Percepción subjetiva de riesgo e identidades políticas en Brasil

Percepción subjetiva de riesgo e identidades políticas en Brasil

El artículo presenta resultados de un estudio sobre la activación de encuadres en redes sociales realizado durante los primeros meses de la pandemia de Covid-19 en Brasil. Los resultados muestran diferencias significativas en la expectativa de contraer Covid-19 entre quienes apoyan al oficialismo y quienes empatizan con la oposición.

| Por Ernesto Calvo y Tiago Ventura |

“Si Mauricio Macri o Fernando Haddad hubiesen ganado la elección presidencial de Argentina o Brasil, respectivamente, la cantidad de fallecimientos por Covid-19 sería considerablemente más alta”, aseguran en el oficialismo. “No, sería más baja”, dicen desde la oposición. Como ocurre con todo contrafáctico, nunca lo sabremos. Podemos especular, sumar pruebas y evaluar antecedentes, pero entre todos los mundos posibles nos toca vivir en este y solo en este. El mundo de “peor no se pueden hacer las cosas” o, alternativamente, “se imaginan lo que habría sido si [Macri|Haddad] era presidente”, existe solo en proyecciones creadas por nuestras creencias y afectos políticos.

Esta es la diferencia fundamental entre predecir “cómo habría sido” y explicar “por qué fue como fue”. Gardner y Tetlock (2016) describen extensamente la asimetría que existe entre la seguridad con la que explicamos el pasado (“la mirada en el espejo retrovisor”) y nuestra incapacidad para predecir eventos en el futuro (la mirada hacia adelante). Aun cuando creamos elaboradas justificaciones para explicar causalmente el pasado, las mismas reglas no nos ayudan a predecir el futuro. También para Daniel Kahneman (2011), la diferencia entre nuestra confianza al explicar el pasado y nuestra dificultad para predecir el futuro expresa la falibilidad de la intuición experta. El exceso de confianza que es resultado del razonamiento motivado, “estamos seguros de nuestras creencias porque buscamos solo aquellos datos que las confirman”, es inconsistente con nuestra baja capacidad para predecir lo que vendrá.

La asimetría entre nuestras certezas sobre el pasado y nuestra incertidumbre sobre el futuro es replicada constantemente cuando pensamos en los primeros días de la pandemia y los comparamos con nuestras creencias dos años después. Cuando respondemos a la pregunta “¿Me puedo contagiar de Covid-19?” de cara al futuro y cuando lo comparamos con “¿Tuvo usted Covid-19?” dos años después, esperamos que nuestras creencias políticas afecten más lo que esperamos del futuro que lo que sabemos del pasado. La probabilidad de enfermarse no debería ser muy distinta entre individuos de un mismo género, edad, nivel socioeconómico y lugar de residencia. Sin embargo, nuestra percepción subjetiva de contagio está íntimamente ligada a interpretaciones sobre riesgos colectivos que son informados por nuestras creencias y nuestros afectos políticos. Por lo tanto, de cara al futuro, las probabilidades de enfermarse de un peronista y un cambiemista son mucho más distintas entre sí que las tasas de Covid-19 mirando el pasado.

¿Me voy a contagiar de Covid-19?

La pregunta es difícil de contestar. Requiere que pensemos en mecanismos, probabilidades y diferencias inter-grupales, en un contexto en el cual la información es escasa. En su lugar, sustituimos mecanismos y probabilidades por preguntas más simples pero irrelevantes al predecir si nos infectaremos el virus de Covid-19. Por ejemplo: “¿Me gusta este gobierno?”.

En otras palabras, frente a una pregunta para la cual no tenemos respuesta (“¿Cuá n probable es que me contagie?”), anteponemos una pregunta más simple para la que sí tenemos una respuesta (“¿Cuánto me gusta este gobierno?”). El hecho de que nos guste o no el actual gobierno no debería incidir en la probabilidad de contagiarnos y, más importante aún, al comienzo de la pandemia habría sido casi imposible anticipar la tasa esperada de Covid-19 entre la población para cualquier gobierno. Incapaces de evaluar ex-ante cuál es la respuesta sanitaria apropiada, carecemos de información para saber si el gobierno que odiamos podría ser más exitoso que aquel que votamos.

Dado que la pregunta “¿Me puedo contagiar de Covid-19?” o “¿Afectará el Covid-19 mi salud?” es reemplazada por preguntas más simples pero no necesariamente relevantes –“¿Me gusta este gobierno?”–, podemos realizar experimentos en los cuales exponemos a distintos encuestados a información política para observar en qué medida la identificación partidaria modula las percepciones subjetivas de riesgo. Por ejemplo, si le mostramos a un votante brasileño la cara enojada de Jair Bolsonaro y a otro votante la cara sonriente de Bolsonaro, ¿obtendremos una respuesta distinta respecto de la probabilidad de contagio? ¿Debería esta información ser relevante?

¿Por qué me contagié de Covid-19?

Así como podemos modular la percepción subjetiva del riesgo sanitario, también es posible proponer algunas respuestas que describen probabilidades en el pasado: “En el espejo retrovisor”. Consideremos, por ejemplo, una pregunta sobre la cantidad de muertos por Covid-19 que tienen la Argentina o Brasil. Existe un valor de referencia (un “ancla” cognitiva) que no conocemos y, al introducir información política, es posible modificar este valor para que sea mayor o menor al que esperaríamos si otro gobierno estuviese en el poder. Si “otro” presidente hubiese sido elegido, el total de muertos sería mayor o menor, reportamos confiados dependiendo de nuestra afiliación como petista o bolsonarista (“el número de muertos sería considerablemente más [alto/bajo]”).

La pregunta “¿Me puedo contagiar de Covid-19?”, por lo tanto, combina datos “duros” del mundo (“la mirada externa”, como la describe Daniel Kahneman) con percepciones subjetivas respecto de nuestro lugar en el mundo (“la mirada interna”), donde las lealtades políticas alteran las probabilidades de enfermarnos en función de nuestras creencias y afectos. Es por eso que la pregunta “¿Me voy a enfermar de Covid-19?” es sensible a distintos encuadres tales como “¿Cuán responsable es el gobierno por el [muy alto|muy bajo] número de muertos por Covid-19?”.

La pregunta “¿Me voy a enfermar de Covid-19?” es, por lo tanto, sustituida por otras preguntas más simples que atribuyen responsabilidad (y control) a los actores políticos, aun si no disponemos de información para justificar esta asociación: “Si este gobierno no estuviera en el poder mi probabilidad de contagio sería mucho [mayor|menor]”. Por supuesto, ese “menor” o “mayor” representa desviaciones de la tasa media que esperaríamos si la política fuera trivial para evaluar nuestro riesgo de contagio o la severidad de la enfermedad.

En las siguientes secciones presentamos resultados de una encuesta que modula el “ancla” subjetiva de los votantes que se identifican con Jair Bolsonaro y con Fernando Haddad. El objetivo es clarificar la relación entre identidad partidaria y percepción subjetiva de riesgo en los inicios de la pandemia.

Riesgo y pandemia

En 1982, Daniel Kahneman y Amos Tversky (1985) publicaron uno de los trabajos fundacionales de la teoría prospectiva, la cual vincula encuadres comunicacionales y percepciones subjetivas de riesgo. La teoría propuesta por Kahneman y Tversky no incorpora encuadres políticos sino comunicacionales, mostrando que encuadres que enfatizaban la probabilidad de ganar recursos aumentan la aceptación del riesgo [risk acceptance], en tanto que encuadres que enfatizan la pérdida de recursos incrementan la aversión al riesgo [risk aversion].

Distintos encuadres alteran no solo la percepción cualitativa de riesgo sanitario sino también la visibilidad de dicho riesgo, al influir en la importancia [salience] y accesibilidad [online memory processing] de la pandemia. Por ejemplo, la pregunta “¿Cuán probable es que usted se contagie de Covid-19, una enfermedad por la que han muerto 5 millones de personas?” no debería producir una respuesta distinta a “¿Cuán probable es que usted se contagie de Covid-19?”, dado que la gravedad de la enfermedad no está vinculada con su tasa de propagación. La tasa de 5 millones de muertes describe la letalidad de Covid-19 condicional al número de casos, no la probabilidad de que nos contagiemos.

Sin embargo, moduladores de la severidad de una enfermedad también son un sustituto de la información que no tenemos. Un encuadre que enfatiza las consecuencias negativas de enfermarse (“mayor riesgo de muerte”) aumenta la percepción de riesgo de contagiarnos porque las consecuencias de un contagio son más serias. La angustia producida por un encuadre que enfatiza el riesgo de internación y muerte magnifica la percepción del riesgo de contagio, aun cuando contagio y letalidad pueden ser disociados como ocurre con la introducción de las actuales vacunas contra el Covid-19.

El aumento de la polarización política es también un modulador del riesgo sanitario. La pregunta “¿Cuán probable es que me contagie de Covid-19 si nos gobierna un presidente con el que no estoy de acuerdo?” debería producir una tasa de respuesta similar a “¿Cuán probable es que me contagie de Covid-19 si nos gobierna un presidente al que detesto?”.

Sin embargo, detestar tiene una carga negativa mucho mayor que no acordar. Alguien a quien detestamos “es capaz de matarme porque es una basura de persona”. En cambio, alguien con quien no acordamos “puede querer cuidar mi salud”. El acto de sustitución de la pregunta difícil (“me puedo contagiar de Covid-19”) por la pregunta sencilla (“detesto este gobierno y dudo que cualquier cosa que hagan nos ayude”) explica que un aumento en la polarización afectiva produzca un incremento en la percepción de riesgo sanitario, algo que ha sido documentado en muchos estudios sobre juicios expertos (Iyengar y Westwood, 2015; Green et al., 2004). Durante la actual pandemia, gran cantidad de estudios han documentado diferencias más pronunciadas en la percepción de riesgo sanitario entre votantes de países en los que la polarización es mayor (Alcott et al., 2020).

Comprender el efecto de la política en las percepciones de riesgo fue una de las dificultades más notables en los intentos de gestionar la política sanitaria durante la pandemia. Desde sus inicios, el distanciamiento social se convirtió en la respuesta de salud pública más importante implementada por todos los gobiernos. Sin embargo, el cumplimiento de las medidas de distanciamiento social exige que los votantes acepten los riesgos individuales y colectivos que pueden afectarles personalmente. En consecuencia, una respuesta de salud exitosa debe evaluar cómo las creencias políticas afectan los riesgos percibidos e interactúan con la implementación de políticas (Gadarian et al., 2020; Allcott et al., 2020; Barrios y Hochber, 2020; Mariani et al., 2020).

La percepción subjetiva del riesgo sanitario

Entre marzo y abril del 2020 realizamos una encuesta que midió las percepciones de riesgo sanitario en Brasil. Consistente con la discusión de las páginas anteriores, la Figura 1 muestra que casi el doble de votantes de Fernando Haddad reportaron que era muy probable que se contagiaran de Covid-19 (24%) comparado con los votantes de Jair Bolsonaro (13%). Algo similar observamos respecto de la respuesta algo probable, con una diferencia de más de 10 puntos entre los votantes de Haddad y los de Bolsonaro.

Los votantes de Bolsonaro, por su parte, reportaron con mayor frecuencia las respuestas poco probable y nada probable. Aun cuando las preferencias políticas no deberían afectar nuestra probabilidad de perder nuestro trabajo por culpa de la pandemia, los encuestados también reportaron una mayor probabilidad de perder el trabajo cuando votaron por Haddad y una menor probabilidad de perder el trabajo cuando votaron por Bolsonaro.

Figura 1. ¿Cuán probable es que su salud se vea afectada por Covid-19?Nota: Datos propios. Encuesta nacional representativa realizada en marzo y abril del 2020.

Podríamos pensar que aun cuando los encuestados reportan probabilidades distintas de enfermarse o perder el trabajo, esto puede ser resultado de la distinta inserción laboral o características socio-demográficas de los votantes de cada partido. Sin embargo, estas diferencias entre petistas y bolsonaristas son robustas al uso de una batería de variables de control, incluido el género, ingreso, educación y ubicación geográfica de las y los encuestados.

Podemos ver las diferencias entre ambos grupos cuando controlamos por todas las variables sociodemográficas en la Figura 2, que muestra diferencias en la percepción de riesgo sanitario, riesgo laboral y calidad de la respuesta sanitaria del gobierno. Las diferencias en la tasa media de riesgo sanitario y laboral de petistas y bolsonaristas son estadísticamente significativas controlando por las otras variables.

Figura 2. Voto y percepción de riesgo al inicio de la pandemia en Brasil

El primer discurso sobre Covid-19 de Jair Bolsonaro

Para tratar de entender las diferencias inter-partidarias en la tasa de riesgo sanitario, podemos aprovechar intervenciones externas a la encuesta entre marzo y abril del 2020. Nuestra encuesta comenzó durante los días en que se conocieron los primeros casos de Covid-19 en Brasil. Una semana después de iniciada la encuesta, Jair Bolsonaro dio su primer discurso sobre la pandemia. De esa forma, tuvimos la oportunidad de observar el efecto de aquel primer discurso del presidente Bolsonaro (aprovechando que el reclutamiento de encuestados era aleatorio). Para ello recurrimos a un diseño (denominado “diferencia-en-diferencia”) que nos permitió comparar la variación en las respuestas de los encuestados –entre aquellos que fueron entrevistados en los dos días anteriores y los posteriores al discurso– a partir de la intervención externa (el discurso). Este análisis detectó evidencia consistente con una actualización de las percepciones de riesgo que afectó de modo distinto a los votantes de cada partido. Los resultados muestran que, entre los votantes de la oposición y los independientes, las percepciones de riesgo laboral y de salud aumentaron después del discurso de Bolsonaro. Por su parte, los votantes de Bolsonaro no actualizaron sus creencias sobre el riesgo sanitario.

Contexto

En las primeras semanas de enero de 2020 circularon por todo el mundo noticias sobre la rápida propagación del Covid-19 en la provincia china de Hubei. Mientras las autoridades chinas ponían en cuarentena a millones de ciudadanos, los gobiernos de todo el mundo negociaron distintas intervenciones que balancearon el potencial daño económico y sanitario de los protocolos de emergencia. Las primeras respuestas sanitarias en Europa y en los Estados Unidos, implementadas en febrero del 2020, incluyeron restricciones al turismo y al comercio, tanto hacia como desde las áreas más afectadas por la pandemia. El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud declaró como pandemia el Covid-19, y anunció que afectaría a todos los países del mundo.

Si bien algunos gobiernos adoptaron rápidamente protocolos de distanciamiento social para mitigar las consecuencias del virus, los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump; el de México, Andrés Manuel López Obrador, y el de Brasil, Jair Bolsonaro, sugirieron a sus ciudadanos desestimar el riesgo sanitario. Bolsonaro desafió públicamente las recomendaciones de la comunidad médica, y pidió a los ciudadanos que mantuvieran sus horarios de trabajo regulares y apuntalaran la economía. Más aún, criticó a los medios de comunicación por su cobertura “histérica” del virus y acusó a la oposición de utilizar la crisis para obtener beneficios políticos. Bolsonaro instó a los alcaldes y gobernadores a no acatar las recomendaciones de sus propias agencias federales y desafió los pedidos de distanciamiento social. Promovió reuniones y encuentros locales, realizó caminatas públicas que violaron el distanciamiento social y usó sus cuentas de Twitter y Facebook para desestimar las consecuencias negativas del virus.

Discurso

El 24 de marzo, el presidente Bolsonaro dio uno de sus mensajes más difundidos respecto de la crisis del Covid-19. En un discurso televisado a nivel nacional, que fue también su primer discurso presidencial dedicado exclusivamente a la pandemia de Covid-19, Bolsonaro enfrentó agresivamente a la comunidad médica, acusó a los gobernadores de reaccionar de forma exagerada, cuestionó las políticas de distanciamiento social, criticó el cierre de escuelas y se describió a sí mismo como un atleta que “ni siquiera se daría cuenta” si se infectara. El virus, afirmó en uno de los pasajes que más circularía en los meses siguientes, sería en el peor de los casos una pequeña gripe.

Podemos tomar este discurso como una intervención externa a la encuesta y analizar la granularidad de nuestros datos a lo largo del tiempo para modelar el efecto del encuadre sanitario proporcionado por Bolsonaro. Modelar este evento al comienzo de la pandemia nos permite medir las percepciones de riesgo cuando el número de casos aún era modesto. Las dos variables independientes más importantes describen la intención de voto y una variable categórica que toma el valor de 1 si la encuesta se realizó en los dos días posteriores al discurso de Bolsonaro y 0 si la encuesta fue realizada en los dos días previos al discurso. Nuestro interés es medir las diferencias en los resultados que comparan a los votantes de Bolsonaro y de Haddad.

Resultados

La Tabla 1 presenta los resultados. Los modelos incluyen variables de control que han sido omitidas de la tabla para simplificar la lectura. Estos controles incluyen la edad, el sexo, la ocupación, la educación y los ingresos de los encuestados.

Consideremos primero el período prediscurso. En aquel momento, la percepción de riesgo laboral tenía un nivel de 1,8 para los votantes de Bolsonaro y de 2,38 para los votantes de Haddad. Esta diferencia indica que los votantes identificados con partidos contrapuestos tenían percepciones de riesgo laboral disímiles desde antes del discurso de Bolsonaro. Después del pronunciamiento del mandatario brasileño, sus seguidores expresaron una caída en la percepción de riesgo laboral (de ≈1,8 a ≈1,4) en tanto que los seguidores de Haddad presentaron una caída más modesta (de ≈2,38 a ≈2,2). Por lo tanto, el discurso de Bolsonaro aumenta la heterogeneidad entre ambos grupos, en la medida en que la distancia entre la percepción de riesgo laboral de los votantes de Bolsonaro y de Haddad aumenta. Es importante notar que la mayor distancia entre los votantes de Bolsonaro y de Haddad es resultado de una caída pronunciada en el riesgo laboral percibido por los votantes de Bolsonaro, consistente con el discurso presidencial.

Consideremos ahora el riesgo sanitario. Previo al discurso de Bolsonaro, sus votantes reportaban un riesgo sanitario de 2,3 mientras que los votantes de Haddad reportaban un riesgo de 2,5. Luego del discurso presidencial, la percepción de riesgo sanitario entre los votantes de Bolsonaro bajó a 1,9. Los votantes de Haddad, por su parte, vieron un cambio de 2.487 a 2.409.

Tabla 1. Efecto del discurso de Jair Bolsonaro (24 de marzo) en la percepción de riesgo laboral y sanitario

Los resultados muestran también que todos los votantes disminuyeron marginalmente su evaluación general del desempeño del gobierno, pero estos cambios fueron modestos y estadísticamente indistinguibles de la instancia previa. Los hallazgos respaldan la noción de que la percepción de riesgo es sensible al contexto político y que esta sensibilidad es mayor entre los votantes de Bolsonaro, quienes presumiblemente estuvieron más atentos a su discurso. El resultado es una mayor heterogeneidad interpartidaria después del discurso de Bolsonaro, con una mayor distancia en la percepción de riesgo entre los votantes de ambos partidos. Estos resultados son también consistentes con otros trabajos que detectan una disminución en la propensión a cumplir con el distanciamiento social en localidades progubernamentales (Mariani et al., 2020). Nuestros resultados describen uno de los mecanismos que explican distintos comportamientos entre localidades oficialistas y opositoras.

No todo resultado positivo es una demostración de la teoría

Comenzamos esta nota de investigación argumentando que preguntas difíciles como “¿Me puedo contagiar de Covid-19?” son sustituidas por preguntas más fáciles para las cuales tengo una respuesta del tipo: “¿Me gusta este gobierno?”. Es de esperar, por lo tanto, que quienes apoyan al gobierno realicen prognosis más benévolas de la pandemia que quienes se oponen al gobierno y que también tengan una lectura más benévola de las consecuencias de la pandemia. La medición de un efecto contextual, como es el discurso de Bolsonaro, representa un test “difícil” de nuestra hipótesis, dado que no sabemos si el discurso de Bolsonaro fue observado por todos los votantes. En dicho sentido, la estimación de la discontinuidad en el discurso de Jair Bolsonaro puede ser interpretada como resultado de experimento “ruidoso” en los resultados a los que arriba. Por tanto, es notable que podemos medir el efecto contextual de este discurso en los resultados de nuestra encuesta y extraer conclusiones que confirmen nuestras expectativas.

Sin embargo, observamos también en estos resultados que hay una caída en la percepción positiva de Bolsonaro entre sus propios votantes. Esto puede ser interpretado como una caída en las respuestas positivas a la pregunta “¿Me gusta este gobierno?”. El resultado paradójico es que la respuesta a la pregunta “fácil” no es consistente con la respuesta a la pregunta “difícil”. En este caso, el gobierno me gusta menos, pero acepto el argumento de Bolsonaro y expreso una caída en mi percepción de riesgo sanitario. Es decir, el análisis que realizamos produce los resultados esperados, pero no necesariamente por los mecanismos que propusimos. En otro artículo utilizamos un experimento de encuesta con un tratamiento más sensible que busca responder a este problema.

Es común en nuestra disciplina estar satisfecho con un resultado que tiene la dirección esperada y alterar los mecanismos si hay resultados inconsistentes. Más interesante aún es tratar de dilucidar el origen de dichas inconsistencias mediante una autopsia de nuestros diseños experimentales. Quedará para otro artículo la discusión sobre cómo evaluar si nuestros diseños experimentales tuvieron los resultados esperados a través de los mecanismos esperados. Quizá la pregunta “fácil” no apunte simplemente a si les gusta el gobierno que votaron o les disgusta el gobierno que no votaron. En cualquier caso, es claro que la intuición experta es sensible al contexto político. Menos claro sería cuál es este contexto que sirve de ancla a nuestros prejuicios.

Referencias bibliográficas

Allcott, H., Boxell, L., Conway, J., Gentzkow, M., Thaler, M., & Yang, D. (2020). Polarization and public health: Partisan differences in social distancing during the coronavirus pandemic. Journal of public economics, 191, 104254.
Barrios, J.M., & Hochberg, Y. (2020). Risk perception through the lens of politics in the time of the Covid-19 pandemic (No. w27008). National Bureau of Economic Research.
Calvo, E., & Ventura, T. (2021). Will I get Covid-19? Partisanship, social media frames, and perceptions of health risk in Brazil. Latin American politics and society, 63(1), 1-26.
Gadarian, S. K., Goodman, S. W., & Pepinsky, T.B. (2021). Partisanship, health behavior, and policy attitudes in the early stages of the Covid-19 pandemic. Plos one, 16(4), e0249596.
Green, D., Palmquist, B., & Schickler, E. (2008). Partisan hearts and minds. In Partisan Hearts and Minds. Yale University Press.
Iyengar, S. (1990). Framing responsibility for political issues: The case of poverty. Political behavior, 12(1), 19-40.
Iyengar, S., & Westwood, S. J. (2015). Fear and loathing across party lines: New evidence on group polarization. American Journal of Political Science, 59(3), 690-707.
Kahneman, D. (2011). Thinking, fast and slow. Macmillan.
Mariani, L.A., Gagete-Miranda, J., & Rettl, P. (2020). Words can hurt: How political communication can change the pace of an epidemic. Covid Economics, 12, 104-137.
Tversky, A., & Kahneman, D. (1985). The framing of decisions and the psychology of choice. In Behavioral decision making (pp. 25-41). Springer, Boston, MA.
Tetlock, P. E., & Gardner, D. (2016). Superforecasting: The art and science of prediction. Random House.
Thaler, R. H., Tversky, A., Kahneman, D., & Schwartz, A. (1997). The effect of myopia and loss aversion on risk taking: An experimental test. The quarterly journal of economics, 112(2), 647-661.

Autorxs


Ernesto Calvo:

Doctor por la Universidad de Northwestern. Profesor de Gobierno y Política de la Universidad de Maryland y director del Laboratorio Interdisciplinario para las Ciencias Sociales Computacionales (iLCSS).

Tiago Ventura:
Doctor por la Universidad de Maryland. Profesor en la Escuela de Políticas Públicas McCourt de la Universidad de Georgetown.