades, sea un sujeto que pueda contribuir a la democratización de la economía, además de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores.

La idea que nos unió fue la de una articulación económica desde el sector privado donde, algún día, los Estados pudieran ayudar a tejer una red de intereses que, en apariencia, pudieran ser sectoriales, pero que en verdad son mucho más abarcativos.

La realidad de entonces era que el sector mipyme, que abarca el 98% de las empresas en la Argentina, al igual que en casi todos los países desarrollados, porque no es una particularidad de la Argentina ni de Latinoamérica, estaba dejado de la mano del poder político. Había mucho camino por recorrer y la tarea era posible, siempre con la mirada puesta en la articulación regional de la América latina.

Inicialmente existían algunas cuestiones muy precisas que resolver, como el cuestionamiento sobre cuál era el objetivo y para qué serviría la articulación. Entendíamos entonces, y ahora, que existe una sola forma de resolver el conflicto social en América latina, que es creando y apoyando a las mipymes.

En este sentido, los brasileños trabajaron duro durante esta década, al igual que los argentinos, pero ellos acentuaron la tarea y lograron generar 1.500.000 micro y pequeñas empresas, solucionando la difícil situación en la que se encontraba la zona del nordeste brasileño, en base a actividades productivas primarias realizadas por pequeñas empresas que se incorporaron a las cadenas de valor, aumentando las expectativas de vida y mejorando las condiciones de vida de su gente. Todo eso, por sí solo, es un beneficio, pero articulado se transforma en un beneficio superador.

La búsqueda de acuerdos intrapymes en América latina produce una significativa modificación de la economía. Hoy en día, la Cancillería argentina se encuentra articulando políticas de inclusión para las micro, pequeñas y medianas empresas a nivel fronterizo, pero todavía falta que se produzca una integración fuerte a nivel de los países y de su zona de desarrollo, ya que actualmente muchos de los productos que no se intercambian entre los países latinoamericanos terminan siendo comprados fuera del continente, siendo que podría evitarse si la red estuviera bien articulada.

Para ello deben existir políticas gubernamentales que vinculen estas necesidades, ayudando a las empresas a integrarse. Aún faltan herramientas e instrumentos, como por ejemplo que la CELAC, el Mercosur y la Unasur tuvieran perfectamente definido cuál es el sujeto social microempresario, cuál es su rol y cómo los Estados juegan un papel para ayudarlo a articular sus políticas, su conexión entre sí, su búsqueda de alternativas y cómo en base a todo eso las entidades gremiales podemos trabajar para que los empresarios pymes adopten la idea de esta integración que se está dando en América latina, tan novedosa, tan llena de acontecimientos.

Es necesario consolidar los cambios en América latina, para que en los países que conforman estos espacios no se produzcan desestabilizaciones a manos del capital especulativo y del poder económico.

Para que continúe el positivo proceso de transformación ya iniciado en la región, el sujeto social microempresario no puede prescindir de su protagonismo y por ello solicitamos a las autoridades que convoquen al sector pyme para defender y profundizar lo ya conseguido.

Nuestra propuesta concreta es que todos los actores de la economía constituyan una fuerza en cada uno de los países de América latina, dentro de Alampyme o fuera de ella, porque cuando hablamos de todos los sujetos, hablamos también de los trabajadores, de las cooperativas, de los microemprendimientos, la economía social. Creemos en una base social latinoamericana, de integración y de búsqueda, para que la sociedad sienta que pertenece a estas estructuras y que estas estructuras le pertenecen, luchando por defender y profundizar este modelo integrador de América latina.

Hoy el mundo necesita de todos los sujetos sociales, entre ellos nosotros. Acá estamos las pymes, dispuestas, con fuerza y ansias de ser protagonistas, a ser parte del proyecto que se está construyendo en América latina. Estamos a la espera de que nos convoquen, que nos busquen para encontrar una ruta, un camino, un lugar, una articulación entre los Estados y el sector, para darles una dinámica distinta a los modelos productivos de América latina.

Está en nuestras manos en este tiempo tomar la decisión, poner la energía necesaria, la disposición, la inteligencia para convertirnos en sujetos de la transformación. Es nuestra responsabilidad, la decisión y el compromiso.

Autorxs


Francisco Dos Reis:

Presidente de Alampyme (Asociación Latinoamericana de la Micro, Pequeña y Mediana Empresa) y Eurolatim 98 (Asociación Euro Latinoamericana de Mipymes y Economía Social). Presidente Honorario de la Asociación Pyme, presidente de CEEN (Central de Entidades Empresarias Nacionales) y miembro del Consejo Consultivo Internacional de Foro Social Mundial desde sus inicios. Docente del posgrado sobre administración de pymes en la Universidad Nacional de La Matanza.