Prefacio: La expansión de la economía china. Desafíos y oportunidades

Prefacio:  La expansión de la economía china. Desafíos y oportunidades

| Por Marta Bekerman |

A la memoria de Benjamín Hopenhayn, gran economista y amigo.

El desarrollo económico de China puede ser considerado como uno de los procesos de transformación comercial más importantes de las últimas décadas. Por más de 30 años, desde 1978 hasta 2011 este país registró una tasa anual de crecimiento de alrededor del 10% como resultado tanto de la expansión de su comercio internacional como del aumento del consumo interno y de la formación de capital productivo. Por otro lado, China se ha convertido en un fuerte nodo de atracción de la inversión extranjera directa (IED) a la vez que está generando crecientes inversiones hacia el resto del mundo. Esta realidad no podía dejar de tener un creciente impacto sobre los mercados internacionales de bienes y servicios, lo que está generando crecientes desafíos tanto para los países del norte como para los emergentes.

Desde la perspectiva de los países desarrollados, el hecho de que China se esté posicionando como uno de los principales países manufactureros y exportadores del mundo, va generando un desplazamiento de los tradicionales centros de acumulación de capital y desarrollo tecnológico como Estados Unidos y la Unión Europea en la provisión de diversos bienes de capital e insumos.

En cuanto a los países emergentes, el aumento de las relaciones comerciales con China a partir de su ingreso a la OMC, en 2001, ha dado lugar a dos visiones opuestas sobre las ventajas o desventajas de una asociación estratégica con el gigante asiático. La primera es una visión netamente “optimista”, observando el ascenso chino como una oportunidad de consolidación de un nuevo orden internacional menos centrado en la dependencia de la hegemonía estadounidense, en la que países como Brasil y la Argentina pueden insertarse con facilidad dada su condición de productores de materias primas y, por lo tanto, como mercado estratégico ante el creciente nivel de consumo chino y asiático.

Por el contrario, aparece la visión “pesimista”, emanada del riesgo de dependencia (y posible involución) caracterizada por una especialización primarizada, complementaria con la creciente demanda china, que llevaría a una situación similar a la de la década de 1930. Esto generaría una posible desestructuración del sistema productivo de las economías de la región, afectadas por la presión competitiva de las exportaciones chinas.

Es que la realidad actual nos muestra, por un lado, un mercado en rápido crecimiento para las exportaciones de commodities pero, por el otro, la emergencia de un exportador líder de manufacturas trabajo intensivas y en proceso de avance hacia productos de mayor valor agregado. Todo esto en presencia, para los países latinoamericanos, de fuertes asimetrías en las negociaciones comerciales debido a la diferente participación en el comercio con China, que en pocos años se ha convertido en un mercado muy importante para la región. En el caso particular de la Argentina, China se ha transformado en el segundo mercado más importante tanto como destino de sus exportaciones como origen de sus importaciones. Brasil se mantiene aún como su socio comercial principal pero esta situación muestra claramente un desafío para la expansión comercial futura de los países de la región entre sí. Máxime cuando no se percibe en forma clara la existencia de consensos en el Mercosur acerca de hacia dónde se pretende llegar a partir de la relación con China. Es que esto requiere, más allá de reacciones caso por caso, de objetivos estratégicos claros a nivel regional para desarrollar negociaciones orientadas a alcanzar una relación de largo plazo que permita una distribución equitativa de los beneficios comerciales. Frente a esta realidad nos encontramos con lo que algunos autores rescatan como la formación de una clase dirigente china de carácter meritocrático que se dedica a pensar la nación estratégicamente a pesar de la persistencia de problemas importantes como la supresión de la disidencia y cierta escasez de controles, que pueden dar lugar a casos de corrupción.

Son muchas las preguntas que podemos hacernos en este contexto. ¿Cuáles son los determinantes del éxito que muestra la estrategia china de desarrollo? ¿Hasta qué punto esos niveles de crecimiento pueden mantenerse en el tiempo? ¿Cuál es el impacto efectivo que esta realidad está generando sobre los países emergentes y sobre la Argentina en particular? Los artículos de esta edición especial de Voces en el Fénix nos invitan a reflexionar sobre estas diversas facetas del problema.

El abordaje de las causas del éxito de la estrategia china es considerado por Boyer, que las vincula desde la perspectiva del paradigma de la regulación con una crítica innovación institucional que tuvo lugar en China a partir de la reforma de 1978. Esto hizo posible el desarrollo de un compromiso social a partir del cual la sociedad acepta el monopolio político del Partido Comunista a cambio de un aumento permanente en los niveles de vida por medio de un crecimiento rápido y estable. En esa línea, Turzi nos explica cuáles son los factores que garantizan la estructura de gobernabilidad de China a través de tres pilares que incluyen al Estado, al Ejército y al Partido. Pero en ese contexto, Malena señala que China está adquiriendo un fuerte poder naval, a partir de la confluencia de factores económicos, de seguridad y diplomáticos, que le pueden llegar a generar conflictos de intereses con países del Sudeste Asiático, la India y aun con Estados Unidos.

Pero la continuidad en China del compromiso social señalado por Boyer es puesta en duda por Oviedo. Este autor señala que la recesión económica mundial está llevando a un agotamiento del modelo productivo-exportador. Esto determinó la aplicación de medidas keynesianas para impulsar el mercado interno pero el autor duda de hasta qué punto esto puede ser la fuerza motriz que rompa con la dependencia del comercio internacional. Como la legitimidad del régimen es dependiente de los altos índices de crecimiento económico e inclusión social que se vienen produciendo hasta el momento, esta realidad puede generar un proceso de incertidumbre política.

Por otro lado, Girado enfatiza el rol central de las inversiones extranjeras a la hora de explicar la performance china de las últimas tres décadas. En ese contexto, Macedo Cintra y Costa Pinto se refieren a las intenciones chinas de desempeñar un papel más prominente en las finanzas globales a través de la internacionalización de su moneda, el renminbi, pero señalan que este proceso aún se limita al ámbito regional.

Para Rapoport la creación de zonas “protegidas” donde se radicaron las empresas extranjeras dio lugar a un aumento en la brecha de riqueza entre diferentes regiones e industrias en China y determina que cerca del 50 por ciento de la desigualdad actual sea fruto de las disparidades entre las zonas rurales y urbanas.

En relación con el impacto sobre los países emergentes, Fiorito señala que los cambios generados por la irrupción de la economía china sobre la estructura de precios relativos internacionales beneficiaron en gran medida a América latina, dado que le otorgó un mayor espacio fiscal para efectuar políticas de aumento de la demanda doméstica y de crecimiento, lo que le permitió un desacople parcial de la crisis internacional. Sin embargo, en el segundo de sus artículos, Costa Pinto y Macedo Cintra plantean que esos beneficios se mantendrán sólo en el corto o mediano plazo, ya que esa dinámica tenderá a aumentar la vulnerabilidad de los países latinoamericanos en el largo plazo.

Con respecto a la Argentina, Slipak plantea que el vínculo creciente con China (tanto en la esfera comercial como de ingreso de IED) está orientando el uso de la tierra, el trabajo y el capital hacia actividades primario extractivas, lo que entra en contradicción con la promoción de sectores que incorporen mayor valor agregado y utilización de conocimientos. Para Bekinschtein es indudable que los cambios estructurales que se están generando en la economía china y en su papel en el mundo representan un desafío trascendental para países como la Argentina, ya que pueden y deben provocar redefiniciones en sus políticas comerciales e industriales.

En relación con el impacto sobre los vínculos comerciales entre la Argentina y Brasil, Bekerman, Dulcich y Moncaut señalan que China ya se presenta como un competidor en el mercado brasileño de ciertas exportaciones industriales específicas en las que la Argentina había consolidado cierto nivel de participación (productos de hierro y acero, textiles, manufacturas plásticas), al mismo tiempo que Brasil está sufriendo la competencia china en el mercado argentino en algunos sectores específicos como textiles y hardware informático.

El impacto sobre los países africanos es abordado por Crespo, quien resalta los efectos positivos en algunos de esos países a partir de un fuerte aumento de las exportaciones y del desarrollo de diferentes infraestructuras (transporte, turismo, hospitales, etc.). Sin embargo, Depetris observa que, a pesar de la aceleración en el crecimiento de las naciones del África subsahariana, se observa mucho menos éxito en lo referente a reducir la pobreza, y en transformar sus estructuras productivas.

Lo que puede desprenderse del conjunto de los trabajos presentados en este número en relación a los países de América Latina es la importancia de que sus gobiernos redoblen los esfuerzos para identificar y aprovechar las complementariedades, así como para responder a los posibles obstáculos para el desarrollo, que pueden derivarse de la expansión de las relaciones económicas que está teniendo lugar entre la región y la economía china.

Autorxs


Marta Bekerman:

Miembro del Plan Fénix. Profesora Titular Consulta y Directora del Centro de Estudios de la Estructura Económica (CENES) de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Investigadora Principal del CONICET.