Editorial: China, riesgo y oportunidad

Editorial: China, riesgo y oportunidad

| Por Abraham Leonardo Gak |

La irrupción de China en el mundo globalizado genera, sobre todo en los países emergentes, un cierto grado de entusiasmo, pero también de preocupación.

En los distintos aportes de quienes escriben en este número podemos observar una mirada preocupante y crítica, pero también esperanzada del nuevo escenario que representan las políticas económicas y las inversiones de China para los países de la región.

Es necesario analizar las estrategias desarrolladas (tanto en relación con nuestra región como con en el resto del mundo) por un país regido por un sistema político que se dio en llamar “economía socialista de mercado”, pero que en definitiva presenta una organización mucho más compleja que la del socialismo y alejada de su concepción clásica.

La China moderna, a partir del proceso de cambio que se inició en el año 1978, fue evolucionando hasta concluir en un acuerdo con sectores concentrados de la economía mundial. Esto se logró a través de pactos entre empresas multinacionales y un gobierno que posee una política económica centralizada que permite no sólo la convivencia entre capital privado y Estado, sino también sostener una mano de obra contenida y con bajos salarios.

Durante este proceso hubo una importante inversión estatal en materia de infraestructura que se tradujo en un extraordinario crecimiento en su producción industrial, cada vez de mayor complejidad y calidad, como también la incorporación al mercado de trabajo industrial de personas provenientes de los sectores rurales.

El crecimiento económico y poblacional lleva a este país a un mayor requerimiento de productos primarios que no pueden ser atendidos suficientemente con su producción local. Esta necesidad lo impulsa a tener una agresiva política exterior a través de una exportación de producción con alto valor agregado y bajo precio internacional, y la importación de crecientes volúmenes de bienes primarios.

Hoy China se convierte en un jugador global, dispuesta a disputar la hegemonía estadounidense en el mundo. Esto se refleja no sólo en el crecimiento de su economía, sino también en el crecimiento en las relaciones con los países en vías de desarrollo, tanto de nuestra región como también de África y Asia, proveedores de las materias primas necesarias para mantener su crecimiento constante.

Una nueva “guerra fría” se avecina, pues nos enfrentamos a la presencia confrontativa de dos bloques económicos antagónicos. Por un lado, una potencia que ejerce su preeminencia apoyada hoy más en su poder militar que en su competitividad económica (Estados Unidos) y, por el otro, una potencia que es competitiva tanto en el mundo financiero como en el comercial, en virtud de las características señaladas (China).

Ante este panorama nuestro país tiene la necesidad de elaborar una estrategia de mediano y largo plazo para posicionarse en el mundo globalizado para evitar convertirse en un mero exportador privilegiado de productos primarios e importador de productos manufacturados.

No podemos limitarnos a este rol secundario y es por ello que habrá que elaborar y aplicar políticas que nos permitan mejorar la calidad y el volumen de nuestras exportaciones tradicionales, y también encontrar nichos específicos que, apoyados en una producción científico-tecnológica y de innovación autónomas, nos permitan ofrecer en nuestro país salarios decentes que redituarán en una vida digna para todos.

Considerando la preeminencia de China en la política y economía mundial es fácil entender por qué hemos hablado de los riesgos y las posibilidades que ofrece nuestra relación con ella.

Autorxs


Abraham Leonardo Gak:

Director de Voces en el Fénix.