Editorial: Vivir es el desafío
Como hemos señalado en otras oportunidades, la insuficiencia en la provisión de bienes públicos es una falla estructural de la economía argentina.
Cuando uno habla de provisión de bienes públicos surge de inmediato la preocupación por la salud, porque cuando hablamos de salud estamos hablando de la vida, derecho humano por excelencia.
Hablar de salud implica asumir las variables que la afectan de manera directa, como el acceso a la educación, la vivienda, el hábitat y el ocio, y que marcan claramente las obligaciones que los gobiernos de turno no pueden desatender, más allá de las complejidades políticas, sociales y económicas que estos albergan en su seno.
La constante ampliación del conocimiento científico nos permite prolongar la vida humana, hecho indiscutiblemente beneficioso; no obstante ello, sigue siendo un desafío que los avances que este conocimiento produce sean accesibles para aquellos sectores más vulnerables de la sociedad.
Desde la mirada neoliberal, en la que los mercados prevalecen y el lucro es el centro de toda actividad, motor de su desarrollo y determinante de la forma de vivir, la salud es concebida como una mercancía más.
Confrontar con esa forma de pensar y de vivir significa concebir la salud como un derecho; y es una responsabilidad indelegable por parte del Estado garantizar su satisfacción. Pero también es indispensable que la sociedad se involucre activamente en la concreción de este objetivo que es la salud colectiva.
Si miramos la vida a través de este cristal, nos daremos cuenta de que las necesidades de los niños y los requerimientos de los adultos mayores, las condiciones de trabajo saludables, el acceso a los bienes materiales e inmateriales y la equidad en el goce de los frutos del trabajo colectivo requieren de la atención y el compromiso de todos/as para que redunden en beneficio compartido.
Esta mirada transforma la concepción egoísta de la resolución individual de los problemas en una tarea colectiva en la que la solidaridad no es una excepción notable, sino una forma natural de la convivencia humana.
Alcanzar elevados niveles de desarrollo en un país no es suficiente para lograr estos nobles objetivos. Las carencias y necesidades se extienden a través de nuestras fronteras, de modo que lo que sucede en países arrasados por epidemias y catástrofes evitables deja de ser una noticia para convertirse en un dolor y una vergüenza que alcanza a toda la humanidad.
Por todo lo dicho, las actuales búsquedas de acuerdos supranacionales, sobre todo en nuestra región, deben dejar de ser un discurso misericordioso y transformarse en un desafío que nos obligue a todos a aportar nuestro grano de arena en esta transformación.
Estamos, pues, abordando un mundo complejo con una mirada nueva, integradora del ser social; un mundo que debemos convertir en un sitio habitable no sólo para nosotros hoy, sino también para el futuro, es decir, para nuestras descendencias. En la consecución de ese objetivo, la salud comunitaria como construcción colectiva tiene un rol fundamental.
Autorxs
Abraham Leonardo Gak:
Director de Voces en el Fénix.