Prefacio

Prefacio

| Por Horacio Barri |

Este número de Voces en el Fénix es, como los anteriores, un compromiso con la vida, que es, como dijo un hombre sabio, nada más ni nada menos, lo único que tenemos.

Todos los autores integran y expresan distintos lugares de la trinchera de este defender la continuidad de la misma para todos, hoy amenazada muy seriamente, y actúan, como corresponde para afianzarla, en una forma entrelazada de reflexión/acción, potenciándose mutuamente.

Y son amigos, aunque algunos ni se conocen personalmente, porque como decía Baruch Spinoza, no hay amistad más fuerte que la de los que comparten el amor por la verdad. Y estos autores lo afirman en el día a día y con los otros, practicando en esa búsqueda las pasiones alegres, que no es poco.

Y estas reflexiones en voz alta pretenden entender la complejidad de la trama en la que se apoyan las actitudes opuestas, las de la enfermedad como negocio, sustentada en las pasiones tristes. Basta para eso ver y comprender lo que pasa dentro de la olla, cuando todos los que reflexionan aquí levantan la tapa para ustedes.

Se persigue no sólo la comprensión sino también la generación de actitudes que logren cambiar la situación en momentos tan críticos como los actuales, donde la naturaleza comienza a mostrar grandes señales de alerta ante la agresión de los grupos de poder humanos, que ponen en peligro la vida del planeta, la madre tierra, el hogar común, y entonces comprometen a cada uno de nosotros y de nuestros descendientes.

Poco antes de morir, Floreal Ferrara me contó ese encuentro circunstancial, pero visto a la distancia muy significativo, con Ramón Carrillo, alrededor de 1950:

“Yo estaba de visita en casa de un amigo enfermo en La Plata, recién recibido de médico, tendría 24 o 25 años, y en el medio de esa visita tocan el timbre: era el ministro de Salud de la Nación que venía a visitar a su amigo enfermo. Mi amigo me presentó y ellos se pusieron a charlar animadamente; yo permanecía callado, como correspondía. En eso el ministro se da vuelta y me dice:
–¿Usted qué opina: la salud es una cuestión fundamentalmente del Estado o de la comunidad?
Yo me quedé desconcertado, porque sentí como que el ministro me tomaba examen, y permanecí callado, entonces me reitera con una sonrisa:
–Usted es un médico recién recibido y quiero conocer cómo piensan los jóvenes al respecto.
Le contesté la verdad sobre mis sentimientos y le dije:
–A mí me parece que a los dos.
Él me contestó:
–Yo pienso igual, y me parece que le he dado casi toda mi tarea sólo a incrementar el rol del Estado y en eso me equivoqué”.

Yo en ese momento estaba más preocupado por tratar de medir la magnitud de su padecimiento, no me podía convencer de que estuviera grave alguien de esa vitalidad constante, ese ímpetu arrollador, esa pasión desbordante que eran sus características permanentes, y no me puse a profundizar el análisis de ese intercambio. Lo haría después y tiene que ver con el artículo que escribí en estas páginas. Pero sí quiero usarlo ahora para comentar cómo se expresa, en este armado de autores y temas, lo que a la larga me significó ese simple diálogo.

Lo que entendí con el tiempo es que se referían ambos a los dos aspectos contradictorios, pero no necesariamente antagónicos, en que se desenvuelven los ámbitos de la gestión y de la política, donde se desarrollan lo legal y lo legítimo, que desarrollo en “Salud legítima”.

Y puesto a coordinar este número con esas perspectivas, paso a la presentación de los autores que conforman esta publicación.

Gianni Tognoni nos interpela con la definición tan fuerte de considerar a “las muertes y enfermedades como expresión moderna de genocidio” y preguntarnos: “Las muertes/enfermedades que tocan a la mayoría del mundo son amplia y fácilmente evitables… Si año tras año esta no-evitabilidad se vuelve realidad una y otra vez, es lícito/obligatorio preguntarse sobre responsabilidades”.

Howard Waitzkin está trabajando –como decía José Martí– desde el monstruo y mostrando sus entrañas, tarea que culmina en “La salud al final del imperio”, libro presentado en el reciente Congreso de ALAMES y del que nos envía el primer capítulo, a fin de ir generando un ida y vuelta entre compañeros de allí y de acá. Porque si bien las grietas en el imperio son cada vez más evidentes, los cambios –por su complejidad y segura violencia– son necesarios de prever conjuntamente.

José Carlos Escudero y Florencia Cendali/Graciela Cohen coinciden, desde ángulos diferentes, en describir el uno los condicionantes estructurales de la salud (desde los de la biosfera, pasando por los supranacionales, los históricos, los del sistema socioeconómico en que estamos insertos, hasta los nacionales) y las otras en cómo incidieron las políticas públicas del último decenio en la salud colectiva y la justicia social. Y coinciden también en la justeza, profundidad y pasión que ponen en sus empeños.

Producto de una “zapada” que hicieron en Córdoba hace pocos meses, Héctor Seia y Osvaldo Saidón, ante un público muy diverso, desde promotores de salud del norte rural y pobre de la provincia hasta profesionales de la salud que realizan juntos un seminario permanente de Epidemiología Comunitaria, surgió este “Salud mental es política. Políticas de salud mental”, donde la salud mental rompe con el ámbito específico de especialidad académica y se inserta en la vida cotidiana.

También producto de un panel en la Universidad Nacional de Córdoba, Miryam Gorban y Fernando Barri coinciden en sus miradas, desde observatorios científicos diferentes –la Nutrición y la Biología–, en que salud, ambiente y soberanía alimentaria son cuestiones inseparables. Ambos se relacionan con lo que decía Jean Ziegler hace años desde ONU: “La especulación sobre los alimentos básicos, aunque sea legal, es un crimen contra la humanidad, que los países democráticos deben impedir” (hace pocos días, encargado por Naciones Unidas de juzgar las propuestas de los fondos buitre, las calificó de genocidas…).

El trío siguiente demuestra que se pueden correr los límites de las gestiones para ponerlos al servicio de las comunidades, o sea, desde lo legal acercarse a lo legítimo. Ellos son Javier Mignone y John Harold Gómez Vargas, que analizan el uso contrahegemónico de aspectos o elementos hegemónicos, como es la gerenciadora de una etnia indígena de Colombia, la Anas Wayuu, a la que le bastó ser fiel a su pueblo, dando provisión de servicios de salud efectivos, eficientes y culturalmente aceptados, prevención de enfermedades y promoción de la salud a nivel comunitario, respetando las culturas tradicionales.

Paco Canelo y Analía Sampaoli muestran desde su trabajo en el PAMI Regional Córdoba que similares resultados se logran en el interior rural y pobre del norte cordobés, y en la ciudad capital, con la estrategia de la Epidemiología Comunitaria, donde la participación popular en la toma de decisiones –no sólo en las acciones– posibilita que el protagonismo solidario sea lo esencial y donde los “nadies” aparecen con sus nombres y apellidos, don Polo Herrera, doña Clarita Aguirre, doña Cleta Segovia, don Tito de Deán Funes, Doña Palmira de Bº Comercial y otros, recuperando la dignidad perdida, en este “camino de las comunidades”.

Daniel Gollan es la buena noticia del año en el Ministerio de Salud de la Nación, y desde que asumió lleva a lo ancho y largo del país una propuesta, compleja y extensa, de la que extrajimos y publicamos algunos aspectos fundamentales, con el objetivo no de instalarla como verdad sino de ser discutida, analizada, modificada, para así ser parte de un protagonismo solidario y transformador. El planteo es que si se comparte este crear juntos la propuesta, no interesa la “camiseta” que se tenga, sino ponerse a trabajar juntos.

Giglio Prado, médico y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Matanza, nos acerca un sentido análisis sobre la Asociación Latinoamericana de Medicina Social (ALAMES), con el derecho de haberse constituido en uno de los impulsores más fervientes de esta importante institución latinoamericana y nos aporta además la declaración final del XIII Congreso de ALAMES, realizado hace pocos días en El Salvador al cumplirse los 30 años de su fundación.

Casi para el cierre llega otro gran amigo, Mario Róvere, que suma la dimensión regional a esta propuesta, nos habla de soberanía y nos introduce en la disputa entre Estados y empresas farmacéuticas como parte central del acceso real al derecho a la salud de las grandes mayorías.

Finalmente, y para retomar las primeras reflexiones, intento acercarme a la discusión planteada recientemente en la Argentina en torno a la Justicia –legal o legítima– para extenderla al campo de la salud y pensar en sus alcances e implicancias.

Para el cierre dejamos como postre un espacio especial para El Troesma. Don Mario Testa lo presenta y sólo se puede decir que tiene todos los sabores del mundo, por lo que recomiendo saborearlo con tiempo y dedicación.

Autorxs


Horacio Barri:

Médico sanitarista. Presidente del Movimiento por un Sistema Integral de Salud (MOSIS). Exsecretario de Salud de la Municipalidad de Córdoba. Docente de la Universidad Nacional de Córdoba.